REVISTA DE PSICOLOGIA -GEPU-
ISSN 2145-6569
IBSN 2145-6569-0-7

   
 
  Armonías, Disonancias y Silencios. Hacia una Reflexión Crítica del Construccionismo y la Psicología Cultural

Armonías, disonancias y silencios. Hacia una reflexión crítica del Construccionismo y la Psicología Cultural
  
 
 
  
 
 

John Edison Sabogal Venegas

 

  

Universidad Nacional de Colombia / Colombia  


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John Edison Sabogal Venegas.Psicólogo de la Universidad Nacional de Colombia y antropólogo en formación de la misma institución. Correo electronico: joesabogalve@unal.edu.co


Recibido: 30 de Agosto de 2014
Aprobado: 30 de Junio de 2015

Referencia Recomendada:Sabogal-Venegas, J. E. (2015). Armonías, disonancias y silencios. Hacia una reflexión crítica del construccionismo y la Psicología Cultural. Revista de Psicología GEPU, 6 (1), 245-263.  

Resumen: El artículo pretende proponer algunas reflexiones sobre la Psicología Cultural y el Construccionismo, como dos perspectivas teóricas contemporáneas de suma importancia para la teoría disciplinar. A partir de la utilización metafórica de conceptos musicales, se exponen los constructos básicos de cada perspectiva, identificando sus convergencias o armonías, pero a su vez sus divergencias o disonancias. Finalmente, se avanza en una mirada crítica que pretende formular algunas limitaciones y silencios de cada perspectiva.

Palabras Claves: Construccionismo, Psicología Cultural, Significado, Narración, Identidad.

Abstract: This article searches propose some reflections about Cultural Psychology and Constructionism, as two contemporaneous theoretical perspectives very important for disciplinary theory. From metaphorical using of musical concepts, this text exposes basics notions of each perspective, trying to identify their convergences or harmonies, but at the same time their divergences and disharmonies. Finally, it moves forward a critical view which searches to formulate some limitations and rests identified for in each psychological perspective.

Keywords: Constructionism, Cultural Psychology, Meaning, Story, Identity.

Resumo: O artigo tem como objetivo proporcomo objetivo propor algumas reflexões sobre Psicologia Cultural e Construccionismo, como duas perspectivas teóricas contemporâneas da de soma importância para a teoria disciplinar. A partir da utilização metafórica de conceitos musicais, são discutidas as construções básicas de cada perspectiva, identificando convergências ou harmonias, mas ao mesmo tempo, suas divergências ou dissonância. Finalmente, nós avançamos um olhar crítico objetivos formular algumas limitações e silêncios de cada perspectiva.


Palavras -  Chave: Construccionismo, psicologia Cultural, significado, narração, identidades. 

Introducción


El objetivo del texto es contribuir a la reflexión sobre nuevas formas de ver el mundo desde la psicología, para lo cual el análisis se centra en dos teorías relativamente recientes que emergen con fuerza en la disciplina: la Psicología Cultural y el Construccionismo. La forma de proceder será un ejercicio de comparación constante entre ambas perspectivas, para lo cual me valdré del uso metafórico de nociones musicales. En un primer momento y como preludio de la obra, me centraré en rastrear las influencias y antecedentes del Construccionismo y la Psicología Cultural. Posteriormente, durante el interludio, expondré de forma sintética el entramado teórico y las nociones nodales que cada paradigma postula, centrándome en los conceptos de cultura, significado, narración e identidad. Finalmente, planteando un da capo al fine,  sintetizaré lo que a mi modo de ver son las armonías y disonancias más marcadas entre ambas perspectivas, cerrando el texto con la formulación de algunas críticas comunes y algunos silencios importantes, que no son palabras últimas sino in-conclusiones o provocaciones para la discusión. Vale la pena mencionar que para la caracterización y análisis de la Psicología Cultural y el Construccionismo, parto de las obras de sus dos voces más representativas: Jerome Bruner y Kenneth Gergen respectivamente. Sin duda alguna esta selección particular se realiza con plena consciencia de las limitaciones que acarrea, pero no desconoce las sutiles diferencias y los aportes de otros autores a cada perspectiva, como lo son, por mencionar algunos ejemplos, el caso Shotter (1996; 2001) y Potter (1998; 2007) desde el Construccionismo y de Cole (2003) y Valsiner & Rosa (2007) en la Psicología Cultural.

Preludio: Rastros e influencias 


Una de las mejores formas de captar el sentido y comprender las propuestas de una teoría, es realizar un viaje retrospectivo por sus orígenes, escavar y remover los cimientos con el fin de ilustrar mejor las construcciones posteriores, las conceptualizaciones y las miradas del mundo que propone. Desde las mismas perspectivas a analizar -Construccionismo(1) y Psicología Cultural-, la historicidad y el carácter contextual del conocimiento son dos pilares fundamentales (Gergen, 1996; Bruner, 1990), de ahí que obviar una exploración de las influencias y rastros históricos de estas perspectivas, puede llegar a ser una verdadera contradicción. En esta sección pretendo revisar de forma muy sucinta las influencias y los tránsitos históricos de los dos paradigmas mencionados, con el fin de situar las elaboraciones conceptuales a analizar y establecer un contexto amplio de discusión.


De entrada, al abordar las raíces del Construccionismo social, lo primero que es fundamental reconocer es que esta perspectiva es la forma particular del movimiento posmoderno en la psicología (Gergen, 2006, 2007). Tanto entre líneas como de forma explícita, se puede observar en los postulados del socioconstruccionismo la influencia de la obra de François Lyotard (1989), fundador “oficial” del pensamiento posmoderno, así como la influencia evidente de la llamada “Escuela de la sospecha”: Marx, Nietzsche y Freud (Ricoeur, 1990). Esta corriente posmoderna, formula Gergen (2007), reta las nociones tradicionales y los supuestos fundamentales propuestos en la modernidad, especialmente las ideas del conocimiento como producto individual, la objetividad como quimera científica, y la verdad, que en términos de Lyotard (1989) son los pilares de los grandes metalenguajes modernos. 


Anexo a la corriente posmoderna, el mismo Gergen (1996) reconoce tres fuentes concretas de su perspectiva, y aunque se aparta en cierto grado con cada una de ellas, en general las identifica como las raíces del Socioconstruccionismo. La primera fuente es denominada por Gergen la Crítica Ideológica, que cuenta como su máximo representante a la Escuela de Frankfurt, desde la cual se busca principalmente dilucidar los sesgos valorativos implícitos en lo considerado como “racional” y “verdadero”, un excelente ejemplo de esta postura lo conforma la obra Conocimiento e Interés de Habermas (1997). La segunda fuente es denominada por Gergen (1996) la Crítica Literario-Retórica, que considera como esencial la estructuración lingüística del mundo, lo que conformaría el denominado giro lingüístico en las ciencias humanas. Desde estas posturas se realizan fuertes réplicas a las posiciones que asumen que el lenguaje es un “espejo” de la realidad (véase Rorty, 2001), así como se relegan los procesos cognitivos por los lingüísticos como centros de estudio. La última fuente es la Crítica Social, donde se reconoce la importancia de obras como la de Max Weber, Max Scheler y Kari Mannheim, quienes se preguntan principalmente por la “génesis social del pensamiento científico” (Gergen, 1996, p. 39). Desde esta última tendencia, se retoma fuertemente las propuesta de Thomas Kuhn (2007) y su noción de paradigma, que acentúa los condicionamientos socio-históricos de la ciencia y rechaza las visiones ahistóricas del quehacer científico desde las cuales se consideraba a la acumulación del conocimiento como la forma del avance científico. En este nivel, según el mismo Gergen (1985), podríamos ubicar también la obra fundadora de la sociología del conocimiento La construcción social de la realidad de Berger y Luckman (1999), quien merece por supuesto un reconocimiento especial como fuente intelectual directa del Construccionismo Social.


Por su parte, la Psicología Cultural propuesta por Jerome Bruner, cuenta con varios e igualmente diversos orígenes que dan cuenta de las complejas elaboraciones teóricas que la constituyen. Tan sólo el transito particular de Bruner desde experimentos conductistas con ratas de laboratorio en Harvard, pasando por su participación en la creación de la Revolución cognitiva, hasta la formulación de su psicología culturalmente sensible (Geertz, 2001), demuestran lo incomparable que es su historia personal e intelectual. Su impulso reformador en los años 50 y 60 al buscar rescatar la mente para las ciencias humanas en general y para la psicología en particular (Bruner, 1991), -que llevaban ya de entrada el sello interdisciplinario característico de la ciencia cognitiva (Gardner, 1987) y del trabajo bruneriano-, se vio fuertemente interpelado tras la introducción del criterio computacional como fundamento para el estudio de la mente. En palabras del autor, en esta transfiguración de la revolución cognitiva “algo que sucedió muy temprano fue el cambio de énfasis del «significado» a la «información», de la construcción del significado al procesamiento de la información” (Bruner, 1991, p. 21, el subrayado es mío). En este contexto, los inputs y los outputs propios de este cognitivismo cimentado en la metáfora computacional, eran moneda de cambio con los estímulos y respuestas formulados por los conductistas, y no es de extrañar que los estados intencionales y por el mismo camino la agentividad, hubieran sido desterrados del campo de estudio de la psicología.


Al evidenciar las limitaciones de las orientaciones cognitivistas, Bruner formuló la Psicología Cultural, de la cual podemos señalar dos inspiraciones puntuales que a su vez brindan luces sobre las elaboraciones teóricas del mismo autor. Sin duda alguna, el psicólogo soviético Lev Vygotsky (1998, 2000) y su enfoque socio-histórico-cultural, es el precedente más claro y tangible de lo que constituye ahora la Psicología Cultural. Las orientaciones marxistas y el énfasis dialéctico de sus teorías (Wertsch, 1988), así como la primacía de los fenómenos sociales como base para la configuración de los fenómenos psicológicos (Vygotsky, 2000), evidencian la perdurable huella del autor soviético en la obra de Bruner. Una segunda fuente, de seguro algo menos reconocida por la psicología, es el trabajo del antropólogo estadounidense Clifford Geertz, que con su obra fundamental titulada La Interpretación de las Culturas (1995), fue uno de los primeros en conceptualizar la cultura no en términos de su estructura y forma institucional, sino como “un modo de interpretar el mundo de acuerdo con otros” (Bruner, 2003, p. 75), acentuando por supuesto el significado y los entramados simbólicos constitutivos de lo cultural. Otro valioso aporte de Geertz (1995) a la teoría bruneriana, es la afirmación de que la cultura y los significados que la conforman, son elaboraciones públicas que circulan en el mundo social, en virtud de las cuales las personas significan y dan sentido a sus vidas. En palabras de Brunerd,

(…) vivimos públicamente mediante significados públicos y mediante procedimientos de interpretación y negociación compartidos. La interpretación, por «densa» que llegue a ser, debe ser públicamente accesible, o la cultura caerá en la desorganización y sus miembros individuales con ella (1991, p. 29).

Por último, especialmente en sus más recientes elaboraciones y de forma algo similar a lo evidenciado en Gergen (1996), el análisis literario y las corrientes narrativas en las ciencias sociales, han causado un impacto considerable en la Psicología Cultural. En resumidas cuentas, a partir de su preocupación por el mundo mental narrativo (Bruner, 1988), la cercanía de la Psicología Cultural con los enfoques más literarios proviene del acercamiento a la obra del folclorista Vladimir Propp (2008) y sus análisis sobre las estructuras de los cuentos tradicionales, pasando las propuestas del filósofo e historiador Hyden White (2003) y sus investigaciones sobre las formas discursivas de representar la historia, hasta el filósofo y teórico literario Kenneth Burke (1945 citado por Bruner, 2003).


Como podemos ver, las influencias y rastros históricos del Construccionismo Social y la Psicología Cultural ofrecen un primer panorama de las armonías y disonancias entre estas dos perspectivas. La importancia de las tradiciones disciplinares sensibles a la repercusión psicológica de los fenómenos sociales como la obra de Vygotsky, pero especialmente las elaboraciones alrededor de la teoría literaria y la centralidad del lenguaje, son algunos de los aspectos convergentes entre ambas perspectivas. La indudable impronta postmoderna del Construccionismo es por el contrario un primer elemento divergente y disonante, que va a marcar unos acentos particulares en la obra de Gergen y que marcará sutiles pero importantes diferencias en las conceptualizaciones de la Psicología Cultural.

Interludio: Encrucijadas teóricas y tramas conceptuales 


Enmarcado el contexto histórico que condujo a la conformación tanto del Construccionismo social como de la Psicología Cultural, mi objetivo principal en este segmento es reconstruir los esquemas teóricos generales de estas dos perspectivas disciplinares. Con este objetivo en mente, he optado por construir un panorama global de cada propuesta teórica, para delimitar posteriormente las elaboraciones conceptuales en el marco de cuatro nociones estructurales para ambas perspectivas: Cultura, Significado, Narración e Identidad. La selección de estos conceptos, aunque presentan un panorama delimitado y definido del entramado teórico de Gergen y Bruner, son marcos más que adecuados para identificar convergencias y escisiones, avanzando en el análisis crítico de ambas perspectivas.  


Como vimos, las decepciones teóricas después de la revolución cognitiva, llevaron a Bruner (1991) a formular una nueva manera de ver los fenómenos psicológicos. Esta orientación, culturalmente sensible, proponía posicionar en el centro del análisis al significado, como posibilitador de lo psicológico y como fenómeno emergente de la cultura y la participación de los sujetos en ella. Ya no sería la conducta, sino la acción como equivalente intencional (Bruner, 1991) uno de los elementos que estudiaría la psicología. Dentro de este particular giro, un interés central para la Psicología Cultural es la acción situada, apostada “en un escenario cultural y en los estados intencionales mutuamente interactuantes de los participantes” (Bruner, 1991, p. 34). La pretensión de enmarcar culturalmente los fenómenos psicológicos, contrario a lo que puede parecer, no diluye la agentividad de los sujetos, ya que desde la Psicología Cultural se prima la negociación de los significados, y se afirman las tensiones entre lo canónico -más estandarizado o culturalmente establecido-, y lo posible (Bruner, 2003, 2012), que hace referencia a lo concebible y creable por los sujetos. Esta postura dialéctica, en la cual sitúa lo canónico y lo posible como dos dinámicas inseparables de la cultura, constata sin lugar a dudas la influencia de Vygotsky (2000) en sus elaboraciones; influencia reflejada igualmente en la relación entre los fenómenos socio-culturales y los psicológicos.


De esta manera, la Psicología Cultural bruneriana rechaza el individualismo al que se ha sometido a la disciplina (Bruner, 1991), posiciona culturalmente la acción humana y acentúa la construcción y negociación de los significados, así como defiende la dependencia de la vida mental a la vida cultural y social (Bruner, 2012). Sobre este punto, el mismo autor reconoce que “la participación del hombre en la cultura y la realización de sus potencialidades mentales a través de la cultura hacen que sea imposible construir la psicología humana basándonos sólo en el individuo” (Bruner, 1991, p. 28). Ya que la construcción y negociación de los significados se nutre de los sistemas culturales simbólicos, el lenguaje adquiere una importancia notoria para esta perspectiva y llega a ser complementado desde el análisis literario (Bruner, 2003), donde se asume a la narrativa como una forma particular de discurso.


Al igual que la Psicología Cultural, el Construccionismo social critica de forma tajante la primacía histórica del individuo en la psicología (Gergen, 1996), provincializando la experiencia subjetiva, individual y privada, y posicionando a las relaciones y el lenguaje, como aspectos centrales para la psicología. Esta marginalidad de la experiencia subjetiva, relegada por las construcciones relacionales de significado, posicionan los fenómenos micro sociales como los escenarios en los cuales lo psicológico se configura (Gergen, 2007; 2009). La construcción social que acentúa esta perspectiva, hace referencia precisamente a la “creación de significados mediante el trabajo colaborativo” (Gergen & Gergen, 2011, p. 9), en donde las relaciones y la constitución de la realidad por medio del lenguaje, asumen un papel preponderante. Al respecto del lenguaje y su papel en la realidad, desde el mismo Construccionismo Shotter afirma de manera radical que “nuestro ser sólo está en el lenguaje” (1996, p. 213), defendiendo con esto la existencia discursiva del mundo y de las experiencias que experimentamos como propias. En este sentido, el Socioconstruccionismo rechaza tajantemente las visiones referencialistas del lenguaje, y retoma al filósofo Ludwig Wittgenstein (1956, citado por Potter, 2007), quien es de los primeros en buscar el significado de una palabra precisamente en su uso en una comunidad determinada (Gergen & Gergen, 2011) y no en las mentes individuales y privadas. 


Delimitados formalmente los marcos teóricos generales de las dos perspectivas, es hora de abordar con mayor detalle los conceptos mencionados. Trataré de dilucidar los puntos de encuentro y divergencia entre los autores principales, reconociendo de entrada que las diferencias son muchas veces diferencias de grado, en las cuales cada paradigma acentúa ciertos elementos y obvia otros.


Cultura y significado  


Estos conceptos cobran especial relevancia para la Psicología Cultural bruneriana. Desde este enfoque, la cultura es concebida como un sistema simbólico en virtud del cual los sujetos construyen significados y dan sentido a sus vidas (Bruner, 1991). Los significados son por excelencia elaboraciones de tipo lingüístico (Bruner, 1988), marcos de interpretación culturalmente orientados a partir de los cuales vivimos en comunidad. Este aspecto demuestra de entrada que la cultura no es una posesión individual, mental y privada, y tampoco es un conjunto de bienes materiales que configuran institucionalmente la sociedad, es el entramado de significados mediante los cuales los sujetos interpretan su devenir en el mundo. En efecto, la realidad cultural a la que nos referimos, es una construcción elaborada “mediante significados públicos y mediante procedimientos de interpretación y negociación compartidos” (Bruner, 1991, p. 29). Como se mencionó, otra de las características de la cultura desde el enfoque bruneriano es que ésta no solo hace referencia a lo ya constituido sino a lo comunalmente creable, puesto que “la cultura no se orienta solamente a aquello que es canónico, sino a la dialéctica entre sus normas y lo que es humanamente posible” (Bruner, 2003, p. 33). 


De manera análoga, el Socioconstruccionismo aboga de igual forma por una orientación cultural para la psicología. Al centralizar los significados y la construcción social de la realidad, esta perspectiva privilegia las formas mediante las cuales de manera relacional significamos el mundo en que vivimos (Gergen, 2007). Aunque el concepto de cultura no es detallado en profundidad, se encuentra transversalmente implícita en sus propuestas básicas:


La idea fundamental de la construcción social parece bastante sencilla, pero es a la vez profunda: todo lo que consideramos real ha sido construido socialmente. O lo que es más radical, nada es real hasta que la gente se pone de acuerdo en que lo es.  (Gergen & Gergen, 2011, p. 13).


No queda muy difícil pues, proponer que dicha construcción social es por excelencia una elaboración cultural, aquellos acuerdos señalados son los significados compartidos, que mediante el lenguaje toman forma real y configuran las relaciones que nos constituyen como seres humanos. En esta diada inseparable entre cultura y significado, el Construccionismo reconoce las interacciones cotidianas de carácter local en las cuales se construye colectivamente el significado, un nivel de análisis detallado que no es abordado por la Psicología Cultural, la cual adolece en cierto sentido de una teoría estructurada sobre el proceso de construcción de los significados. Dentro de este dominio, Gergen (1996) propone un modelo para caracterizar las interacciones creadoras de significados en el espacio micro social, denominando prelusión a la acción inicial en una interacción desde la cual los sujetos construyen significados y posicionan los límites de éste en su relación. El ejemplo de Gergen al respecto es ilustrativo: al acercarse a alguien y decirle “tiene fuego”, de entrada se hace uso de una serie de sistemas simbólicos culturalmente establecidos que delimitan la interacción. Un segundo elemento es el llamado complemento, referido a la acción en relación a esa petición inicial. En nuestro ejemplo, la persona puede asustarse e irse, sonreírnos y pasarnos su encendedor, o por qué no, considerar que estamos haciendo referencia a un pequeño incendio en su cartera. 


Estos elementos de la teoría socioconstruccionista tienen en cuenta tanto el contexto y el sistema cultural, como las relaciones en el espacio micro social (Gergen, 2007), así como privilegian el análisis de las perspectivas y los puntos de vistas desde los cuales los actores significan sus vidas mediante las relaciones con los otros (Gergen & Gergen, 2011). Sin embargo, como propondré más adelante, aunque ambas perspectivas cuentan con una teoría antropológica de base, adolecen de una teoría sociológica y semiológica más compleja, que permita ver las estructuras sociales, los nichos institucionales, las relaciones de poder que configuran la(s) cultura(s) y los significados, y las dinámicas de configuración de los signos y símbolos culturales.


Identidad


Tanto en Gergen (1996, 2006) como en Bruner (1991, 2003), las nociones de identidad y Yo (self) son equiparables, y constituyen uno de los núcleos conceptuales importantes, en especial por ser nociones clásicamente abordadas en la tradición psicológica. Una de las diferencias posibles de dilucidar se encuentra entre las nociones de Yo transaccional propuesto por Bruner (1988), y Yo relacional trabajado por Gergen (2006, Gergen & Gergen, 2011). Aunque no distan mucho entre sí, cada uno acentúa algunas características del Yo que vale la pena retomar. Según Bruner, el Yo transaccional recalca las “transacciones” intersubjetivas, consideradas como “esos tratos que se basan en una serie de supuestos y creencias comunes respecto del mundo” (1988, p. 67), a partir de los cuales nos conformamos como sujetos. Esas transacciones o intercambios, según la Psicología Cultural, son la base desde las cuales -de forma narrativa- “creamos” el Yo (Bruner, 2003). Aunque en trabajos posteriores (Bruner, 1991, 2003), el autor no recopila la noción transaccional, este concepto nos brinda ya una idea sobre el Yo: la imposibilidad de conformarse fuera del intercambio y la relación dentro de una cultura determinada. Al respecto, recordemos lo que Bruner propone sobre el Yo o los Yoes: 


Los Yoes no son núcleos aislados de conciencia encerrados en nuestras cabezas, sino que se encuentran “distribuidos” de forma interpersonal. Ni tampoco los Yoes surgen desarraigados en respuesta sólo al presente; también toman significado de las circunstancias históricas que dan forma a la cultura de la que son expresión (1991, p. 133).


Esta naturaleza transaccional y cultural de la identidad sólo puede concretarse gracias a las posibilidades que brinda la narrativa, de la que hablaremos con detalle más adelante. A grandes rasgos, Bruner (2003) afirma que la creación de un Yo es por excelencia un arte narrativo. Es importante entender que nuestro autor lo asume como una “creación”, es decir reconoce un agenciamiento y una participación activa de los sujetos, pero reconoce igualmente la reciprocidad entre el Yo y el otro. En palabras de Bruner “la identidad se vuelve res pública, aun cuando nos hablamos a nosotros mismos. No es preciso, por lo tanto, hacer un salto a lo posmoderno para llegar a la conclusión de que el Yo también es el Otro” (2003, p. 96). En seguida veremos que este salto posmoderno es hecho por Gergen y complementaremos estas nociones; por ahora resta señalar la importancia atribuida por la Psicología Cultural a la narración en la creación de la identidad, así como el reconocimiento de la emergencia de tal narración en el marco de la relación entre quien la cuenta y quien la escucha (Bruner, 1991).   


Precisamente, el salto posmoderno gergeniano privilegia el Yo relacional, en donde se acentúa con mayor énfasis la necesidad de los otros para identificarnos y plantear quiénes somos. En este sentido, Gergen propone que “las identidades (…) nunca son individuales; cada una está suspendida en una gama de relaciones precariamente situadas” (1996, p. 183). En esta perspectiva, más que un Yo o una identidad, existe más un “yosotros”, si  se me permite el neologismo, o unos procesos de identificación, puesto que siempre nos reelaboramos y configuramos a partir de las relaciones con los otros. En El Yo Saturado (2006) Gergen realiza un primer acercamiento a la identidad en el marco de los procesos sociales contemporáneos, la tesis fundamental de esta obra es en pocas palabras que “el proceso de saturación social está produciendo un cambio profundo en nuestro modo de comprender el yo” (2006, p. 26). Producto especialmente de la abrupta incursión de la tecnología en la cotidianidad, la sociedad ha transformado sus nociones de identidad y ha relativizado las nociones modernas sobre el sujeto mismo. Según este autor, en el mundo posmoderno “la identidad propia emerge de continuo, vuelve a conformarse y sigue en una nueva dirección a medida que uno se abre paso por el mar de relaciones en cambio permanente” (2006, p. 197), la identidad no es -como podría sostenerse desde la Psicología Cultural- un logro de la mente, sino de las relaciones (Gergen, 1996). En los últimos textos, Gergen (2009) ha optado por la noción de Relational Being en lugar de Relational Self, lo cual marca la visión del sujeto como inacabado, como un Yo siendo continuo y dinámico. En definitiva, al radicalizar el carácter relacional de la identidad y acentuar su carácter poli centrado, cambiante y dinámico, Gergen (2007) resta relevancia a la agencia, uno de los aspectos centrales en las elaboraciones de Bruner (2003). 


Narración


Para sintetizar esta sección, no es descabellado reelaborar la popular frase de Wittgenstein que sentencia “Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo" (1957 citado por Rábade, 1995, p.113), y modificarla por: los límites de mi narración significan los límites de mi identidad. Al primar el lenguaje, tanto la Psicología Cultural como el Socioconstruccionismo centran su interés en una forma particular de discurso: la narración. Esta forma discursiva ha tomado un papel preponderante en la psicología contemporánea al considerarse como una de las “formas más frecuentes y poderosas de discurso en la comunicación humana” (Bruner, 1991, p. 83). Parece existir, según el mismo Bruner (1991, 2003), una predisposición innata hacia la forma narrativa, funcionando a su vez como todo un dispositivo de soporte para la adquisición del lenguaje mismo (Bruner, 1986), que facilita incluso su aprehensión gramatical (Bruner, 1991). Según la Psicología Cultural, la narración sería entonces una forma de relato que se “ocupa de las vicisitudes de la intención” humana (Bruner, 1988, p. 29). Esta elaboración narrativa está caracterizada por la presencia de la peripéteia, término bruneriano retomado de Aristóteles que hace referencia a un desafío, tensión o conflicto entre alguno de los elementos de la narración: acto, escena, agente, agencia y propósito, según la péntada de Burke (1945 citado por Wertsch, 1998). Bruner sintetiza esta idea de la siguiente manera:


Kenneth Burke, por ejemplo, propuso hace casi un siglo este esquema: una historia (real o fantástica) exige un actor que actúa para conseguir un fin en una situación reconocible usando ciertos medios: el pentálogo escénico, como llamó su “gramática”. Lo que motiva una historia es un cierto desacuerdo entre estos cinco elementos: la Dificultad con D mayúscula, como llamaba su versión de la peripéteia aristotélica (2003, pág. 57).


Bruner (1991) propone tres de características básicas fundamentales de la narración. En primer lugar se encuentra la secuencialidad, esto quiere decir que una narración es una organización que guarda un orden -incluso cronológico- de sucesos, personajes, lugares, estados mentales, etc. El segundo elemento es la denominada indiferencia fáctica, es decir, una narración puede ser real o fantástica, donde sentido y referencia guardan una relación especial puesto que “lo que determina [la] configuración global o trama [de una narración] es la secuencia de sus oraciones, no la verdad o falsedad de esas oraciones” (Bruner, 1991, p. 56). La tercera y última característica fundamental de la narración es su peculiar forma de enfrentarse a las desviaciones de lo canónico, hecho anteriormente mencionado sobre la tensión entre aquellas circunstancias culturales e históricas que influencian la narración (Bruner, 1999) y los posibles extravíos narrativos de los sujetos; al final, recordemos que “lo canónico y lo posible están en perenne tensión dialéctica entre sí” (Bruner, 2003, p. 30).


De forma incluso complementaria a la conceptualización bruneriana, Gergen propone la noción de autonarrativa (1996), bajo la cual expone su enfoque relacional de la interacción entre identidad y narrativa, caracterizando lo que denomina como formas narrativas del discurso. De nuevo, Gergen opta no por los procesos cognitivos privados, sino -afín a Bruner (1991)- analiza la “representación de los lenguajes disponibles en la esfera pública” (Gergen, 1996, p. 163, énfasis agregado), revitalizando las elaboraciones e interacciones entre los sujetos construidas y negociadas a partir de la narración. Gergen define el término autonarrativo como la “explicación que presenta un individuo de la relación entre acontecimientos autorrelevantes a través del tiempo” (1996, p. 164), es decir, retomando a Bruner (1988), la autonarración podría ser la exposición de las vicisitudes de la acción humana particular, que en relación con los otros, son relatados y organizados temporalmente. 


Gergen (1996) propone seis características básicas de la narración que señalaré sintéticamente: 1) El establecimiento de un punto final apreciado, es decir una finalidad o en términos de Burke (1945, citado por Wertsch, 1999) un propósito de los agentes de la historia; 2) la narración selecciona acontecimientos relevantes en relación a esa finalidad; 3) existe siempre una ordenación de dichos acontecimientos, la más común es ordenarlos en una secuencia lineal de carácter temporal -la secuencialidad señalada por Bruner (1991)-; 4) se propende por la estabilidad de la identidad, buscando su continuidad y coherencia; 5) existen vinculaciones causales claras y armoniosas entre los acontecimientos; y finalmente, 6) se reconocen ciertos “signos de demarcación” que indican por ejemplo el inicio y el final de la narración –parte de lo canónico en Bruner (2003)-. A esta altura, no es difícil identificar las diversas armonías conceptuales entre el Socioconstruccionismo y la Psicología Cultural, puesto que además de compartir conceptos nodales como cultura, significado, narración e identidad, sus elaboraciones teóricas son compatibles en un gran porcentaje.

 

Da capo al fine: Contrapuntos y silencios 


A lo largo del texto he tratado de identificar las disonancias y armonías entre el Construccionismo Social y la Psicología Cultural, para lo cual he partido del rastreo histórico y sus influencias más importantes, analizando posteriormente sus aparatajes teóricos así como sus nodos conceptuales. A modo de in-conclusión, propongo un Da capo al fine, siguiendo la metáfora musical propuesta y realizando un viaje “desde la cabeza hasta el final”. Para cumplir este objetivo, a modo de contrapunto, sintetizaré lo que creo son las armonías y disonancias más importes, para cerrar con el análisis de algunos silencios o vacíos particulares y comunes a ambas perspectivas. 


Una de las primeras armonías relativamente evidentes entre Socioconstruccionismo y Psicología Cultural es su rechazo del individualismo (Bruner, 1991; Gergen, 1996; 2007), puesto que ambos consideran como caduca tal forma tradicional de asumir lo psicológico. Reconociendo la primacía genética de lo social, ambas perspectivas centran sus análisis en la cultura y particularmente en los significados construidos conjuntamente (Bruner, 2012; Gergen & Gergen, 2011), donde el lenguaje cobra un papel preponderante y estructural tanto en lo social como en lo psicológico. De igual forma, a lo largo del texto vimos que esta primacía lingüística del mundo, encuentra tanto en Bruner (2003) como en Gergen (2007) su materialización en la narrativa, que con acentos distintos, la posicionan como aspecto fundamental en la investigación psicológica. Podríamos decir entonces que se identifican tres primeros ejes teóricos comunes: la crítica al individualismo, la primacía de la cultura y la centralidad del lenguaje.

Bajo estos tres ejes, vale la pena señalar dos últimas convergencias que se desprenden. Primero, la decidida apuesta por retirar las telarañas psicologistas y mentalistas que asumían lo psicológico, los significados e incluso el lenguaje, como privado, interno e inaccesible. Por el contrario, ambas perspectivas concuerdan en asumir el significado como algo público, construido colectivamente e histórica y culturalmente delimitado (Bruner, 1999; Gergen, 1996). Como una última armonía, podríamos decir que tanto la Psicología Cultural como el Construccionismo, son enfoques eminentemente pragmáticos, es decir, consideran como una preocupación central las consecuencias prácticas que pueden seguirse de sus posturas teóricas, así como las repercusiones profesionales del trato conceptual dado a sus perspectivas. Los construccionistas preguntan por su parte por las formas de vida que conllevan sus posiciones (Gergen, 2007, 2009), invitando a la creatividad permanente, a la construcción de nuevas formas de relacionarnos y a la adopción de un pluralismo radical (Gergen & Gergen, 2011). De forma análoga, Bruner (1991) al reflexionar sobre el supuesto relativismo en el que podría caer la Psicología Cultural, propone una constante reflexión sobre las implicaciones pragmáticas de cualquier postura, optando entonces no por fundamentalismos sino promoviendo lo que él llama receptividad, entendida como apertura al diálogo y la “voluntad de construir el conocimiento y los valores desde múltiples perspectivas sin perder el compromiso con los propios valores” (Bruner, 1991, p. 43).


Dentro de las divergencias identificadas, es posible mencionar cuatro puntos de tensión y disonancia. En primer lugar está el lugar de lo biológico, un tópico particularmente problemático para la psicología en general, bien sea por el determinismo al que ha llevado (p.e evolucionismo) o por los enfáticos rechazos que ha suscitado. Mientras que los factores biológicos son prácticamente obviados o poco reflexionados en la obra de Gergen (1996, 2007), Bruner (1991, 2003) ha buscado con mayor constancia ponerlos en diálogo y articulación (2) , sin ocultar la importancia preponderante que le otorga a la cultura. Para la Psicología Cultural existe pues una base biológica de predisposición de los sujetos a ciertos significados culturales, así como una tendencia innata a las elaboraciones narrativas (Bruner, 1991, 2003). Otro punto de tensión es el papel de la mente, la cual es una disonancia mucho más sonora, puesto que Bruner (1991, 2012) la sitúa como un tópico de estudio ineludible para la psicología, recapitulando de manera constante los trabajos alrededor de la teoría de la mente y la intencionalidad (Bruner, 1999) y manteniendo en algún grado la dicotomía interno-externo sobre lo psicológico (Bruner, 2003). Para los socio-construccionistas la mente es una noción eminentemente individualista e internalista, que es vista con recelo por su connotación dualista y su histórica propensión disciplinar al olvido de los factores sociales (Gergen, 2007).


Una tercera disonancia es el diferencial acento en la agencia que cada perspectiva otorga al ser humano. Algunas de las críticas al Construccionismo Social proponen que al centrarse principalmente en las interacciones, el lenguaje y los significados, termina por desconocer a los sujetos y resta importancia a su independencia y capacidad de voluntad (Gergen, 1996). Aunque para abordar este punto sería necesario otro artículo, es posible decir que esta diferencia es de grado más no de oposición, puesto que el acento Socio-construccionista se ubica en la interacción sin desconocer los sujetos. Sin embargo, ciertas afirmaciones pueden generar aún mucho debate sobre el papel de la agencia para el construccionismo, como puede apreciarse en la siguiente cita: “ser un yo con un pasado y un futuro potencial no es ser un agente independiente, único y autónomo, sino estar inmerso en la interdependencia” (Gergen, 1996, p. 164). Por el contrario, Bruner (1999, 2003) otorga más importancia a la agencia y a la capacidad de decisión de los sujetos, producto en parte de una concepción menos posmoderna de lo humano y la subjetividad. Finalmente, una cuarta y en absoluto menos importante divergencia es el objeto de estudio de la psicología y su devenir como disciplina. Aunque sin adherirse a una sacralidad cognitivista de la mente, Bruner (1991) sostiene como el próximo capítulo de la psicología a la intersubjetividad, posicionando los estados mentales e intencionales reconocidos por los otros como un punto central de dicho intercambio intersubjetivo y considerando como fundamental el estudio de cómo los sujetos construyen los significados de sus vidas. Este tipo de intersubjetividad es criticada por Gergen (1996) al considerar que la noción en sí misma parte aún de una visión individualista que sitúa el origen del significado en los sujetos y sus mentes particulares, a lo que el Construccionismo se opone afirmando la imposibilidad de identificar un origen mental, y optando entonces por la relación como centro de estudio. Son los espacios micro-sociales, las interacciones discursivas y los contextos inmediatos los nodos investigativos para al Construccionismo, a diferencia de la intencionalidad, los procesos mentales y las dinámicas intersubjetivas los intereses fundamentales para la Psicología Cultural.


Finalmente, con el ánimo de abrir aún más el debate sobre las posibilidades y limitaciones de estas dos perspectivas psicológicas, quisiera señalar algunas críticas conjuntas y particulares, así como algunos silencios –a propósito de la metáfora musical- del Construccionismo y la Psicología Cultural. A mi modo de ver, existen dos críticas comunes a discutir; primero, la visión armónica del significado que defienden Bruner (1991, 2003) y Gergen (1997, 2009), en donde señalan de forma reiterativa la cooperación y el acuerdo como los medios en los cuales emergen los significados. Esta visión armónica del significado implica una mirada ingenua de la cultura, no sólo como homogénea sino como exenta de relaciones de poder, desequilibrio y tensión. En su complejidad, las relaciones de poder crean y construyen sociedades y sujetos (Foucault, 1992), condicionan los significados y estructuran las interacciones cotidianas. El género, la clase social, la generación, el grupo étnico, son algunos de esos puntos heterogéneos en los cuales los significados emergen y las identidades se construyen desde las relaciones de poder y la multidimensionalidad (Howard, 2000; Brah, 2011). 


Por otra parte, una segunda crítica conjunta, se refiere a los posibles reduccionismos que se derivan del Construccionismo y la Psicología Cultural. La primacía del lenguaje puede llevar a un reduccionismo lingüístico, que obvie las dimensiones corporales y la lógica práctica (véase Bourdieu, 1997; 2007) bajo las cuales lo psicológico también se manifiesta. Un análisis sobre la construcción psicológica, social y cultural del cuerpo, por ubicar un ejemplo, es un programa de investigación fundamental y se encuentra prácticamente silenciado en las dos perspectivas, aunque desde el mismo cognitivismo se estén dando pasos en dicho horizonte (Clark, 1999). De igual forma, un latente reduccionismo cultural puede identificarse en ambas perspectivas, no porque obvien la dimensión biológica sino porque silencien los aspectos políticos, económicos y estructurales que constituyen los significados, la cultura y lo psicológico. 


Un posible camino para nutrir los debates de dichas teorías psicológicas, es el análisis y apropiación crítica del Construccionismo estructuralista propuesto por Bourdieu (2007) puesto que este autor planteó un entramado teórico que busca articular las estructuras sociales con las personales, lo cual puede equilibrar la mencionada ausencia de una teoría sociológica consistente en el Construccionismo y en la Psicología Cultural. Para comprender los fenómenos psicológicos desde una clave relacional y cultural, es fundamental no obviar por un lado las estructuras sociales e históricas que la cimientan, como por ejemplo el rol de las instituciones (p.e escuela, Estado, familia, iglesia, etc.) en la significar el género (Bourdieu, 2000). Pero es igualmente importante el contexto particular en el cual los sujetos interpretan su devenir, tanto lo estructural como lo coyuntural son aspectos esenciales de una psicología culturalmente sensible, y son en ocasiones obviados en las perspectivas analizadas. A modo de ejemplo, el estudio del concepto de habitus es a mi modo de ver un camino fructífero para dinamizar el debate, entendiendo por habitus un sistema de disposiciones, una estructura estructurante de pensamientos, acciones, relaciones, etc. (Bourdieu, 2007), o en palabras de García Canclini un “proceso por el que lo social se interioriza en los individuos y logra que las estructuras objetivas concuerden con las subjetivas” (1990, p. 34). Una complejización sociológica –pero también biológica, económica, semiológica e histórica- de las teorías culturales que fundamentan las dos perspectivas psicológicas estudiadas, puede ser un camino fructífero a recorrer.


En definitiva, el avance hacia una teoría psicológica alternativa que permita nuevas prácticas profesionales en el marco de contextos dinámicos y en permanentemente cambio, es un imperativo que no se reduce a la apropiación acrítica de perspectivas contemporáneas como la Psicología Cultural y el Construccionismo. Las armonías y disonancias discutidas pretenden ser un preludio a discusiones teóricas venideras, así como el establecimiento de los silencios y limitaciones es un llamado a construir nuevas formas de ver el mundo desde una mirada compleja y dinámica. Quedan por explorar nuevas tonalidades y acordes teóricos para la psicología, que desde una clave crítica permitan nutrir la práctica y transformar la disciplina misma.


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