Aunque mucho se ha escrito sobre la sexualidad, su historia y la forma en que se expresa en cada sociedad y en la que cada individuo la personaliza, todavía se considera un tema prejuiciado y estereotipado, hasta el punto que se reprime la individualidad. Se ha naturalizado con el objetivo de aplastar la idea de que no se construye socialmente ni influyen en ella elementos culturales, políticos, económicos, históricos y sociales. La naturalización del sexo y la sexualidad humana ha establecido relaciones de poder que han llevado fundamentalmente a una cultura de la represión. La naturalización tiende a identificar un orden de cosas con un estado natural por lo que se convierte en un método de legitimar socialmente estereotipos, tabúes, prejuicios, estigmas y desigualdades que justifican las diferencias entre hombres y mujeres por sus genitales. En este sentido, desde una perspectiva sociológica, debemos tener en cuenta el proceso de politización de la sexualidad, las expectativas y prescripciones que orientan la conducta y saberes de cada individuo y que se erigen en disposiciones formalizadas legalmente.
Otro aspecto importante para comprender el estudio de la sexualidad desde la sociología es la importancia que se le ha concedido a los genitales. La ¨genitalización¨ del sexo instituye las relaciones sociales entre hombres y mujeres, entre los hombres, entre las mujeres y en relación con las identidades trans. Este gran protagonismo de los genitales en el discurso sobre el sexo y la sexualidad humana ha permitido la sobrevaloración de la reproducción por encima de otros procesos de la vida cotidiana de las personas como es el caso del placer, el erotismo y la intimidad.
Tanto el sexo como la sexualidad tienen componentes biológicos, aunque es necesario desnaturalizarlos, lo cual permite una visión crítica de las relaciones sociales que intervienen y el papel de las personas como actores sociales. La desnaturalización de la sexualidad reconoce que el orden social establecido es por patrones culturales, históricos, sociales y no por la naturaleza, por lo que no reconoce las restricciones que la sociedad patriarcal ha legitimado para diferenciar a hombres y mujeres desde las relaciones de poder. El objetivo principal del presente artículo es reflexionar sobre el desarrollo del estudio de la sexualidad en la sociología como disciplina científica en Cuba.
La sexualidad abordada desde la sociología
La sexualidad es un elemento de la personalidad que adopta formas de expresión diferentes en cada persona y que está presente en todas las etapas de la vida, a pesar de que en cada una de ellas se manifieste de maneras diferentes. Entre otros componentes, abarca: el sexo biológico, las identidades de género, las orientaciones sexuales, el erotismo, el placer, la intimidad y la reproducción. Históricamente, las religiones y las ciencias médicas la han relacionado exclusivamente con el coito adulto heterosexual con penetración, sin tener en cuenta que implica mucho más como el erotismo, los afectos, el disfrute de las distintas formas erógenas del cuerpo, el placer, las fantasías y el autoconocimiento del cuerpo.
El estudio sociológico de la sexualidad tiene en cuenta dos concepciones principales, la política y la social, ya que la sexualidad es expresada y experimentada en un marco de relaciones desiguales de poder y, por tanto, de género. Por siglos, dentro de la sociedad las instituciones religiosas regularon y legitimaron la sexualidad como dimensión sociocultural. A partir del siglo XVIII, la medicina y el derecho comenzaron a jugar un rol central en el establecimiento de regulaciones, jerarquías y símbolos para distinguir entre las actividades y prácticas sexuales socialmente aceptadas, las legales e ilegales, La sociología no escapó de esta disyuntiva, por lo que desde su constitución como ciencia en el siglo XIX manifestó el carácter androcentrista y patriarcal de sus estudios, que comenzaron a visualizar los espacios de actuación del hombre y la mujer, la sexualidad y las identidades sexuales desde una visión heteronormativa. Algunos autores abordan el análisis sociológico de la sexualidad como un producto histórico y social dependiente del contexto en el que se encuentren las personas.[1]
Las principales dificultades en la sociología del desarrollo de los estudios sobre sexualidad se deben a que por muchos años estuvieron en manos de disciplinas como la medicina y la sexología con una visión centrada en el enfoque biológico. No fue hasta la década de 1960 que la sociología se acercó a esta temática, de la mano de los movimientos feministas y de liberación sexual, y comenzó a analizar la sexualidad ligada al control y al conflicto social.[1]
Con respecto al objeto de estudio de la sociología de la sexualidad, en 1993 el español Oscar Guasch especificó que la disciplina no se llamaba Sociología del Sexo, sino Sociología de la Sexualidad, porque la primera denominación reducía su alcance a su carácter biológico; pero el autor estableció que tampoco se debe pretender que se ocupe de la sexualidad en su totalidad, porque su objeto de estudio sería excesivamente amplio. En palabras del autor, “el objeto de estudio de la Sociología de la Sexualidad es el sexo, es decir: el sexo en tanto actividad social. Debe ocuparse entonces de definir qué es sexo y qué no lo es, describir qué espacios y tiempos tiene adjudicados, qué actores lo ejecutan y cuáles no, de qué modo lo hacen, y las razones y consecuencias sociales de todo ello”.[2]
La politización de la sexualidad, las expectativas y prescripciones que orientan la conducta y saberes de cada individuo, se erigen en disposiciones formalizadas legalmente. Si consideráramos el estudio del sexo y la sexualidad teniendo en cuenta estos elementos prescindiríamos a decir de Amezúa, de la referencia genital.[3] Podemos relacionar este análisis de la ¨genitalización¨ del sexo con el poder del hombre en la sociedad y la instauración de modelos hegemónicos que establecen procesos de discriminación, subordinación y desigualdad. Estos modelos evidencian definiciones androcentristas y patriarcales acerca del sexo, de la posición social de la mujer, de las diferentes identidades de género (femenina, masculina y trans) en la estructura social, y sus representaciones sociales, asumidas acríticamente. El orden sexual muestra como la sociedad patriarcal legitima ciertos mandatos y preceptos sociales para mantener el control social sobre las sexualidades y visualizar la heteronormatividad como la opción legítima y aceptada socialmente. Además, establece restricciones y regulaciones que cambian de acuerdo con la sociedad, la historia y la cultura; lo que en un tiempo es prohibido puede convertirse en una conducta legítima y viceversa. El análisis sociológico del sexo como actividad social, sin darle el protagonismo genital que se le adjudica, permite visualizar estos elementos mencionados anteriormente. Estas reglas y regulaciones sobre la sexualidad, así como la ¨genitalización¨ del sexo, sirven para comprender las relaciones entre sexualidad y poder. Las normas que se establecen de carácter moral o sanitario evidencian cómo ciertas prácticas, comportamientos y saberes son estimulados, recompensados o reprimidos, invisibilizados o castigados.
El desarrollo de la Sociología en Cuba
A finales del siglo XIX e inicios del XX se dieron los primeros pasos en la conformación de la Sociología como ciencia en Cuba. Algunas figuras prestigiosas en estos períodos realizaron importantes reflexiones sociológicas, entre ellos, José Antonio Saco, Enrique José Varona, Roberto Agramonte y Elías Entralgo, quienes se acercaron a los problemas sociales que aquejaban al país.[4] A partir de 1900 se asistió a una institucionalización de la Sociología como ciencia y de 1930 a 1959, a una expansión y diversificación académica. Sin embargo, después de 1959, sobre todo en los medios académicos, a la Sociología no se le dio el lugar que debía ocupar en las Ciencias Sociales. Esta poca prioridad fue también consecuencia de la desaparición de la carrera de Sociología tras la Reforma Universitaria de 1962, que confirió un papel primordial a las ciencias naturales y técnicas sobre las ciencias sociales (a las que la Revolución Cubana, ocurrida en 1959 y que estableció importantes cambios políticos, sociales y económicos atribuía importancia fundamental). Sin embargo, en 1965 se crearon los Equipos de Investigaciones Económicas en la Universidad de la Habana (UH) que comenzaron a realizar investigaciones de carácter sociológico, paso que promovió la creación del Departamento de Sociología en 1968 que desapareció en el curso 1976-1977 y volvió a reabrir sus puertas en 1984. En 1990 se logró la apertura de la carrera en la UH y en la Universidad de Oriente (UO), y en el 2002 en la Universidad Marta Abreu de las Villas. También se fortaleció con la Maestría en Sociología que en el 2017 desarrolla su 10ma edición y el Doctorado en modalidad tutelar en Ciencias Sociológicas de la UH, éste último en el que en 1994 defendieron las primeras 4 tesis. Los graduados de la carrera se encuentran distribuidos en las provincias del país, aunque es difícil establecer quienes se encuentran ejerciendo la profesión. [4, 5]
En la década de 1990, los principales temas abordados por la Sociología en Cuba se relacionaron con la salud, la religión, la mujer, la juventud y la estructura social. Hubo también una demanda creciente de estudios sobre comunidades agrarias y comportamientos delictivos. Algunas sociologías especiales no avanzaron hacia propuestas metodológicas consistentes y en la actualidad continúan con resultados bastantes modestos que no permiten su desarrollo.[4] En este caso se encuentra la sociología de la sexualidad, que en nuestro país no se desarrolló como disciplina científica; en mi opinión la mayoría de los campos temáticos que aborda fueron cubiertos por otras especialidades y ciencias: la Psicología Social, la Psicología Clínica, la Medicina y la Pedagogía. A decir de Sevilla Casas, otras dificultades de orden metodológico tuvieron que ver con la “reticencia subjetiva de los sociólogos frente a la sexualidad… con el fuerte componente subjetivo del fenómeno que se resiste a ser tratado con las metodologías “duras” desarrolladas en la disciplina para el tratamiento de los hechos sociales observables y medibles”.[6] Aunque este autor describe la realidad colombiana, en este caso particular visualiza una situación que se traspola a Cuba por mostrar, de igual manera, la reticencia de los sociólogos en relación con la sexualidad, lo cual se evidencia en la escasa bibliografía sobre el tema.
Aportes de la Sociología al estudio de la sexualidad en Cuba. Retos
Varios puntos de avance en los estudios sobre la sexualidad, aunque no principalmente desde una perspectiva sociológica, fueron la creación del Grupo Nacional de Trabajo de Educación Sexual (GNTES) en 1972 por la Federación de Mujeres Cubanas que devino en el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) en 1989; el surgimiento en 1985 de la Sociedad Cubana Multidisciplinaria para el Estudio de la Sexualidad (SOCUMES) y de la Maestría en Sexualidad del CENESEX, (a partir del 2015, Maestría en Sexología y Sociedad) y que aportó un enfoque social al estudio de la sexualidad en vez del enfoque clínico que poseía. Estas acciones impulsaron el desarrollo de las investigaciones con un enfoque de género y derechos.
En nuestro país, los debates relacionados con la sexualidad visibilizan algunas problemáticas más que otras, como es el caso de la prevención de infecciones de transmisión sexual (ITS), el inicio de relaciones sexuales tempranas y el embarazo en la adolescencia.[8] Se estudian también los conocimientos, principalmente de los adolescentes sobre la sexualidad, aunque generalmente desde la necesidad de que adquieran los conocimientos “adecuados” sobre las necesarias previsiones ante las relaciones sexuales, las responsabilidades que conllevan, las ITS y las consecuencias del embarazo en la adolescencia.[9-11] Una pregunta primordial es cuál es el criterio de normalidad asumido en estas investigaciones, qué se considera adecuado o inadecuado, y con respecto a qué. En el estudio de los comportamientos, algunas investigaciones demuestran el desconocimiento de los adolescentes sobre la sexualidad y la no percepción de riesgo, sobre todo ante las ITS y el VIH-sida.[12] Por otra parte, estas investigaciones que tienen ese enfoque social no privilegian el estudio de los modelos de feminidad y masculinidad, aunque algunos investigadores se han interesado en el tema en los últimos cinco años, pero aún las investigaciones son insuficientes. [13-15]
Si bien la Sociología de la sexualidad en nuestro país no se ha desarrollado como disciplina científica, algunas sociólogas como Reina Fleitas han estudiado la salud reproductiva desde un enfoque social, sobre todo, la temática de la mujer como gestora de salud sexual y reproductiva. La autora destaca a la mujer como gestora de salud, las particularidades históricas de este proceso y la importancia de sus determinantes culturales. Según la autora, la mujer como gestora de salud hace más humano el sistema de salud, es un elemento clave para el desarrollo y muestra la importancia de las inequidades de género en la construcción social de salud particularmente en el diseño de las políticas públicas relacionadas con estos temas.[16]
En Cuba, la sexualidad se trabaja de manera limitada desde un enfoque positivo y de ubicar el placer como un elemento importante. Sin lugar a dudas, la sexualidad tiene componentes biológicos, aunque algunos investigadores plantean que es necesario sociológicamente desnaturalizarlos [1, 2], lo cual permite una visión crítica de las relaciones sociales que intervienen, el papel de las personas como actores sociales, y aquello que los cataloga como de uno u otro sexo. La historia de vida de las personas y sus experiencias, es decir, su biografía, son primordiales para el estudio social de la sexualidad.[2] Para la sociología de la sexualidad éste debería ser un planteamiento fundamental. Pero se debe ir más allá, a todas las relaciones sociales, que son a su vez relaciones de poder que atraviesan la construcción social, histórica y cultural del sexo y la sexualidad. Estos temas abordados anteriormente fueron cubiertos en Cuba por otras Sociologías especiales como la Sociología de Género, de la Familia y de la Salud, y no se creó una propuesta teórica y metodológica que sustentara una Sociología de la Sexualidad.
En mi consideración, prácticamente no se aborda el autoerotismo y la búsqueda del placer, tanto individual como en pareja. La mayoría de las investigaciones trabajan con estudiantes, sobre todo con adolescentes [9-12], y no tienen en cuenta la influencia de las variables sociodemográficas o de otros elementos en sus actitudes, conocimientos y comportamientos.
La adultez y la vejez son las etapas de la vida menos estudiadas, y cuando son objeto de estudio, las investigaciones se enfocan en los conocimientos de estas personas sobre la sexualidad y los mitos y prejuicios que tienen. Algunos estudios han abordado el erotismo en la tercera edad pero con un enfoque biomédico. [17, 18]. En esta etapa de la vida ocurren cambios fisiológicos en el cuerpo que influyen en las actitudes de hombres y mujeres y en su imagen corporal. Otras investigaciones están enfocadas en la heterosexualidad, aunque actualmente hay mayor desarrollo de los estudios sobre la homosexualidad, la transexualidad y otras problemáticas relacionadas con la comunidad de lesbianas, gays, bisexuales, transgéneros e intersexuales (LGBTI)[19]. Los estudios que se enmarcan en la pubertad y la adolescencia en nuestro país también están enfocados principalmente en la heterosexualidad.
Conclusiones
La sociología de la sexualidad permite estudiar y comprender las estructuras sociales y las interacciones que los individuos establecen con ellas, pero también los múltiples mecanismos de poder que intervienen en la sexualidad. De igual manera, el análisis de esos mecanismos de poder “producen al mismo tiempo la dominación y la oposición a esa dominación, la subordinación y la resistencia”.[20]. Es por ello que el estudio de la sexualidad desde una perspectiva sociológica permite conocer estas resistencias y las luchas en contra de los modelos hegemónicos y heteronormativos que potencian la discriminación y la exclusión social por motivos principalmente de orientación sexual e identidad de género.
En el caso de nuestro país, las investigaciones sobre la sexualidad que tienen esta visión social o que son fundamentalmente sociológicas, se enfocan mayormente en el estudio de opiniones, actitudes y conductas sexuales de una población o grupo social, y no tanto en los factores y problemáticas sociales con los que están asociadas y los factores determinantes de los cambios en esas actitudes y opiniones, ni en los mecanismos de poder que regulan la sexualidad y cómo estos influyen en las personas y las estructuras sociales. Otro elemento importante que no se tiene en cuenta es el sentido, el contenido y los mecanismos de la regulación de la sexualidad a través de diferentes procesos y mecanismos de socialización, sobre todo desde lo simbólico.
En Cuba, la principal limitación que existe es que la sociología de la sexualidad no se ha construido como una propuesta metodológica que permita el desarrollo de esta disciplina de forma articulada y sistemática. El estudio de espacios, tiempos, actores, modos y maneras de vivir la sexualidad se constituye en elementos imprescindibles de análisis sociológico para trabajar a favor de la justicia social y la emancipación humana. Estos son algunos de los retos principales que tiene esta disciplina en el país: convertirse en promotora del cambio y la transformación social que permita a las personas un desarrollo integral en sociedades justas y emancipadoras.
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