REVISTA DE PSICOLOGIA -GEPU-
ISSN 2145-6569
IBSN 2145-6569-0-7

   
 
  La importancia de la investigación psicosocial en el tratamiento integral de niños con trastorno negativista y desafiante
La importancia de la investigación psicosocial en el tratamiento integral de los niños con trastorno negativista y desafiante 
 
 
        
 

Jairo García Peña & Claudia Marcela Arana Medina

 

    

 

Universidad Catolica Luis Amigó / Colombia   

 


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John Jairo García Peña. Magister en Desarrollo, Universidad Pontificia Bolivariana. Especialista en psicoanálisis con niños, Psicólogo, Universidad de Antioquia. Docente, investigador escuela de posgrados Universidad Católica Luis Amigó. Correo electrónico: john.garciape@amigo.edu.co 

Claudia Marcela Arana Medina. PhD en Psicología con Orientación en Neurociencia Cognitiva Aplicada, Universidad Maimónides. Magister en Neuropsicología, Especialista en terapia cognitiva y en psicología organizacional, Psicóloga, Universidad San Buenaventura. Docente, investigadora Universidad Católica Luis Amigó. Correo electrónico: claudia.araname@amigo.edu.co  
 
Recibido: 28 de Enero de 2017 
Aprobado: 17 de Diciembre de 2018

Referencia Recomendada: García-Peña, J. J., & Arana-Medina, C. M. (2018). La importancia de la intervención psicosocial en el tratamiento integral de niños con trastorno negativista y desafiante. Revista de Psicología GEPU, 9 (2), 58-74. 
 
Resumen: El presente artículo trata aspectos sobre una intervención psicosocial a niños escolarizados en Medellín, entre 7 y 12 años, diagnosticados con trastorno negativista desafiante, si bien es producto de una investigación, cuyo objetivo es evaluar la efectividad de un programa de intervención neuropsicológico y psicosocial a estos niños, su interés explícito es presentar los hallazgos del componente psicosocial de esta propuesta investigativa. Se empleó un estudio de caso múltiple desde un enfoque mixto. Entre los resultados sobresalen la relación estrecha entre el desarrollo emocional de estos niños y su comportamiento negativista desafiante; también, las relaciones entre su desarrollo emocional y sus habilidades sociales. En conclusión, es obligatorio contemplar el componente emocional y relacional en el tratamiento de este trastorno comportamental. Palabras clave: Intervención psicosocial, trastorno negativista y desafiante, desarrollo emocional y social.
 
Abstract: This article discusses aspects of a psychosocial intervention to children studying in Medellin, between 7 and 12 years of age, diagnosed with a challenging negativist disorder, although it is the product of an investigation, whose objective is to evaluate the effectiveness of a neuropsychological and psychosocial intervention program to these children, their explicit interest is to present the findings of the psychosocial component of this research proposal. A multi-case study was used from a mixed approach. The results highlight the close relationship between the emotional development of these children and their challenging negative behavior; Also, the relationships between their emotional development and their social skills. In conclusion, it is mandatory to contemplate the emotional and relational component in the treatment of this behavioral disorder. Key Words: Psychosocial intervention; Challenging negativist disorder; Emotional and social development.
 
 
Introducción
 
Cuando se trata de trastornos disruptivos en edades tempranas, en la actualidad, es necesario hablar de tratamiento interdisciplinar para que sea más efectivo y eficaz en términos de resultados del proceso.

Por lo anterior, en esta investigación se propone un tratamiento integral, en la medida que se intervenga directamente al niño o niña, mediante medidas cognitivas de fortalecimiento de funciones ejecutivas y cognición social, pero también refuerzo de su desarrollo emocional y habilidades sociales; fortaleciendo desde esa perspectiva durante el proceso, aspectos neuropsicológicos y psicosociales que complementan la intervención con cada niño y su entorno inmediato. En esta medida, desde el componente psicosocial, es igualmente importante, de forma paralela atender a los padres, en lo referente a pautas y prácticas de crianza, en donde se trabaje desarrollo emocional, comunicación en la familia, manejo normativo y valores. También es indispensable observar las formas de relacionamiento de los niños en su entorno inmediato.  

Además, en el mismo sentido, es importante abordar al cuerpo docente que tienen a cargo a estos niños y trabajar con ellos, sobre la calidad de una educación humanizada, en donde se reconozca a los niños como sujetos de derecho, que necesitan buen trato y una adecuada comunicación en el aula de clase, propiciando un ambiente escolar que permita el desarrollo de su inteligencia emocional y el estímulo de aprendizajes significativos.   

Esta propuesta integral de tratamiento psicosocial que esta investigación propone, tiene el propósito de hacer seguimiento individualizado, para determinar el progreso en cada niño, su familia y contexto escolar y social. 

 Acerca del trastorno negativista y desafiante

Conceptualmente el trastorno negativista desafiante hace referencia a un comportamiento infantil marcado por actitudes negativas, desafiantes, irritables, hostiles o agresivas, muy particularmente con las figuras de autoridad. Dichos comportamientos se evidencian en mayor magnitud en comparación con otros niños de la misma edad y cultura, sus conductas disruptivas interfieren en el funcionamiento escolar, familiar y social, se inicia durante la infancia y genera deterioro en el funcionamiento de al menos dos de estas áreas. Tener un diagnóstico precoz incide en la mejoría del pronóstico (DSM, 2004).

Ante este diagnóstico, Vásquez, Feria, Palacios y De la Peña (2010), señalan dos de las teorías más destacadas para explicar el trastorno negativista desafiante: la teoría biológica-fisiológica, que afirma la existencia de factores heredados de tipo neurofisiológico, psicofisiológico y bioquímico que predispone a manifestar conductas inestables, agresivas y de baja tolerancia a la frustración; y la teoría del aprendizaje, que plantea que las características negativas del trastorno son actitudes que se aprenden de las maneras inadecuadas de relacionarse, por parte de las figuras de autoridad (castigos excesivos, gritos, golpes, ambivalencia, contradicción, entre otros). 

En definitiva, es posible al menos identificar tres factores de incidencia de manera directa en este trastorno y que actúan de forma paralela: los biológicos, los psicológicos y los sociofamiliares.

Factores biológicos: Cuando existen patrones familiares de psicopatología asociada como son los trastornos afectivos, el déficit de atención e hiperactividad, trastorno disocial. Además, se han implicado factores de temperamento difícil en niños que posteriormente desarrollan el trastorno negativista (Restrepo, Arana, Gómez y Alvis, 2015).

Factores psicológicos: Se han asociado con niveles de apego inseguro en el proceso de desarrollo psicoafectivo, así como con cuidados parentales inestables, generando como reacción emocional niños con tendencias agresivas marcadas, que muestran fallas en el reconocimiento de las claves sociales, tienen una atribución agresiva equivocada sobre las conductas de los pares, lo que genera pocas soluciones a los problemas, teniendo la expectativa de ser recompensados por sus respuestas agresivas.

Factores socio familiares: La pobreza, la falta de estructura social y la violencia estructural en la comunidad, contribuyen al diagnóstico de trastorno negativista desafiante. La literatura sobre el tema siempre advierte la alta comorbilidad de este trastorno en específico, con el déficit de atención con hiperactividad y el trastorno disocial; por lo que estos niños y adolescentes experimentan múltiples factores de riesgo intraindividuales y contextuales, que se inician en la infancia y pueden llevar a una formación adversa en la personalidad como la última manifestación del riesgo global de psicopatología externalizada, en donde la disfuncionalidad familiar, los micro contextos de violencia social, el estrés psíquico y la ansiedad, son factores que pueden acelerar el desarrollo de este trastorno (Andrade Salazar, Barbosa Ñustes & Lozada Ramírez, 2012).

Entre los factores más relevantes dentro de la familia, se reconocen: que uno de los padres refiera en su historia un trastorno del estado de ánimo, trastorno negativista desafiante, trastorno disocial de la conducta o trastorno con déficit de atención con hiperactividad. También se reconoce una alta correspondencia entre una madre con trastorno depresivo y la probabilidad de tener un hijo negativista desafiante. Y se observa que, este trastorno se da con más frecuencia en niños que pertenecen a familias donde se presentan conflictos conyugales severos (Vásquez et al., 2010).

Tyson (2005), señala que Bowlby (1944) y Winnicott (1946, 1956), ya señalaron la correlación existente entre los comportamientos furiosos y destructivos desmesurados en niños y, factores tales como las interacciones patológicas entre ellos y sus padres, trastornos del apego, ambientes imprevisibles y de tensión, abuso emocional y físico, negligencia, abandono y desplazamiento del hogar. “Existe también una correlación entre los comportamientos agresivos destructivos y trastornos de conducta o de personalidad antisocial y predisposición a la violencia en adolescentes y adultos” (p. 3).

La Intervención Psicosocial.

Por todo esto es primordial que, desde la intervención psicosocial, para abarcar su complejidad, se recoja información de varios actores como los padres y los maestros, para realizar un plan de tratamiento individualizado para cada caso: el niño y su núcleo familiar.

Así, las intervenciones sugeridas a los padres deben basarse en las de mayor evidencia clínica y conocimiento a profundidad de cada caso, para con base en ello, trabajar sobre las pautas y prácticas parentales inadecuadas e inconsistentes que no sean contingentes para el niño y por el contrario pueda exacerbar su trastorno. El niño frecuentemente ha aprendido en su entorno familiar que, la conducta oposicionista es eficaz para tener dominio sobre sus adultos con el fin que le cedan ante sus deseos. Se busca con este tipo de intervención, cambiar el patrón de relaciones padre – hijo en el hogar, para corregir expresiones agresivas mutuas, manifiestas o latentes.

De esa manera, se pone en evidencia que los padres o cuidadores son parte fundamental del proceso de socialización, ya que cada vez que interactúan con los niños, operan como modelos a imitar y además, simultáneamente incrementan o debilitan determinados comportamientos a partir de los estilos de crianza que practican (Guerra, Campana, Fredes, Gutiérrez & Plaza, 2011). 

Igualmente, la intervención psicosocial debe dirigirse también y de manera muy específica, a acompañar al niño, para permitirle que desarrolle un sentimiento de autonomía, estableciendo estándares morales, el sentido de la propia responsabilidad y de poder regular sus emociones (Tyson, 2005).

Es decir, lo primero que se tiene que intentar conseguir con los niños negativistas y desafiantes, conociendo su propio nivel de desarrollo, es facilitar el establecimiento de una organización emocional, mediante su capacidad autónoma de aplazamiento, modulación y regulación de sus reacciones emocionales, que es lo que les impide tener una respuesta social asertiva. 

Monteserín (2010, citando a Fonagy & Target, 1998,) sugiere desde la teoría de la expresión de los afectos que, este tipo de niños requieren reforzar la capacidad de reconocer los estados mentales y encontrar el significado de sus propias conductas y de los demás. De esa forma, se les ayuda a saber identificar sus sentimientos, a darse cuenta de los vínculos existentes entre los sentimientos y las acciones y a saber reconocer las diferencias entre su mundo interior con frecuentes representaciones de persecución y miedo y el mundo externo. Es fundamental, auxiliarles en reconocer las emociones antes de que causen desorganización. 

Esto les proporciona las herramientas que necesitan para regular los afectos y el autocontrol y para crearse un sentido de autonomía, que les permitirá, también, construir una historia coherente de su vida. 

Desde estas comprensiones, es claro que el trastorno negativista desafiante es un fenómeno de naturaleza mixta: biológica, psicológica y social; por lo que requiere a su vez, de una intervención integral, es por ello que el tratamiento psicosocial es en la actualidad, la acción psicoterapéutica de primera elección. Los programas de intervención tendrían que abarcar todos los contextos: familiar, escolar y al propio niño. Desde esta vía, es importante tener presente que en estos casos cuando el trastorno disruptivo es intenso y persistente, se pueden requerir procesos prolongados e intensivos. Las intervenciones cortas usualmente son inefectivas (De la Peña y Palacios, 2011). 
 
Como complemento temático, Russell Barkley (2001) plantea uno de los programas más ampliamente usados en el tratamiento del trastorno negativista desafiante este programa consta de ocho pasos que pretenden mejorar en casa, la conducta, las relaciones sociales y la adaptación del niño. Estos son: “aprender a prestar atención positiva al niño, usar el poder de su atención para conseguir que obedezca, dar órdenes de forma eficaz, enseñarlo a no interrumpir actividades, establecer en casa un sistema de recompensa con fichas, aprender a castigar el mal comportamiento de forma constructiva, ampliar el uso de tiempo fuera y aprender a controlar al menor en lugares públicos” (De la Peña y Palacios, 2011, p. 423).  

Metodología

Se intervinieron siete niños de 7 a 12 años, cinco varones y dos niñas, diagnosticados por neurología y neuropsicología, con trastorno negativista desafiante, pertenecientes del Colegio Antares de Medellín y elegidos por sus docentes para esta propuesta de intervención por su explícita inestabilidad comportamental y académica a nivel institucional. En este proceso investigativo, se trabajó con ellos de forma paralela, durante un año lectivo, rehabilitación neuropsicológica y rehabilitación psicosocial. En este artículo interesa resaltar lo referente al proceso de intervención del componente psicosocial.

Dentro de esta investigación de diseño pre experimental, este componente de intervención psicosocial, metodológicamente se realizó desde un enfoque mixto, que permitiera evaluar la incidencia de la intervención, desde el análisis cualitativo de la percepción y cambios de actitud de los diferentes actores involucrados, para demostrar si es efectiva dicha intervención, se aplicó un protocolo psicosocial antes y después a la población participante (niños, padres y docentes) que permitiera establecer los cambios en relación a las categorías intervenidas.

Interesaba captar las percepciones de los participantes tal cual aparecen, de ahí que se indagó por el desarrollo emocional y las habilidades sociales de estos niños, a nivel familiar y escolar, en relación con su diagnóstico negativista y desafiante desde las siguientes categorías: autoestima, agresividad v/s empatía, comunicación asertiva, valores como el respeto y la responsabilidad y reconocimiento de normas y figuras de autoridad.

Se utilizó una metodología de estudio de caso múltiple, lo que para Creswell (2013), sería un estudio instrumental de casos, para tratar de comprender las características específicas de cada niño participante, pero también aquello que les hace comunes respecto al trastorno comportamental estudiado. El estudio de casos múltiple consiste en utilizar varios casos a la vez para indagar un fenómeno que se desea conocer, describir o explicar. Con este tipo de metodología, es posible contrastar los resultados obtenidos de forma parcial con cada caso analizado. “La selección de los casos que constituye el estudio debe realizarse sobre la base de la potencial información que la importancia o revelación que cada caso concreto, pueda aportar al estudio en su totalidad” (Rodríguez, Gil & García, 1996, p. 1).

Por tanto, un estudio de caso es “una exploración de un sistema ligado o un caso (o múltiples casos) a lo largo del tiempo, a través de una recolección de datos detallada en profundidad, que involucra múltiples fuentes de información ricas en contexto” (Creswell, 2013, p. 46). 
 
Criterios de selección

Los criterios de selección utilizados para los niños participantes fueron los siguientes:

- Niños o niñas diagnosticados con trastorno negativista desafiante.
- Entre 7 y 12 años de edad.
- Escolarizados.
- Que tuvieran padre de familia o acudiente responsable ante la Institución Educativa.
- Haber firmado consentimiento informado al inicio del proceso.
- Instrumentos

Para cumplir el objetivo planteado con este componente en esta investigación, se diseñaron tres (3) instrumentos para evaluar los aspectos psicosociales de la población participante: Los niños, sus padres y/o cuidadores y sus docentes. 

Los instrumentos se aplicaron al inicio del proceso para conocer la situación psicosocial en que se encontraban los participantes; igualmente, estos instrumentos se volvieron a aplicar al final del año lectivo cuando se estaba dando cierre al proceso, para observar en términos de eficacia de la propuesta, los cambios, los progresos, las dificultades o los retrocesos en el estado psicosocial de los participantes. 

En este orden de ideas, se diseñó un instrumento de evaluación psicosocial para los niños y niñas que se denomina cuestionario de evaluación psicosocial (Anexo 1), que busca evaluar las categorías del desarrollo psicosocial a nivel emocional y social, como: autoestima, agresividad v/s empatía, comunicación asertiva, valores como el respeto y la responsabilidad y reconocimiento de normas y figuras de autoridad (ver matriz categorial).

Así mismo se diseñó un instrumento de evaluación psicosocial para padres y/o cuidadores que se denomina cuestionario de evaluación psicosocial para padres y/o cuidadores (anexo 2), que busca evaluar su estado psicosocial, desde su rol de padres y/o cuidadores y lo que en términos emocionales les implica. Un tercer instrumento se denomina cuestionario de evaluación psicosocial para docentes (anexo 3), el cual busca evaluar el estado personal y profesional de un docente que está formando niños con un diagnóstico de negativista y desafiante. 

Procedimiento técnico

En lo referente a la intervención psicosocial que es el objeto de este artículo, se les proporcionó a los niños participantes, a partir de la evaluación psicosocial impartida al inicio del proceso (ver anexo 1), durante todo el año lectivo, cada 15 días, el aprestamiento sobre las siguientes áreas del desarrollo psicosocial a nivel emocional y social: autoestima, agresividad vs empatía, comunicación asertiva, valores como el respeto y la responsabilidad y reconocimiento de normas y figuras de autoridad. El proceso se impartió desde actividades lúdicas recreativas, reforzando cada área, según los resultados específicos que cada niño/a iba mostrando y requiriendo. Se realizaron informes semanales de seguimiento, además, la propuesta exige volver a aplicar el cuestionario de evaluación al finalizar el proceso para medir su efectividad.

Este proceso con los niños participantes tenía como propósito, disminuir sus conductas inestables, agresivas y dispersas y que tomaran consciencia de las consecuencias de dichas conductas para sí mismos y su entorno. De esa forma el proceso de intervención se basó en la observación y diálogo constantes, mediante actividades lúdicas y recreativas donde ellos mismos, como niños, reflexionaran y cada vez se fueran responsabilizando de sí mismos, independiente de su diagnóstico. 

Que sean capaces de autocontrolarse en sus impulsos, de aprender a tener herramientas para afrontar los conflictos, que sean autónomos, sabiendo reconocer las figuras de autoridad y la importancia de la incorporación de límites para la vida social, que reconozcan valores que les haga ser personas que se respeten a sí mismos e igualmente a los demás.

A su vez, el proceso psicosocial con los padres se fundamentó en el reforzamiento, a partir del diálogo reflexivo, de las pautas y prácticas de crianza que viven en el hogar con sus hijos, puntualizando en las categorías psicosociales conflictivas a raíz de la dificultad de crianza que les haya implicado el diagnóstico de negativistas desafiantes a sus niños. Con los padres en el inicio del proceso se les administró un cuestionario de evaluación psicosocial, que pretendía indagar por sus concepciones de crianza e historia personal, con el objetivo de que se dispusieran desde lo personal para comprender, como padres, de qué forma están implicados afectivamente en el desarrollo psicosocial de sus hijos. Y a posteriori, se realizaba el reforzamiento, desde su rol de padres, de las mismas categorías del desarrollo psicosocial a nivel emocional y social que se han trabajado con sus hijos, mediante actividades simbólicas que les permitiera incorporar la importancia de su participación en este proceso. Igualmente, que con los niños al finalizar el proceso la propuesta exige volver a aplicar el cuestionario de evaluación psicosocial (anexo 2) para medir su efectividad.  

Como se ha venido planteando, igualmente se trabajó con los docentes, iniciando con el cuestionario de evaluación psicosocial que pretendía que como docentes reflexionaran sobre las concepciones sociales de enseñanza en su historia personal, como principio de la toma de consciencia acerca de las implicancias de formar niños con trastorno negativista desafiante para la vida. 

Es de anotar que, con todas las poblaciones implicadas, el proceso psicosocial busca mediante espacios reflexivos de participación activa, fortalecer el desarrollo emocional y las habilidades sociales de los niños participantes, para que logren superar su condición inicial dada por el diagnóstico de negativistas y, puedan tener un adecuado desempeño personal, familiar, académico, laboral y social que les posibilite una vida estable.  

Esta intervención psicosocial propone a manera de proceso, desde el momento evaluativo y durante el seguimiento mismo y su posterior cierre evaluativo, las siguientes categorías: autoestima, comunicación asertiva, agresividad v/s empatía, valores como el respeto y la responsabilidad y reconocimiento de normas y figuras de autoridad; con los padres se trabajó: desarrollo emocional, comunicación en la familia, manejo normativo y valores, y con los docentes: educación humanizada, buen trato, adecuada comunicación en el aula de clase, inteligencia emocional y aprendizajes significativos. 

Estas categorías pretenden aportar a un estado psicosocial estable de los niños participantes, apostando con su intervención, por un adecuado desarrollo emocional y social que permita que estos niños superen las dificultades generadas por su trastorno comportamental. 

La matriz categorial se conforma por una categoría primaria que es el componente psicosocial de la investigación, tres (3) categorías secundarias y ocho (8) terciarias. (Ver tabla 1 en el PDF)

Los resultados se dan a partir de la forma cómo durante el proceso de intervención, fueron evolucionando las categorías psicosociales que propone la matriz categorial. La matriz se derivó de los instrumentos de evaluación y del posterior seguimiento de intervención psicosocial.

Resultados y Discusión

Tabla 2: Evolución de las categorías psicosociales en los niños y niñas (Ver tabla 2 en el PDF)

Por lo que se puede afirmar que, estimular la comunicación asertiva, la autoestima y la empatía, permite que subjetivamente se fortalezca la relación con los otros, con más límite, respeto y reconocimiento de las figuras de autoridad y normas. Permitiendo este proceso, el desarrollo emocional y de habilidades sociales, de una manera positiva, como fortaleza para el afrontamiento de la vida.  

En este sentido, hay que tener en cuenta que en los trastornos disruptivos generalmente subyacen marcados componentes emocionales, que si no son tratados de forma adecuada, complejizan el comportamiento, pero que por el contrario, cuando se da un buen trato, el componente emocional, permite reconocer en estos niños, seres humanos integrales, que no sólo presentan una alteración psicofisiológica o cognitiva sino, que tienen un desarrollo psicoafectivo, que les hace sensibles y puede ser la puerta de entrada para su efectiva intervención (Restrepo et al., 2015).

Desde esta perspectiva se observa que, los comportamientos disruptivos son un problema que se agravan con el ambiente en el hogar y la escuela, por causa de actitudes ambivalentes de las personas adultas hacia los niños. Muy particularmente en el hogar, los padres que expresan dichas actitudes, generan confusión en sus hijos, conflicto y desintegración familiar; factores que causan daños psicológicos en los niños, lo cual se ve reflejado en la manera como se relacionan con sus pares, dentro y fuera del aula de clases e incluso dentro del hogar, provocando con estos conflictos inestabilidad en el rendimiento académico y con escasas habilidades a nivel familiar y social. 

De ahí que la crianza parental juega un papel clave en el desarrollo evolutivo del niño, influyendo tanto en problemas internalizantes (ansiedad, miedos no evolutivos) como externalizantes (conductas de oposición, agresividad, estrategias de afrontamiento, competencias sociales) (Franco, Pérez y Pérez, 2014). 

Por esto, es necesario resaltar la relación entre, las prácticas de crianza parental y el desarrollo de síntomas de ansiedad y comportamientos disruptivos en los niños.

Este trabajo de investigación ha permitido con los niños intervenidos y sus padres, mejorar las relaciones familiares, propiciar cambios en la dinámica familiar, lo cual reporta una estabilidad en el comportamiento disruptivo de los niños, posibilitando que sus padres fortalezcan en sus hogares el buen trato, la expresión de afectos y valores como el respeto, la dignidad y las responsabilidades. Al respecto: 

“mi casa ahora ha cambiado mucho, antes todo eran gritos e insultos, nosotros hemos cambiado y eso hace que el niño haya mejorado” (madre niño 3).

“A mí me daba pereza llegar a mi casa, encontrarme con él era siempre un problema, que desgaste, y yo nunca me había dado cuenta que en parte era mi culpa, bueno no mi culpa, pero yo era parte del problema, cierto?” (madre niño 6).

También estos padres reportan tener una relación más asertiva con sus hijos, mostrándoles interés por sus actividades cotidianas, dedicándoles un tiempo de calidad y teniendo más firmeza en el manejo normativo; padres asumiendo un rol más claro, sin la culpa y ansiedad que los caracterizaba y no les dejaba cumplir a cabalidad su función parental.

“…es que yo no más me obsesionaba con que fuera juiciosa, no le veía si no los defectos y quién es perfecto?, nadie es malo del todo ni bueno del todo, por eso ahora en vez de ponerle problemas comparto más con ella y, eso solito nos ha servido, la niña ahora es más tranquila y responsable” (madre niña 2).

Los padres participantes adquirieron actitudes menos ambivalentes y contradictorias hacia sus hijos, que les hacía ser con frecuencia hostiles, rechazarles inconscientemente, infundirles miedo o demostrárselo, generando ahora, menos confusión y más organización en la mente de su niño. En la evaluación final del proceso, una madre manifiesta:

“yo pasaba de la rogadera a los gritos, era un continuo sin fin y me mantenía exhausta, la castigada era yo. Ahora pongo una regla, sí se la argumento, pero no le demuestro desespero y le doy tiempito que cumpla y nos va mejor, ya no es esa locura” (madre niño 7).

Teniendo en cuenta lo anterior, resulta pertinente considerar que los padres de un niño diagnosticado con trastorno negativista desafiante, deben ofrecerle pautas y prácticas adecuadas de crianza, con las que le promuevan un adecuado crecimiento y desarrollo personal, que a su vez evita la agresividad, la falta de control de impulsos, el no acatamiento de las normas; así, ponen control a la conducta disruptiva, de tal manera que como padres, contribuyan a su mejoramiento emocional y capacidad de adaptación a su entorno.  

Conclusiones 

Es fundamental reconocer el aporte de la intervención psicosocial a la problemática comportamental de niños con trastorno negativista desafiante, porque permite dimensionar los aspectos emocionales y relacionales implicados en el desarrollo de estos niños y de sus entornos familiares.

En los niños diagnosticados con trastorno negativista y desafiante es necesario fortalecer el desarrollo emocional y las habilidades sociales, porque de esta forma se previene en edades tempranas, la ocurrencia de trastornos disfuncionales mayores como el trastorno disocial. Se trata de generar bienestar mediante refuerzos positivos de sus áreas emocionales y sociales, para que cada vez sean más estables. Con la intervención psicosocial, la idea es poner límite a su impulsividad y negativismo para fortalecer su personalidad.

Es necesario reconocer la subjetividad de cada niño e independiente de un diagnóstico previo, intervenirle de manera particular desde la interdisciplinariedad, reconociendo su valor personal, como una historia única que debe ser escuchada y respetada. 

Se demuestra que, determinadas actitudes y prácticas positivas de crianza parental, como acompañamiento, atención, apoyo emocional, diálogo recíproco, autoridad firme y disciplina, aumentan por parte de los padres el grado de satisfacción y compromiso con la crianza de sus hijos y en estos se refleja, más control comportamental, autonomía, fortalecimiento de la autoestima, liderazgo, empatía e incorporación de límites normativos.

Una crianza estable y segura por parte de los padres, influye de manera significativa en el control y disminución de comportamientos disruptivos y futuras alteraciones emocionales y sociales en los hijos.

Referencias

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Creswell, J. (2013). Investigación cualitativa y Diseño investigativo. Selección entre cinco tradiciones. Los Ángeles: Sage publications. 

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Guerra, C., Campana, M., Fredes, V., Gutiérrez, L., Plaza, H. (2011). Regulación de la agresividad entre preescolares mediante el entrenamiento a madres y profesoras. Universidad del Mar, Santiago de Chile. http://www.scielo.cl/pdf/terpsicol/v29n2/art07.pdf

Monteserín, M. (2010). La impulsividad conductual. Papel del comportamiento materno y el desarrollo de habilidades tempranas de regulación emocional en los niños. Revista aperturas psicoanalíticas. Vol. 19, Nº 042, 333–353. http://www.aperturas.org/articulos.php?id=0000780

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Vásquez, J., Feria, M., Palacios, L., De la Peña, F. (2010). Guía clínica para el trastorno negativista desafiante. México: Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz.  al 



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