REVISTA DE PSICOLOGIA -GEPU-
ISSN 2145-6569
IBSN 2145-6569-0-7

   
 
  LOS MITOS Y EL LABERINTO DE NARCISO EN LA OBRA “LA METAMORFOSIS DE NARCISO” DEL PINTOR SALVADOR DALÍ
LOS MITOS Y EL LABERINTO DE NARCISO EN LA OBRA “LA METAMORFOSIS DE NARCISO” DEL PINTOR SALVADOR DALÍ 
 
       
           
 
 

María Consuelo Figueroa García

  

 

Universidad Autónoma de México / México

 


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María del Consuelo Figueroa García: Ciudad de México. Médico Veterinario con Maestría y Doctorado en Ciencias Veterinarias; UNAM. Creador Literario; Universidad Autónoma de México. Estudiante de Derecho, UNAM. Ha escrito Cuento, poesía y ensayo para diferentes Revistas literarias. Y ensayos en la Revista Ciencia y Cultura C2. Coautor de libro “La república en la voz de sus poetas” Antología 2012, XX Encuentro Internacional de Mujeres Poetas en el País de las Nubes, editado por el Centro de Estudios de la Cultura.

 

 

  
Recibido: 27 de Abril de 2020
Aprobado: 30 de Noviembre de 2020 
 
Referencia Recomendada:  Figueroa García, M. (2021). Los mitos y el laberinto de narciso en la obra “la metamorfosis de Narciso” del pintor Salvador Dalí. Revista de Psicología GEPU, 12 (1), 157- 176
 
 
Resumen: El análisis de una obra de arte es una tarea difícil y a veces subjetiva, pues el libre albedrio de los sentimientos sugiere, dicta y conduce al intérprete hacia laberintos jamás pensados. La metamorfosis de Narciso es la primera obra que Dalí realiza con su método paranoico-crítico, en ella se pueden abducir tantos mitos como el observador esté dispuesto a descubrir. En el presente ensayo vagamos por sólo algunos de ellos, pero la invitación está hecha, cualquiera puede añadir, cortar o rehacer este intento de análisis. Para la exploración del cuadro se realizó una segmentación en varios “pequeños cuadros” que hablan de una historia independiente y colectiva y al amparo del conocimiento de los grandes mitos y su reinterpretación se dibujó un texto que pretende dar vida a un colectivo de color. Cada párrafo está diseñado con la intención de sumarse al mensaje que oculto entre líneas y luz y amarrado al hilo de Ariana pretende la eternidad y lejos de anhelar la salida busca el vientre de la madre; para así, en el universo de oscuridad hallar la resurrección.

Palabras clave: La metamorfosis de Narciso, mitos, método paranoico-crítico, Dalí, el laberinto.

Abstract: 
The analysis of a work of art is a complex and at times a subjective task, due to the fact that the free will of feelings suggests, dictates and leads the interpreter into labyrinthsthat have never been thought of before. The Metamorphosis of Narcissus is the first work that Dalí made with his paranoiac-critical method, in which one can abduct as many myths as the observer is willing to explore. In the present essay we wander through only some of them, but the open door is open, anyone can add, cut or redo this attempted analysis. For the analysis of the painting, a segmentation was made in several "small paintings" that speak of an independent and collective history, and under the protection of the knowledge of the great myths and their re-interpretation, a text was drawn that pretends to give life to a colorful collective. Each paragraph is designed with the intention of being adhered to the message hidden between lines and light and tied to the thread of Ariana, he intends eternity and, far from longing for the exit, he seeks the mother's womb; thus, in the universe of darkness find the resurrection.

Key Words: The metamorphosis of Narcissus, myths, paranoid-critical method, Dalí, the labyrinth. 

Introducción
 
La psicología del arte es una rama de la ciencia que estudia la percepción, las características y el conocimiento derivados del arte. Una de las funciones fundamentales de esta rama de la ciencia es el estudio de la percepción del sujeto y cómo ésta opera en el continuo cultural (González RFL., 2008). Sin embargo, para abordar el análisis psicológico de una obra artística hay que estar consiente de diversos factores que interfieren con la claridad de los conceptos y las ideas surgidas a partir de ellos, ya que el arte es un fenómeno humano y por lo tanto, fundamentalmente, un proceso psicológico (Mota BGA., 2011).
 
Sabemos que a lo largo de la historia de la humanidad el concepto de creatividad ha cambiado; derivado de la transformación misma de la cultura, el desarrollo tecnológico y científico, así como de la percepción del hombre con respecto a él y a su entorno. Por lo que, este concepto, ha pasado desde haber sido considerado como un don otorgado por los dioses o una característica genética hasta un producto derivado de un proceso específico. No importa cuál sea el concepto que de la creatividad se tenga, siempre ha estado ligado a los procesos cognitivo-emocionales y por ende a la psicopatología humana (Chávez RA., col. 2000). Sin embargo, podemos decir que la creatividad es un proceso (complejo, dinámico e integrador) a través del cual se recibe, analiza y transforma la información, que además involucra, de forma simultánea, factores de percepción, cognoscitivos y emocionales (Velásquez BM., col., 2011). Por lo que, la creatividad es un proceso mental que consiste en producir ideas o dar existencia a algo (nuevo, diferente, único u original) para transformar o trascender la realidad del individuo (Jaramillo NLM y Puga PLA., 2016). Podemos decir que la creatividad es la capacidad para encontrar nuevas posibilidades en todo cuanto nos rodea.
 
El proceso creativo requiere de la contemplación del entorno, para, primero, detectar un problema (necesidad, insatisfacción, insuficiencia o molestia), a partir del cual y, a través del estudio y reflexión (meditación, visualización y suposición), se obtengan ideas claras (concepto, noción o esquema) que aporten una solución al mismo; ya sea a través de la imaginación o el conocimiento, obteniendo como resultado final la materialización, llámese, obra de arte o innovación científico-tecnológica (Aguilera AL. 2011) de este. Sin embargo, para que todo lo anterior se realice hay que contar con un pensamiento fluido y fértil y, la capacidad de integración de las ideas para poder aplicarlas al problema detectado y analizado. Lo anterior puede ser derivado de un proceso espontáneo o adaptativo. Finalmente no todos nacen artistas; pero todos somos creadores.
 
Uno de los aspectos más complicados de abordar, cuando de análisis del arte se trata, es la auscultación del cuerpo de la obra, para detectar el síntoma, el cual se manifiesta de distintas maneras; no sólo en la obra sino también en el contemplador de la misma. Desde la antigüedad locura y el ingenio (creatividad) han sido maridadas y puestas como un todo en un mismo espacio. Y por ello, se dice que el seno de la creatividad es un poco la locura. Pero definamos que es locura. A pesar de que el concepto de locura ha mutado su significado de acuerdo al momento histórico y cultural en el cual ha sido estudiado, categorizado y afrontado por el individuo, se puede decir en términos generales que, y de acuerdo a la RAE es un “trastorno o perturbación patológicas de las facultades mentales” Pero, la locura ha sido tema de debate, filosófico, religioso, médico y hasta místico, a lo largo de la historia del ser humano, y en cada caso el trato que se le ha dado al loco es diferente, algunas veces enarbolando su locura, otras relacionándolo con sucesos sobrenaturales y demoníacos o aislándolo de la sociedad con la finalidad de garantizar su seguridad y la de la comunidad a la que pertenece (Cruz Am., 2007). Pero, existen locos que le han ganado a la misma locura, ejemplo claro de ello es Don Quijote, el loco más conocido de la historia, personaje, quizás, pero claro ejemplo del ingenio que deriva del delirio.
 
2 Análisis de la pintura “Las metamorfosis de Narciso” (1932) de Salvador Dalí
 
En el presente ensayo abordaremos el síntoma a través del análisis del mito y el laberinto en la obra “La metamorfosis de Narciso” (1937) del gran pintor español Salvador Dalí. Esta obra pertenece al surrealismo y es la primera que Dalí pinta por medio del método paranoico-crítico. “Se considera que esta obra funciona como tres elementos que sólo Dalí podía unir: la Grecia clásica, el psicoanálisis y la ciencia” (Iribas RA., 2004). Hay que recordar que Dalí era un ávido lector de Freud y que gran parte de su obra está cargada con tintes psicoanalíticos, por lo que él mismo, y a través de muchos de sus cuadros “nos engaña con la verdad de su pintura y con la engañosa pintura nos enseña su verdad” como sugiere Lázaro DJ (1977) y como dice Mario Vargas Llosa (Vargas IM., 2007) toda mentira dice una verdad. Además del psicoanálisis Dalí era devoto a la Geometría Sagrada, un curioso del acontecer científico y se sumergía en el océano del pensamiento humano.
 
La metamorfosis de Narciso, no es solamente una pintura, de entre las muchas que Dalí pintó, es un verdadero tratado de mitología y un profundo laberinto psicológico. Si nos detenemos a contemplar cuadro a cuadro cada uno de los eventos que conforman el todo; encontraremos en ella el mito de la caverna de Platón, Los Dioscuros, a Segismundo, a Teseo y el laberinto, la resurrección, la Magna Mater y a Prometeo, entre muchos otros, que iremos abduciendo poco a poco. Pero, además de ello, esta obra está compuesta por: patrones de Geometría Sagrada y el Número Áureo Þ, cargada con avances científicos y tecnológicos como la Eugenesia (figura 5 f), la transición de la tercera a la cuarta dimensión (hipercubus), entre otras muy interesantes experiencias artísticas, psicológicas y sociales.  
 
En Las Metamorfosis de Narciso Dalí hace un recorrido mitológico a través de su propia historia y nosotros seguiremos sus pasos, poniendo nuestro entendimiento sobre sus huellas, en el laberinto del inconsciente, a través de cada uno de los cuartos que Freud señala para la gran casa llamada memoria. Para lo cual se debe aclarar que el cuadro se disectó en diversos pedazos de piel abduciendo el mito desde las mismas entrañas del lienzo; para su mejor comprensión y análisis.
 
3 Los símbolos en la obra de Dalí
 
Antes de iniciar la laberíntica mitología de “La metamorfosis de Narciso” hay que esclarecer y aclarar el afán de Dalí por algunas imágenes como símbolo; no sólo de su obra sino de su vida misma. Empezare de forma azarosa con la imagen del huevo, presente en muchas de sus obras como: Niño geopolítico contemplando el nacimiento del hombre nuevo (1943), Carne de gallina inaugural (1928), El sublime momento (1938), Huevos al plato (sin el plato) (1932) y La Madona de Portlligat (1949) (figura 1). De acuerdo a Garrido D (2018) ésta tan recurrida imagen en las obras de Dalí “hace referencia al amor, la esperanza y la vida” pero además es un símbolo que lo acerca a la ciencia y la ética y, es a través de este símbolo que recrea las nuevas formas de concebir la vida y el desarrollo en el futuro de la humanidad desde un punto de vista psico-cognitivo, evolucionista y por qué no económico y socio-cultural.
 
Por otro lado las hormigas que aparecen en obras como: Hormigas, El gran masturbador y El enigma del deseo de 1929, La persistencia de la memoria (1934) u Opilión segador al atardecer… ¡esperanza! De 1940, (figura 1), transmiten desasosiego, melancolía, inquietud o vacío (Sierra-Valentí X., 2016) o son usadas como símbolo de la decadencia y la corrupción de la carne (necrosis), acercando al contemplador al significado de la vida y la muerte (Blanco JL., 2011) o tal vez como el mismo Dalí refirió alguna vez “significan absolutamente nada” Aquí es importante señalar que la muerte es uno de los temas más importantes en el surrealismo, para Dalí este está presente como el fin de un ciclo infinito pero no definitivo (Garrido D., 2018).
 
Los guijarros, estás pequeñas y redondeadas piedras, modeladas a través del tiempo por la erosión del agua son una pieza fundamental en la composición de los cuadros de Dalí. Ya sea en sus monolíticas figuras como el Narciso de “La metamorfosis de Narciso” (1932) o como componentes del espacio, espectadoras de lo que en el universo del color sucede, antiguos fragmentos del espacio que se repiten una y otra vez a sí mismos y que en el camino del pintor diseñan y dan forma, asechándonos con los fractales del dibujo y anticipándose a la teorías de las matemáticas fractálica (conjunto Mandelbrot), de Benoît Mandelbrot (1975), aunque en realidad con mayor disimulo que la obra de Jackson Pollock  o la de Kanagawa donde el mundo de las matemáticas se hace más evidente. Cada guijarro, cada piedra arrojada por la mano de la adúltera visión de los críticos crea el muro con el que se protege y protege a Gala del mundo. Para Dalí los guijarros simbolizan el deseo solidificado. Sus obras Babaouo (1932), Construcción blanda con judías hervidas (1932) o La metamorfosis de Narciso (1932), entre otras, forman parte de su aluvial necesidad de convertirse en algo más sólido y compacto como las piedras de sus cuadros.
 
El tiempo, otro de los grandes misterios que acorrala al pintor y lo pone entre los límites infinitos de la cuna y la tumba, y así lo refleja en muchas de sus pinturas, tal vez la más presente en la memoria colectivas sea La persistencia de la memoria (1931) la cual refleja la flacidez y fugacidad del tiempo y donde por supuesto se infieren las ecuaciones de campo de Einstein , pero también podemos recordar cuadros como La desintegración de la persistencia de la memoria" (1954), donde el tiempo y el espacio se fragmentan. 
 
La ciencia; una de las muchas musas de Dalí y una de las grandes pasiones del célebre pintor. Pasión que despierta en él durante la adolescencia, cuando comienza a leer textos científicos de Albert Einstein, Sigmund Freud, Werner Heisenberg, Watson y Crick, Denis Gabor o Erwin Schrödinger, los cuales se ven reflejados en su obra donde se presentan y representan las teorías del psicoanálisis (Enigma de 1938, El gran masturbador de 1929 y La jirafa en llamas de 1937), la arquitectura del DNA (Galacidalacidesoxyribonucleicacid de 1963), el átomo y la guerra atómica (Galatea atómica, La separación del átomo y Las tres esfinges de bikini de 1947 y Idylle atomique et uranique mélancolique de 1949), (figura 1).
 
La divina proporción, azorado por lo verdaderamente hermoso entre la comunión de la geometría y la belleza, Dalí comienza su encuentro con Fray Luca Paciolo (Tratado de la divina proporción) y el matemático Matila Ghyka de quienes extrae y materializa la geometría sagrada y las representa en su obra a través del hipercubo (figura 1).
 
Figura 1. Los símbolos en la obra de Dalí. (Ver figura 1 en el PDF)

4 La mitología y el laberinto psicológico
 
Todos conocemos la historia del laberinto, donde el monstruo es el minotauro, el héroe Teseo y el hilo conductor de sus deseos: Ariadna, pero nadie conoce la historia de un laberinto contado por Ovidio en las metamorfosis y representado por un Dalí inmortal. Me refiero a Narciso; hijo de la ninfa Liríope y del río Cefiso. La historia cuenta que la vida de Narciso estaba condicionada al desconocimiento que debía tener de sí mismo. A través de su historia Dalí teje en una telaraña de ambigüedad, color, delirio y “lucida locura; la torre de babel de su gigantesca obra” (Cabrera M., 1989) con la inmortalidad del invisible hilo que sujetan entre las manos su ninfa “Gala” la cual lo espera eternamente a la entrada del laberinto, hilo que sirve como cordón umbilical entre el maestro y la musa.
 
Una de las características del ser es esa profunda necesidad de encontrarse a sí mismo, descubrir su propia identidad o dicho de otro modo “El YO” lo que conduce a escrutar la otra cara de este ser (Castro CLM., 2009) como lo plantea Descartes en su “Cogito, ergo sum” que se centra en “el sujeto que piensa, el sujeto que sólo sabe que existe, siendo su existencia su salvación y su condena”, como narra el mito de Narciso, quien por encontrarse a sí mismo pierde la vida “al descubrir su espectral figura en la imagen que contempla en el espejo de agua” (García PLL., 2011).
 
El descubrimiento de nuestra existencia siempre es el principio de un camino largo y retorcido que muy pocos se atreven a iniciar, en el que llegar hasta el profundo vientre de la Magna Mater es esa muerte que hay que vivir para renacer transformado a través de una larga y paciente metamorfosis (Turner V., 1975). A su vez la metamorfosis es la muerte de la oruga para dar paso a la mariposa. En su cuadro, La Metamorfosis de Narciso, Dalí nos presenta dos posibles interpretaciones del laberinto (figura 2). Por un lado la belleza que surgida como el embrión de un huevo, se manifiesta al mundo en desplegado esplendor, sí, la flor de narciso; blanca, inmaculada, vibrante bajo un cielo nuboso y sujetada por una pétrea mano, la que tal vez, representa su destino y le protege o encadena para que no acuda ante las aguas del río, su padre, evitando que mire lo que en realidad es. No mires al laberinto si no quieres encontrarte con el minotauro. “El laberinto es un camino; un camino confuso, lleno de emociones: miedo, rabia o tristeza” [Buhigas TJ]. Por otro lado nos presenta un Narciso oscuro, sumergido en las aguas del río, en doliente posición, ahora con la desdibujada apariencia de esa mano; que sujeta, que contiene, que va dando paso al cuerpo de un ser sin esperanzas. Dos laberintos que buscan la unidad del YO eterno. Uno de los laberintos parece fácil, pero no lo es, aceptar la corrupción del cuerpo en el caldo de la perecedera existencia, ver como el calor de los días te escuece la carne, la ablanda… la arruga, el vientre se cuelga, los músculos no responden. La oscuridad del cuadro recuerda un poco las notas de la marcha fúnebre de Chopin, esos acordes de melancolía y dolor que llegan hasta la médula ósea y frenan la poyesis y donde en apoptótica melancolía las mitocondrias deseosas de oxígeno inician la catábasis para sintetizar nueva materia; la cual recorrerá el nuevo laberinto, y a través de la anábasis renacerá en esplendor. El espejo en el que se mira el Dalí-Narciso es la imagen de su hermano muerto el cual le hereda su nombre en el cuenco de la pila bautismal (Cabrera M., 1989). De acuerdo a Izquierdo VP (2017) Dalí crece   sintiéndose la copia viva de su hermano, lo que le trae como consecuencia una crisis de identidad que lo increpa a ser más grande el mejor de los dos Salvadores. El mismo Salvador Dalí dice: “Yo nací doble, con un hermano de más, que tuve que matar para ocupar mi propio lugar, para obtener mi propio derecho a la muerte” 
 
Figura 2. El laberinto. a) laberinto clásico y b) camino: fragmento de la obra “La metamorfosis de Narciso” (1932) de Salvador Dalí. (Ver figura 2 en el PDF)

5 El mito de Medusa y el Yo
 
Medusa, la protectora del secreto del “Yo” universal, al ver su reflejo “EGO” en la espada de agua queda petrificada, tras el leve escalofrío que siente en la nuca, al comprender su irremediable y efímera condición humana. Dalí, el Ególatra (figura 3), petrifica su instrumento –su mano- para evitar la corrosión del tiempo sobre él. El pincel ha sido siempre, en la sináptica ecuación de sus misterios, sólo la dendrita, el vaso comunicante que diseña sobre el lienzo lo que su corazón libera desde el soma neural, hasta vaciar el intelecto y el ánimo en pinceladas de amor-odio, desprecio-bendición, vida-muerte. Una mano de piedra que jamás sucumbirá a los estados de ánimo de su rival “La Muerte” porque al ser inerte cobra vida eterna.
 
"El fin del arte es el fin de una forma de vida que ya no puede ser vivida" Hegel 
 
6 Los Dioscuros
 
Narciso o Pólux, el bello, espera a la orilla del río, indolente, seguro de su hermosa condición (narcisismo)  mientras que el ser oscuro - Castor - (figura 3) que lo habita debe iniciar el camino hacia las entrañas de ese serpenteante río, matar al monstruo y regresar triunfante, lo que da la impresión, de acuerdo a Escobar BFJ (2016) de que “una parte del protagonista carece de vida y conduce al tiempo a la otra al mundo ctónico” El veneno del Pigmalión lleva a la despersonalización de Narciso, quien se siente ajeno a asimismo –física y emocionalmente- a la vez que no reconoce el entorno como parte de su realidad y tiende a la tristeza y la soledad en un estado de desamparo que remite al sentimiento de inferioridad. 
 
Pero el destino de Narciso no es el mismo que el de Teseo, el no volverá de las oscuras aguas como héroe, él será convertido en roca a la entrada misma del laberinto y su espíritu nacerá sobre su frente con la esperanza de algún día recorrer los pasillos y regresar, como el vencedor, sobre sus pasos. Hay que recordar que quien regresa no siempre es el que se ha ido, como en una especie de suerte, Zeus lanza las monedas y, alguno de los Gemelos Celestiales volverá con la apariencia del que aún se conserva vivo, para habitar la casa que han ocupado desde el origen de los tiempos ambos. 
 
La mitología al igual que el arte, han servido al ser humano para explicar lo extraño de su condición. Nada de lo que el mundo está poblado, ha sido reconocido a la primera como un proceso más del mundo mismo. Las criaturas en la oscuridad, los fenómenos celestes y los meteoros, fueron durante mucho tiempo explicados a través de la metáfora, ya sea como dioses, monstruos, seres mitológicos, ánimas, etc. Y con estas explicaciones el humano fue moldeando su inconsciente en lo que hoy se conoce como arquetipos. Uno de los cuales aparece en el gemelo de Narciso, extraña situación que Dalí manifiesta como la dualidad, y que casi siempre se experimenta como la sombra, aunque también se manifiesta en el ánima y el animus. La hembra y el macho. La belleza exquisita que engatusa con su magnificencia y la corrupción; oscura y oculta, de la cual pretendemos en todo momento alejarnos, pero hacía la cual corremos en un desencadenado frenesí que nos mantiene en este constante rodar la piedra hasta la colina, para dejarla caer al anochecer e iniciar la cuesta arriba a la siguiente mañana, como el eterno Sísifo, como la tierra misma, que eternamente rodará alrededor del sol. 
 
Figura 3. Los Dioscuros (dualidad), fragmento de la obra “La metamorfosis de Narciso” (1932) de Salvador Dalí. (Ver figura 3 en el PDF)
 
7 La laguna Estigia o el espejo de agua
 
En la escena que llamaré desde ahora “el espejo” se mezclan, en lo cotidiano, los temores de Narciso, la resignación de Sísifo, la osadía de Teseo y la ambivalencia de Pólux y Castor, todos en el mismo caldo de cultivo para dar nacimiento a la sombra, ese lado oscuro de nuestro YO. El Narciso diestro, oscuro y perdido, es puesto como símbolo de contradicción a la Divinidad del Padre, quien siempre ha colocado en el plato derecho de la balanza: la moral, el bien, lo bello, lo perfecto, lo capaz, lo visible, la luz (“media, extrema razón de la hermosura” ) y el Narciso siniestro, bello e incorruptible, es colocado en el platillo de la izquierda, donde desde siempre ha sido colocado lo imperfecto, lo retrógrado, lo malo, lo inefable, lo incapaz, lo oscuro (“El verso, dulce consuelo, Nace al lado del dolor” ). Un Dalí dispuesto a dibujar su ambivalencia (su lado activo y lúcido así como su lado más abrumador, lo arcaicamente pueril de su cosmos) en el lodo del caos. 
 
En el cuadro “El paso de la laguna Estigia” (1520), Joachim Patinir muestra un alma desnuda, que tras haber pagado al barquero y en el centro del cauce está eligiendo entre el cielo (derecha) e infierno (izquierda), de igual forma Dalí nos entrega la dualidad representada por dos Narcisos uno que simboliza la gloria de la eternidad (derecha) y el otro la corrosión de lo efímero (izquierda) (figura 4). La moraleja tal vez es que la prontitud de las cosas las vuelve decadentes y el camino al infierno es fácil y es rápido. 
 
El lago también es ese espejo viviente donde se miran cara a cara la vida y la muerte, ese retrato que cuelga en alguna de las paredes del cuarto de sus padres y que le grita silenciosamente que es un usurpador.
 
Un laberinto es ese sótano oscuro que Freud llamaba inconsciente. Ese largo pasillo, enredado, donde se esconden las emociones, el veneno; que no nos deja movernos, el miedo; que nos consume, el dormido recuerdo; que nos aterra, el caos. Un laberinto no tiene instructivo, cada paso es un arriesgarse a caer al infierno, la única posibilidad que nos espera es una binomial escupida por los pétalos de una deshojada margarita que sólo posibilita a izquierda o derecha.
 
8 La ciencia, dios y la eternidad
 
Los deseos de vida y conocimiento rompen el huevo desde sus entrañas y “cortan la flor aséptica de la raíz cuadrada” . “Para conocer el mundo debes aventurarte a él” Los Dioscuros hijos de la eugenesia divina (figura 4), mezcla de lo eterno con lo efímero, alternancia de la inmortalidad, se hacen presentes en el mito de Narciso contado por Dalí, hermanos de la oviparidad del ornitorrinco, eclosionan al mundo como fantasmas fósiles en un crepuscular  abismo; existente entre el caos y el cosmos, “realizando los dos, gestos idénticos que se corresponden como los de un solo hombre y su imagen en el espejo”1. Aquí aparecerá por primera vez el síntoma en la auscultación de la obra  , en su incesante búsqueda por lo siempre bello, el hombre busca la fuente de la eterna juventud a través de una ciencia joven y renovada que ofrece belleza envasada como blanca nieve lipídica que al recubrir la piel (sensiblemente humana) evita que ésta sufra el efecto de las dañinas horas que vacías de felicidad vuelven al caos y sufren el miedo de la irremediable vejez.
 
Uno de los principales temores de Dalí era la decrepitud (figura 4) del cuerpo y la muerte. Manifiesta ansiedad, no sólo en Las Metamorfosis de Narciso sino en muchas de sus obras, donde percibe lo imparable del tiempo y lo deforma a su voluntad con la intención, quizás, de encontrar el hilo, que en manos de una petrificada Ariana, lo devuelva a lomo de manecillas y a través del espejo , a ese momento de gloria que amanece fuera de esta realidad consciente, constructo de una sociedad que avanza cada vez más deprisa frustrando su sueño de eternidad.   
 
No todas las cirugías estéticas, aun cuando vengan de los dedos del mismísimo Apolo , son siempre exitosas y, existen embriones que fracasan en su intento de ser uno más de la manada (figura 4); su loci, a veces paralítico, no completa los peldaños de la escalera genética y lanza al universo los llamados síndromes (materia no acabada de imprimir, jamás deforme; pues todo cuanto existe tiene forma), los que mirados en el espejo social se ahogan en la incomprensión y el olvido. 
 
Dalí mira en este Castor vencido a Titón un padre cada vez más viejo, abatido y encorvado, imagen de la vida que Dalí desprecia, ese ser de moral y principios puros y perfectos que lo excomulgó de su nido, forjando a Momo  un excéntrico arlequín que le grita al mundo (en su pintura, en su escultura, en sus modos y su moda, en su forma de vivir y ver el mundo) su originalidad; con su ya conocida labilidad emocional. Castor es el espejo que le recuerda a Pólux esa falta de esperanza respecto al futuro y lo efímero que se es, aun siendo Dios, pues sólo el hombre en su infinita semejanza con su creador es capaz de matarlo y resucitarlo, en una beata autodestrucción, para su propio beneficio.
 
Figura 4. El Yo y la duplicidad en lo eterno. Fragmento de las obras: “La metamorfosis de Narciso” (1932) de Salvador Dalí, “El paso de la laguna Estigia” (1520), Joachim Patinir (al centro) y “La Creación de Adán” (1510) de Miguel Ángel (laterales). (Ver figura 4 en el PDF)
 
9 El sueño Dantesco 
 
Dalí “El sueño Dantesco o el delirio” al amparo de una Gala-Gradiva (Beatriz), extiende una pétrea mano hasta el paraíso mientras se deja consumir por un infierno puro y tierno (figura 5). En tanto, escucha el carraspeo de las arpías; huérfanas palomas, disfrazadas de feroces buitres, dispuestas a comerse las memorias del pecado original, que esconde tras los párpados este católico anónimo, hijo de Aritmo. Como siempre, su voz es coronada como la frente de Caín por melíferos bigotes que custodian las leyes de la relatividad en sus flácidos relojes. 
 
… me hundí en tales inquietudes, que por primera vez en mi vida sentí la maciza arquitectura de mi egoísmo temblar hasta sus cimientos con ese subterráneo terremoto de altruismo sentimental.
 
La amenaza constante se oculta en una sonrisa mientras nos tiembla la mano; así Dalí se oculta entre nubes de piedras como Clara Peeters en las jarras de sus bodegones, lo que recuerda la frase de Warhol “Cuando quieres parecerte a algo, significa que en realidad lo amas. Cuando quieres ser como una roca, amas realmente a esa roca”  yo añadiría: aunque sientas miedo.
 
XI 
bien sea religión, bien amor sea,
deidad, aunque sin templo, es [Gal(a)tea] 
 
Como podemos ver, en el cuadro, la imagen que se refleja en el río no es la del bello Narciso. Es la de un ser abatido, lleno de temores, incierto, incapaz de levantarse. Tal vez sea por ello que el mismo Dalí en el poema La Metamorfosis de Narciso nos explica este sentimiento de desamparo, de despojo, este camino transitado por los demonios del olvido, del sinsentido...
 
Figura 5. El sueño eterno “Gala”, fragmento de la obra “La metamorfosis de Narciso” (1932) de Salvador Dalí. (Ver figura 5 en el PDF)

10 Leda y el cisne
 
Es innegable que Dalí recuerda la historia de Leda y el cisne de manera por demás significativa. Hay que hacer notar que la flor que brota del blanco huevo, del lado diestro del cuadro, a simple vista parece sólo un narciso, pero si se observa detenidamente la realidad muta y gracias a la magia de la metamorfosis aparece un blanco cisne de largo y delgado cuello (Figueroa 6). El pintor, bajo el cobijo de la ambigüedad y la inteligencia, coloca dos huevos sobre los pétreos hombros de sus imágenes monolíticas; como sinónimo de la ambivalencia humana. De un lado observamos la eclosión de la divinidad de los hijos de Zeus; Pólux y Helena y del otro, sobre los derrotados hombros de Tindáreo (representado en la desdibujada figura de la siniestra del cuadro) a los hijos del hombre (que al ser un simple mortal representa lo profano); Cástor y Clitemnestra que se subliman, como fétida raíz, de la nuca de un corrompido huevo.  
 
El inconsciente al igual que el laberinto está plagado de sombras pero sólo permite un habitante (Gala). Parece que las sombras del inconsciente de Dalí se repiten como las imágenes de las vacas de Warhol: en cada piedra, en las nubes, en el agua. Y en nuevo desacato a la condición divina (ver Mateo 26:69-75 ) tu lengua de pincel nombra tres veces a la gallina ¡Gala!, ¡Gala!, ¡Gala! 
 
“que no es cosa muy nueva o peregrina
 ver el gallo cantar por la gallina” 
Narciso dejó entonces su rostro enamorado
sobre el charco o el lago sobre el mar o el río
miró al fondo del agua como en un extravío
si ya no era el amante que se sentía amado 
 
Dos cuerpos de un todo circular, ignorantes del tiempo y el espacio, decepcionados del encuentro del uno con el otro. Nunca se es lo que se desea; para la imagen que nos mira. La realidad es la prueba más fidedigna de la verdad. Buscamos el universo parados en el centro mismo de este, queremos amor, parados sobre la espada de la indiferencia, inválidos para buscar, ciegos y sordos nos encadenamos a lo inmediato, la impaciencia nos urge a entregarnos a la contemplación del abismo y cómodos en nuestra trinchera babeamos por las mieles del árbol del conocimiento; pero como ya lo dijo Don Quijote “Nadie se puede obligar a lo imposible”
 
“En este momento todavía no tengo fe y temo que moriré sin cielo"
 
Y me parece escuchar la voz de Baudelaire decirle a un triste insecto, esa hormiga que invade los pétreos muslos de Narciso, y que camina sobre el destino de la imagen:
 
Mi Pobre musa, !ay! ¿qué tienes este día?
Pueblan tus vacuos ojos las visiones nocturnas
Y alternándose veo reflejarse en tu tez
La locura y el pánico, fríos y taciturnos.
 
Figura 6. Representación del mito griego Leda y el cisne. Recorte de: Leda y el cisne; 1509 (izquierda) L. Da Vinci y La metamorfosis de Narciso de Salvador Dalí; 1939 (derecha). (Ver figura 6 en el PDF)
 
Dalí encarna la realidad de una dualidad de guijarro que ansía encontrarse a sí misma, pero, que sucumbe con la frente sobre la rodilla. Una posible explicación de un doble Dalí, uno que tiene una sombra de duda, de pena, de soledad y el otro, con su reflejo sobre el agua esperando al primero, para juntos cruzar el río Aqueronte, es un hermano muerto que dejó su lugar en la vida para dar paso, al genio, a un salvador que se obliga a nombrarse Eugenio como símbolo de rencor, respeto, amor-odio. Dos que se vuelven uno, reflejo-sombra, en el interminable círculo de la existencia; una cinta de moebius, un dios sin origen, siempre respetando la geometría sagrada, que es la semilla en la composición del cuadro. Por otro lado la idolatría del hombre por la ciencia, en su nombre lleva el comienzo de un paradigma en el que se juega la nueva creación humana, los hijos del vidrio, ese frío vientre de poderoso sucedáneo que a capricho, no del amor sino de las manos, del que fue creado a imagen y semejanza de Dios, que se encargan de mezclar genes para la máxima expresión de la belleza y la perfección.
 
En la frente del doliente Salvador florece un inmaculado narciso, el que ha representado siempre el renacimiento, el nuevo comienzo a la vida, pero también, el amor no correspondido por un cadáver, que embelesado se ha perdido en la nata del universo. Un único narciso, no dos, no un ramo, uno sólo, como manifestación de la desgracia del que no ha sido invitado. En la nuca del Narciso perdido, el renacer del ave fénix, esas cenizas que ligeras hacen escarolas en el viento. Y Dalí continúa en su poema, mientras su pincel traza las lindes del tiempo sagrado…
 
tal vez fue solo un sueño lo que había mirado
en aquel territorio por cercano sombrío
que del invierno cruel al más ardiente estío
lo llenaba de un tiempo que quedó en el pasado
 
En sólo un trozo, de esta pintura, podemos ver el desdoblamiento del yo, que se niega a ser contenido y desea ser continente. Una de las características de la obra de Dalí es el uso de colores terrosos, su obsesión con las piedras lo lleva a representarse como un monolito, frente a la caverna de Platón (figura 7 d), donde el Rey Segismundo reniega de su pobre existencia, lamento que como eco llega, desde su interior, a la caverna que se ubica en las sienes del corazón de Narciso, el cual no escucha las quejas…
 
Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos
—dejando a una parte, cielos,
el delito del nacer—,
¿qué más os pude ofender,
para castigarme más?
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
que yo no gocé jamás? 
 
pues nació y murió, con las aurículas sordas. Todo comienza a partir del fuego y la tierra, intercalados de forma proporcional con el agua y el aire, elementos que constituyen el universo, y Dios ordena el caos para conformar el cosmos; “según la inteligencia a partir del eterno mundo de las ideas” (Demiurgo, Platón) y Dalí toma los cuatro elementos para embellecer el espíritu de sus personajes.
 
El único ser que nos ha negado desde siempre el conocimiento ha sido el Gran y Poderoso Dios, quien condenando a la eterna ignorancia a sus criaturas; las miles de generaciones procreadas por Adán y Eva , son expulsados del paraíso por probar del único fruto que estaba prohibido “La manzana” símbolo de belleza, poder y sabiduría. Dalí pinta un lucifer calvo, en color rojo, que extiende su maligna mano, para abrir las fauces de la caverna de Platón (figura 7 e) y dejar salir de sus entrañas a los sumisos y supersticiosos hijos de Yahvé; creyentes del gene y la partícula de Dios, que darán luz a los ojos de los que se conservan puros y tienen fe. Seres que se conforman con ser de barro y viven en el sueño de la vida eterna ladrando de odio a sus hermanos.
 
11 Iris y “Las doradas manzanas del sol”
 
Y “Allá afuera en el agua helada [de las corrientes del estuario formado por el río Cefiso y la laguna Estigia], lejos de la costa, [espera] todas las noches la llegada de la niebla”  para contemplar en el reflejo de “la dorada manzana del sol”, esa tenue luz que luminosa sobre su derrotado hombro es la discordia entre las diosas e imagen gemela de la luz del hombro de su espectral hermano, “la plateada manzana de la luna”. Y mientras que Helios se quema en la rabia de la corrupción eterna de su carne, la hermosa Selene brilla con más fuerza entre la bruma y guía en un carnaval los barcos de Odiseo hacia Grecia.
 
Y cogeré hasta el fin de los tiempos
las plateadas manzanas de la luna,
las doradas manzanas del sol. 
 
Y así, el Dios del hombre no tomó una costilla para dar forma al dolor. Puso la luminosa semilla en el hombro del pensador y regandola con el veneno de la serpiente la transformó en manzana, para que hombre y mujeres, dislocarán la sabiduría; mientras que él se divierte en el centro del perfecto triángulo, formado por líneas rectas que unen la punta del hombro (el espíritu), el ápice del corazón (el hijo) y la cisura de Silvio (el padre).  
 
Figura 7. Fragmentos de la Metamorfosis de Narciso (Ver figura 7 en el PDF)
 
12 Eco o Narciso ¿De quién es la carne de guijarro? 
 
Dalí “El hermoso Narciso” es observado por Eco quien como pétrea huella le habla desde la eternidad, mientras sujeta entre sus dedos el futuro de la humanidad. La ninfa de las montañas escondida en la caverna observa en el espejo de agua la imagen de su amor y maldecida por Hera sólo repite el sonido de la carcajeante diástole del corazón del vanidoso niño y entre las sombras las últimas sílabas de su llanto brotan de su boca y se diluyen en el espejo de agua para hacer más clara la imagen de su platónico amor.
 
13 Midas
 
Una nube oscura, cargada de llanto, corona la cabeza del ególatra, el Narciso hermoso, perfecto, casi un dios (figura 7 e). Igual que un dios vive en soledad, no hay nadie con quien hablar, porque hasta lo sublime es fútil para él. Un Midas que no disfruta la comida pues su pétrea mano la transforma en guijarros. La soledad es la cárcel de la presunción y la vanidad “vestido de púrpura y armiño, sobre un trono muy simple y sin embargo majestuoso”   Las nubes son ese filtro que revela lo que está oculto, buscando la desmaterialización de… para llegar a… (Berger R., 1976). Pareciera que el mundo está al revés como en el país de las maravillas y Alicia “la Blanca Flor” es el corazón del sol; mientras que el maravilloso astro se ha vuelto escurridizo y brumoso. El sentimiento de derrota que cualquier Narciso experimenta cuando la realidad tan aborrecida se dibuja tras esa cumulus sobre su cabeza.
 
El espeso negro no puede ser otra cosa que la inocencia de creer que los niños no lloran y deben cargar en la mochila de la escuela todo el llanto que quepa. La vida es un Titán arrodillado, siempre mirando al suelo, entre aguas celestes y subterráneas. “Entre el cielo y el suelo [el doliente pensamiento] con tendencia a quedarse calvo”  en un Narciso que con su salada frente afianza su genialidad al embrión del destino. Juzgarse a uno mismo “Es lo más difícil. Es mucho más difícil juzgarse a sí mismo que juzgar al prójimo”.16 Un verdadero cortejo fúnebre por anticipado, moviéndose con la misma dirección de los vientos alisios en un sistema calibrado por “la simbiosis mental” “divirtiéndose desde el absurdo” para “graduar el lento conocimiento mutuo”  eso, eso es el espacio entre los amantes que conjugan su miedo en el horror del vértigo de lo que se ama sin egoísmos. Un despeñadero de gorriones, un triunfado fracaso, caer al vacío del universo; después de caído el telón.  “Búscame cuando encuentres al colibrí”
 
14 El mito de Lailaps
 
El amor en raciones es carne en el hocico de los perros (figura 7 c). Nos llama el hedor del deseo y la pudriente magia de lo que se agota. Así Dalí disfraza en el mito de Lailaps la doliente idea de su inconfundible destino, en el cual Zeus confundido por tal paradoja resuelve el triste dilema de lo imposible volviendo piedra a dos invencibles, una inalcanzable zorra y un cazador al que jamás se le escapo una presa. Los amantes se miran pero las piedras no se tocan, por muy juntas que estén son mineral que brilla bajo el sol pero no calienta, justo como los amantes de Teruel; quienes juntos no se ensayan nunca el uno al otro, dormidos en la eternidad del deseo, con el consuelo de unas manos que se entrelazan en un por siempre.    
 
Hay restos de mi figura y ladra un perro.
Me estremece el espejo: la persona, la máscara
es ya máscara de nada.
Como un yelmo en la noche antigua
una armadura sin nadie
así es mi yo un andrajo al que viste un nombre. 
 
Quién mejor que Leopoldo María Panero habría podido describir en un verso el dilema y la vida de La Metamorfosis de Narciso de Salvador Dalí; el pintor que desveló la fuente de su miseria en la fractálica sombra de sus trazos, en cada una de sus obras.
 
15 Los mirmidones y el cielo 
 
Para evitar la soledad Dalí siembra de mirmidones la pierna sobre la cual descansa su desdicha. Estas hormigas símbolo de destrucción (figura 7 a), como férreos guerreros le recorren en busca del cielo, mientras el nuevo hijo de Zeus, Eaco único habitante de la desolación, en el valle de la muerte, causada por Hera, implora a su padre le dé compañía, pero a diferencia de Jehová, quien de una costilla sacará a Eva para dar compañía a Adán , Zeus convierte un enjambre de hormigas en guerreros, porque desde el principio de los tiempos y hasta el final de ellos las hormigas son fuerza en grupo y el hombre solo se siente en compañía peleando junto a sus iguales y como prueba que memoria en “La Batalla de las Termópilas” 
 
Mientras más ojos miren el cuadro más gotas de luz contra el cielo encontraran. Cada vida, cada individualidad encontrará tantos y tan variados matices en un mismo lienzo que la multicromática del mismo será infinita. No puedo decir si lo escrito aquí es realidad o verdad, sólo atinó a decir que la luz se filtra por el mismo poro pero nunca del mismo modo. El lector decidirá a través de su experiencia si alguno de los anteriores párrafos tiene sentido y: versificará, corregirá y reescribirá su propia versión, quizás siguiendo mis trazos de ideas delirantes o bajo los efectos de sus propios tragos de tequila. Vivimos en un universo de posibilidades infinitas, así es que… soplemos nuestras velas hacia una mejor nación donde la justicia sea el amor y la realidad la belleza.
 
¡El cielo se encuentra ni arriba ni abajo, ni a la derecha ni a la izquierda, el cielo se halla exactamente en el centro del pecho del hombre que tiene fe! Salvador Dalí.

Referencias

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