La Mujer y la Pornografía: Consideraciones desde el Psicoanálisis
Judith Elena García Manjarrés
Universidad Metropolitana de Barranquilla / Colombia
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Judith Elena García Manjarrés. Magíster en Psiconeuropsiquiatría y Rehabilitación, Universidad Metropolitana. Especialista en Psicología Clínica, Universidad Metropolitana. Psicóloga, Universidad Metropolitana. Investigadora del Grupo Sanus Viventium, Universidad Metropolitana. Barranquilla,Colombia. Correo electrónico judithelena16@unimetro.edu.co
Recibido: 17 de Marzo de 2016
Aprobado: 30 de Junio de 2016
Referencia Recomendada: García-Manjarrés, J. E. (2016). La mujer y la pornografía: Consideraciones desde el psicoanálisis. Revista de Psicología GEPU, 7 (1), 192-208.
Resumen: El presente artículo se propone desarrollar un análisis del concepto de pornografía con relación a la mujer y, su comprensión desde el psicoanálisis. Para ello se realiza un recorrido teórico por lo pornográfico entendido esto cómo lo que perteneciente al campo de lo privado, emerge de dominio público. Como método se utiliza el análisis de documentos teóricos y contenidos de textos (Bernal, 2010; Strauss & Corbin, 2012; Packer, 2013), respaldado a su vez en la consulta la bibliográfica de textos psicoanalíticos (Gallo, Ramírez, 2012). La fundamentación categorial está dada por las nociones de: pornografía y mujer. Aunque la noción de pornografía no se constituye en concepto del dominio psicoanalítico, ésta, si aparece como fenómeno contemporáneo de importancia que refiere a la mujer, la constitución subjetiva y el goce, los cuales si responden a fundamentos teórico-clínicos del psicoanálisis y con los que puede contribuirse a un estudio sobre la mujer.
Palabras Clave: Mujer, Pornografía, Psicoanálisis, Goce.
Abstract: This article proposes to develop an analysis of concepts about pornography in relation to the woman from a psychoanalysis approach. In order to do so, it establishes a theorist transition from the pornographic and how what is private, now becomes public. The method used is the analysis of theories and contents (Bernal, 2010; Strauss & Corbin, 2012; Packer, 2013) backed up by the biographical research of psychoanalytical texts . (Gallo, Ramirez, 2012). The categorical are provided by the concepts of pornography and woman. Even though, the pornography concept is not widely dominated by the Psychoanalysis field, this is a contemporary component of high importance about the woman and, the subjective constitution and enjoyment, which do respond to clinical psychoanalysis theories that can contribute to the study of the woman.
Keywords: Woman, Pornography, Psychoanalysis, Jouissance.
INTRODUCCIÓN
El hombre es concebido como un ser biopsicosocial, desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) definiera el concepto de salud como: “el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no tan solo la ausencia de enfermedad o afección" (OMS, 2005, p.1).
La anterior definición en salud que postula la OMS sugiere que ésta está referida a lo social y a lo mental, sin embargo, ambos, no son lugares que pueda alcanzar un sujeto, que pueda hacer posible, sin que para ello recorra dificultades, pues tal concepción biopsicosocial, propuesta por la OMS, si bien anota lo importante de la sociedad, no alcanza para lo que en psicoanálisis se define como lazo social y que implica que el sujeto nace del campo del Otro (Lacan, 1964; Miller, 2005; Allouch, 2013; Constantinidi, 2008; Zizek, 2013; Soler, 2015) pues el primero surge como efecto de la presencia del segundo. Así, para referirse a la posibilidad de existencia del sujeto, señala Lacan: “éste, tiene que ser reconocido por el Otro, inicialmente por el deseo del Otro y, es ese deseo del Otro lo que llevará a que exista la posibilidad de ser soporte para el futuro sujeto por venir”. (Lacan, 1954 - 1955, p. 355).
En este camino de constitución psíquica a partir del campo del Otro, el sujeto atraviesa y es atravesado todo el tiempo por la sexualidad, esa que, si bien tiene sus tiempos iniciales en la infancia, es “Con el advenimiento de la pubertad que aparecen los cambios que llevan la vida sexual infantil a su conformación normal definitiva” (Freud, 1905a, p. 1221) lo que indica que a partir de ese paso el sujeto marca su camino sexual. Con la enseñanza de Lacan, se sabe que el sujeto, es también atravesado por el lenguaje, ese que comanda el inconsciente y que le da su estructura al mismo (Lacan, 1973, p. 307). Y, es en ese transitar entre sexualidad y lenguaje así como desde el inconsciente, señala el psicoanálisis, donde el sujeto empieza a asumir su lugar, a su vez con un cuerpo que porta con sexualidad y que implica estar en lo social, hacer vínculo con el otro.
En ese punto, al hacer vínculo con el otro existe la posibilidad de hacerle desear y allí, tiene lugar el erotismo, como aquello que muestra algo de lo que se desea y al mismo tiempo, lo vela. Si bien, como enseñó Freud: “el ser humano está infaliblemente ligado a su vida erótica” (Freud, 1905b, p. 1208), cada vez más, lo ateniente a lo sexual, al goce y al deseo tiende a mostrarse públicamente, para la mirada del otro. Los cuerpos desnudos ya no sólo hacen parte de las expresiones artísticas como la pintura, la escultura, etc., sino que también aparecen en todos los diversos medios de comunicación, basta con abrir cualquier tabloide nacional para encontrar fotografías de mujeres totalmente descubiertas, con títulos insinuantes y alusivos al sexo, o si no se tiene a mano la prensa, se puede encender el televisor en horarios familiares para encontrar en cualquier novela, alusiones, escenas y conversaciones de alto contenido sexual.
Lo anterior, implica que allí, donde antes aparecía el erotismo y lo ateniente a él como velado, ahora éste ha empezado a estar acompañado de formas más explícitas que implican la desnudez absoluta y lo específico del acto sexual dando paso a lo que hoy emerge como fenómeno, la pornografía, fenómeno del que el psicoanálisis puede hacer una lectura, entendiéndolo como “un relato de una ideología sobre lo sexual transmitida a nivel de los medios de masas” (Masotta,1977, p. 1). Las mujeres aparecen en las imágenes de revistas, tabloides y medios audiovisuales, como aquellas que muestran cada vez más su cuerpo y la forma como tramitan lo sexual y ello, si bien repercute en las ganancias económicas del medio de masas, también lo hace en la forma como aparece lo referente a ella en tanto mujer de la época contemporánea.
Así, con mayor frecuencia, lo que antes pertenecía al campo de lo privado, empieza a aparecer ahora como tema de dominio público y la pornografía emerge como un fenómeno que aunque pueda aparecer paralelo al erotismo, circunscribe a las mujeres a lugares que empiezan a serles particulares y en los que emergen de manera más explícita lo ateniente a su sexualidad. Es allí, donde radica la importancia de este estudio pues es preciso un espacio de reflexión que abordando la temática profundice sobre la incidencia de la pornografía en relación a los lugares posibles para la mujer contemporánea, teniendo presente los modos subjetivos de afrontar la sexualidad de aquella que se nombre como tal.
EROTISMO Y PORNOGRAFÍA
El término pornografía proviene del griego πopvoypaψía. A su vez, esta etimología está dividida en porne y grafía, lo que deriva en que el término pornografía, se ha traducido finalmente como descripción de una prostituta. Esto, tiene sus raíces en la antigua Grecia con algunos rituales para los dioses en los que se alquilaban para satisfacción sexual de los mismos, las llamadas hetarias y pornés.
Las hetairas eran las más prestigiosas, como si se tratase de la élite sofisticada de todas ellas, mientras que las pornés eran de las más frecuentes y baratas. El nombre de éstas últimas es el que recoge el término pornografía, como representación gráfica de las pornés. (Basch, 2016).
La Real Academia de la Lengua Española, por su parte, anota que el término pornografía, hace referencia al “conjunto de elementos, materiales, imágenes y/o reproducciones de la realización explicita del acto sexual y que tienen como fin provocar la excitación y placer sexual del receptor” (RAE, 2014, p. 1221). Lo erótico por su parte, es definido como aquello “perteneciente al amor o al placer sexual” (RAE, 2014, p. 662).
Muy tempranamente en la historia antropológica se encuentran descripciones y gráficos de representaciones eróticas que han sido halladas por arqueólogos y que corresponden a la época del antiguo testamento, dando cuenta que la pregunta por la sexualidad y la genitalidad de los sujetos es algo que ha marcado de forma insistente la historia humana.
De la época paleolítica se conocen figuras de mujeres con grandes senos y embarazadas, talladas en piedra y/o en madera que, si bien no hacían referencia a estar allí con el fin de provocar la excitación sexual, si estaban relacionados con la idea de explicar y graficar el asunto de la fecundidad o se erigían como íconos religiosos, pues para el hombre de aquella época, el acto sexual estaba asociado a fuerzas sobrenaturales que, a su vez estaban ligadas a la religión.
Estas figurillas grabadas, en bulto redondo o en bajo relieve, que representan mujeres dispares, esbeltas u obesas, embarazadas o sin gravidez, adolescentes o viejas, de pie, sentadas, tumbadas o en cuclillas, con el rostro más o menos figurado, con cabellos y/o tocado o sin ellos, se clasifican dentro del arte mobiliar paleolítico. Han sido denominadas "venus paleolíticas" y ha habido una fuerte tendencia a considerarlas como el reflejo de un culto a la fertilidad. (Hauchel y Sanahuja, 1996, p.63).
Años más tarde, en las culturas romanas y griegas se encuentran creaciones de esculturas y frescos que grafican el acto sexual, en ocasiones homosexual, la felación y el cunnilingus y, a mediados del año 320 -540 D.C. el religioso Vatsyayana Mallanaga escribe libro del Kama Sutra, que en principio aparece dedicado a dos cosas, a saber, un manual sexual y un manual para las relaciones humanas en pareja. Así también, aparecen representaciones eróticas en Perú, donde la cultura Moche, desarrolló pinturas eróticas en cerámica, constituyendo su país como: “el mayor centro arqueológico de arte erótico en América, y uno de los más relevantes en el mundo” (Puigbó, 1997, p.380).
Lo anterior parece indicar que las representaciones eróticas y la pregunta por el erotismo humano han estado presentes desde que el hombre inicia su historia, sin embargo, estos gráficos no estaban ligados a lo que hoy se conoce como pornográfico, pues ellos trataban de mostrar el asunto de la sexualidad la más de las veces en relación a lo cultural propio de la época, lo religioso y la fecundidad. El concepto de pornografía que se tiene actualmente, data de la época victoriana en la que hubo grandes cambios en la forma como se estructuraba la cultura y se establecían las políticas. Es entonces en 1860 (Siglo XIX) que aparece el nuevo concepto de pornografía que está cifrado en la etimología, es decir, la descripción de una puta. La nueva concepción de lo que se entiende como pornografía, se propone por primera vez en el Websters’s Dictionary (1864) y postula que se trata de una ilustración licenciosa que era usada para decorar las paredes de las habitaciones consagradas a las orgías bacanales, ejemplos de las cuales se hallan en Pompeya. Si bien, algunos actos sexuales específicos estaban regulados y otros prohibidos, es en el año 1857 donde empieza a promoverse la prohibición sobre la contemplación de imágenes que a partir de entonces se empezaron a considerar como pornográficas y que antes, eran vistas como normales. Así, en ese mismo año, aparece publicado la primera regulación en cuanto a lo que se considera como pornografía y la criminaliza, a saber, “Obsecene Publications Act”, documento en el que se promulgaba la penalización de lo que se considerara como pornografía o actos pornográficos (Chambers y Butts, 2005).
Resulta importante anotar, que pese a las leyes que penalizaban lo referente a la pornografía, el asunto de mostrar lo que puede considerarse como íntimo, ha insistido en el tiempo. Numerosas pinturas, esculturas y grabados de representaciones eróticas han sido encontrados en la mayoría de las culturas y algunos, datan de más de siete mil años de antigüedad. En la antigua Roma, las representaciones eróticas se consideraban algo de buen gusto y en ellas, se graficaban costumbres sexuales de la época, tal es el caso de la llamada Copa de Warren:
Una pieza de plata del primer siglo después de Cristo; en un lado están dos hombres practicando sexo anal, un hombre mayor está sentado y sobre él yace otro hombre un poco más joven, quien se sostiene de una cuerda, como muestra del placer que le producía la penetración. En el otro lado de la copa aparecen dos hombres practicando sexo anal, el hombre que penetra al más joven tiene una corona de hojas de laurel, lo cual indica que poseía un mayor estatus social. Cuando la pieza fue descubierta, muchos museos se negaron a exponerla; no fue sino hasta 1980 cuando se exhibió públicamente. (Ospina, 2010, p. 82).
Por su parte, en América Latina, la cultura Moche de Perú, también representaba actos eróticos en su cerámica. Sus expresiones culturales y artísticas se vincularon a la fecundidad de la tierra, lo cual continúa vigente en comunidades andinas actuales que entrelazan componentes sexuales en los rituales mágico-religiosos que propician la fertilidad del campo o el ganado (Arroyo-Hernández, Cárdenas-Rojas y Salaverry-García, 2013).
En oriente, el culto a lo sexual y a lo erótico jugó un papel tan importante que es a partir de allí donde nace la posibilidad del relato que hoy se conoce como novela. La Historia de Genji, obra japonesa que data del siglo XI, a menudo es considerada como la primera novela del mundo y en ella, se narra en 54 capítulos la vida y las aventuras amorosas y sexuales del Príncipe Genji, “esta obra podría ser considerada no sólo la primera novela propiamente dicha, en la historia de la humanidad, sino también una de las más admirables de todas las épocas y culturas”. (Zambrano, 2010, p. 91).
Posteriormente y a medida que fueron llegando los avances tecnológicos, el acceso a aquello que era del orden del tabú, a saber, lo sexual, empezó a hacerse más fácil. Las críticas a los gobiernos y reinados de turno, algunas veces los satirizaban con ilustraciones alusivas al sexo, “Los panfletos pornográficos franceses ponían en entredicho a la clase dirigente, atacando la virilidad de Luis XVI y la supuesta promiscuidad de María Antonieta” (Jaramillo, 2009, p. 86). Esta forma como aparecía la pornografía en la época de la ilustración, permaneció incluso hasta el inicio de la Revolución Francesa en el Siglo XVIII, en el que fueron publicadas las Obras Del Marqués de Saade.
A lo anterior, se sumaba en Inglaterra la impresión y distribución de Memoirs of a Woman of Pleasure, que es considerada la primera novela erótica en lengua inglesa (López, 2012, p.107). Narrada en forma de prosa y cuyo texto tiempo después recibiría el nombre de Fanny Hill y posteriormente su adaptación fuera llevada años más tarde, en 1991 durante el Siglo XX a la pantalla grande, como película titulada Los Burdeles de Paprika y dirigida por el italiano Tinto Brass.
En el Siglo XIX y con la aparición de los daguerrotipos a manos del francés Louis-Jacques-Mandé Daguerre, muy pronto hicieron sus apariciones también las primeras fotografías de desnudos femeninos. Los primeros daguerrotipos eróticos hacen su aparición para 1840:
Muchos de ellos eran coloreados y en general su representación seguía los cánones estéticos de la pintura del siglo XIX. Así comienzan a desfilar por la antigua fotografía salomés, cleopátras, matronas romanas, majas, odaliscas y virginales afroditas, muchas de ellas en situaciones decididamente lésbicas. (Figari, 2008, p.170-204).
Debido al alto costo de los retratos, estos solo se comercializaban entre la clase alta y personas pertenecientes al ámbito del arte y la cultura. Sin embargo, pocos años después con el avance de la fotografía y la posibilidad de reproducir copias por negativos, la fotografía erótica consiguió su mayor auge y se comercializó de tal manera que las imágenes eran enviadas por correo postal a cambio de dinero.
Durante el Siglo XX, con el desarrollo de la imprenta a menor costo, fue posible producir de forma masiva imágenes en blanco y negro y empezaron a aparecer revistas que incluían fotografías de mujeres desnudas y semidesnudas y para la década de los años veinte empezaron a aparecer en Estados Unidos Las Biblias De Tijuana, pequeños comics pornográficos que muestran a personajes famosos de la época -- reales o de ficción – manteniendo relaciones sexuales. (Rodríguez, 2007) Una veintena de años más tarde, a partir de 1940 empieza el mundialmente conocido Pin-Up que es el término con el que se nombran las imágenes femeninas de revistas y calendarios para hombres, cuyo énfasis especular se colocaba en las piernas y posteriormente en los pechos y que explica María Elena Buszek (2006):
As a genre developed as a part of a theatrical discourse in which the onstange identities that emerged and oscillated between the period’s binary of domestic/public womahood found a way to exist, assisting in the discursive expansión of the broader extratheatrical identities that these images suggested where possible (p. 66).
En la década de los años cincuenta, el hoy muy conocido Huhg Hefner, funda la conocida revista Play Boy. Así también, la invención de la filmografía y la posibilidad de proyectar imágenes en movimiento a multitudes, no se le escapó a la pornografía y esta hizo su aparición en pantalla. Desde 1940 con la postguerra y la aparición de los formatos de 8mm para proyecciones, se hace mucho más fácil la distribución de películas pornográficas que pronto llenaron tanto el comercio, que en algunos países, en el comienzo de los años setenta del Siglo XX, la pornografía empezó a ser legalizada, afirma Jorge Leite Jr. (2006): “Neste percurso, a fotografia e o cinema, aparatos técnicos indissociáveis da cultura da massas e do entretenimiento como modo de vida moderno, foram fundamentais para o desenvolvimiento da legalizada e millonária indústria pornográfica” (p. 66).
Así, con los avances tecnológicos, fue más fácil el acceso a la pornografía. Hoy, abundan los dominios en internet, unos gratis y otros que implican al suscriptor el pago de algún dinero y cada vez más son visitados los sitios que ofrecen pornografía para el consumo masivo, así también cada vez crece más el número de webs que oferta tales servicios, explica Raúl Salazar (2003):
Internet es un medio prácticamente incontrolable, o al menos eso pensamos. Con su ayuda, la pornografía ha dado el salto definitivo para convertirse en algo dominante y presente en nuestras cotidianas vidas. Genera ganancias inimaginables y posibilidades aún por explotar (p. 4).
Lo anterior implica que la pregunta por lo erótico en torno al sujeto y posteriormente el fenómeno de la pornografía, en el que lo que antes era del campo privado empieza a hacerse de dominio público, no han dejado de insistir y de acrecentarse desde que el hombre mismo inicio su historia sobre la tierra. En principio, el erotismo se representaba con los gráficos de la época paleolítica, pero posteriormente, este empezó a aparecer acompañado de la explotación de lo íntimo explícitamente. Si bien las películas eróticas exclusivas han ido desapareciendo dando paso a filmes de menor inversión más explícitos, también es cierto que las ganancias que reporta la pornografía siguen en ascenso, así como también el número de sujetos aficionados a ella. Explica Raúl Salazar (2003):
Se estima que 5,5 millones de norteamericanos emplean más de 11 horas a la semana en los sitos porno, lo que se define como adicción. Al menos uno de cuatro usuarios habituales de Internet visitan sitios pornográficos, como mínimo una vez al mes, más gente de la que entra a sitios deportivos o gubernamentales. Existen en estos momentos unos 80.000 sitios porno generando unos beneficios de más de 1140 millones de €. Entre un 40 y un 60 por ciento de los sitios web contienen pornografía. La palabra sexo es entrada en los buscadores unas 5 millones de veces por día. 1900 millones de dólares recibirían al año las compañías de hosting de Internet por albergar la cantidad de webs que se encuentran en el medio (p. 5).
Esto, no deja de ser llamativo. Si el fenómeno insiste, se consulta información de él y muestra tan altas estadísticas, es posible servirse de algunos postulados psicoanalíticos sobre el goce, lo femenino, el cuerpo, etc, para plantearse que la pregunta por el goce del otro, por el cuerpo del otro y los modos como este puede gozar también insisten en las formas del lazo social contemporáneo, así como en la forma en que cada uno da cuenta de su lugar como sujeto sexuado. Si la pornografía muestra sin velo la sexualidad, explícitamente, esta no lo hace sin dejar atrapado al sujeto en lugares de consumo, en los que a su vez, es consumido por la propuesta de tal fenómeno que anuncia la inmediatez del servicio al que se le supone un placer garantizado. Así también dejando a las mujeres contemporáneas en lugares que a partir de la pornografía como fenómeno que emerge, empiezan a serles particulares en los modos con que se bordea lo ateniente a su sexualidad.
Pornografía: ¿Hay Relación Sexual?
En los días contemporáneos es cada vez más común y ya incluso cotidiano encontrarse con la pornografía. Basta navegar o consultar en internet para que cada tanto y con muy poca diferencia de entre tiempos, los llamados banners y/o las ventanas emergentes hagan su aparición sugiriendo el acceso inmediato a webs donde se ofrecen encuentros entre personas que aluden al sexo, bien sea esto, a manera de llamadas, de chats, de juegos virtuales, cámaras web e incluso de manera personal. Tampoco escapa a esto la prensa, en donde en los avisos clasificados es más que cotidiano encontrar lolitas que se ofrecen por módicos precios. Todo ello no se da sin estar acompañado no sólo de la promoción del objeto sino también de la forma como se vende su fácil acceso a él.
Hoy, no sólo se sugiere el encuentro por cualquiera de las mentadas vías, sino que este, se coloca bajo la oferta de la inmediatez, sin que esté tramitado por ningún vínculo que una al sujeto con aquello que le es ofertado. Cuando Jacques Lacan (1969) enuncia por primera vez su muy conocida fórmula “no hay relación sexual” (p.206). Lo afirma para hacer referencia a que hay algo de la relación de pareja que presenta dificultades y no permite la supuesta armonía, algo de lo imposible aparece en el vínculo que une las parejas, no hay complementariedad posible entre sujetos, ni tampoco es posible saciar la falta en la relación con otro.
El anterior planteamiento lacaniano, es contrario a lo que plantea la pornografía y lo que la promueve, donde no sólo se ofrecen a las mujeres como mercancías que están siempre dispuestas a acceder al goce sexual, sino que además no hay momento en que no disfruten de él y aparezcan para la mirada del otro, como aquellas que pueden satisfacer aparentemente el deseo sexual de aquel por el que son vistas y ser objeto que completa allí, donde algo falta, aunque esto ocurra de manera momentánea, pues aún en el asunto de la pornografía, las mujeres, una vez han cedido al goce sexual, propuesta masculina generalmente, pareciera que quedan reducidas a ser aquellas a las que se puede acceder siempre que se tengan ganas y que están allí para satisfacción del otro, o dicho de otra forma, para ser gozadas por él, dejando de lado el deseo de ellas, desconociéndolo y como propone la filósofa Michela Marzano (2006) “aunque aparentemente no sea otra cosa que una representación explícita del acto sexual, en realidad solo es posible a condición de borrar el sujeto y su deseo, lo que implica anular y suprimir su sexualidad” (p. 42)
Así, la pornografía y su consumo masivo, parece emerger como un telón que si bien su existencia pone en evidencia la máxima lacaniana de “no hay relación sexual” (Lacan, 1969, p. 206), paradójicamente, al mismo tiempo intenta borrar esa ausencia, haciendo gala cada vez que se monta una escena que traspasa lo erótico y muestra el furor de la cópula, que si es posible aparentemente la complementariedad en la pareja, sean cuales sean sus géneros y, no sólo es posible sino que por demás resulta placentera. Es esta la trampa especular en la que los sujetos que están del lado del televidente quedan atrapados, contemplando cuerpos que no sólo aparecen deseables, satisfechos, sino que además aparentemente son complementarios y es posible su unión, en la que incluso es se puede pensar que como apunta la Iglesia, “serán una sola carne” (Génesis 2:24, p.4).
Lo anterior, ocurre dejando al observador como un sujeto en soledad, a merced de lo que se nombra en psicoanálisis como Goce del Idiota, el onanista, (Lacan,1972-1973; Meroni, 1998; Leiva, 2001; Martín, 2003; Mellado, 2008), en el que si bien la pornografía y lo que allí se ve le permite alimentar el imaginario masturbatorio, posteriormente, es posible también para el que mira, “permitirle pensar que su sexualidad existe porque da lugar a representaciones” (Leraton, 2002, p. 15).
Así, el sujeto que aparece aparentemente en solitario queda reducido al ejercicio pulsional de los órganos, para lo que afirma Marzano (2006):
La pornografía es un discurso donde la exhibición de los sexos sustituye la diferencia subjetiva y donde la economía del deseo es reducida al funcionamiento pulsional de los órganos. Lo que cuenta no es el individuo en su especificidad y su unicidad sino su reducción a un conjunto de órganos genitales y zonas erógenas: los primeros planos sexuales que se suceden en los film X y reducen la presencia del rostro a un elemento en contracampo tornan intercambiables a los personajes, como cualquier otro objeto del decorado (p. 43).
Esto ocurre, dejando de lado, lo que para George Bataille (1988) se juega en el plano de la sexualidad, es decir, el equilibro sutil entre la posibilidad de entrega de un sujeto y de posesión del otro “semejante al vaivén de las olas que se penetran y se pierden la una en la otra” (p.24). Esto que queda de lado y en el que el sujeto parece perder la diferencia que le es propia, pone de plano la propuesta lacaniana del “No hay relación sexual” (Lacan,1969, p. 206) que tanto la pornografía se empeña en negar, vendiendo mujeres que se ofertan a la mirada como aquellas de las que se puede gozar cuando a bien se tenga.
LA MUJER EN PSICOANÁLISIS
El psicoanálisis tuvo su punto de partida en lo referido por las mujeres que asistían a la consulta de Freud, quien a partir de permitirles hablar y ser escuchadas de una manera particular sobre lo que las aquejaba, pudo hacer sus formulaciones sobre la envidia de pene (Freud, 1905a) y la emergencia del lugar de lo angustioso en la mujer otrora niña al descubrir que a ella en apariencia, algo le faltaba y esta falta se inscribía como relativo a una desventaja frente al varón, aunque después esa misma falta le permitiera a las mujeres relanzar su deseo para obtener de un hombre aquello que era representante de lo fálico, obtenerlo incluso a modo del hijo, postulara Freud (1905a). La sexualidad femenina, que le resultara al vienés no sólo fascinante sin también misteriosa y de la que llegara a decir: “El enigma de la feminidad ha puesto cavilosos a los hombres de todos los tiempos” (Freud, 1931, p. 3077), no pasó desapercibida para Lacan, quien reformulara el psicoanálisis y durante toda su enseñanza, insistiera no sólo en lo subjetivo y los entuertos del lenguaje, sino también en los enredos de la constitución femenina.
Así, para el psicoanálisis y desde las afirmaciones que hiciera Jacques Lacan en su enseñanza en relación a la falta y algunas maneras como esta aparece en lo femenino, se trata de la mujer como No – toda (Lacan, 1972). A partir de entonces, se reconoce la posición femenina desde el lado de la falta simbólica, de la ausencia, y de aquello de la sexualidad que va mucho más allá de lo orgánico y se inscribe en el inconsciente (Laurent, 1999; Lamovsky, 2005; Roldán, 2006; Soler, 2006; Robles, 2012). La enseñanza lacaniana, con sus fórmulas de la sexuación; deja ver claramente que, para el psicoanálisis, que la mujer se inscriba como No- toda, implica para ella, un goce más allá de lo fálico. Esto, abre una brecha de diferencia con respecto al hombre, pues a este, desde la teoría psicoanalítica, su posición masculina, como hombre, le estará dada en tanto él se ubica sólo en relación al goce fálico que lo ordena, sin posibilidad de inscribirse más allá del mismo. Al respecto, enseña Miller (2010):
Hombre y mujer son dos razas, no biológicamente, sino en lo que hace a la relación inconsciente con el goce. El hecho de que pueda apoyarse en una determinación anatómica, sobre todo cuando se la verifica genéticamente, empujaría más bien a hablar de la complementariedad, pero a nivel de la relación inconsciente con el goce está lo que llamamos sexuación. En este nivel se trata de modos de goce (p. 55)
Lo anterior, da cuenta, que acceder al goce femenino y constituirse como mujer, implica necesariamente habitar una ausencia, en la que se impone sine qua non para para el sujeto femenino, la dinámica de la castración, que pasa a su vez por vía del significante y va dejando marcas e inscripciones en el cuerpo erotizado que indeleblemente guardarán estrecha relación en la forma como una y cada una de las mujeres asuma su vida erótica. Y así, del lado de la mujer, “lo que queda fuera de la castración, en el no-toda-es, va a determinar el estilo creativo de cada uno, y de uno por uno de los sujetos” (De la Pava, 2006, p. 182), en lo que al erotismo femenino se refiere.
Habitar ese vacío y con él poder tomar una posición frente al Otro permite la construcción de un sujeto femenino. Un sujeto que no puede abstraerse de la castración y que por ella marcará su entrada al mundo de lo erótico. Sin embargo, es la forma como se inscriba esta castración, la fálica, lo que abre paso a la diferencia, pues de manera distinta marcará a uno y cada uno de los sujetos femeninos, es por ello que Lacan escribiera “La mujer” (Lacan, 1972, p. 74), tachándola pues ella no hace conjunto, sino que por el contrario se afirma como mujer en tanto diferente de las otras y del otro al estar ubicada más allá del Falo. Es porque su cuerpo está atravesado por la ausencia que emerge presente que si bien, no le puede decir que no a la castración, siempre habrá para La mujer un más allá de ella, es decir, un pedazo que no se inscribe allí, una parte no puede ser castrada por estar desde siempre habitada por una ausencia. Es con esta ausencia que se encuentra una y otra vez la lógica del Falo.
Su inscripción, se topa, en el caso de La mujer, con un vacío que intenta ser taponado por lo simbólico, sin embargo, algo se le escapa, pues ella no toda es, algo quedará al margen, por fuera de las marcas fálicas, dice Lacan:
Hay un goce de ella, de esa ella que no existe y nada significa. Hay un goce suyo del cual quizás nada sabe ella misma, a no ser que lo siente: eso sí lo sabe. Lo sabe, desde luego, cuando ocurre. No les ocurre a todas... Este goce otro es el que intento que aborden por la vía lógica... (Lacan, 1972, p. 90).
Es ese goce, el femenino, que está por fuera de lo fálico, incluso por fuera de las palabras el que justamente define a la mujer como la propone el psicoanálisis en tanto no-toda y diferente de las otras, en la imposibilidad de hacer conjunto.
Así, a partir de las fórmulas de la sexuación, propuestas por Lacan (1972) tanto hombre como mujer, pueden ubicarse de lados diferentes de la barra y el posicionamiento que cada sujeto haga a uno y/u otro lado de la fórmula, resulta de una determinación inconsciente y, la presencia del Falo como significante de la falta, establece la posibilidad de la asimetría entre uno y otro lado de la fórmula. Esto, implica que aunque la castración atraviesa a hombres y mujeres, no sucede de la misma forma para uno y otro. El Falo, responsable de significación, coloca un límite en el que se edifica la relación fantasmática entre los sexos; relación que no dejará de tener complicaciones para cada uno de los sujetos. ( Ver gráfico 1 en PDF)
Decirse mujer, para el psicoanálisis, implica ocupar el lado izquierdo de la barra, en el que el sujeto se encuentra con la división; ella, en tanto mujer, podrá por un lado relacionarse con su partenaire invistiéndolo de valor fálico, pero por el otro lado, se dirigirá a llenar la falta en el Otro y haciendo semblante de lo que no es se encontrará con el no – toda que le es propio.
CONCLUSIONES
Si el psicoanálisis a partir de Lacan hace énfasis en la mujer pensada desde la lógica del no – toda y, propone que es desde esa lógica y la posibilidad de hacer semblante de complemento de la falta del hombre que ella, La mujer, se dirige; la pornografía por su parte, oferta a la mujer sólo como objeto de deseo momentáneo que está para satisfacción del otro y a la que se puede acceder carnalmente cada vez que que el goce lo exija, sin que sea para ello sea necesaria la presencia del amor. Ese, que “pide amor, lo pide sin cesar. Lo pide… aún” (Lacan, J. 1973, p. 3). Ella, mujer, en tanto está para complacer al hombre o la pareja de turno, desde la propuesta de la pornografía, está ligada sólo a la lógica fálica y no hay nada que desee más allá de eso. A partir de allí, es posible pensar la mujer de un modo radicalmente opuesto a la propuesta psicoanalítica, pues desde la primera, la mujer toda es, en tanto sólo la atraviesa lo fálico, no hay un más allá de ella, ni nada que de ella misma no se sepa, sino que aparece como la que se ofrece a la pareja de turno y en la que la mirada del otro se complace, pero que a su vez, queda sólo reducida a la genitalidad. Desde el psicoanálisis en cambio, se propone a La mujer con aquella que habita una ausencia, que se ubica en tanto no-toda, más allá del goce fálico y que con respecto a lo sexual no hay saber posible que brinde certezas de goce.
Esta forma como la pornografía oferta a la mujer, deja de lado a aquella que respondería a la ternura, la delicadeza y el amor, que también se le suponen como propios y, que es sabido algunos pretenden encontrar tales atributos en la fémina que elijan como compañera. Así, puede pensarse que la pornografía aparece como un intento por responder a un imaginario que parece insistir en negar el no hay relación sexual lacaniano poniendo de plano la existencia de la certeza del goce sexual y del acto en sí mismo, teniendo como protagonistas a quienes no pueden aparecer en ese momento el lugar de sujetos, sino que están regidos por la inmediatez y por la certidumbre de un goce que se supone asegurado. Esto, es contrario a la propuesta del psicoanálisis, en la que el sujeto en tanto atravesado por el lenguaje, estará castrado y, desde ese lugar de castración, que implica a su vez la dificultad y la posibilidad del fracaso, podrá ubicarse para el encuentro con lo sexual. Ya lo había dicho Lacan (1968) al afirmar:
La relación sexual, eso que se llama seguramente con ese nombre, solo puede ser realizado por un acto. Esto es lo que me ha permitido anticipar estas dos proposiciones: que no hay acto sexual, en el sentido en que ese acto sería aquél de una justa relación y que, inversamente no hay más que el acto para hacer la relación. Lo que el psicoanálisis nos revela es que la dimensión del acto, del acto sexual en todo caso, pero al mismo tiempo de todos los actos, lo que se hace evidente después de mucho tiempo, es que su dimensión propia es el fracaso (p. 304).
Del lado de aquel con el que se hace pareja, se espera que éste esté en concordancia a la imagen que oferta la pornografía, es decir mujeres físicamente perfectas para las que los límites no existen y que se complacen con la mirada del otro. Sin embargo, esto que se juega del lado imaginario aparece de frente al fracaso que se deja ver cuando lo cotidiano de la vida marca, ante la posibilidad del encuentro, un camino diferente, pues si bien la mujer, como propone el psicoanálisis, accede a su goce femenino con un hombre haciendo semblante del objeto de su falta (Domb, 1996; D’ Angelo, 2010; La Sagna, 2012), no implica esto, que ella siempre desee de buena gana estar en ese lugar. En tanto no-toda, no – toda ella, podrá ubicarse allí.
Lo anterior, puede resultar aún más escabroso de lo que ya aparecía como traspié, pues ella, la mujer, imaginariamente, quedará llevando en su cuerpo el goce que se le supone, pero que a veces, se sigue escapando, a saber, ese goce que es más allá del fálico.
Si el intento de la venta de las imágenes (video, fotos, etc.) desde la pornografía, apunta a la mujer fantaseada para la mirada del otro, esta no sucede sin dejar de plano la existencia de las dificultades presentes para el sujeto femenino, pues ellas, las mujeres, quedan, de acuerdo a lo propuesto por la pornografía, como aquellas que sólo aparecen como objeto de goce, gozadas por el otro en la inmediatez, borradas en su deseo y sin posibilidad de demandar nada más allá de la lógica fálica. Así, aparecen unas mujeres que ubicadas desde el registro imaginario, resultan expuestas como objetos sin falla, contrarias a lo que el psicoanálisis les apunta como propio, a saber, la posibilidad de ser no-toda en relación al falo.
DISCUSIÓN
La pornografía, intenta hacer existir, lo que el psicoanálisis propone como inexistente, a saber, La Mujer, sin tachadura, pues a partir de que todas ellas estén sólo atravesadas por la cuestión y la referencia al Falo, no hay, imaginariamente, una que no haga conjunto con las demás. Es posible así, a este nivel intentar sostener que La Mujer, sin tachadura o no barrada, puede existir y está ubicada solo en la posición fálica. Desde aquí, podría decirse que el intento de la pornografía es mostrar que contrario a la propuesta del psicoanálisis, si hay relación sexual en tanto es posible que dos o más gocen de igual manera, así como también es posible imaginariamente que todas ellas, haciendo conjunto, gocen de lo mismo, uniformemente.
Lo anterior, posibilita que se pierda en la mujer, su diferencia con las otras y su posibilidad de goce Otro y con él, su ubicación en tanto no-toda, lo que de estar presente y asumir cada mujer la responsabilidad sobre ello, la convoca al lugar de lo que en psicoanálisis se le reconoce como propio, es decir el lugar de la ausencia, que permite la apuesta por lo incierto de su goce y la asunción al lugar de lo femenino, que puede implicar incluso la posibilidad de la relación de pareja, a lo que Juan David Nasio (2001) afirma:
[…] desde un punto de vista psicoanalítico la identidad femenina se construye a lo largo de toda la vida, una mujer no deja de construir su feminidad … Como si la particularidad de la identidad femenina fuera enriquecerse a lo largo del tiempo no sólo con otras mujeres, sino también y sobre todo con el hombre (p.58 - 59).
Así, la emergencia de la pornografía como fenómeno, en el que aparece la mujer desde un lugar que parece responder a la fantasía imaginaria de los sujetos, puede dejarla a ella, la mujer, excluida de la posibilidad de seguir construyendo su propia feminidad, entendida esta bajo la propuesta psicoanalítica de bordear la ausencia que a ella en tanto mujer le es propia y con ella, poder acceder a su goce Otro.
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