Durante décadas, la psicología ha asumido este encargo social y ha estudiado, desde diferentes perspectivas, un constructo entendido como existente, sin cuestionar las prácticas discursivas en donde fue forjado, por lo que las comprensiones arrojadas se quedan en el nivel individual y, en ocasiones, biologicista, por una parte, mientras que por otra, plantean una relación de causalidad entre las contingencias ambientales y el comportamiento de los individuos, siendo la individualidad un resultado de cambios ambientales y una historia de aprendizajes.
El construccionismo social, el constructivismo, así como la propuesta sistémica en psicología, han cuestionado fuertemente estas lógicas tradicionales y han propuesto una plasticidad del yo, al situarlo en contexto, en contraposición con las comprensiones que apuntan a un yo individual encerrado en la biología del cuerpo y con aquellas que lo presentan como una respuesta al entorno, para situarlo como una emergencia en las relaciones, por lo que es dinámico, histórico y en constante proceso de co-evolución.
Desde esta propuesta, se entiende que la identidad está en incesante proceso de actualización, dentro de la complejidad de los distintos contextos de relación de los que hacemos parte los seres humanos. Sumado a esto, si comprendemos sistémicamente que los dilemas no son constitutivos de las personas y no pueden entenderse en términos exclusivamente individuales, sino que son construidos por los actores que participan en su definición como problemas, podemos plantear que las soluciones a dichos dilemas pueden emerger también en las interacciones de los actores.
Los acontecimientos significados como críticos suelen implicar transformaciones identitarias en los sujetos, al convertir las historias de vida en versiones pobres o saturadas de sí mismos (White y Epston, 1993), que obstaculizan procesos de afrontamiento resilientes.
Sobre la base de lo expuesto, emergió el proyecto de investigación/ intervención: Relatos Identitarios y Afrontamiento en Situaciones de Crisis, enmarcado en el campo de formación integral Psicología, Familia y Escenarios de Cambio, dentro de la línea de investigación de la facultad de psicología: Psicología, Familia y Sistemas Humanos.
Este proyecto, enmarcado en el paradigma sistémico constructivista construccionista complejo, ha tenido como pretensión la construcción de comprensiones acerca de la identidad como proceso narrativo, primero desde las aproximaciones conceptuales de diferentes autores fundamentados en los paradigmas emergentes y, posteriormente, desde la comprensión de las identidades configuradas en distintos motivos de consulta de casos atendidos en el Servicio de Atención Psicológica IPS de la Universidad Santo Tomás, para organizar escenarios conversacionales reflexivos (Estupiñán, González y Serna, 2006) que posibilitaran procesos de cambio encaminados al bienestar de los consultantes.
En esta medida, el interés ha estado en la comprensión de narrativas culturales dominantes que organizan experiencias de malestar, así como de la necesidad, en términos de responsabilidad social, de generar prácticas discursivas alternas más posibilitadoras y generativas que re-construyeran las narrativas organizadoras de las crisis y las identidades de los sistemas consultantes, como posibilidades de re-organizar los procesos de afrontamiento.
Problema de investigación/ intervención.
De acuerdo con las propuestas del construccionismo social y del constructivismo, abandonamos las concepciones referentes a una realidad externa al observador de la cual puede darse cuenta de manera objetiva, tanto en los ejercicios de orden investigativo, como en lo referente a los escenarios de intervención.
Desde el construccionismo social se plantea una realidad organizada en el lenguaje y construida en la interacción lingüística que mantenemos los seres humanos. De esta manera, comprendemos que la única forma que tenemos para dar cuenta de nuestra experiencia es a través del lenguaje, por lo que organizamos nuestras vidas en historias que narramos con otros y con nosotros mismos. Aquello que llamamos “realidad” no es otra cosa que una posibilidad de organización de nuestra experiencia en narrativas construidas en la interacción social.
Es justamente a través de historias que damos sentido a nuestras vidas y a nosotros mismos, por lo que la identidad, más que ser un elemento esencial y estático de las personas, puede ser comprendido como una narrativa que se co-construye con otros y que se re-construye constantemente en la interacción lingüística.
Lo anterior implica plantear que “somos” en relación con otros y que podemos hacer distintas narraciones acerca de nosotros mismos en distintas situaciones sociales (relatos identitarios) y, por ende, cuando nos narramos en situaciones que pueden construirse socialmente como “difíciles” o “críticas”, nuestra identidad también empieza a narrarse en esos términos.
Podemos decir entonces, que cuando nuestra identidad se organiza en narrativas que se salen de lo construido socialmente como esperable o “normal”, puede ser difícil articular recursos para el afrontamiento de las situaciones de “crisis” dentro de nuestras historias de vida, de modo que podemos vernos “atrapados” en dichas situaciones.
Partiendo de lo anterior, planteamos que en el ejercicio de la intervención de los dilemas humanos, podemos apuntar no sólo a la co-construcción, con los consultantes, de narrativas alternas en relación con las dificultades vitales, sino a re-construcciones de los relatos identitarios en los cuales se vean enriquecidas las historias de vida (White y Epston, 1993; White, 1994, 2002), de manera que puedan articularse recursos de afrontamiento y la experiencia sea re-organizada.
Con base en lo anterior, emergió una propuesta interventiva fundamentada en la perspectiva narrativa, aludiendo a la posibilidad de re-construir las identidades en historias más generativas, asumiendo una co-autoría con los consultantes en las nuevas versiones de sus vidas y de sí mismos.
En este sentido, se planteó como fenómeno de investigación/ intervención la construcción y re-construción narrativa de la identidad en historias de vida y su relación con la organización de estrategias de afrontamiento en situaciones construidas (y articuladas en las historias) como críticas.
Todo el proceso investigativo/ interventivo estuvo orientado desde las siguientes preguntas planteadas y replanteadas a lo largo de su desarrollo:
• ¿Cómo la construcción narrativa de la identidad se relaciona recursivamente con el afrontamiento de las dificultades vitales?
• ¿Cómo se concibe la identidad desde la perspectiva sistémico – constructivista-construccionista?
• ¿Cuáles son los contextos en los que emergen relatos identitarios ricos, que permitan la organización de las experiencias de manera satisfactoria?
• ¿Cómo se relacionan los relatos identitarios con la construcción de las situaciones difíciles a nivel individual y familiar?
• ¿Cómo construir escenarios conversacionales reflexivos que posibiliten la emergencia de relatos alternos acerca de las dificultades y la identidad de quienes las atraviesan?
• ¿Cómo las transformaciones en el relato identitario de las personas se relacionan con transformaciones en las estrategias de afrontamiento?
Objetivos de la Investigación/Intervención.
Objetivo general
Comprender la relación recursiva de la construcción narrativa de la identidad con el afrontamiento de las dificultades vitales, para diseñar escenarios conversacionales reflexivos que permitan la co-construcción de narrativas alternas acerca de la identidad y el afrontamiento.
Objetivos específicos
• Comprender la construcción de los relatos identitarios en relación con los contextos en los que emergen.
• Comprender los procesos de afrontamiento desplegados ante situaciones construidas como difíciles, a partir de las narrativas acerca de la identidad en el contexto.
• Identificar las narrativas dominantes acerca de la identidad que organicen una experiencia obstaculizadora, en relación con el proceso de afrontamiento.
• Construir escenarios conversacionales reflexivos que favorezcan la re-construcción narrativa de la identidad, si la narración dominante resulta obstaculizante para el afrontamiento.
Marcos de Referencia
Perspectiva paradigmática y epistemológica de la investigación
Si bien no es la intención de este apartado profundizar en torno a las propuestas paradigmáticas y epistemológicas, se expondrán brevemente algunos de los postulados que enmarcan y organizan el ejercicio investigativo, comenzando con el paradigma de la complejidad y abordando, posteriormente, lo referente a la cibernética de segundo orden, la ontología del lenguaje y el construccionismo social.
Paradigma de la complejidad
Como contraparte al pensamiento simplificador, propio de la ciencia occidental, se plantea la necesidad de un pensamiento complejo (Morin, 2000) que tenga en cuenta el contexto en el que emerge el ser, así como las conexiones entre diferentes procesos y fenómenos. Esta propuesta invita a la incertidumbre, al entender que no es posible llegar a un conocimiento totalizante, sino que éste está en constante construcción y cambio. Específicamente, en el escenario de esta investigación/ intervención, esta idea nos lleva a plantear la posibilidad de múltiples historias que pueden organizar las experiencias humanas, en lugar de verdades absolutas que resulten opresoras.
Cibernética de segundo orden
Desde la lógica circular que caracteriza la propuesta sistémica, la cibernética aparece como una metáfora para comprender el control y la organización en los sistemas, partiendo de una reciprocidad en los procesos de interacción, de manera que las consecuencias son siempre causas de otros acontecimientos, por lo que no es posible hacer comprensiones lineales de los fenómenos, sino en términos de procesos circulares.
Sin embargo, con la apuesta al constructivismo como postura epistemológica, la lógica circular no se emplea sólo en la comprensión de los fenómenos que se observan, sino que se dirige hacia el ejercicio observacional mismo, de manera que se comienza a hablar de los sistemas observantes, en los que el observador se incluye en las comprensiones que hace de los fenómenos que estudia.
En este sentido, Von Foerster (1991) afirma que: “el cibernetista no se preguntaba ya: ¿dónde están los enlaces circulares en este sistema?, sino que se empezaba a preguntar: ¿cómo generamos nosotros este sistema a través de la noción de circularidad?” (p. 24). A partir de este planteamiento, puede decirse que cualquier ejercicio de observación se realiza desde la óptica del observador, la cual incluye su postura conceptual y teórica. Llevando esta idea un poco más lejos, podría decirse que lo que el terapeuta observa tan “claramente” en relación con sus casos, no constituye nunca una confirmación de la teoría que sustenta su trabajo, sino que ésta funciona como una especie de lente que le permite interpretar los acontecimientos y darles un sentido dentro de los esquemas con los que se relaciona con el mundo, haciéndolos inteligibles para su propia forma de pensar las realidades humanas, en fin, los modelos conceptuales le permiten observar algunos acontecimientos, mientras que lo enceguecen frente a otros, pero nunca está haciendo observaciones de una realidad objetiva, externa a sus propias comprensiones. Las teorías no son verdaderas ni falsas, sino útiles o inútiles para las comprensiones e intervenciones organizadas en los contextos terapéuticos.
Ontología del lenguaje
De acuerdo con Echeverría (2002), “la ontología hace referencia a nuestra comprensión genérica – nuestra interpretación – de lo que significa ser humano” (p. 28). Lo anterior implica que para hacer cualquier planteamiento, debemos hacer antes un planteamiento acerca de cómo somos en tanto seres humanos.
Sobre la base de la propuesta de Echeverría (2002) puede sugerirse una conexión con la cibernética de segundo orden expuesta arriba, puesto que el autor afirma que “cada planteamiento hecho por un observador nos habla del tipo de observador que ese observador considera que es” (p.30). De este modo, la interpretación acerca de lo que significa ser humano precede a otras interpretaciones.
Específicamente, al hablar de una ontología del lenguaje, se presentan los siguientes postulados (Echeverría, 2002):
1. Interpretamos a los seres humanos como seres lingüísticos. Es importante aclarar que no se trata de entender los seres humanos como exclusivamente lingüísticos, ya que se reconocen, en la comprensión de lo humano, los dominios del cuerpo, de la emocionalidad y del lenguaje.
2. Interpretamos al lenguaje como generativo. Lejos de ser pasivo o descriptivo, el lenguaje genera ser, crea realidades, el lenguaje es acción.
3. Interpretamos que los seres humanos se crean a sí mismos en el lenguaje y a través de él. Este postulado se aleja de la comprensión del ser humano como determinado y permanente, para plantear que constantemente se inventa a sí mismo, dando un papel activo sobre la propia vida.
Construccionismo social
Para Payne (2000), el construccionismo social se enfoca en las relaciones entre personas y las normas culturales y sociales que las moldean, más que en conceptos y dinámicas intrapsíquicas o en respuestas a condiciones ambientales. De esta forma, el construccionismo se centra en los procesos sociales y culturales con los que forjamos nuestra visión del mundo, que a su vez organiza nuestras acciones. Desde esta mirada, la realidad es una construcción organizada en el intercambio social lingüístico, por lo que puede ser re-construida en la interacción en diferentes contextos con prácticas discursivas también diferentes.
Cuando se asume el construccionismo social como postura epistemológica, se entiende que las teorías son metáforas para la comprensión de los fenómenos construidos, más que “verdades” acerca de lo humano.
Dominios conceptuales de la investigación/ intervención
Relato identitario
Desde las perspectivas que privilegian el lenguaje como constructor de realidades, se comprende el self como una historia. De este modo, un relato identitario corresponde a una historia que construimos acerca de nosotros mismos, que puede re-construirse en el ejercicio de la narración, por lo que, lejos de ser estática, la identidad es comprendida como dinámica en el contexto de la interacción social lingüística. No obstante, estas historias pueden volverse más o menos estables, en la medida en que siguen apareciendo episodios que definen sentidos vitales, por lo que llegan a constituir un guion; este guion se convierte en una especie de organizador de la experiencia, en tanto que permite ordenar secuencialmente los acontecimientos, posibilitando la experiencia de temporalidad, al tiempo que articula cada nuevo acontecimiento dentro de las posibilidades de significación que él mismo ofrece, en coherencia con la historia, lo cual contribuye a la consolidación de la experiencia de permanencia o “estabilidad” de la identidad. En el marco de algunas interacciones sistémicas, construidas como problemáticas, estas formas de narración pueden hacerse rígidas, lo cual puede obstaculizar la articulación de posibilidades, recursos y caminos posibles para la vida, en especial, ante la significación de algunos acontecimientos como críticos, con lo que se consolidarían los motivos de consulta.
Es precisamente ante esta circunstancia donde la intervención narrativa tiene un papel importante, en la medida en que a través del acto de narrar y re narrar se pueden transformar y construir nuevas versiones dentro del relato identitario.
Resiliencia
Más allá de entender la resiliencia como una característica de las personas o como ligada a características de la personalidad, se plantea una resiliencia como proceso, distanciándonos de las lógicas que hablan de “factores”. Si desde la lógica sistémica se comprende que los problemas no le pertenecen a los sujetos, sino que emergen en dinámicas relacionales, constituyéndose en metáforas de los modos de relación, lo mismo puede decirse de los afrontamientos resilientes. Martínez y Vásquez-Bronfman (2006) plantean que es en el contacto con el otro que se posibilitan los procesos reslilientes. De este modo, la resiliencia, lejos de entenderse aquí como una característica meramente individual vinculada a variables personales, se comprende como una emergencia en contextos de relación, por lo que sería una construcción posibilitada por prácticas discursivas organizadoras de pautas generativas, que a su vez, posibilitan formas generativas de discurso.
Crisis
McNamee (1996) plantea que “el término “crisis” deriva de la palabra griega krinein, que significa <separar>” (p. 220). De este modo, la crisis, en la lógica narrativa es comprendida como una experiencia límite, es decir, al margen de lo construido socialmente como aceptable o adecuado. Esta comprensión implica partir del planteamiento de un orden (u órdenes) establecido en los discursos dominantes de un contexto cultural particular, que funciona como un guion que ofrece posibilidades de significación en el que están inscritas las narrativas de quienes participan en dicho contexto. Sobre esta base, se establece que lo adecuado o normal y lo inadecuado o anormal son construcciones sociales que enmarcan las historias de vida
Cuando las historias contienen elementos contemplados en las versiones canónicas de la cultura, la experiencia organizada suele ser de normalidad o satisfacción. Sin embargo, cuando las historias se salen de lo canónico, la experiencia puede ser de anormalidad o incluso de patología.
Por otro lado, desde una lógica del ciclo vital, puede definirse las crisis como “situaciones normativas del proceso de desarrollo, que indican el momento de hacer cambios en la estructura y en las reglas familiares” (Hernández, 1997. p. 65). Esta mirada resulta común a las propuestas sistémicas que comprenden lo problemático o psicopatológico en términos de un estancamiento, entendido como metáfora, que impide la co-evolución de los miembros de una familia hacia dinámicas coherentes con momentos distintos dentro del ciclo vital, que implican transformaciones, tanto a nivel estructural como a nivel de roles, límites y jerarquías.
Intervención narrativa
La intervención narrativa plantea una forma de hacer terapia desde una lógica que privilegia al lenguaje como constructor de realidades, por lo que se entiende que los dilemas humanos emergen en prácticas discursivas que organizan experiencias vitales de malestar. En este sentido, es válido plantear que los procesos de cambio también emergen en contextos de relación, más que ser el resultado de características individuales o de saberes privilegiados.
De esta forma, la propuesta de intervención desde las narrativas apuesta por un ejercicio de posibilitar prácticas discursivas entre consultante e interventor que faciliten procesos generativos.
Para tal fin, pueden articularse dentro del proceso narrativo conversacional técnicas como la deconstrucción (White, 1994), la externalización del problema (White y Epston, 1993, Payne, 2000), las preguntas de influencia relativa (White, 1994; White y Epston, 1993; Payne, 2000), la exploración de lo “no dicho”, (Lax, 1996), el uso de metáforas y demás recursos que invitan al enriquecimiento de las historias o como plantean Anderson y Goolishian (1988), a una dis-solución de los problemas.
Metodología
La investigación/Intervención se fundamentó en el diseño de escenarios conversacionales reflexivos, orientados a diferentes problemas humanos, dentro del contexto interventivo brindado por los Servicios de Atención Psicológica I.P.S. de la Universidad Santo Tomás. De esta forma, desde la propuesta de Estupiñán, González y Serna (2006), los escenarios conversacionales permitieron la articulación de los intereses de los investigadores / interventores y los intereses de las personas y familias con las que trabajaron en el desarrollo de las prácticas profesionales. Por esta razón, desde este trabajo investigativo / interventivo se ha logrado un acercamiento a diferentes fenómenos humanos, construidos en el marco de los motivos de consulta con los que se realizó intervención.
En relación con lo anterior, se trabajó con estudios de caso, dada la posibilidad de comprender la profundidad y las particularidades de cada caso de manera biográfica, reconociendo lo idiosincrásico y específico como legítimo en sí mismo (Laboratorio para el Análisis del Cambio Educativo [L.A.C.E.], 1999).
Además, se articularon en el interior de los escenarios conversacionales reflexivos, prácticas interventivas propias de la terapia narrativa, como la deconstrucción, la externalización de los problemas y la exploración de lo no dicho, con el fin de co-construir realidades múltiples que funcionan como guiones posibles para una re-organización experiencial más satisfactoria.
Dentro de los motivos de consulta trabajados se encuentran: depresión, hipocondría, secuestro, malestar frente a la homosexualidad, celos en pareja, mutismo selectivo, consumo de alcohol, entre otros, lo cual plantea una versatilidad en cuanto a los escenarios conversacionales reflexivos y la intervención narrativa como forma de aproximarse a la comprensión e intervención de distintos dilemas humanos.
Por otro lado, el ejercicio investigativo estuvo organizado en fases que abordaron los siguientes tópicos:
• Fase 1: encaminada a la revisión documental que permitiera la construcción de los conceptos metodológicos: relato identitario, crisis, resiliencia e intervención narrativa expuestos de manera resumida más arriba.
• Fase 2: orientada a la construcción de los escenarios conversacionales reflexivos, en el marco de las investigaciones realizadas por los estudiantes de último año del Campo de Formación Integral Psicología, Familia y Escenarios de Cambio, inscritos en este proyecto de investigación.
• Fase 3: dirigida a la elaboración de síntesis de conceptos y experiencias interventivas, cuyos productos corresponden a un artículo sobre la construcción de relatos identintarios en relación con el afrontamiento (Fonseca, 2012), así como el presente artículo.
Principales Construcciones y Emergencias de la Investigación/ Intervención
Las propuestas centradas en el lenguaje como constructor de la realidad han cuestionado el concepto de un “sí mismo” nuclear, perteneciente a los sujetos como característica intrapsíquica (Payne, 2000; White, 1994; White y Epston, 1993; Anderson, 1999; Anderson y Goolishian, 1988; Gergen, 1994; Linares, 1996; McAdams, 2006).
Desde este pensamiento, vivimos en y a través de las narrativas identitarias que desarrollamos en conversación con otros (Anderson y Goolishian, 1996). La identidad no es una estructura personal, cognitiva y privada, sino un discurso acerca del yo (Gergen, 1994). En este sentido, el yo no está adentro de las personas, no se trata de un atributo, sino que se trata de un proceso o una actividad que ocurre entre ellas.
Entendemos que la identidad siempre está enmarcada en historias que construimos con otros. Así, en cuanto al proceso de co-evolución de la identidad, Fishbane (2001) plantea que el proceso de maduración se re-comprende como el desarrollo de mayor diferenciación dentro de un contexto de interdependencia a lo largo del ciclo vital. En esta perspectiva contextual, la delineación del yo es un proceso dialógico.
En buena parte de los casos trabajados, aparecen dentro de las narraciones iniciales de las personas que acuden a consulta, construcciones identitarias enmarcadas en el dolor y el sufrimiento, en donde muchas veces las personas no logran aún articular algunos acontecimientos de sus vidas (significados como críticos) dentro de la historia que han venido contando acerca de ellas mismas. En otros, las personas logran dicha articulación, pero el precio ha sido la saturación de su relato (White y Epston, 1993), por lo que los acontecimientos tienen un sentido en sus vidas, organizadas en historias cargadas, a su vez, de otros acontecimientos dolorosos.
En estas historias de vida, difícilmente aparece el futuro y cuando lo hace, se muestra sombrío o contemplando, como única posibilidad, el regreso de la vida a la situación anterior al acontecimiento significado como crítico. Al respecto, Ausloos (1998) plantea que, en ocasiones, las personas dicen que quieren “ser como antes”, presentando esto como petición frente al trabajo terapéutico.
No resulta extraño que las estrategias de afrontamiento desplegadas no posibiliten un cambio en relación con la dificultad vital, sino que, por el contrario, se conviertan en una forma de soluciones intentadas, que se vuelven problemáticas y que no posibilitan prácticas discursivas distintas, por lo que se siguen perpetuando.
La construcción narrativa de la experiencia plantea, en los casos atendidos, identidades que se equiparan con problemas, diagnósticos, rasgos y demás apreciaciones que sitúan los dilemas humanos en el interior de las personas que los narran en sus vidas. Lo anterior restringe las posibilidades de significación de los guiones de vida para articular nuevos acontecimientos, de manera que sólo se integra en las historias lo que puede ser significado como parte del problema o del “cuento triste” (White, 1994), dejando de lado los acontecimientos o posibilidades de significación que inviten a contradecir las versiones dominantes.
Desde luego, entendemos que las narrativas no aparecen en el vacío, sino que están situadas contextualmente, es decir, en relaciones sociales lingüísticas, por lo que las versiones identitarias saturadas no son exclusivas de las denominadas personas índice, sino que emergen en los escenarios en los que éstas interactúan, por lo que resultan ser co-autorías con otras personas, en los casos atendidos, éstas eran familiares y otros significativos. Las prácticas discursivas organizan modos de relación que, de manera circular, organizan usos pragmáticos del lenguaje. Relacionarse con alguien como si fuera el problema, hace posible que en la narrativa siga apareciendo como problema, lo que a su vez invitará a perpetuar modos de relación con el problema.
Los procesos de afrontamiento familiar, fuertemente conectados con las construcciones identitarias, conllevan acciones encaminadas a los reproches, la exigencia de cambio voluntario de actuación de la persona índice, castigos, incluso la búsqueda de atención por profesionales que, en buena parte, entran en la práctica discursiva que comprende a las personas como problemas, con lo que se hace aún más rígida la versión dominante que organiza el proceso de afrontamiento, ya que ahora el problema es significado también por un experto que lo avala como tal.
Para Androutsopoulou (2001) los papeles que desempeñamos en la vida han sido más o menos asignados, incluso antes de nacer, por lo tanto, nuestras historias están constreñidas por el papel que nos han dado en una trama particular. Cabe agregar que no todas las tramas están establecidas antes del nacimiento, ya que muchas son también emergentes en diferentes momentos de la vida, en diversos escenarios posibles.
Desde esta propuesta, cabe pensar que algunas intervenciones psicológicas y psiquiátricas ofrecen tramas que anulan la dimensión dinámica de las identidades cuando las historias se enmarcan en los conceptos rígidos que las miradas tradicionales imponen.
Según esta misma autora, la interconectividad entre las historias de los miembros de una familia hace que estos se sientan traicionados cuando uno de ellos se rehúsa a jugar el papel que habían acordado jugar. El resultado suele ser una “crisis” familiar, que se resuelve cuando dicho miembro regresa a cumplir con el papel asignado o cuando la “patología” de éste entra a hacer parte del relato familiar. En estos casos, las personas pueden sentirse obligadas a contar sus historias desde las voces de otros, como si se tratara de alguien más. Desde la propuesta de McNamee (1996) podría agregarse que las crisis resultan ser emergentes en contextos donde las prácticas discursivas privilegian las versiones dominantes o canónicas de la historia, dejando pocos espacios para la negociación de significados.
Re-construcción identitaria y procesos de intervención
Como se ha venido planteando, algunas prácticas discursivas actuales invitan a equiparar la identidad con los problemas, como el caso de las lógicas nosológicas, que incluso plantean la existencia de trastornos de la personalidad, reduciendo a supuestos intrapsíquicos fenómenos que emergen en contextos de relación, en los que tienen sentido. Este tipo de prácticas se constituyen en juicios normalizadores (White, 1994), que convierten a las personas en cuerpos dóciles, cuyas historias se ven supeditadas a los designios de los discursos dominantes disciplinares que restringen las posibilidades de transformación.
De este modo, los escenarios conversacionales reflexivos se convierten en el contexto posibilitador de prácticas discursivas distintas (no necesariamente más válidas), en donde la emergencia de otras voces permite la re-narración de las historias de vida, proceso que facilita la re-construcción identitaria.
La propuesta de la intervención narrativa parte de la idea de que la persona no es el problema, sino que el problema es el problema (White y Epston, 1993; Payne, 2000). De este modo, la apuesta interventiva se dirige a separar la identidad de lo que se construye como problemático, posibilitando una re-construcción de la historia de vida y, por ende, de la identidad. Las versiones saturadas por los problemas suelen ser rígidas, cerrando la posibilidad de negociación de significados que no se encuentren en los términos e implicaciones del problema. En cierta forma, esta comprensión podría conversar con la noción de cristalización de la mirada sistémica (Onnis, 1996).
Los movimientos interventivos referentes a la externalización y la deconstrucción, utilizados en los escenarios conversacionales con los casos atendidos, flexibilizan las historias de vida, dejándolas abiertas ante la posibilidad de articular otros acontecimientos y/o ofrecer significaciones más ricas para los ya articulados, lo cual conlleva un efecto de transformación de las historias. Si partimos de la idea de que la identidad se configura en historias, al transformar las historias estamos apuntando a una re-construcción de la identidad.
Las historias co-construidas por los actores en los contextos de intervención no sólo se dirigen a una re-configuración de los acontecimientos significados inicialmente como críticos, sino que implican una re-construcción de la identidad misma, dentro de una historia más amplia.
Estas nuevas historias, hablan de personas con capacidades y recursos coherentes con sus experiencias (más que “habilidades entrenadas”), en donde los problemas no son lo único que ocurre y en donde las historias futuras vuelven a aparecer, dando un nuevo (o renovado) sentido a la existencia.
Androutsopoulou (2001) expone la caracterización del self como herramienta narrativa, tanto para procesos de evaluación como para el trabajo terapéutico. Dentro de lo interventivo, plantea que puede invitarse a la persona a que haga una caracterización de sí misma antes de que aparecieran los “síntomas”, luego de la terapia, con y sin el problema, etc. Esta herramienta puede utilizarse tanto en terapia como en consultoría.
Desde esta propuesta se afirma que la caracterización del self funciona como una especie de catalizador que lleva a la persona a encontrar su propia voz, disparando un proceso creativo que además permite comprender los códigos lingüísticos y los temas narrativos predominantes enmarcados en generaciones. Sumado a esto, el desarrollo de varios guiones, por ejemplo lo referente a historias futuras posibilitadoras, permite monitorear los avances en el proceso interventivo. Es importante aclarar que al hablar de “encontrar la propia voz”, no se asume que existe una personalidad unitaria (Androutsopoulou, 2001), sino una voz autora que decide cómo actuar o qué personaje desempeñar en un contexto particular.
El proceso de co-evolución de la identidad se dirige hacia una autonomía relacional (Fishbane, 2001). Al llevar esta idea al plano interventivo, puede plantearse que las versiones dominantes que organizan experiencias de malestar dificultan la autonomía, en tanto que las personas quedan supeditadas a las pocas opciones que ofrecen las narraciones saturadas por los problemas, lo cual mantiene las mismas acciones de afrontamiento, que lejos de ser resilientes, de manera recursiva, promueven la misma forma de contar las historias. Como plantea Payne (2000), la ilusión de continuidad del sí mismo se basa en la repetición habitual de escenas sociales en las que las personas participan. Por lo tanto, la intervención debe encaminarse a la construcción de prácticas discursivas que constituyan escenas sociales distintas, que inviten a narrar/ organizar la vida de forma más satisfactoria y lograr la autonomía relacional. Desde esta propuesta, se comprende que con la intervención narrativa no se “descubren” otros aspectos de la realidad, sino que se entra en un ejercicio conversacional distinto, en el que se co-construyen nuevas realidades.
Puesto que se comprende que los procesos de intervención son emergentes en los contextos de relación, en términos generales, se plantea que los escenarios conversacionales reflexivos realizados en esta investigación/ intervención estuvieron orientados a:
• Acoger los motivos de consulta y legitimar las versiones dominantes iniciales, cargadas de dolor y sufrimiento.
• Deconstruir los discursos dominantes que resultaban obstaculizantes para la organización de experiencias satisfactorias. Se entiende la deconstrucción en el sentido trabajado por White (1994), como exploración en detalle, haciendo exótico lo doméstico.
• Posibilitar la articulación de recursos en las historias de vida, a partir de la ampliación de lo atípico (White, 1994; White y Epston, 1993; Payne, 2000), la exploración de lo no dicho (Lax, 1996), la externalización del problema y uso de documentos terapéuticos (White, 1994; White y Epston, 1993; Payne, 2000). Dentro de este proceso fue posible traer otras voces significativas que fortalecieron las versiones alternas que empezaron a emerger, a través de técnicas como el re-membrar y el uso de testigos externos (White, 1994; White y Epston, 1993; Payne, 2000), de manera coherente con el planteamiento de la identidad como construcción conjunta.
• Re-construir las historias de vida desde las narrativas emergentes, posibilitando además la articulación de historias futuras, que desde la perspectiva del anillo autorreflexivo planteado por Boscolo y Bertrando (1993), permitieron la re-construcción del pasado y el presente y, de manera circular, guardaban coherencia con estos. De esta manera, las historias emergentes resultaron más satisfactorias y re-organizaron las experiencias hacia un afrontamiento resiliente.
• Todo lo anterior conllevó una re-construcción identitaria que invitó a las personas a reconocerse desde historias más ricas que dis-solucionaron los problemas (Anderson y Goolishian, 1988) y que las posicionaron como actores principales de sus tramas de vida, haciéndolos más autónomos e independientes de los efectos opresores de las versiones saturadas iniciales.
Estos movimientos de intervención parten de la idea de que la re-configuración narrativa de la experiencia se organiza en un proceso conversacional. El ejercicio de la conversación posibilita la negociación y emergencia de significados, lo que a su vez se enmarca en una flexibilidad de los selves narradores, que al transformar su historia en las prácticas discursivas emergentes en el contexto de intervención, se transforman a sí mismos en su identidad, incluyendo, desde luego, al psicólogo. Como se plantea desde esta mirada, el acto de re-narrar abre las puertas de los procesos de cambio, ya que no se suele contar las historias siempre de la misma forma y si, además, las nuevas narraciones ocurren en un escenario donde las prácticas discursivas se orientan hacia lo generativo, los relatos emergentes tendrán el potencial de re-organizar las experiencias de manera satisfactoria, facilitando procesos resilientes articulados con las nuevas versiones de la vida.
Conclusión
La propuesta narrativa se aleja de una comprensión estática acerca del sí mismo, planteando que éste está en permanente re-construcción en el intercambio social. Esta perspectiva permite entender la identidad desde la noción de plasticidad, propia de las realidades humanas organizadas en el lenguaje, por lo que se abre la posibilidad de pensar en procesos de intervención que se dirijan a una transformación de las historias de vida, re-construyendo, de este modo, las identidades en términos generativos. Estas narraciones alternas se convierten en guiones que facilitan la articulación de recursos y caminos posibles, que a su vez re-organizan las relaciones, dando lugar a la emergencia de procesos resilientes. De este modo, la resiliencia, más que ser un atributo de las personas, emerge en los diálogos generativos que pueden ser facilitados por los escenarios conversacionales, en los que se re-construyen las historias de vida. Esta re-construcción de las historias (con su correspondiente re-organización de la experiencia) implica, a su vez, la construcción de nuevas versiones identitarias.
Referencias
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Anderson, H., & Goolishian, H. (1988). Los sistemas humanos como sistemas lingüísticos: implicaciones para una teoría clínica. Family Process, 27, 371-393.
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