El dinero, como lazo libidinal en las nuevas configuraciones familiares
Diana Gladys Barimboim
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Diana Gladys Barimboim, Dra. en Psicología Social, Miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional, Investigadora del INSOD (UADE), Docente Universitaria (UADE) Correo electrónico: diana@barimboim.com
Recibido: 10 de abril de 2016
Aprobado: 15 de noviembre de 2016
Referencia recomendada: Barimboim, D. (2016). El dinero, como lazo libidinal en las nuevas configuraciones familiares. Revista de Psicología GEPU, 8 (1), 166-175
Resumen: Es una reflexión acerca de las nuevas configuraciones familiares, en las que se genera el fenómeno del “nido lleno”. Los actuales adolescentes tardíos, parecen no preocuparse por su propia mantención, y el dinero tiene un carácter de “don” por parte de los padres. Pensamos que, en la posmodernidad, la herencia (origen del matrimonio en la Modernidad), hoy se entrega en tiempo presente. El dinero, como ideal supremo en una sociedad consumista, se ha convertido en las familias, un bien que genera imaginariamente apego de los jóvenes a sus padres mientras logran su libertad en la toma de decisiones e independencia en sus actos. Los padres siguen siendo figuras que representan seguridad en un mundo colmado de incertidumbre y por otra parte, los padres evitan de esta forma, encontrarse con su propia finitud.
Palabras clave: Nido lleno, Adolescentes tardíos, Dinero, Apego.
Introduccion
Esta es una reflexión acerca de una investigación explicativa realizada en el Instituto de Ciencias Sociales y Proyectuales (INSOD) de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE), con el objetivo de comprender los nuevos paradigmas en las conductas entre padres e hijos adolescentes, de clase media y/o alta de AMBA (Argentina) y el motivo por el cual, hoy hablamos de una “adolescencia tardía”. Se realizaron 300 entrevistas personalizadas semi-estructuradas a los siguientes grupos etarios: 250 a jóvenes entre 18 y 35 años y 50 a padres. Se tomaron 489 encuestas presenciales divididas entre: 340 jóvenes de 18 a 35 años y 149 a padres de jóvenes, en AMBA (Argentina).
Hijos independientes en sus conductas y decisiones no logran muchas veces dejar sus hogares ni tener una autonomía económica. A partir de ello nos preguntamos, cuál es el lugar que tiene, dentro de los vínculos primarios, el dinero. Sabemos que el dinero en el neoliberalismo, sustituyó todos los ideales construidos por la sociedad Moderna. Además de facilitar la subsistencia, los intercambios de bienes, consideramos que es expresión, hoy por hoy, de conductas de apego a las figuras parentales. Estas reflexiones están encuadradas dentro del marco de la psicología social crítica y el psicoanálisis.
Desarrollo
Hablar del dinero y del amor, parecen ser dos representaciones sociales inconciliables. Sin embargo, el dinero en si mismo no es “nada” más que un signo, un vehículo que puede ser utilizado con diferentes sentidos. Tiene en si mismo un significado ambivalente: puede ser “la vil moneda” o también representar un medio para expresar amor, realizar anhelos, para “dar” a los que amamos un regalo, etc. Es decir que el dinero es un vehículo que puede ser utilizado para diferentes fines (tanto desde el amor como desde el odio), no tiene un sentido unívoco.
Tanto los economistas como los psicoanalistas saben, que debajo del capital, hay una corriente subterránea, inconsciente que nada tiene que ver con la lógica económica. Es por eso que pensamos al dinero como un medio, no como un fin en si mismo. En nuestra sociedad capitalista es un mediador privilegiado entre las demandas sociales y subjetivas vamos a tomar al dinero como expresión del cambio de paradigma en las configuraciones familiares y más específicamente en el sentido de la herencia. La Institución familia, nace en la modernidad como una forma de legislarla. Herencia que implica una transmisión de bienes a futuro, postmortem de los progenitores, como un bien que trasciende a la persona y se lega a los hijos. ¿Cómo se piensa hoy la herencia? Pareciera que, a partir que las categorías temporo-espaciales se han modificado, en este tiempo ahorista según Baumann, la herencia es una transmisión en tiempo presente. Respecto a la administración del dinero el cambio de paradigma respecto a la Modernidad, es que en vez de fomentar el ahorro (un bien a futuro), hoy se administran los gastos con el crédito, lo que permite consumir, comprar, viajar, disfrutar el presente y pagar en el futuro.
Los padres encuestados, aportan total o parcialmente a la mantención de sus hijos hasta los 35 años y más. Lo viven como algo “lógico” ya que es una forma de seguir colaborando con la formación profesional y lograr que ellos continúen insertos en la sociedad de consumo, que exige un alto grado de consumismo para “pertenecer”.
Ejemplificamos con el gráfico que resulta de las encuestas, acerca de la motivación por la que ayudan económicamente a sus hijos. (Ver gráfico en PDF)
Como se observa, priorizan la formación profesional de sus hijos y esto justifica que ellos sigan ocupando el rol de padres que velan por el bienestar de sus hijos. Lo llamativo es que en las entrevistas cualitativas, comentan que quieren que estudien “lo que les gusta”, lo que les “de placer” sin tener la preocupación de la búsqueda de una profesión que les “deje dinero” en el futuro.
Los padres de esta generación continúan de esta forma con una actitud de protección hacia sus hijos, negando su propia finitud. Es decir, aunque ya sean personas cercanas o en edad pasiva, tienen la exigencia de seguir siendo los proveedores del hogar que formaron, cuestión que los mantiene imaginariamente en un lugar de juventud eterna.
Por su parte, estos hijos, clasificados por la OMS como “adolescentes tardíos” se sienten con derecho a recibir “esta herencia en vida de sus padres”, siendo libres en sus decisiones personales, trabajando para sus propios gastos sin la responsabilidad de preocuparse por su propia supervivencia. Adjuntamos el gráfico de la encuesta realizada a los jóvenes: (Ver gráfico en PDF)
Plantean que en los tiempos que corren les sería casi imposible adquirir una propiedad y hasta lograr alquilarla con sus ingresos, por lo que eligen, vivir en la vivienda de sus padres, continuar sus estudios y (los que trabajan), invertir sus salarios en realizar viajes, comprar tecnología, gastar en su estética personal, etc. Estos adolescentes sienten a sus padres como protectores imaginarios, fuente de seguridad económica como cuando eran niños.
En las encuestas se refleja que muchos de ellos, sólo sienten cierta dependencia por recibir ayuda económica de sus padres, ya que lo viven como un derecho propio como cuando eran niños. En verdad, no les obstaculiza en nada, sus ansias de hacer su vida con total libertad. Graficamos lo antedicho con el resultado de las encuestas. (Ver gráfico en PDF)
Nos pareció llamativa la edad, sobre todo en las personas de más de 25 años, que continúan viviendo como “normal” la ayuda económica por parte de sus padres. El resultado de las encuestas, cuyo gráfico transcribimos, lo demuestra. (Ver gráfico en PDF)
Interpretamos que el dinero con su valor de “don” por parte de los padres ofrece la seguridad y contención que el joven necesita, creándose una situación infantil de apego a los objetos parentales en un mundo colmado de incertidumbres. Se genera una dupla narcisista donde el joven debe responder al ideal proyectado por sus padres (estudiar lo que le gusta, disfrutar de la vida, etc., lo que ellos mismos tuvieron que renunciar para lograr pertenecer a la cultura de la excelencia), mientras los hijos no logran hacer una salida exogámica, quedándose en sus hogares de origen, a pesar de construir una fantasía de independencia, pero no pudiendo alcanzar la significación de las responsabilidades adultas.
Un mundo que se caracteriza por el cambio y la incertidumbre, donde todo pareciera ser transitorio, que privilegia la libertad individual, conserva, paradójicamente, a la familia de origen como lugar de apego amoroso mediatizado por el dinero, que tal como la herencia en la Modernidad, se constituye en un derecho propio de los hijos y un deber para los padres. Es por eso, que como se observa en el gráfico, los jóvenes no sienten demasiada incomodidad, a pesar de su edad, de la dependencia económica para su subsistencia. Como si esa no fuera una preocupación. (Ver gráfico en PDF)
Cabe aclarar, desde la teoría psicoanalítica, que pensamos que los padres no son modelos ideales a seguir, sino figuras mucho más primarias de sostén afectivo. El ideal de nuestros tiempos está puesto en la juventud, es por eso que los jóvenes no terminan de ocupar el lugar de “yo ideal” regido por el principio de placer, la no castración tanto de ellos mismos como la de sus padres. No hay un camino a seguir, sólo un presente y un futuro inmediato fijado en la proyección de viajes de placer.
Consideran “natural”, tanto padres como hijos, que la mantenciòn económica esté a cargo de los padres, (aunque los jóvenes trabajen) hasta que finalicen sus estudios o puedan “solventarse económicamente”. Dado que les resultaría imposible adquirir una vivienda propia (argumentan los jóvenes), su salario se destina a la compra de bienes de consumo, tecnología, autos, gimnasio, salidas, viajes.
En presencia de lo que hace algunos años se ha dado en llamar el síndrome del “nido lleno”, los padres no abandonan el rol de proveedores de estos hijos que no terminan de despegar con todas las responsabilidades adultas. Los padres argumentan que no sienten molestias al respecto en tanto sus hijos estudien “lo que les guste”.
Desde el marco del psicoanálisis conocemos la ecuación simbólica que Freud planteara en sus Tres Ensayos para una Teoría Sexual (heces, falo, niño, regalo, dinero), ecuación que permite pensar el mecanismo de desplazamiento en una lógica simbólica. Justamente a partir de la fase anal, es que el niño comienza a incorporar en su demanda de amor, la demanda por bienes materiales a sus padres, es decir que incluye el valor simbólico del dinero como intercambio libidinal con sus progenitores. Desde ya que en ese período infantil, los padres no aparecen como castrados para el niño, no sabe que el dinero tiene límites ya que todavía no ha atravesado la angustia de castración y cree fervientemente en la omnipotencia de sus padres, motivo por el cual cuando los padres le niegan algún objeto consideran que sus padres no los quieren satisfacer. Prontamente el niño debe salir de la relación dual con la madre que tiene todo el poder para satisfacerlo para incluir a un tercero, el comerciante que le dará o no el objeto que quiere en tanto la madre tenga el “dinero” para comprarlo.
El dinero se inventó en Lidia, Antigua Grecia (640/630 A.C.). Así fue como el trabajo humano se convirtió en una mercancía más. Fue la primer riqueza no perecedera. Es un objeto inútil por si mismo, sin embargo, es un avance simbólico en el desarrollo del hombre ya que posibilita que un sinnúmero de objetos no agrupables puedan compararse entre sí y ser adquiridos con su mediación.
Además de entrar en el registro de lo simbólico, la invención del dinero en la sociedad, logró ubicarlo como fetiche, es decir, objeto de completud, de enmascaramiento de la falta. Freud nos dice respecto al deseo que queda asociada una percepción/imagen, cuando la excitación proveniente de una necesidad se satisface, y que cuando vuelve a producirse esa necesidad, se vuelve a buscar la misma huella anémica, es decir, que el sujeto tratará de restablecer la satisfacción obtenida la primera vez. Asi, “el dinero” ha pasado a representar, por condensación y desplazamiento, gran parte de los objetos de deseo en la sociedad neocapitalista.
Al plantear al “dinero” como objeto fetiche, cabe aclarar que seguimos las teorizaciones distintivas que hace Marucco respecto a un fetichismo “estructural” del psiquismo. A diferencia del objeto fetiche de la perversión, éste entra en la cadena simbólica y puede ser objeto de condensación y desplazamiento, de metáfora y metonimia.
Sahovaler, J. nos dice que el dinero pivotea en la encrucijada donde Narciso y Edipo se encuentran. Esta sociedad que tiene como bien supremo “el dinero”, donde el amor se ha vuelto “líquido” como plantea Baumann, deja al sujeto sin posibilidad de construir un proyecto de continuidad a futuro, con vínculos y objetos descartables. Un mundo regido por las incertidumbres y los cambios no brinda cierta seguridad y continuidad, por lo tanto, exacerba el narcisismo y el principio de placer.
Pareciera que el principio de placer, que propicia el tiempo presente, es el que rige tanto desde la sociedad de consumo a partir de la tarjeta de crédito, como desde lo personal, una actitud hedonista y genera la ilusión de un bienestar y felicidad, aunque genere personalidades y vínculos lábiles. Hijos que en su mayoría pertenecen a familias de padres divorciados, quienes padecieron tanto frustraciones económicas como amorosas, no quieren renunciar al narcisismo redivivo de “his mayesty the baby” tal como planteaba Freud, S. en su libro Introducción al Narcisismo. Así es que dentro de los ideales que forjan para sus hijos, están fundamentalmente que se preparen en la vida para trabajar en algo que les dé placer. Con un porcentaje mucho menor, surge el deseo que tengan un buen ingreso económico. Este es un mandato diferente al que ellos recibieron en su juventud, donde “había que estudiar para tener un “buen futuro económico”.
Los jóvenes siguen teniendo el lugar de “pequeños príncipes” del reino creado por sus propios padres, posición infantil que retarda su crecimiento por la comodidad que se les ofrece y la falta de necesidad de buscar su propia independencia económica.
Son hogares donde conviven una “familia de adultos”, cada uno con sus horarios, sus decisiones, sus hábitos individuales, pero solventados económica y logísticamente sólo por los mayores de la casa. Los padres, en su propia adolescencia, bregaban por su independencia ya que fueron sujetos a mandatos parentales de sacrificio y de fuertes represiones. La confrontación generacional en la Modernidad, implicaba una lucha con deseos de independencia de las figuras parentales que sometían, imponiendo sus reglas a los jóvenes de los años 60.
Esa generación, fue criada con los modelos tradicionales de la educación de la modernidad y ha sufrido, cambios abruptos tanto sociales/políticos/económicos como culturales. Fue la generación que padeció la caída de las ideologías, de la religión y de la institución familiar (fue el auge de los divorcios, familias monoparentales, ensambladas, etc.). Tuvieron que hacer grandes esfuerzos para adaptarse en el mercado laboral. a los cambios producidos por el avance tecnológico, participó en los orígenes de la sociedad consumista. Como consecuencia de todo ello, forjó ideales individualistas, dedicó la mayor parte de su tiempo al trabajo para poder adquirir un bienestar económico para su familia y para si mismo.
Es una generación que ha proyectado en los hijos sus propios ideales narcisistas de libertad, disfrute y placer. Mientras siguen ocupando el lugar de “padres proveedores” conservan un ideal de juventud propia y sostienen la ilusión narcisista que sus hijos podrán logar la “felicidad” que ellos, por las exigencias que tuvieron que soportar, no lograron.
Cercanos ya a la “edad pasiva”, edad que implica una serie de duelos a elaborar para poder recontratar nuevos proyectos con la vida, sostienen hijos que “no pueden prescindir de ellos”, colmando sus vidas. Es por eso que sostienen el “nido lleno”, donde el dinero opera como un “don” que ellos entregan a sus hijos para que puedan “ser” a través de su potencia.
Así tanto padres como hijos, bordean la castración, los primeros sintiéndose con la responsabilidad de una familia que alimentar (época de su madurez joven) y los hijos, creyendo que todo es posible, hasta su independencia y libertad, sostenidos por sus padres.
Conclusiones
Hilo invisible difícil de cortar entre padres e hijos hoy. La frase “lo mio es mio, y lo tuyo es mío” cobra un doble sentido: para los hijos se refiere a lo económico como desplazamiento del amor narcisista, para los padres la proyección de sus propios sueños de libertad y placer que los hijos pueden realizar y ellos tuvieron que renunciar. Decimos “hilo invisible y difícil de cortar” porque (aunque a veces produzca algunas quejas por situaciones de agobio), trae la ilusión de un “lleno” que no se quiere “perder” en una sociedad donde los vínculos afectivos son tan difíciles de sostener. A través de lo económico, se juega un apego emocional.
Como conclusión se sostiene que la familia posmoderna se caracteriza por la conjunción de lo viejo y lo nuevo y por la transformación permanente. Hoy uno de sus cambios es la extensión temporal de la etapa de proceso de emancipación de los hijos del hogar. Esto se explica por la confluencia de diversos ideales en el seno de la misma. Por un lado, los padres sostienen a sus hijos, quienes les otorgan sentido a sus propias vidas, y así evitan encontrarse con el vacío que implica la ausencia de un proyecto propio. Por otro lado, los hijos, buscan construir su identidad personal a través del consumo, lo cual se torna contradictorio con el diseño de un plan a futuro que les permita el logro de la autonomía económica. Sin embargo, se sienten libres e independientes en la toma de decisiones en sus vidas, aunque continúan una dependencia económica en su mantención económica. Esto garantiza, no despegar de las figuras de apego primario y que sus padres conserven, desde el rol de proveedores, la ilusión del nido “lleno”.
Los padres de la generación de los años 60, pertenecen a una generación sándwich, que transitan entre el modelo tradicional y monolítico de sus propios padres y la atracción por incorporarse al mundo de la tecnología, el cambio y el consumismo. Si bien sufrieron la caída de las ideologías, participaron del nacimiento de la revolución de los Beatles y la rebeldía del Rock and Roll, no lograron insertarse totalmente en la posmodernidad y desarraigarse de la cultura represiva/opresiva en la que fueron socializados.
Es una generación que ha luchado por su bienestar y un cambio individual en los parámetros de la educación que recibieron. Pero tienen una insatisfacción personal/social, ya que no lograron salirse de una vida rutinaria llena de exigencias. Es por eso que proyectan en sus hijos, ideales excesivos de libertad y de placer. Imaginan que el estudio de sus hijos, garantizará que puedan incluirse en el mundo actual, dejándoles garantizado un futuro asegurado en un mundo, donde todo es incierto. El mandato que estos padres y la sociedad de consumo da a estos jóvenes es: “aprovechá el presente, disfrutá, sé feliz”.
Estos padres se encuentran frustrados en sus propios deseos y proyectan en sus hijos el propio ideal de juventud, ofreciéndoles un soporte económico que los sigue dejando en un reino lleno de sus príncipes imaginarios. Siguiendo este mandato, los jóvenes tienen como ideal pasarla bien, se sienten dueños de sus propias vidas. No proyectan formar una familia, porque su flia. Está compuesta por sus amigos y guardan un apego primario a las figuras parentales. Esta cuestión hace que el concepto de adultez, como persona que puede enfrentar autónomamente los avatares de su vida, está modificándose como representación social.
El dinero como lazo libidinal hace que padres e hijos crean una unión indisoluble. Esta entra en la dualidad pulsional Eros/Tánatos. Puede ser una sencilla demora en el proceso de emancipación de los hijos del hogar o una telaraña donde queden atrapados en un infantilismo crónico. El dinero resultará así sostén afectivo en un mundo amenazante, u objeto fetiche que cubrirá la falta en ser tanto de padres como hijos.
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