REVISTA DE PSICOLOGIA -GEPU-
ISSN 2145-6569
IBSN 2145-6569-0-7

   
 
  Experiencia Orientada por el Psicoanálisis con el Niño y la Infancia en la Salud Mental

Experiencia Orientada por el Psicoanálisis con el Niño y la Infancia en la Salud Mental
  
 
  
 
 

David Alfonso Parada Morales

  

  

Universidad Nacional de Colombia / Colombia  


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David Alfonso Parada Morales. Joven investigador, Psicólogo. Estudiante de la maestría en Psicoanálisis, subjetivad y cultura  de la Universidad Nacional de Colombia  y Miembro del Foro de Campo Lacaniano de Bogotá. Correo electrónico: daparadam@gmail.com

 


Recibido: 17 de Septiembre de 2016  
Aprobado: 17 de Diciembre de 2016


Referencia Recomendada:
Parada-Morales, D. A, (2016). Elementos preliminares de una experiencia orientada por el psicoanálisis con el niño y la infancia en la salud mental. Revista de Psicología GEPU, 7 (2), 227-242.  

Resumen: Lo que se expone aquí como artículo tiene tres vertientes de trabajo que el autor sigue  elaborando a partir de una mirada psicoanalítica: un caso acompañado en un internado de Bogotá, algunas elaboraciones de lectura en psicoanálisis y la exposición de una dificultad que se vive cotidianamente en la práctica con la infancia en instituciones. Se propone articular la psicosis infantil  a partir del caso y las elaboraciones de otros autores, con la finalidad de abrir nuevas preguntas a este campo de la práctica clínica con los elementos inicialmente encontrados.  Se trata de continuar en estas breves páginas el método clínico de elaboración de caso inaugurado por Freud y reelaborado por Lacan en  un amplio campo de trabajo que implica a la infancia, desde el cual se dice han  existido y existen  psicoanalistas dedicados a la psicosis infantil e instituciones que han realizado y realizan un trabajo sobre ello. La experiencia clínica  parece indicar que en Colombia está instituido un entendimiento psiquiátrico de la psicosis infantil.

Palabras Clave: Infancia, niño, Psicosis infantil, Institución, Psicoanálisis.

Artículo  producto del trabajo realizado como joven investigador en el grupo Psicosis y Psicoanálisis  de la Fundación Universitaria Los Libertadores.


Midori una niña traumatizada.


Que distinto el otoño
Para mí que voy
Para ti que quedas. 
(Masaoka Shiki /1867-1902)

El caso clínico que describo a continuación es producto de mi práctica clínica en Psicología dentro de un internado de niños con problemáticas familiares, sociales y de salud mental. En ese sentido es un caso que está atravesado no sólo por lo psicopatológico, sino por los problemas del lazo social en nuestro país; aquellos niños, además de ser diagnosticados como autistas, psicóticos y retardados mentales, han sido objeto del abandono familiar y social, algunos tomados por el Estado en medida de protección bajo argumentos a veces extraños, por ejemplo, el  poco recurso económico de los padres, pero en otras ocasiones por  asuntos contundentes donde se juega la vida del sujeto, tal es el caso de Midori. Para el desarrollo del historial tomo el relato de la niña, los padres y la institución.

Motivo de consulta: Niña que ha verbalizado dentro del internado  situaciones que sugieren un posible abuso sexual, refiere constantemente interesarle un tema: “el chuky-chuky”, nombre que la niña le da a las relaciones sexuales.

Midori, estando en un pequeño patio del internado y jugando con sus compañeros me dice haber presenciado  a los 7 años aproximadamente un evento violento que verbaliza y actúa con insistencia. En esta escena aparecen su abuela y su tío asesinados por unos hombres extraños para ella, exaltada relata que las balas que los mató atravesaron los ojos de su abuela y el cuello de su tío, sobre quienes ella se arroja intentando “curar” las heridas, tapando los agujeros por donde brotaba la escandalosa sangre. Midori nació en un sector rural de Colombia y desciende de una familia que ha dedicado su vida al desarrollo de un circo ambulante que recorría el país haciendo funciones en pueblos y veredas, razón que llevo a la niña a interesarse por el contorsionismo. Valiéndose de eso que sus padres le enseñaron, Midori retuerce frente a mí su cuerpo logrando posturas con las cuales intentaba poner en escena la rigidez cadavérica de esos otros  cuerpos: el de su tío y abuela. No entiendo si este pequeño acto es una solicitud o no de ser escuchada, sin embargo, me atrevo a decirle  que estoy ahí para escucharla pero que tenemos que acordar un  tiempo y lugar para ello.

Dentro del internado en el que se encuentra Midori  los niños tienen posibilidad de tener sesiones psicológicas que hacen parte de un abordaje psicosocial, del que se espera ayude a solucionar su medida de protección y pueda resarcir el maltrato y la vulnerabilidad del niño. Con los antecedentes del caso, entre ellos un  presunto abuso sexual y abandono familiar, dentro de la institución empiezan a configurarse sospechas alrededor de la familia y de inmediato el primer culpable que aparece es el padre, esto llevará a que el trato que se le dirija a él tanga un tinte de  desprecio y desconfianza.

En los viajes del circo por el país, la familia de Midori se involucró con grupos al margen de la ley para el sostenimiento de su actividad laboral circense, el incumplimiento de uno de sus pactos hizo que este grupo incendiara el  circo y asesinara en presencia de la niña a su abuela y tío, desde este momento los padres y la misma niña hablan de un cambio importante en su vida cotidiana, Midori pasa de ser una niña que llevaba un proceso escolar regular a ser una niña con problemas para la escritura y el aprendizaje. La familia se ve obligada a desplazarse a la ciudad  en busca de reconstruir su vida apoyados por  parte de la familia extensa con quienes empiezan a vivir; en una ocasión Midori es enviada a un supermercado por suministros de pañales para sus hermanos y en este trayecto se extravía. La Policía reporta encontrarla mendigando en la calle y diciendo buscar comida para sus hermanos, cuando le preguntan  por los padres dice que están muertos. Luego de esto es remitida al  internado de protección donde se inicia, entre varias cosas, un acompañamiento psicológico. 

Sesiones de escucha: Cuando llego a la institución, Midori estaba recién internada; un  evento importante era que  los padres que creían muertos habían aparecido a la entrada de la institución pidiendo ver a la niña. Empiezo un proceso de entrevistas con Midori bajo un modelo de trabajo orientado por el psicoanálisis, me encuentro entre dos demandas: la de la institución y la de la niña, la demanda institucional era entrenar a los padres en pautas de crianza para lograr que Midori regresara al núcleo familiar, la de la niña al parecer era  escenificar su situación. Decido darle una vuelta a la demanda institucional sosteniendo algunas entrevistas con los padres en las que les preguntaba por su historia de vida y su lugar de padres con Midori. Saber si Midori demandaba algo fue algo que siempre me inquietó; en ese sentido este caso más que resultados  expuso la dificultad  que prácticas orientadas por el psicoanálisis tienen para establecer un trabajo con el sujeto.

En las primeras entrevistas Midori recrea una y otra vez un juego en el que ella quiere ser médico para devolverse al asesinato de su familia y  “tapar los huecos  de las balas del cuello y el ojo de mi tío y mi abuela” su relato gira todo el tiempo sobre ese mismo punto, con silencios prolongados y volviendo a retomar el asunto. En las próximas sesiones  Midori se mostrará impaciente por tener sesiones con Psicología, me pregunta qué es “El chuky, chuky”, no le respondo e inmediatamente dice haber sido abusada por otro psicólogo y un familiar de su padre. Fuera del consultorio me busca para decir que siente una mano que se le entra por la vagina y le remueve el estómago, en otra ocasión me deja una carta donde se dibuja y escribe “te amo David”, hasta el momento creía que su dificultad para escribir y leer era autentica, sin embargo, en una ocasión se aproxima a un panfleto  del consultorio y señalando cada nombre  lee un listado con los nombres de sus compañeros. Este tipo de actos muchas veces se vieron interrumpidos por el ingreso súbito de algunos terapeutas al lugar que se adecuó como consultorio psicosocial, a su vez la agitación de la institución por gestionar informes de Psicología y documentos para licitaciones  hacia que se priorizara la gestión administrativa y burocrática por encima de la consulta con el paciente.  

A medida que las sesiones se dieron, la institución empezó a notar la intensificación de comportamientos disruptivos como hipersexualidad, aumento de pesadillas y terrores nocturnos; en sus pesadillas Midori relata que aparecen máscaras que la asustan,  continúa repitiendo haber sido abusada, pero esta vez da un nombre a su abusador, un  amigo del padre; la reacción inmediata de la institución es sugerir como se ha hecho con otros niños el paso de Midori por una institución especializada en la detección del abuso sexual, el resultado de dicho proceso indica  fabulaciones de Midori y dificultades en el establecimiento de entrevistas con la niña por su déficit cognitivo. Las pruebas suministradas fueron un coeficiente intelectual y una entrevista con preguntas que Midori a veces respondía afirmativamente y luego negaba, la psicóloga que la entrevista dice no poder avanzar con ella, cortando el proceso y llegando a concluir  que Midori se contradice y no es posible hablar de un abuso sexual. Dentro de las sesiones aparece otro elemento: Midori refiere que existe otra Midori que le dice lo que debe hacer, que es ella quién le quitó el amor de su madre, esto dispara en Midori la exacerbación de sus comportamientos y la aparición de otros, entre ellos, desnudarse frente a la ventana de su internado para  pedirle a los transeúntes que la acaricien y decir ser un vampiro después de haber mordido la mejilla de uno de sus compañeros de internado hasta hacerlo sangrar.

Otra de las formas que Midori encontró para decirme lo que le sucedía  fue el dibujo, esta  actividad es confusa y pobre, sus trazos no logran esbozar un cuerpo, finalmente hace cuatro figuras garabateadas a las que les pone nombre y a una la borra, la tacha y la vuelve a dibujar, identificando cada personaje de sus dibujos y los motivos por los cuales los realiza. El personaje que no logra dibujar  es un amigo de su padre, y dice que fue él quien le enseñó  “El chuky, chuky”. 

Hasta aquí logro sostener las sesiones de trabajo dentro del consultorio, posteriormente  el caso empieza a introducir más a los padres en el asunto sintomático de la niña; se emprende la identificación del presunto abusador. En ese involucramiento de los padres se pide al psicólogo acompañarlos y escucharlos en  las reuniones con defensoría de familia para dar un concepto respecto a la historia socio familiar  que se revisa en estas reuniones. Aparece otro síntoma: la niña dice mentiras y es descubierta en varias ocasiones por la institución y el colegio, pero a su vez  el diagnóstico de Midori pasa de ser un retardo mental a una psicosis de acuerdo con las valoraciones de los  psiquiatras que la trataron y lo que me pedían reportar en el trabajo sostenido con la niña.   

Psiquiátricamente Midori es clasificada de la siguiente manera: 

Eje I: Síndrome Genético.
Eje II: Déficit Cognitivo Moderado
EjeIII: Trastorno Psicótico.
Eje IV: Antecedentes de abuso sexual. 
Eje V: T.E.P.T (trastorno de estrés postraumático).

El diagnóstico seguía comprobando una  vida totalmente accidentada. Los intentos por controlar institucionalmente los desbordes de Midori no resultaron efectivos y esto llevó a que trasladaran a la niña a un centro psiquiátrico; frente a  todo intento de corrección ella respondía con su cuerpo, fue en este momento cuando se empezó a morder, buscaba blanqueadores o formas de intoxicación y en algún momento se ató un lazo en el cuello diciendo querer morirse, a su vez la familia la visita con menos frecuencia al punto de casi abandonarla, reacción que siempre me fue extraña y que tuvo su punto de anudamiento cuando en una de las reuniones a las que me invitaban a escuchar a los padres se descubre que la familia era amenazada por el hombre que denunciaba Midori, perteneciente a uno de los grupos que asesinaron a su abuela y tío;  en un total quebranto los padres reconocen el abuso sexual cometido por este hombre hacia Midori y explican que no fueron capaces de denunciar porque el abusador  prometió  asesinar a la  familia de la niña si testificaba en contra de él. El caso pasó a una instancia de tipo  legal y Midori fue remitida a una institución psiquiátrica con la misma medida de protección. 

La psicosis, la infancia y el niño.

Retomo el caso en este segundo momento en función de abstraer  elementos importantes para pensar la psicosis infantil.  Midori revela que además de una clínica dentro del  consultorio hay otra que atañe a un fuera de, donde el sujeto debe responder a lo que  viene ya sea de una institución, de una familia que lo acoge o de un trauma que lo desborda.

Jacques Lacan dirá en el texto que entrega a Jenny Aubry titulado  Dos notas sobre el niño “El síntoma del niño está en posición de responder a lo que hay de sintomático en la estructura familiar” (p. 55). Lo cual indica que el síntoma del niño es una forma de poner un límite a lo sintomático  de la familia,  por ello es importante resaltar el hecho de que responde a. Más adelante dirá  “La articulación se reduce en mucho cuando el síntoma que llega a dominar compete a la subjetividad de la madre. Esta vez, el niño está involucrado directamente como correlativo de un fantasma” (p.55). Cuando  Midori dice que la otra Midori robó el amor de su madre parece indicar el lugar que ella ocupa en su familia y especialmente en su madre, elemento que en el poco tiempo de trabajo con ella no se logra elaborar un poco más, pero que  se relacionaba con la  sensación de amenaza a ser abandonada por la familia.  Hay una historia que antecede al niño y está atravesada por el fantasma que la madre trae desde su infancia  como pantalla para responder al mundo, este libreto va dirigido a un objeto, tal objeto dirá Lacan en esas dos notas es el mismo niño encarnando una verdad. No es muy claro si Lacan propone finalmente al niño como falo en la perversión, lo insinúa pero no lo concreta, sin embargo, algunos clínicos en el trabajo con niños (Izaguirre, 1995 y Ramírez, 2003) proponen pensar al niño de acuerdo a su ubicación en el complejo familiar con tres formas de subjetivación,  que  corresponden a las estructuras clínicas propuestas por el psicoanálisis, se obtiene entonces que: en la neurosis el niño es  síntoma, en la psicosis el niño es fantasma y en la perversión el niño es el falo. 

Como se ha ido indicando los funcionarios de estas instituciones tipo internado  hablan del infante que convoca  la dificultad de lo pulsional, de la agresividad y de lo que no puede el adulto reconocer como parte del niño porque en él (el adulto), lo indica Freud en Tres ensayos sobre teoría sexual (1905), hay una amnesia de  lo infantil; Juanito se lo comunica  a Freud muchos años después  siendo adulto, diciéndole  que la descripción que le da de él no la reconoce, le es extraña. Ramírez (2003) exalta la función de semblante del Divino niño  en Colombia,  que bien podría encajar  en el plano imaginario con la manera en que se entiende al niño y la infancia en la actualidad colombiana. Midori nos recuerda que el niño dice mentiras, es agresivo, es polimorfo perverso (Término que Freud utiliza en Tres ensayos sobre teoría sexual, para describir la plasticidad de la pulsión en la infancia) y puede ser psicótico,  toda una antítesis del divino niño o niño Jesús.

Vale remitirse al encuentro del psicoanálisis con la infancia y el niño para ahondar un poco más en otras dimensiones que se escapan al entendimiento de aquel sujeto  que encuentro en consulta. Aparece en primer lugar el análisis de un niño de cinco años realizado por su padre y asesorado por  Freud en 1909, dicho historial clínico recibió por título: Análisis de la fobia de un niño de cinco años, al niño en cuestión terminó por conocérsele bajo el pseudónimo de “Juanito” o “El pequeño Hans”. Debido al modo donjuanesco que tiene este niño en algunos apartados del historial para relacionarse con el otro, le llamaré aquí Juanito. Me interesa tomar de este caso aquellos elementos que no siempre son pacificantes y que proponen en la infancia el origen de síntomas y respuestas del sujeto a la cultura y el mundo que le acoge.

Freud describe a unos padres que permitieron a su hijo crecer bajo lo que se nombra hoy como un derecho constitucional: “el libre desarrollo de la personalidad”. Juanito se encuentra con su cuerpo y se interesa por él, particularmente por su hace pipi, significante para descubrir la ausencia y presencia de éste en el mundo animado e inanimado. También lo utiliza como receptor de experiencias placenteras al punto de extrañarle que su madre mientras lo acicala  evite tocarlo, él la invita a que acaricie su pene con un “¿por qué no pasas el dedo ahí?”, de donde saldría una  famosa respuesta castradora venida de esta madre: “Porque es una porquería” sobre la que insiste Juanito: “¿Qué es? ¿Una porquería? ¿Y por qué?”, al final su madre concluye: “Porque es indecente” y Juanito la confronta: “¡Pero gusta!”. Después de este suceso vienen unos sueños de angustia que precipitan la fobia a los caballos, pero en el intermedio de ello una frase resalta en Juanito: “El caballo tiene hace pipi abajo, como yo”, se identifica con el objeto fóbico, él como sujeto está en juego en la fobia.  

El curso de la fobia parece tener su fin mientras el padre asesorado por Freud abstrae el material inconsciente de su hijo, padre  involucrado en la eclosión de la misma. Freud (1909), indica cómo Juanito logra en su fantasía casar al padre y la abuela, cumpliendo en este registro el incesto en su generación y la anterior, sin necesidad de cumplirlo en la vida práctica. Cabe aclarar que Juanito para el psicoanálisis es un caso que explica a cabalidad la formación de la neurosis en la infancia, y a su vez es un referente para distinguir entre neurosis y psicosis. Volviendo sobre este punto a partir del caso que expuse, Midori nos revela un imposible en este recurso de tomar la historia familiar para acomodar una realidad psíquica que se le presenta sin sentido;  padre y madre estaban muertos para ella, como tío y abuela, aquí habitaba fantasmáticamente sólo lo inanimado, no lo que tenía algún rasgo vital, la moneda  Eros/ Tánatos no logra poner  la vida y la muerte en su lugar, todo es muerte; incluso el cumplimiento de un deseo en sus sueños es confuso.  Freud en Más allá del principio del placer (1920), confrontaba su teoría de los sueños con aquellos relatados por sujetos que experimentaban la guerra en carne propia, lo que encontraba allí le dio lugar para pensar la pulsión  de muerte en la economía psíquica. Pensando en ese recurso que hace Juanito de su abuela y padre y el abandono familiar al que está sometida Midori, el lazo de las generaciones en este último caso parece estar roto  ¿por qué? Es una pregunta abierta con respecto al trauma que desbordó a esta niña donde ella responde a esto con una actividad delirante. 

Cuando propongo un contraste  entre la neurosis de Juanito y la psicosis de Midori, quiero establecer  diferencias y semejanzas que apuntan al modo de articulación de la realidad en cada estructura y cómo desde allí se responde a, por medio del síntoma en la neurosis o del delirio en la psicosis. Así, para Juanito la fobia, punto de angustia radical, se constituye en el medio para la articulación y encadenamiento del significante Nombre del padre y para Midori  el trauma, en el desborde y rechazo que  Lacan llama  forclusión del nombre del padre, donde no hay articulación de este significante con la articulación psicótica,  todo parece desordenado y sin anudamiento. 

Existen otras experiencias clínicas en el campo  de la esquizofrenia y el autismo, psicosis más radicales, una muy importante en el campo del psicoanálisis es  presentada por Lacan en el seminario 1: Los escritos técnicos de Freud (1953), el caso es de la psicoanalista Rosine Lefort, quien condujo el análisis de Robert, un niño que  parecía estar en el terreno de la psicosis, posiblemente de tipo  esquizofrénico de acuerdo con la  discusión de caso sostenida el 10 de marzo de 1954 por Lacan, Rosine Lefort y otros psiquiatras y psicoanalistas. Lacan antes de dar la palabra a Rosine, trae a colación la distinción que Freud hace en Introducción al narcisismo (1914)  entre un sujeto que tiene problemas con la realidad y uno que ha perdido su  relación erótica con las cosas y las personas, el señalamiento parece referir a Robert.

El historial se desarrolla en un marco institucional, Robert es producto de una  madre paranoica y un padre desconocido; señora y ¡el lobo! eran sus dos únicas palabras, luego en tratamiento con la analista le dirá mamá. La palabra ¡El lobo! Aparece en  Robert luego de que una enfermera lo castigara junto con sus compañeros, amenazándolos con la aparición del lobo, está palabra, anotará la analista, se presenta en el tratamiento cuando Robert ve  el reflejo de su imagen. Robert  regaba leche, agua  y orina sobre la analista y sobre sí  mismo, para Rosine esto será una manera de darle un lugar en sus construcciones, precipitando un movimiento en el que el niño termina por llamarla ¡el lobo! para descargar ya no su autodestrucción sino su agresividad hacía ella., con el tiempo le solicitará que lo acune y aquí el grito ¡el lobo! desparece, dice Rosine que vino luego un momento de regresión hacia lo intrauterino donde  Robert utilizaba el agua para recrear la vida en el vientre materno. Su tratamiento sobre los líquidos lo llevará a revelarle a la analista un punto crucial del trabajo: en determinado momento Robert toma sus dos manos llenas de  agua y la deja caer desde sus hombros sobre el cuerpo,  murmurando: Robert, Robert. Este niño se da un nombre, le dice sí  al Otro, se bautiza. Después de este acto, disminuye la agitación destructiva en la institución, favoreciendo que Robert  manifieste su agresividad con más claridad y  ya no de manera confusa y angustiosa para él, garantizando un cambio radical en la  estructura psíquica del niño, Robert continuaría siendo el mismo pero distinto, con un lugar como sujeto, no como objeto de la madre paranoica que casi lo deja morir de anorexia o de los traumatismos institucionales a los que fue sometido por su precario estado| de salud. 

En los tres casos hay un fondo de angustia que dirige la respuesta a  de cada niño, en la neurosis con un vasto recurso simbólico condensado en un significante y un objeto fóbico, en la psicosis con un doble del registro imaginario que señala  el padecimiento de un  real en Midori y Robert; Rosine dice sobre Robert: “Como decía ayer, tuve la impresión de que este niño había caído bajo el efecto de lo real, que al comienzo no había en él función simbólica alguna, y menos aún función imaginaria” (p.158). Los amigos imaginarios de los juegos de Juanito no tendrán esa dimensión intratable y desbordante como la otra Midori y ¡el lobo! de los otros dos casos.

Ahora bien, hay una inquietud que se pone en juego en la clínica con los niños, ¿es lo mismo hablar de niño que de infancia?  La palabra niño es reciente en la historia de la humanidad (siglos XVI- XVII) y es solidaria con la construcción de modelos educativos (Tendlarz, 2007, p.6), aunque algunos textos bíblicos de San Francisco de Asís hacía el 1200 D.C ya hablaban y alababan el nacimiento del divino niño Jesús.  El reconocimiento de este en Occidente ha llevado a darle un lugar muy particular en la cultura, de ahí que Ramírez (2003) hable de un efecto de idolatría sobre el niño que no está muy distante del  éxtasis de San francisco de Asís por el divino niño. 

Algunas construcciones desde la filosofía hacen plantear  que niño e infancia no pueden tratarse de la misma manera, si bien es cierto que el niño es el representante de la infancia esto no implica que la infancia solo esté de este lado. Agamben refiere y aclara que: 

Sólo sobre estas bases se hace posible plantear en términos inequívocos el problema de la experiencia. Pues si el sujeto es simplemente el locutor, nunca obtendremos en el sujeto, como creía Husserl, el estatuto original de la experiencia, “la experiencia pura y, por así decir, todavía muda". Por el contrario, la constitución del sujeto en el lenguaje y a través del lenguaje es precisamente la expropiación de esa experiencia "muda", es desde siempre un "habla". Una experiencia originaria, lejos de ser algo subjetivo, no podría ser entonces sino aquello que en el hombre está antes del sujeto, es decir, antes del lenguaje: una experiencia "muda'' en el sentido literal del término, una in-fancia del hombre, cuyo límite justamente el lenguaje debería señalar.

Una teoría de la experiencia solamente podría ser en este sentido una teoría de la in-fancia, y su problema central debería formularse así: ¿existe algo que sea una in-fancia del hombre? ¿Cómo es posible la in-fancia en tanto que hecho humano? Y si es posible, ¿cuál es su lugar? (1978, p. 63).

Agamben parte de una idea central en ese cruce del lenguaje con la experiencia de la infancia  “la infancia es el origen del lenguaje y el lenguaje, el origen de la infancia” (p.66). ¿La psicosis infantil nos revela otra experiencia distinta y hasta el momento muda de un sujeto no mediado por el mito del neurótico? Tal parece ser el aporte que podría hacer Agamben al proponer el tema desde una mirada filosófica, dado que nos dice que etimológicamente la infancia  se define como el  que no habla, pero que luego decidirá si lo hace o no  sobre algo que le concierna como sujeto. 

Como Midori, debe haber muchos casos de psicosis infantil que han tenido que enfrentarse  con la violencia y la guerra del país: 

Uno de sus hijos, que en 2002 tenía siete años, quedó tendido entre los cadáveres y amaneció abandonado en el templo. Santos y su esposa Flora Rosa Caicedo (los padres del niño) lo dieron por muerto. El 3 de mayo fue rescatado inconsciente por las religiosas agustinianas y los sacerdotes. “ese muchacho ahora se está deschavetando  (enloqueciendo, perdiendo el juicio) – dice Santos preocupado – Está muy mal por el “estartazo” (golpe) que recibió. (Centro Nacional de Memoria Histórica [C.N.M.H], 2014).

¿Y qué tratamiento a esto desde una mirada psicoanalítica? Como causa de la neurosis Lacan ubica al traumatismo que es reprimido y retorna a través de lo simbólico, del lado de la psicosis en cambio estará no lo reprimido sino lo rechazado de lo exterior, dice Lacan de un agujero, una ruptura, una falla y que se colma con el  fantasma psicótico (Lacan, seminario 3,1955, p.71).El retorno de lo reprimido vendría del mundo de lo simbólico ya introyectado; el retorno de lo rechazado vendría de lo exterior o proyectado, que está afuera como un agujero o ruptura de la realidad, en el caso del sujeto psicótico esto es vivido como tal, en la neurosis dice Lacan es más una huida de la realidad que puede  tratarse por las vías de lo simbolizado, para las psicosis estarán las suplencias, sin embargo, con Midori el trabajo no logró direccionarse hacía estas vías, la suspensión del acompañamiento por parte de la institución y las medidas legales implicadas en el caso no permitieron el sostenimiento del dispositivo de trabajo iniciado con ella. 

El hecho traumático vivido por Midori, desencadena una respuesta delirante que niega y afirma la muerte, curar a los tíos, tapar los agujeros, luego, asumir que sus padres vivos están  muertos. Báez (2007)  en  Intervención en la psicosis desde el psicoanálisis  plantea: 

Que, en cambio, el trato de la psicosis sea de un adulto o un niño, no tendría variación puesto que, si la psicosis se ha desencadenado, es a la estructura a la que se acude en la escucha con el ánimo de que el lazo social pueda mantenerse. El asumir una estructura psicótica, en estado desencadenado, hace que tanto el niño como el adulto tengan igualdad al ser abordados en el tratamiento y su concepción psicótica. (p.48).

Encontramos entonces qué el niño vive una infancia afectada por el lenguaje y de su choque con él aparecen las formas clínicas ya descritas: neurosis, psicosis y autismo, las tres ponen constantemente en juego  el lenguaje como regulador del goce y del lazo social y eso implica que más allá de la estructura clínica el interrogante suele dirigirse constantemente al lugar del lenguaje y de su forma de encarnar en un niño. 

Queda por desarrollar el asunto de los tratamientos a la psicosis infantil en la salud mental a partir de ese lugar del lenguaje en la estructura, una posibilidad planteada por Izaguirre (1995) con  su experiencia en Venezuela es el juego;  siguiendo  a Lacan  dice que el juego “es una construcción de ficción que cae dentro del efecto del significante” (p.31). Igual opinión le merece a Agamben cuando dice:

Pues ciertamente no es un indicio de salud que una cultura esté tan obsesionada por los significantes de su propio pasado, que prefiera exorcizados y mantenerlos con vida indefinidamente como "fantasmas" en lugar de sepultarlos, o que tenga tal temor a los significantes inestables del presente que no logra verlos sino como portadores del desorden y de la subversión. Esa exasperación y ese anquilosamiento de la función significante de las larvas y de los niños en nuestra cultura es un signo inequívoco de que el sistema binario se ha bloqueado y ya no puede garantizar el intercambio de los significantes en el que se funda su funcionamiento. Por ello cabe recordarles a los adultos, que se sirven de los fantasmas del pasado sólo como espantajo para impedir que sus niños se vuelvan adultos y que se sirven de los niños solamente como coartada para su incapacidad de sepultar los fantasmas del pasado, que la regla fundamental del juego de la historia es que los significantes de la continuidad acepten intercambiarse con los de la discontinuidad y que la transmisión de la función significante es más importante que los significantes mismos. (1978, p.127)

El aporte interesante de Agamben estriba en que no solo da importancia a la aparición del significante en la cadena, sino que promueve un movimiento en ella y una función, donde lo discontinuo podría entenderse como eso que en la psicosis infantil no anda a diferencia de la neurosis infantil ¿cuál es el juego de los niños psicóticos? Cabe recordar que el juego ha sido pensado en el marco de los niños neuróticos (rompecabezas, laberintos, etc.). Habrá que especificar qué tipo de juegos son los que  en la  psicosis infantil aparecen, incluso plantearse si estructuralmente lo que allí aparece es un juego o a qué apunta. En conclusión la psicosis infantil está aún por definirse más allá del campo psiquiátrico, merece una revisión exhaustiva a partir de lo planteado en el marco de las prácticas clínicas en Colombia y de la manera en que se producen en la salud, no es suficiente llamar diagnóstico al nombre que otro ajeno al niño decide poner; como se testimonia con los casos y los aportes del psicoanálisis la palabra del niño está en juego independientemente de que hable o no.  

Una dificultad: Psicoanálisis, institución y psicosis infantil.

La pregunta por el tratamiento a las neurosis,  las psicosis y las perversiones, además de tener todo un recorrido por la clínica con adultos, también tiene un recorrido,  poco claro aún,  en la infancia; y en esto suelen ser  instituciones las que lo ofrecen. Me quedaré con el problema de la psicosis y la institución por el momento. 

En el primer acercamiento a instituciones que tratan a niños psicóticos o autistas, el manejo de caso en lo que respecta a lo psicológico es establecido por estándares de calidad que conciben al niño dentro de un mundo neurótico que pide la limpieza de trastornos del comportamiento;  volviendo a Midori, que diga que sus padres han muerto y luego aparezcan de repente reclamándola, en la institución es interpretado como una mentira de la niña y no como parte de la respuesta forcluida que Midori tiene sobre la realidad violenta que le tocó vivir, los señalamientos no se hacen esperar y las solicitudes terapéuticas a esta expresión sintomática tampoco, por lo general, demandas respondidas por la gran mayoría de psicólogos con prescripciones y ejercicios reflexivos para garantizar, sin saber cómo, que el niño no vuelva a  decir mentiras. La institución comandada por el imperativo de “curar” y algunas por las concepciones religiosas,  en su intento por incluir parecen segregar cada vez más y no de manera malintencionada.

¿Qué hacer con estos niños a los que la sociedad segrega? Es la pregunta de estas instituciones.  No se trata de decir que lo que se hace actualmente en las instituciones con los niños psicóticos esté mal ni bien, pero como lo han marcado varias experiencias (Mannoni, et al, 1968; Fustier, et al, 1989; Gonzales, 2011)  el lugar para hacer un lazo social desde allí  es difuso;  lo fue  para la experiencia europea, se necesitó algo más que un prejuicio para que  por estos días uno asista a  seminarios donde se presentan algunos modos institucionales de abordaje a niños psicóticos y autistas en Europa . Tras mostrar el interesante trabajo institucional desde el psicoanálisis, quedaba claro que había además de un interés por el paciente, un trabajo investigativo constante sobre la clínica con estos niños;  maquina, mecanismo o dispositivo de trabajo que en Colombia no ha echado a andar , y que no despegará si esperamos que de otros lugares, desde sus idiosincrasias, piensen nuestro encuentro con la psicosis infantil. 

En su gran mayoría las instituciones que atienden a niños psicóticos y autistas  en Bogotá  tienen como fundamento terapéutico el enfoque cognitivo conductual y comportamental (Puede hacerse un breve recorrido por buscadores de internet encontrando si no todas, por lo menos más de diez instituciones que ofrecen tratamientos comportamentales  a la psicosis y el autismo) apoyándose en la  psiquiatría actual,  la institución orientada por este modelo en el que de entrada se propone una reestructuración cognitiva del paciente, solicita  cambiar radicalmente en un sujeto sus ideas y  pensamientos para un mejor aprovechamiento y estabilización de su salud mental. Aquí hay un punto de quiebre; con el niño psicótico o autista ésta reestructuración tiene como límite lo que suele entenderse en muchas situaciones como manifestaciones agresivas, el niño psicótico o autista rechaza casi todos los intentos para modificar su conducta, apareciendo en ese rechazo una agresividad con la que intenta defenderse de lo invasivo de un tratamiento que le pide hablar, escribir y responder al deseo del Otro sin mediación o negociación. 

Cuando me preguntaba como joven investigador ¿Qué elementos de la constitución subjetiva son los que aparecen en el sujeto de la infancia colombiano que aparentemente está enfermo mentalmente? Me intenté dirigir a esos significantes del niño que suelen estar en mi consulta y que enmarcan una serie de relaciones que afectan su lugar en el mundo, así, veo que  el trauma, con su lugar en el  Complejo de Edipo de un sujeto y  la institucionalización de la psicosis del niño fracturan la construcción fantasmática del psicótico en la infancia; a la fuerza se debe inscribir la obediencia, el buen comportamiento y la apropiación de la realidad. Lacan (1968) en el Discurso de clausura de las jornadas sobre la psicosis infantil, se dirige a los planteamientos que sostienen que  en el  autista el lenguaje está por nacer:

Pero lo que yo pido a todos los que hayan oído la comunicación que cuestiono, es que respondan por sí o por no, si un niño que se tapa los oídos, ¿ante qué?, algo a punto de expresarse, no está ya en lo posverbal, ya que del verbo se protege. (p. 157).

 Agregaría signo de interrogación a lo “posverbal” ya que parece que Lacan plantea que el autista se protege del verbo porque ya ha chocado con él. Varios significantes quedaron por elaborar en Midori, quizá como suplencias, entre ellos la madre en la experiencia del abandono, el médico como reparador de un trauma y la manera particular de ubicarse en la sexuación tras un abuso sexual. Báez (2010) cuestiona la manera en que nos relacionamos con la psicosis y la locura:

Adicionalmente Freud (1905/1906) reza que en el síntoma de la psicosis hay falta de autoconciencia de la enfermedad y que esto impide su tratamiento. Esto lleva a preguntas que se le deben hacer a los normales: ¿ustedes tienen auto-conciencia y conciencia?  Y si así fuere ¿a dónde se ubicaría? (p.207) 

Algunos procesos llevados y orientados desde el psicoanálisis producen efectos  que alivianan el síntoma del niño, la angustia de los padres y la dificultad de las instituciones escolares;  pero esto a su vez deja una pregunta abierta sobre el lugar de los padres respecto al sujeto de la infancia y la dificultad de la educación para sobrellevar la vida pulsional de un niño, en  resumen,  la práctica clínica con niños psicóticos o no, tiene por dificultad no sólo al niño, sino a quienes lo preceden y lo introducen en la cultura, a ese que Báez (2011) nombra como el mediano otro, que en últimas es la institución sea familiar, escolar, social, etc. 

Por otra parte, Midori responde a varias instituciones: la familia que la abandona, el internado que la trata y  aquellas que desde un llamado a la militancia convocan niños para enlistarlos en la guerra “En los últimos 15 años el ICBF ha atendido a más de 5.000  mil niños, niñas y adolescentes desvinculados del conflicto” Midori entra en esta  estadística, pero más que como un número me aproxima es a ese sujeto de la infancia inscrito en un país impune, a una psicosis desencadenada en la infancia que delirantemente busca un lugar para responder a las preguntas que la muerte ha puesto en su destino; sigue siendo pregunta de una práctica con la psicosis infantil. En las instituciones el psicoanálisis tiene lugar porque allí el objeto a como resto o desecho se hace presente todos los días, Midori lo representó. 

Referencias

Agamben, G. (2007[1978]). Infancia e Historia, destrucción de la experiencia y origen de la historia. Buenos Aires, Argentina:Adriana Hidalgo Editora.  

Báez, J. Et al. (2011[2007]). Psicosis y psicoanálisis 1. Intervención en la psicosis desde el psicoanálisis. Bogotá, Colombia: Corcas Editores
(2011[2010]) Psicosis y psicoanálisis 1. La psicosis denuncia la debilidad de los normales. Bogotá, Colombia: Corcas Editores
(2011). El psicoanálisis y la institución. Revista de Psicología Tesis Psicológica No 6. “Psicología, interdisciplinariedad y cibercultura”.  270-237.

Centro Nacional de Menoría Histórica. (2014)¡Basta ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad (Resumen). Grupo de Memoria Histórica. Bogotá: Imprenta Nacional de Colombia. 

Freud, S. (1905). Tres ensayos sobre teoría sexual. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu Editores
(1909) Análisis de la fobia de un niño de cinco años y otras obras. Buenos Aires,  Argentina: Amorrortu Editores
(1914) Introducción al narcisismo. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu Editores
(1920) Más allá del principio del placer. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu Editores.

Fundación Aedificare. (2013). Apuntes sobre un caso clínico: Un niño grosería para su madre y la escuela, por David Parada Morales. 

Fustier, P. Et al. (1989). La institución y las instituciones, estudios psicoanalíticas. Buenos Aires, Argentina: Editorial Paidós. 

Gonzales. Et al. (2011). Psicosis y psicoanálisis 1. Reflexión acerca de los efectos de las instituciones de salud mental en la condición y concepción del psicótico. Bogotá, Colombia: Corcas Editores

Izaguirre, M. (1995). Psicoanálisis con niños. Caracas, Venezuela: Monte Ávila Editores Latinoamérica.  

Lacan, J. (1998) Intervenciones y textos 2. Dos notas sobre el niño. Buenos Aires, Argentina:Editorial Paidós
(1953) El seminario de Jacques Lacan, libro 1,  los escritos técnicos de Freud 1953-1954. Buenos Aires Barcelona, México: Editorial Paidós. 

(1956) El seminario de Jacques Lacan, libro 3, las psicosis 1955-1956. Buenos Aires Barcelona, México: Editorial Paidós.
(1967). Discurso de clausura de las jornadas sobre psicosis infantil. En M. Mannoni (organizadora). Psicosis infantil. Coloquio sobre la infancia alienada llevado a cabo en Paris, Francia. 

MaudMannoni. (Septiembrede 1967). Prefacio para la edición argentina. En M. Mannoni (organizadora). Psicosis infantil. Coloquio sobre la infancia alienada llevado a cabo en Paris, Francia.

Seynhaeve B.,  y Coccoz, V. (Agosto de 2014). Lo que la práctica entre varios nos enseña. En la antena infancia y juventud. Semana del autismo en Bogotá. Seminario sobre el autismo  organizado en la  NEL(Nueva Escuela Lacaniana de Psicoanálisis) de Bogotá, Colombia. 

Ramírez, E. (2003). Psicoanálisis con niños y dificultades en el aprendizaje. Medellín, Colombia: Editorial Universidad de Antioquia. 

Tendlarz, S. (2007). ¿De que sufren los niños: la psicosis en la infancia. Buenos Aires, Argentina: Lugar Editorial. 
 



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