REVISTA DE PSICOLOGIA -GEPU-
ISSN 2145-6569
IBSN 2145-6569-0-7

   
 
  "LA CRISIS DEL VACÍO EXISTENCIAL” Desde la Depresión hacia la Liberación. Una forma de expresión de la violencia social estructural, destructiva y aniquilante

"LA CRISIS DEL VACÍO EXISTENCIAL” Desde la Depresión hacia la Liberación. Una forma de expresión de la violencia social estructural, destructiva y aniquilante
 
 
  
 
 
 
 
 
   

Leonardo Martín Dorony Saturno* 

 

Asociación de Suicidiología de Latinoamérica y el Caribe / México

 

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* Psicologo, Dr en Psicoterapia, Docente a nivel de licenciaturas y posgrados, Investigador, Asesor de Políticas en prevención y promoción en Salud, Asesor y formador para Latinoamérica de sistemas de emergencia por el N.E.N.A-911. Miembro fundador y Representante en México de ASULAC - Asociación de Suicidiología de Latinoamérica y el Caribe. Especialista en Grupos, Formación a docentes y asesor de políticas educativas. Correo electronico: leonardodorony@hotmail.com 



Recibido: 7 de Mayo de 2014
Aprobado: 16 de Octubre de 2014
 

Referencia Recomendada: Dorony-Saturno, L. M. (2014). “La crisis del vacío existencial” Desde la depresión hacia la liberación. Una forma de expresión de la violencia social estructural, destructiva y aniquilante. Revista de Psicología GEPU, 5 (2), 180-195.

 
Resumen: El presente trabajo trata sobre un análisis y reflexión del momento histórico sobre las causas de la conducta suicida y la depresión como forma de expresión ante las políticas de la globalización. Dichas políticas provocan en la persona un complejo proceso en donde ésta se construye como objeto perdiendo su sentido y el significado de su vida. Esta situación se transforma en una de las variables que sustenta las nuevas enfermedades contemporáneas (adicciones, trastornos alimentarios, depresión, suicidio y profundiza generalizando la violencia en todos sus estilos). Se realiza un análisis y reflexión sobre los diferentes cambios que produce la profundización del mercado y sus prácticas, las políticas de calidad, eficiencia y eficacia, así como las nuevas formas de control social y productivo a partir de las nuevas formas de tecnoburocratización. Los procesos de des-subjetivación y destrucción identitaria, rompiendo paulatinamente los lazos sociales y la confianza, en un entorno de injusticia, impunidad y destrucción de los procederes éticos. Al final, se da una propuesta de generar procesos de enfrentamientos y búsqueda de alternativas hacia la construcción de mejorar la calidad de vida y la promoción en salud de la comunidad.

Palabras Clave: Vacío, Existencia, Suicidio, Depresión, Hiperindividualismo.



Introducción 


¿Por qué este tema?


Entiendo este tema como base de los malestares de nuestro momento histórico. Malestares contemporáneos como son las diferentes formas de violencia, hoy más centrada en la psicológica, promocionada e incentivada por los mass media y lo que involucra las diferentes formas de imposición identitarias (o des-identitaria) a partir de los parámetros y concepciones de la globalización y lo axiología posmoderna. 


La globalización es hoy la moderna maquinaria tecnológica de una nueva forma de colonización. Ya no desde barcos y ejércitos armados, sino con la sutileza tecnología de los medios de comunicación, radio, periódicos, televisión y el mundo virtual de las redes sociales e información y desinformación del internet. Aunque por otro lado las estadísticas muestran el aumento a la violencia física, pienso que la violencia psicológica y simbólica son las que se erigen como generadora de la instauración de la violencia estructural de la sociedad. 


Por otra parte, las nuevas prácticas sociales que se promueven desde las diferentes instituciones, promueven aconteceres y haceres de las personas en un medio hostil, corrupto, exaltando la impunidad, el doble discurso, el tránsito desde la hiper-burocratización a la tecno-burocratización, la racionalidad de la irracionalidad, así como la normalidad de los aspectos y conductas anormales, construye haceres con la falta de ética, instaurando una moral que gesta los pilares de la injusticia tras las prácticas del terrorismo de estado y el uso de los vacíos legales de aquellos que ostentan el poder. 


Estos haceres se van constituyendo desde a partir de procesos deshumanizantes y procedimientos deshumanizados, centrando las intenciones de toda política de cambio en el eje de la administración tecno-burócrata, en la cual no se permite ajustes, modificaciones, flexibilidades y por lo tanto, proscribe el cambio y la innovación, ya que lo que se prioriza es el proceso administrativo subordinando las políticas de acción e intervención a la política tecno-burocrática administrativa. 


Desde estas realidades los gobiernos deben tirar presupuestos para que no se lo quiten en el próximo año, se prohíbe la praxis, subsumiendo a los proyectos en meras realizaciones en escritorios de oficinas centrales sin el contacto y confrontación con lo real, en la praxis que ajusta la idea con el campo de acción, la intención con la materialización en la intervención y por lo tanto, cercena el aprendizaje, la tolerancia a las diferencias, normativizando a la persona desde el “etnocentralismo”, uniformando e imponiendo las realidades que se construyen desde los espacios del poder. 


Por otra parte, mucho de éstos proyectos, están centrados en la captura de datos que solo remitan a las exigencias de esas políticas administrativas, abnegando en cada procedimiento las intenciones políticas que apuntan al cambio y la transformación. 


Este tipo de prácticas, valorizadas a partir de lo tecnoburocrático, generar mayores frustraciones en quienes trabajan y a quienes les llega, promoviendo mayor desilusión y desesperanza así como también en la implicación de generar mayores gastos económicos, contrariamente a las políticas de austeridad que pregonan. Estas prácticas se tornan más costosas y menos eficientes, desmoralizando al profesional, al activista, al voluntariado y a la misma población, promoviendo haceres robotizados, donde la persona que los promueve solo tiene que repetir, no pensar y no sentir, transformándose en mero vehículo volqueta del escritorio y la oficina hacia el pantano de la sociedad y las personas.


Estas prácticas que se centran en lo administrativo, a través de la “calidad” de los formatos y procesos, no permite advertir el sufrimiento psicosocial existente ya que se centran en procedimientos cuantitativos, negando así el registro y la visibilidad  de los sufrimientos humanos, quedando en el discurso el paradigma humanístico, materializándose procesos positivistas que valoran números descontextualizando el sentido y los significados anulando y excluyendo los procesos humanos. Estas prácticas unidimencionan las diferentes condiciones sociales, mecanizando así las prácticas tanto organizativas como institucionales, promoviendo dispositivos que van transformando a la persona mediante la instauración de procesos productores de  enfermedad.


Corporativos, bancos, accionistas anónimos, fomentan la pauperización moral y económica de las poblaciones, mediante la flexibilidad laboral, donde la persona va perdiendo los derechos históricamente conquistados por la lucha de los trabajadores y trabajadoras. Ya no existen las ocho horas, no es bien visto salir en el horario establecido y hasta puede ser argumento de despido por no comprometerse con la empresa, aunque no exista el pago de horas extras y a su vez, si llegas minutos tardes te los descuentan. 


Otras dificultades son el libre tránsito de mercancías más no de personas, donde las empresas se instalan temporalmente diferentes Estados y países, según sea las prebendas fiscales, generando mayores bajas salariales, pauperización de las condiciones laborales y desocupación local y regional. 


Se promueve el consumismo con la complicidad del marketing que fomenta que el Ser está en los artículos que uno tiene, donde la esencia de la persona es en el tener sino, uno deja de existir. Esta nueva forma de religión creada para adorar al Dios-Mercado, ha logrado transferir la existencia de la esencia humana para los creyentes de Dios, que es potencia de vida para existir, hacia la esencia del Dios-Mercado en donde la potencia de vida se centras en el consumir y se existe si se obtiene las cosas, sino estamos excluidos y muchos, aniquilados. 


Otros aspectos que se promueven para favorecer la adoración a este nuevo Dios-Mercado (Dorony, 2012), es el desmedro de las culturas y tradiciones regionales, formas de desarraigo que neutralizan los referentes históricos para dar realidad y única referencia a esta nueva secta religiosa llamada Globalización. La imposición de no ver ni hablar de acontecimientos históricos, de reflexionar sobre la cultura, costumbres y desvalorizar los recursos de comunidades milenarias, destruyen las identidades, autoestima, promoviendo la pasividad y las políticas paternalistas. Transforman a las personas en meros animales de engorde, encerrados y en espera que les den, quitándoles así el poder de construir, transformar y subjetivarse, generando la ilusión del paraíso en la cárcel, promoviendo evidencias en donde se perciba que la solidaridad, la libertad es peligrosa y el amor es destructivo, ya quien lo profesa queda aislado, excluido y puede ser aniquilado. 


Lo humano siempre necesita de referentes que sostengan y construya su verdad, su realidad y ante la destrucción de los paradigmas y fundamentalmente de las utopías, el sistema a través del mercado como su brazo ejecutor, promulga referentes efímeros, sin asideros y contradictorios. De esta manera logra imponer una forma de ver, sin verse que se impone, aduciendo la libre expresión del ser pero dentro de los parámetros permitidos y exigidos por el sistema y el mercado, argumentando que solo se existe y se Es a través del tener y las cosas, produciendo vínculos laxos o nulos entre la población, relaciones interpersonales de cosificación, comprometiendo así la confianza entre la comunidad, favoreciendo la aparición de diversas patologías y principalmente conductas paranoicas que generan violencia, exclusión e impunidad. Otra dimensión que ataca es a la identidad, conformando identidades espectrales, sintiéndose la persona un fantasma y conviviendo con otros fantasmas, que no se ven, no se miran y se sienten inmaterial en una realidad diáfana, así como otros que se encierran y no permiten salir ni entrar nada, volviéndose un bulto, una piedra, un obstáculo para sí y para otros o cayendo en el hiperindividualismo como ilusión salvadora en un sálvense quien pueda, sin lograr darse cuenta que la solución individual es a partir de la solución en lo colectivo. 


Dispositivos que envuelven a la vida entera de la persona, atacando todas sus dimensiones, bilógica, psicológica, espiritual, social y cognitiva, logrando con todo éxito la manipulación social tras la expoliación constante de la salud y la hiper-medicalización de la población. Desde estos aspectos, la familia, la comunidad, sus instituciones y organizaciones desde lo local y regional, se vuelve hoy en un baluarte como medio de producción y generadora de estilos y formas de vida, creadoras de realidades, mitos y tradiciones que estructura una teleología a partir de la promoción de espacios de salud en donde se facilite la producción de subjetividad, de reflexión y propuestas de acciones participativas.


En la mayoría de las nuevas patologías que se van produciendo, así como otras que emergen en profundizar el sufrimiento y la miseria de las condiciones humanas, subyace un vacío existencial, generando infinidades de síntomas (Frankl, 1999). 


Adicciones, trastornos alimentarios, personalidades fronterizas y diferentes trastornos del carácter y de personalidad, psicosis, enfermedades mentales, violencia, bulling, depresión y suicidio, buscando desde los discursos del poder, el mero funcionalismo social, prevaleciendo técnicas y metodologías que su objetivo es que la persona solo sea funcional y adaptado al sistema en el mejor de los casos, más no un sujeto liberado y liberador, pensante, reflexivo y deseante desde el sí mismo. Los síntomas que promueves estas nuevas patologías, son inaudibles y se camuflajean, logrando colonizar nuestra mente y llegando a la profundidad de nuestro Ser. 

Las nuevas tecnologías y técnicas, han permitido una nueva forma de colonización que, en el mejor de los casos, no se ven, no se sienten, no se perciben, logrando imponer una forma de mentalización robótica, alienante y aniquiladora de todo sujeto, transformando a la persona en máquinas, funcionales y sustituibles. Quizá la metáfora de matrix, puede ser muy explicativo a partir de la virtualidad de la vida ante la imposibilidad de una existencia humanizada.


Ante este contexto, se abre otro frente de lucha, en otro lugar, desde otra dimensión y haciendo uso de nuevas tecnologías. La necesidad de crear dispositivos que generen alternativas para que las personas nos orientemos a la vida, hacia la construcción, para hacer frente a la destrucción cotidiana, formas que humanicen más a la actual humanidad que va animalizándose caóticamente hacia el exterminio de su propia existencia y quizá el mismo contexto y el medio ambiente.


¿Qué es el vacío existencial?


Entiendo al vacío existencial como la pérdida del sentido de vida, construyendo por esta vía, personas que vivencian una soledad lacerante y destructiva. Es la pérdida de sentirse uno como sujeto, pasando a vivirse como objeto, alienante, mecánico, inmaterial ante la mirada de los otros y ciego para ver a otros. Es una imposibilidad de encontrarse a sí mismo y menos, encontrarte con “un otro”. 


El vacío existencial es la nueva enfermedad que nos inoculan volviéndonos zombis, destruyendo nuestro cerebro, sintiendo una incapacidad para evolucionar por estar inserto en el camino de la muerte y la destrucción, tanto de sí mismo, de los otros como del medio ambiente. Estamos insertos en una maquinaria de destrucción, de pulverización y desaparición. El vacío existencial es una técnica ideológica de dominación, creadora de formas de exclusión y aniquilación para todos aquellos que se oponen individualmente sin una alternativa utópica que sea incluyente del otro y de la comunidad. 


¿Qué provoca este vacío?


La desesperanza, frustración, desilusión,  la no historización de sí mismo y de la comunidad, son los aspectos centrales desde donde se sostiene la construcción de este vacío.  La desesperanza ante un mundo que promueve la lucha constante pero sin llegar a nada, ya que en el momento de estar llegando al destino de nuestro objetivo, ya comienza otro y nunca nos podemos detener a disfrutar lo logrado. La sobre exigencia que promueve una inseguridad constante, una falta de algo que no se puede simbolizar, promoviendo el consumismo, no solo de mercancías, sino de conocimientos que se transforman en otras mercancías que hay que acumular. Los nuevos y posmodernos acumuladores que solo apilamos papeles, reconocimientos, saberes, y poco se sabe el para qué usarlos, ya que solamente se promueve el saber hacer, mas no “el saber para qué hacer”. Este “para qué”, es una pregunta que hace a la propia existencia, a la dirección de nuestro acontecer existencial y a la misma orientación de nuestra vida (Buber, 1993). Es lo que nos permite llegar, permitiéndonos autovalorarnos y autorrealizarnos. 


La frustración, es la consecuencia de la distancia entre las expectativas creadas, no solo por nosotros mismos, sino también impuestas por el imperialismo mediático tras la nueva colonización mental llamada globalización; y la realidad que se nos impone y nos interpela. La distancia que queda entre las expectativas y la realidad, es el tamaño de la frustración (Nietzshe, 1986). 


A mayor desconocimiento de nosotros mismos, el no identificar nuestras limitaciones y los límites externos e internos, corremos en el corral que nos imponen con la puerta hacia el matadero. Un matadero mental, físico y espiritual. Jornadas laborales a los viejos estilos de la primera revolución industrial, desgaste mental, patologías que se instalan y otras que se retransmiten, adicciones de todo tipo con el solo fin de anestesiarnos y lograr cumplir expectativas que nunca son suficientes. Depresión, suicidio, falta de placer, mecanización y robotización de la labor, la pérdida del sentido de la producción y lo peor, de mi lugar en la producción, despersonalizando mi quehacer y mi creatividad, terminando con lo humano, alienándonos, llegando a pararnos en el andén de la muerte como mera ilusión del descanso y la paz. 


La no historización, hace a que perdamos el sentido del presente, ya que el no saber desde donde partimos, menos sabemos en dónde estamos y peor aún, no sabemos en cómo llegamos, perdiendo la posibilidad del aprender, de hacer experiencias y solo nos basamos en vivencias. Vivencias que se transforman en sentimientos efímeros y la pérdida de anhelos. El deseo que se expolia de la persona y se transforma en una imposición desde el afuera, transformándonos en el burro tras la zanahoria que representa al mercado. Hoy deseamos lo que quieren que deseemos, perdiendo el ser sujeto y transformándonos en objetos. Esta no historización imposibilita la instauración de una ética y por lo tanto, de una práctica moral (Levinas, 1994). Ya que para establecer una ética debe existir el pasado, ya que evaluamos nuestras acciones una vez producida y observamos en un balance si fue lo correcto o no, aprendiendo en y desde ese mismo proceso. La falta de ética se transforma en la valorización de lo conseguido para lo individual, de la meta por la meta en sí y no evaluando nuestro andar. Genera otros principios centrados en el producto, en los objetivos y no en la producción, sus medios y sus formas. 

Aquí es donde desaparece el ser humano y aparece el ser máquina, objeto que es intercambiable y no imprescindible ya que existen muchos repuestos y cada vez más baratos. Esta no historización hace la existencia de una sola posibilidad utópica, este mismo sistema. Un sistema que instaura el no permitir visualizar la posibilidad de crear otras condiciones, otras utopías, primando de esta manera y asegurándose su posible y anhelada existencia hasta el fin de la humanidad, aunque este sea su autodestrucción. El miedo, la desazón, la desesperanza y la desilusión, se instauran para garantizar la existencia de este sistema. 


La desilusión es el proceso final, generando el producto que permite la continuidad y la garantía que nada ni nadie se atreva a cuestionar, ya que quien cuestiona, será aniquilado, devorado. Nuevas formas de inquisición tecnificadas, ya no solo en tortura y desaparición, sino en marginalización hasta llegar al infierno terrenal de la exclusión social. Nuevas tecnologías de poder y dominación, colonización mental e inquisición tecnificada, desde lo material hasta en lo virtual. Creación de pseudorealidades y avatares, mientras los cuerpos, la mente, la carne y lo espiritual, se consume en el fuego de la exclusión y la realidad material. Cegadora para aquellos que intentan reflexionar y más, para aquellos que quieran mirar atrás, al mundo prohibido, castigándolos hoy el Dios Mercado, así como fue a aquellos que miraron hacia Sodoma y Gomorra. 


La constatación de estos eventos se dan en el momento que se intenta acercarse a un otro real, encontrando miedo, pánico y complicidad en las mismas personas que te rodean o que contabas para apoyarte. 


Producto de la destrucción de los vínculos sociales, el hiperindividualismo que destruyen los lazos sociales y con esto, las capacidades de ser solidario, empático y colaborativo. Primando cada vez más los intereses personales, individuales, ante los comunitarios, promoviendo el derecho sin las obligaciones, cambiando la escala axiológica, primando la falta de ética y por ende, construyendo haceres amorales. Se reverencia al producto mercantilista, transformando las relaciones humanas en relaciones de objeto, no de sujeto a sujeto, a decir de Martín Buber (1993), en una relación del yo-ello en vez del yo-tu, transformando al otro en una cosa, sustituible como cualquier mercancía, desechable, como cualquier producto en sobreproducción, así como un vaso de unicel con patas, desechable, necesitándose para la fiesta y una vez que esta se termina, se desecha al basurero y hasta molesta. 


Muchas situaciones de uso y abuso de sustancias como las anfetas, el éxtasis, son para lograr negar esta situación, perder el miedo y sentir la hermandad, el contacto, mientras dura el efecto. El miedo de sentir-se es también el miedo a vivir tu existencia, a darse cuenta en la miseria humana en que se vive. Muchos de los que enferman, son producto de su inteligencia por haberse dado cuenta en la paradoja que se encuentran, si se quiere vivir te exterminan y si te conformas con lo que te tienes que hacer, te matan. Hoy casi no es posible querer hacer, ya que el mandato de este Dios-Mercado es la libertad de tener que ser y hacer de lo que él dicta y manda, contando con gran cantidad de carceleros y vigilantes como garante de su poder. 


Esta paradoja y estas formas de socialización vigilada y regida por la ley del Dios-Mercado, generan vivencias que hacen a enfrentarse y reconocerse en un vacío, en un sentirse solo, aunque no se esté solo. En un momento histórico que prevalecen las vivencias ante las experiencias y que gran parte de pensadores humanísticos la promueven, ya que en el vivenciar no se aprende, solo la experiencia te permite resignificar, aprender, referenciarte con tú ética y con este acto, generar nuevos recursos para seguir creciendo en interacción con el otro, el contexto y el medio ambiente. No es solo el sentir, ya que también los animales sienten, no es solo razonar ya que también somos un cuerpo; se trata de sentir, pensar y hacer, a partir de una teleología que dicta la ética, la moral y nos permite direccionarnos y orientar toda la potencia de vida hacia aspectos anhelados y humanos, buscando intencionalmente la constante de la humanización en cada actuar a toda la humanidad. 


Al quedarse fuera de la temporalidad, presente, pasado y futuro, se impone el instante, dejando así el actuar ético y la moral por el solo hecho de sobrevivir ese instante sin trascendencia por no tener futuro. A partir del instante vivido, son frustradas las ilusiones y las esperanzas ante una realidad tanto negada, o quizá también no percibida, por esperar algo de un afuera prometedor en tanto discurso recibido, conectándose con el propio vacío interno, creando la negatividad, el agujero negro que todo absorbe y no puede dejar salir nada. En un todo abierto para recibir, para consumir, pero no para dar y menos para reflexionar. El instante no puede esperar, en la paradoja que no existe la temporalidad pero el tiempo apremia. La frialdad, la falta de luz de este agujero negro, la inmaterialidad, la negatividad, se apodera del momento así como de cada persona, desconociendo al otro así como también se desconoce el sí mismo. Este abismo que genera un vértigo, un sentimiento de imposibilidad ante la sensación de la no existencia de algo a que asirse, ya que todo fluye hacia el mismo fin,  toca y nos invade la misma angustia por estar vivos. Esta inmaterialidad, este transitar solo de vivencias, sin historias, sin tiempos, promueve el sentirse un espectro, flotando, deambulando por el mundo en completa soledad, pero un deambular que se hace entre la multitud, también trasparente, mutante y  en el eterno instante paralizado. 


Solo estableciendo experiencias es lo que permite tener un arraigo, un asirse a algo. La experiencia es lo que nos permite aprender y aprehender de la realidad, conceptualizarla, simbolizarla, es la que nos brinda la posibilidad de adquirir un nuevo recurso que lo transformamos en herramienta. Es la que tiene temporalidades, es la que presenta historia, es la que logra transformar lo vivido mediante la reflexión en una experiencia existencial y el poder decir aquí estoy yo. Persona deseante, histórica, que trasciende sus circunstancias para transformar y ser transformado. La falta de experiencias, o mejor dicho, el solo vivenciar la vida, nos hace correr o ser simples espectadores, sin compromisos, sin toma de decisiones, siguiendo la corriente que lo arrastra junto a los deshechos de otros. 


Percepción y sensaciones de vivirse en desgarro profundo, un sentirse en pedazos, fragmentado y mezclado entre otros pedazos de quien sabe quiénes, carencias afectivas que se busca mitigarlas desde lo material, aumentando los desencuentros y el hambre afectivo. Este transitar entre pedazos que se mueven y se mezclan, deja ver solo una gran masa cuasi uniforme desde donde la percepción no logra crear una distinción, salvo lo efímero que en ese instante se pueda tener, aunque en el momento mismo de tenerla, ya caducó. Búsqueda frenética de otros objetos para hacer notar el propio objeto de uno ante los otros. Búsqueda de diferenciación que lo único que logra es la uniformización de la necesidad y la soledad. La paradoja de la unidimencionalidad que devora todo lo que hay alrededor, buscando llenarse cuando se vacía al unísono con mayor velocidad. Ausencia de referentes y figuras estables, promoviendo entornos con creciente inseguridad y violencia ante la desesperación de la soledad. Aniquilación de la persona para conformarse con y en una existencia de objeto. La lucha por la existencia exige a muchos resignarse en ser objetos, ya que la amenaza por ser persona es la exclusión y la posible aniquilación. 


¿Cómo se expresa?


Son varias las formas que adopta la expresión de este vacío. Más allá de lo que implica el consumismo como intento fallido de alimentar este vacío, así como las disímiles formas que adopta la violencia, lo que caracteriza más a estos estados y conductas es la indiferencia. Indiferencia ante lo que pase en el contexto, insumidos en ver el propio vacío e instalarse en un círculo hacia sí mismo, mientras el afuera corrompe, corroe y se alimenta de la misma miseria humana que inocula, promueve y se valoriza ante las exigencias de este nuevo Dios-Mercado. La nueva religión que trasciende países y regiones, globalizando la misma miseria y condena de la humanidad (Dorony, 2012).  

Otro de los aspectos podríamos circunscribirlo a través de la conducta y las políticas del abstencionismo. No solo un abstencionismo electoral, sino los mitos que se van construyendo sobre la base del “no te metas”, de la política de la “no denuncia”, promoviendo la impunidad y la misma desilusión en esperar y anhelar cambios. La falta de ilusiones y esperanzas de crear otra posible vida, otro posible mundo, otra posible utopía, hace a la repetición cíclica que transmite y retransmite la violencia, dejándonos arrastrar hacia el matadero como única realidad posible con la fantasía de un mundo y vida mejor después de la muerte. El infierno en la vida y el paraíso tras la muerte. Este abstencionismo promueve la instauración de las apatías, donde el deseo es el deseo de un otro, estando el yo a expensas de ese deseo impuesto desde el afuera. Un mandato que se inscribe en lo social de cómo debemos ser, de cómo debemos hacer y de cómo no debemos pensar para no darnos cuenta hacia donde nos conduce este camino Evitando problematizar y criticar la vida cotidiana para cristalizarla y naturalizarla, escondiendo así el poder aniquilador tras la alienación de la persona. Esta alienación, esta destemporalización, eternizando el instante, fabrica el sentimiento y significado de la intrascendencia. 


La intrascendencia termina sepultando el sentido de la misma vida y con éste, sepulta los símbolos que nos unen desde generaciones así como desde lo que es ser humano. 


El borramiento de lo diacrónico promueve el caos en lo sincrónico y con este, la falta de referentes comunes y temporales, destruyendo el ser histórico, desterrando a la persona. Esta intrascendencia gesta las nuevas patologías postmoderna, malestares sin gritos, con apariencia asintomática, trastornos vagos y difusos, cuando otros transitan anestesiados, sin comprender lo que le está pasando, salvo viéndose uno mismo o al otro despedazarse con el sentimiento que nada se puede hacer. 


Muchos caos sin tragedia, vivencias de voracidad que se tragan a la misma trascendencia. La angustia que se grita enmudecida, provoca la exacerbación de la búsqueda de un Salvador, pero “con garantía y sin caducidad”. Servidumbre, falta de empoderamiento, vaciamiento del cuerpo. Pérdida del ser deseante buscando por lo menos ser deseado, alienándose en ser un objeto ante otro objeto, nuevos zombis que caminan por la tierra.


¿Cómo se evidencia?


A través del hiper-individualismo, así como construir “los nuevos desechables con pies”, personas objetos que solo sirven un rato, solo se le valora para lo que puede servir y no por su ser, objetos que se usan y saben que van a ser usados, generando lo recursivo del úselo y tírelo. Estos procesos profundizan el rompimientos de lazos sociales y el trastoque de las dimensiones, donde lo real es lo virtual, la fantasía y lo irreal eres tú. Pasamos de ser el actor principal de la dramatización de nuestra vida, del teatro de la realidad material, a ser un espectador en la vida. Solo en el teatro virtual, es cuando nos constituimos en el actor principal, siendo en lo material el director en la obra de nuestra muerte. Este cambio de dimensión transforma nuestro sentido del Ser, construyendo identidades que se sustentan según lo que se tiene y no según lo que se es. 


Estas identidades, que se basan a partir de los ornamentos, de las exterioridades, exigen personalidades que estén totalmente hacia afuera, mimetizándose con el entorno, camaleónicas; y otras, polarizadas a éstas, son las que se insumen eternamente hacia adentro, hiper-diferenciadas, aisladas con la fantasía de mantenerse puro, esterilizado, sin contaminación, siendo que ambas personalidades tienen que estar sin contacto con un “otro”. Cuasi una fobia a la existencia de un otro, provoca las nuevas formas de violencia, aniquilación, exclusión, bullying, intentando hacer desaparecerlo al menor atisbo de presentarse como nueva existencia presente. Al parecer solo puede existir uno solo, no hay cabida en esta dimensión para un otro. 


Otro aspecto que se observa, es el crear y sostener discursos, verdades y construcciones de realidades a partir de mostrar una supuesta racionalidad de lo irracional. Hoy se enarbola la bandera de la normalidad de lo anormal No solo crea locura, desconcierto, inseguridad, sintiéndonos vulnerables ante la existencia, sino que nos hacen comulgar con los conceptos de calidad, desarrollo y crecimiento, viendo como contrapartida la pauperización creciente y acelerada de la población y la miseria humana. 


Hoy se dedican a salvar a los bancos con trillones de dólares, pero no hay dinero para proyectos sustentables. Hoy la justificación para aprobar un proyecto está en cuánto se gane y no en lo que se necesita, se invierte para ganar, aunque se destruya el medio ambiente y las personas en su proceso y no para salvar vidas y mejorar la calidad de vida. Hoy se ha mercantilizando a la salud, no ofreciendo lo que se necesita para satisfacer a las personas sino lo que satisface a las empresas químicas y armamentistas. No hay espacios ni políticas públicas para salud mental y el bienestar de la persona, pero sí hay espacios para las guerras y la medicalización de la sociedad. El hiper individualismo nos conduce a la metáfora del caníbal, comiéndome al otro para ser como el otro sin lograr jamás ser yo mismo. La destrucción de los vínculos sociales hace a la destrucción de lo comunitario, a la destrucción social. La ley del más fuerte, es hoy la ley del que tiene más poder, siendo este poder el tener más que el saber, estratificando a la sociedad en infinitos niveles en una cuasi cadena alimenticia humana. 


¿Algunas formas de enfrentarlo?


Una de las maneras es luchar por la clínica en la salud mental. Una clínica que tenga como objetivo rescatar y hasta construir un ser sujeto, liberándolo de las cadenas del ser objeto. Es una clínica de la transformación y no de la adaptación pasiva, funcionalista a la sociedad. Muchas terapias posmodernas se han ocupado de que este objeto sea funcional, aplaudidas y apoyadas por el mercado, ya que su interés es mantener a zombis funcionalmente para evitar cambiar el status quo. Transformar la clínica es pensar el lugar que ha ocupado hasta ahora, del consultorio estilo confesionario para trabajar la culpa, hacia la creación de un espacio de encuentro para verse nacer, con esa mirada cuasi materna del encuentro terapéutico. Buscar un lugar para existir, buscando el “re-pararse” y no el arreglarse lo roto, sino el construir algo nuevo. Es gestar, yendo hacia el vientre materno para acompañar a un “re-parirse”. Pasar del mito de Edipo al de Hamlet, donde las identificaciones primarias son importantes pero si no llegamos a reconocer nuestro Ser, nos perdemos en la infinitud del limbo, ni vivos, ni muertos. 


Reconociendo la propia singularidad y el darse cuenta de la soledad, descubriendo que si existe una singularidad, es porque existe una multiplicidad y con esta, la existencia de otros, logro darme cuenta que no estoy solo. Este sentimiento de soledad intrínseca en la vida humana, propia de la angustia de la vida misma, al reconocerla, nos permite valorar la existencia de un otro, pudiéndonos reconocernos a nosotros mismos, valorando esa otra existencia que me permite ser yo a partir del otro. Este camino de existencias, nos permite construir el lugar del “nosotros”, un lugar que permite transitar y coexistir todas las existencias, orientándonos hacia la pluralidad y la comunidad. 


¿Qué se puede hacer?


Es imprescindible desenmascarar la actual secta fundamentalista del Dios-Mercado. Denunciando la utopía actual que es negada discursivamente por sus propios mentores y reflexionarse, historizarse, empoderarnos de nuestro propio ser para recuperar al sujeto, creando nuevas utopías por donde se dirijan otros caminos alternativos (Dorony, 2012). 


Utopías que abran otras puertas y ventanas para ver y disfrutar la vida y no ver la muerte al final del túnel. Pasar de un “yo – nada/todo” al “yo – tu” para crear “el nosotros”. Tener la intencionalidad y el posicionamiento desde donde creamos otros referentes (May, 2000). Llegar a todos los rincones sociales desde donde se amplifiquen las voces logrando que sean audibles, visibles y perceptibles tras el reconocimiento del otro y con éste, el reconocimiento de uno mismo, descubriéndonos a través de la nebulosa que nos sigue encerrando, cegando y confundiendo. Aceptar lo diferente, potenciar la tolerancia, es poder asignar y asignarme, aceptarme a mí mismo, reconociéndome en y a través de mi Ser. El vacío existencial es llenado por el Ser, pudiendo desde aquí abrazar a ese objeto en un andar espiritualizado, unido con la vida y sintiéndome en la vida con todo lo que me rodea, para que logre el otro llegar a ser un otro como persona. En el proceso de la depresión, llegar a tocar, reconocer y aceptar esta condición de soledad como sentimiento y vacío, es la oportunidad que la persona tiene de dar un salto cualitativo, reconfigurando su percepción, reconocerse en el mundo y asumir la responsabilidad que solo desde sí mismo, desde su Ser, es posible abrirse a la vida. El sentirse reconocido con este sentimiento de soledad, abre las puertas a un darse cuenta de que no estamos solos, valorizando al otro en su existencia y esto, hace valorizar mi propia existencia en conjunto con todo lo que me rodea. Es un nuevo amanecer que comienza a dibujar el camino hacia la liberación y la construcción del ser sujeto. 


¿Cómo?


Creando redes y comunicándonos, compartiendo “haceres”, multiplicando, creando y colectivizando experiencias. Reconociendo e impulsando todas las reivindicaciones, desde las mínimas, personales, grupales, locales, regionales, hacia las máximas, planetarias. Logrando construir la mundialización para cerrarle el paso y terminar con la globalización, en donde se reconozcan las sabidurías locales, las experiencias históricas, las construcciones culturales y la trasmisión de los descubrimientos en pos de compartir para crear en conjunto y promoviendo la mundialización. Uniendo las ciencias con la filosofía, recuperando lo que nos fue expoliado como humanidad, para que esta marque un camino con intencionalidad y en pos de la calidad de vida y satisfactores para la humanidad y no para los grupos de poder. 


Reconocer que es necesario trascender los vínculos de sangre y que éstos no tienen que ser excluyente de otros tipos de vínculos. Ya no hay reinados con sangre azul, hoy existen personas de diferentes colores, en diferentes países y regiones, pero con la misma miseria. El énfasis está en la comunidad como familia, en donde la familia grupal pueda verse y confrontarse con esa otra familia que se me representa en imagen y contacto, en  comunicación y en acción.


Romper el silencio lacerante y desunificante que atenta contra la construcción de una identidad sólida y transformadora, fomentando la escucha que une y genera encuentros, terminando con la fragmentación. Hablar  también desde lo positivo en la vida y con la vida, de lo que son capaces las personas de crear, innovar, compartiendo lo vital y hacer notar la potencia de vida que nos trasciende. Transformar la desesperación profunda en una esperanza de lucha, a partir de reflexionar y lograr visualizar y simbolizar los efectos del actual sistema económico y social. No solo se trata de prevenir la conducta y el acto suicida, sino comenzar a prevenir el pensamiento suicida, desmitificándolo desde la literatura, la música y el folclore, buscando desestigmatizar. Crear mitologías de vida y por la vida, valorizando la trascendencia de cada acto vital y no la de muerte. Mejorar las relaciones interpersonales y comunitarias, respeto a la diferencias, empatía con las personas que atraviesan conflictos y situaciones difíciles, crear espacios de desarrollo de la creatividad y la expresión de sentimientos, buscando compartir experiencias.


Hacer uso de los lugares públicos, comunitarios para crear espacios de salud, promoviendo la transformación desde la muerte hacia la vida. Generar políticas incluyentes y cultura “de y por” la vida, vinculándose desde la vida con el empoderamiento del Ser, requiere de abordajes sociales con aspectos bio-psico-sociales y con actos éticos en donde se presente la persona.


Políticas que trasciendan las disciplinas, con abordajes desde la praxis mediante las técnicas de investigación acción participativa, en donde se involucren y comprometan todos los sectores ampliando la base social para la prevención del suicidio y tomando en cuenta los disímiles factores que intervienen, en donde las políticas públicas dicten las políticas administrativas y no que éstas las subordinen. Crear planes y políticas por la vida según las realidades locales y regionales, apoyadas en los recursos de cada comunidad y referenciados desde lo histórico y cultural, compartiendo la generación de conocimiento y alternativas con la comunidad. Tomar en cuenta la comorbilidad con la diabetes, corazón, trastornos del sueño, ansiedad, problemas gástricos, alergias entre muchas otras, teniendo un diagnóstico a tiempo como forma de recibir tratamiento y atención adecuada. 


¿Para qué?


Para lograr transitar por el camino propio de la realidad latinoamericana, desde nuestras propias culturas, recursos y acciones, construyendo una praxis liberadora. Partir de la valorización de las nuevas propuestas que surjan en cada rincón de nuestro continente, de nuestra región, para humanizar lo humano. Para romper con la irracionalidad y darle un sentido a la ciencia, que permita subordinarla a las necesidades humanas y no a las de un poder o una variable económica. 


Los conocimientos son propiedad de la humanidad, a esta le pertenece en todo. Dejar de ser los latinoamericanos los conejillos para pruebas, dejar de sentirnos sub desarrollados y descolonizar nuestras mentes hacia el camino de la salud, del desarrollo de las capacidades humanas, hacia la solidaridad, la tolerancia y la liberación. 


Para darle dirección y un sentido a este movimiento que lucha por la vida y por lo humano, es imprescindible abandonar los conceptos etnocentristas de jerarquías sociales y terminar con este tipo de geopolítica que nos insumen en meros técnicos y material para laboratorio. 


Latinoamérica también tiene el poder de usar la ciencia, también los conocimientos, pero más, las intenciones y la necesidad de libertad. Para crear conciencia de vida, de libertad y de evolución, asumamos nuestra responsabilidad como parte de la humanidad toda y descolonicemos nuestras mentes para darnos cuentas que en nosotros se está gestando un mundo nuevo, otra utopía, donde las personas pasemos a ser sujetos de nuestra propia existencia 


- Latinoamérica unida gritando por la vida.

- No más sangre de los caídos

- Caminando juntos por la salud, la ecología, la justicia y la dignidad

- Defendiendo la creatividad, las diferencias, las historias, y  toda la sabiduría, tras la bandera de la libertad 


Referencias

 

Buber, M. (1993). Yo y tú. Madrid: Caparrós Editores

 

Dorony, L. (2012). El deseo, la sociedad líquida y la alcantarilla. México: Congreso de SOPAC (Sociedad de psicoanálisis y psicoterapia A. C.)

 

Frankl, V. (1999). El hombre en busca del sentido último. Barcelona: Paidós.

 

Levinas, E. (1994). Dios, la muerte y el tiempo. Madrid: 1994.

 

May, R. (2000). Amor y Voluntad. Barcelona: Gedisa.

 
Nietzshe F. (1986). El crepúsculo de los ídolos. México: Editores Mexicanos Unidos






 

 


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