REVISTA DE PSICOLOGIA -GEPU-
ISSN 2145-6569
IBSN 2145-6569-0-7

   
 
  YO TOTIPOTENCIAL A PROPÓSITO DE UNA DISERTACIÓN SOBRE LAS POSIBILIDADES REALIZATIVAS DEL YO

YO TOTIPOTENCIAL A PROPÓSITO DE UNA DISERTACIÓN SOBRE LAS POSIBILIDADES REALIZATIVAS DEL YO
I TOTIPOTENTIAL ON THE SUBJECT OF A DISSERTATION ON THE PERFORMATIVE POSSIBILITIES OF THE SELF

 
Yeison Meneses Copete, Ängela Emilia Mena Lozano & Carlos Minotta Valencia
 
Universidad de Antioquia / Colombia
Université de Perpignan Via Domitia / Francia 

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Referencia recomendada: Meneses-Copete, Y., Mena-Lozano, A. E., & Minotta-Valencia, C. (2022). Yo totipotencial: a propósito de una disertación sobre las posibilidades realizativas del Yo. Revista de Psicología GEPU, 13 (1), 113 – 124.


Resumen: Diferentes posturas conceptuales son conjugadas sobre la noción de intersubjetividad y de la transmisión de mensajes, conteniéndolas en la elaboración de un constructo interactivo e interpersonal, que dé cuenta de la naturaleza constructiva del desarrollo del yo, junto con la elucidación de los mecanismos implicados en sus trastornos. Conceptos como individualidad, mente y ego, son precisados como la manifestación transitoria de permanentes procesos de identificación, y no como la expresión de arreglos sólidamente instalados en las profundidades de la psique, por cuanto varían sus distintos rostros, conforme el contexto sufre combinaciones de cambios, y permutaciones de orden, que, aunque aparentemente nuevas, y aleatorias. Se rigen bajo unos mismos y conservados principios de comunicación, y patrones de interacción. El presente texto, se propone sustentar la tesis de que; la noción naturalmente intuitiva y universal del pronombre yo, carece de un punto de apoyo intrínseco, inamovible, objetivo, o establecido per se en el cual se apalanque. Su naturaleza sin esencia, lo hace inevitablemente insustancial. Se sostiene un punto de vista no determinista para explicar la ontogénesis, y expresión de las múltiples imágenes de un yo, que no siendo más que un concepto abierto, es una constante totipotencial, revestida de máscaras temporales, de naturaleza entrecortada, no continuas. En suma, el yo no es más que; roles de interpretación en un contexto tiempo-espacio específicos. 

Palabras claves: Ego, Identidad, Relaciones interpersonales, Comunicación humana

Abstract: Different conceptual positions are conjugated on the notion of intersubjectivity and the transmission of messages, containing them in the elaboration of an interactive and interpersonal construct that accounts for the constructive nature of the development of the self, together with the elucidation of the mechanisms involved in its disorders. Concepts such as individuality, mind and ego, are specified as the transitory manifestation of permanent identification processes, and not as the expression of arrangements solidly installed in the depths of the psyche, since their different faces vary, as the context undergoes combinations of changes., and order permutations, which, although apparently new, and random. They are governed by the same and conserved principles of communication, and patterns of interaction. The present text is proposed to support the thesis that; the naturally intuitive and universal notion of the pronoun I lacks an intrinsic, immovable, objective, or per se established foothold on which to leverage. Its essenceless nature makes it inevitably insubstantial. A non-deterministic point of view is held to explain the ontogenesis and expression of the multiple images of a self, which being nothing more than an open concept, is a totipotential constant, covered with temporary masks, of a broken nature, not continuous. In short, the self is nothing more than; acting roles in a specific time-space context.

Keywords: Ego; Identity; Interpersonal relationship; Human communication.


Recibido: 16 de Mayo de 2022 / Aprobado: 30 de Junio de 2022

  

Yeison Meneses Copete. Université de Perpignan Via Domitia, France. Etnoeducador, músico y estudioso transdisciplinar de las afroepistemologías. Licenciado en Lenguas Modernas (2009). Especialista en la Enseñanza del Inglés (2011). Magister en Educación de la Universidad Pontificia Bolivariana, sede Medellín (2013). Investigador del Colectivo Ampliado de Estudios Afrodiaspóricos, CADEAFRO, en la Universidad de Antioquia. Hace parte del Grupo de Investigación en Educación y Diversidad Internacional, EDI, de la Universidad de Antioquia. Estudiante de Doctorado en Estudios Hispánicos y Latinoamericanos en la Universidad de Perpignan Via Domitia (Francia), vinculado al Groupe de Recherche et d'Etudes sur les Noir-e-s d'Amérique Latine, GRENAL, Université de Perpignan Via Domitia, France. Correo electrónico: vearmeco@gmail.com.

 

Carlos Minotta Valencia. Psicólogo de la Universidad de Antioquia, Magister en Psicoterapia, UPB Medellín-Colombia. Correo electrónico: psiquikam@gmail.com

 

Ángela Emilia Mena Lozano. Licenciada en Psicopedagogía y Administración Educativa de la Universidad Tecnológica del Chocó, Diego Luis Córdoba. Especialista en Administración, Ejecución y Evaluación de Proyectos Sociales y Educativos de la Universidad Pedagógica Nacional (1995). Magister en Educación en el Área de Docencia e Investigación de la Universidad de Santander de México (2017), Formadora de Formadores. Docente de tiempo completo ocasional, de la Facultad de Educación. Coordinadora del Programa de Estudios Afrodescendientes de la Universidad de Antioquia. Investigadora del Colectivo del Centro Ampliado de Estudios Afrodiaspóricos, CADEAFRO. Correo: angelamenal@gmail.com.  

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Yo contextual, una revisión metapsicológica
 
En el presente escrito, se abordarán distintos fenómenos de interrelación no linealmente conjugados en el centro de lo que podría concebirse como la esencia de un individuo, o la razón innata de su ser, esto es, el meollo intrínseco de su temple, o disposición de carácter. Se intentará establecer que el mundo tal cual es visto, no es resultado de un procesamiento cerebral inmanente a la constitución biológica, aptitudinal, ni el producto sólidamente anclado al aparataje psíquico de un sujeto. Para ello, se asumirá el acto de percibir, de interpretar hechos y cosas, y de cualquier otra función intelectiva, como estados transitorios, regados, dispersos en un universo multidimensional de relaciones, cuyos elementos individuales, -dicho sea, la persona tal cual es concebida- son variaciones de una infinita gama de tonalidades en un mundo gris. 
 
La comunicación humana abarca no únicamente intercambios simbólicos entre sujetos parlantes, sino que también establece relaciones objetales en las cuales emerge una identidad del yo, como un derivado organizado de patrones de vínculo, elaborados con figuras de apego, desde la más temprana infancia. Se pretenderá dar luces sobre cuales son aquellos mecanismos de la emergencia yoica, explicados desde un marco de lectura interaccional, sistémica, que dé cuenta del carácter circular, retroalimentativo, de un sin número de reglas comunicativas, en su mayoría implícitas y desconocidas paras la consciencia del sujeto que las lleva a cabo. 
 
Ahora bien, no se entienda por estructura, la consolidación de una personalidad de base cristalizada en el recóndito último de la psique de un individuo. No existe propiamente dicho, un efecto de internalización en el desarrollo psíquico, como podrían ser los denominados mecanismos de defensa de introyección o identificación. Desde una perspectiva de análisis sistémico, la frontera de separación entre el individuo y la sociedad se haya resquebrajada.
 
Todo acto comunicativo expresa una función en la cual se hilan entramados de significado y sentido que en el acto, consolidan un estado de definición del sí mismo. A partir del cual un sujeto elabora una teoría general de su propia personalidad. Las representaciones que sobre el sí mismo se instauran, poseen la tendencia de volverse globales, con el efecto mágico consecuente de devenir como si fuesen naturales, o dadas como en esencia por entidades reales a imagen de condiciones objetivas del mundo. 
 
Es en un contexto interpersonal, donde se pone la lupa para su análisis. De ahí que, la elucidación de la experiencia psíquica describe y analiza, no la personalidad de determinado individuo, no nos preguntamos por esta..., tal..., o cuál persona, no nos interesa saber quién es él. Más sí, en cambio, los esquemas contextuales, las condiciones vinculantes, el ambiente sociocultural, la dimensión sociocognitiva, de la cual brota el complejo de consolidación de patrones que convencionalmente llamamos “yo”.
 
La acción cognoscitiva de investigar los ¿por qué? de una acción, puede dar a entender erróneamente, que el concurso de reconocer, describir e interpretar los comportamientos, tiene base en la caracterización de emociones, pensamientos, móviles o intencionalidad emanados de una persona en particular, de una mentalidad particular, de quien se presume una actitud particular, de los cuales, en su conjunto, se manifiesta una acción particular propiamente dicha. No es así. La elaboración de conceptos es relevante en la medida que explica una situación, o arroja luz sobre los encadenamientos significantes bajo los cuales interactúan distintos actores, o aborda el tipo de situaciones cuya dinámica relacional define hechos y cosas.
 
Este enfoque de investigación plantea permanentemente una reflexión metodológica de tipo contextual cuya recopilación de datos y elección de instrumentos se hallan enmarcados, en un diseño observacional, reconstrucción de una anamnesis de vida, análisis de campo, y formulación crítica de acciones. Los ojos del observador están puestos sobre la zona de contacto, áreas comunes, andamio participativo, y estrategias de mantenimiento, que descubren procesos mutuamente vinculantes. 
 
Al momento de intervenir una realidad, nos preguntamos siempre por la definición de roles, por los procesos de negociación tácitos, metas e ideales colectivos, imperantes en el reservorio cultural del inconsciente colectivo, muchas veces desconocido para los propios informantes. La complejidad de la realidad no se define a raíz de modelos cognitivos, o de representación mental. Pero sí se analiza teniendo por objetivo la descripción de situaciones, tipología de eventos, patrones de comportamiento, creencias y actitudes sociales. Haciendo del análisis detallado de una determinada situación, nuestra verdadera problemática.  Así pues, no es tanto el individuo sino más bien, las circunstancias en las cuales este emerge, el foco de análisis. 
 
Reglas tácitas de comunicación, son acuerdos, máximas, o principios, que gobiernan pautas de interacción, posibilitando la homeostasis de un marco de condiciones de funcionamiento de cada uno de los miembros partícipes de un sistema. Ello da lugar al mantenimiento de un estado de cosas resistente al cambio. A la vez que economiza el concurso interpretativo, minimizando posibles fallas en la transmisión de mensajes, como también reduce, la carga de disonancias cognitivas amenazantes de nuevos supuestos inductores de fracturas en un canal comunicativo abierto a errores, y tergiversaciones de sentido. 
 
Por comportamiento, entiéndase, una acción inteligible decodificable en líneas significantes, regidas por leyes de sucesión, un acto puede derivar en otro, o precederlo; de continuidad, puede descomponerse en una gráfica del tiempo; de composición, es factible de ser descrito en constituyentes; es sumativo, agrega, enfatiza, o desmiente una acción anterior; es situado en un espacio específico; dependiente de una intencionalidad de alcance inmediato o remoto. Un acto puede ser la expresión de una emoción, tanto y a su vez, como la de un pensamiento, o el aclaramiento de una idea. Es posible rastrear así, en un juego de roles, una correlación específica entre la emoción y la directriz aunada de las expresiones del cuerpo, sean verbales o no lo sean. 
 
Es a raíz de un aprendizaje conductual mediado por los sentidos, en la relación con otros. Como las categorías de pensamiento, llegan a ser universales puentes de intercambio comunicativo. Luego entonces, se entiende, la representación del mundo, de sí mismo y de los otros, como un concurso de reconocimiento permanente de emociones, imágenes, sonidos y palabras, cargado de sentido. La universalidad de un mismo sistema de codificación humana es lo que podría denominarse capacidad de lenguaje. 
 
Cuando se analizan las estrategias empleadas por los agentes parlantes, integrados en un campo de interacción, estas, aunque inevitablemente volitivas, es decir, intencionadas, pueden ser voluntarias -el sujeto es consciente del propósito de su acción- o involuntaria, producto de una escisión del yo, confrontado por exigencias de interés opuesto. Una acción puede pretender neutralizar otra, o enmascararla, negándola, aparentemente con el efecto paradójico de reafirmarla en su importancia, “no te quise decir eso..., me entendiste mal..., no pretendamos que…” son ejemplos. Las acciones también pueden ser valorizables, otorgándoles un valor de verdad, genuino o falso. 
 
Cuando se intenta describir un hecho suelen hacerse alusiones a los aspectos objetivables de una misma realidad para todos los intervinientes, sin embargo, cuando se somete a evaluación el carácter de una persona, o sus atributos, cualidades, o rasgos de su personalidad, asumimos la existencia de cierta estabilidad, instalada en el sentido de que asumimos es la misma, con cada encuentro y no alguien distinto. En cada nueva interacción, así pueda haber variaciones físicas o actitudinales, el sentido de conservación de una identidad, propia y de otros, se asoma como algo evidente y común a la experiencia humana. 
 
Dicho lo anterior, toda comunicación parte de una serie de axiomas, que permiten hacer predecibles acontecimientos futuros y entendibles los acontecimientos presentes. En el acto de recibir y enviar mensajes, dos sujetos parlantes, juegan a expresar códigos de interpelación mutua, vinculantes, en el marco de un sistema referencial estandarizado. De lo contrario, en cada nueva situación, sería necesario inventar reglas de juego, con un sin número de escenarios posibles prestos a ser consolidados. En otras palabras, todo signo facilita un medio de expresión, que permite hacer conocible la intención de otros, y las propias intenciones a otros. (Cecchin, 1996). Ello a su vez requiere el establecimiento de cláusulas de retroalimentación, de lectura, y correspondencia acorde.
 
Sentimientos, emociones, pensamientos y actos, son decodificables en la medida en que expresan caracteres de mensajes a través de un medio visual, auditivo, permeable, no concreto ni acabado; de sentidos plausibles, más no de cosas independientemente reales. Esta cualidad del lenguaje prescinde de verdades que puedan ser eternas, vivientes por su propia causa, absolutamente interiores o privativamente personales, no situadas, emancipadas y autónomas frente a un contexto. Dicho sea, la comunicación no se da en un contexto, es el mismo contexto en el cual se lleva a cabo toda posibilidad realizativa incluso del yo. 
 
Hay situaciones y acontecimientos, -y escenarios en los cuales se llevan a cabo-, construidos en el seno de un ejercicio permanente de comunicación, con el efecto mágico de hacer parecer real, el símbolo que denota la cosa, y los conceptos, especialmente aquellos autorreferentes del yo-ser y definitorios del “ser de otros” fijando de manera imborrable, el ente animado en la forma de un par locutor.
 
En lo que refiere a una postura sistémica, no existe una idea, tampoco un comportamiento de nacimiento, ni de expresión aislada de otros. Cognición y conducta, son configuraciones de un ordenamiento social; se interpretan incesantemente no indivisos, tampoco unitarios, sino en dependencia con otros. Dicho con mayor precisión, resulta imposible sostener la existencia de un signo, que remita a un objeto o fenómeno, desligado de otros, en su definición conceptual. De ahí que la expresividad de cualquier “cosa” que denote un sentido, se mostrará no consistente, e irremediablemente incompleta, si no se hace uso del significado de otras “cosas auxiliares”. 
 
De lo anterior se deriva, la necesidad de aceptar una limitación al entendimiento inexorable a la condición humana, manifestada en el hecho de que la realidad, cualquiera sea las palabras utilizadas para definirla, es elusiva en su intento de definición como entidad pura, o neutral, con un núcleo autorreferente a sí mismo, desligado de una cadena significante. 
 
Todo objeto es ideado, brota, y se instrumentaliza en una trama situacional, razón por la cual, toda representación al ser investigada resulta inseparable, de otras representaciones en el escrutinio de su objetivación. Efectivamente, entrevemos sus motivos, en el análisis del hilo contextual de los vínculos en los cuales surge. Nada es sin trama en la cual se halle intrincada. (Watzlawick, 1995b).
Si ningún objeto, o ente existente, se agota así mismo en su propia definición, salvo en la medida en que se liga a otros, entonces, el principio de análisis de la emergencia y desarrollo del yo, ha de llevarse a cabo en el terreno de las formas relacionantes que recrea, y a la vez se define (Villalobos, Díaz, Ruiz, & Paz, 2012). 
 
En síntesis, toda conducta es direccionada al cumplimiento de un propósito. Elucidar la razón de su expresión, exige como medio de análisis, el develamiento de las reglas de ordenamiento social implícito o no, a las cuales sirve. 

Yo como expresión de un contexto comunicativo

Pensar el espacio virtual de un canal comunicativo, como hábitat del acontecimiento del nacimiento, desarrollo, y eclipse del yo, envuelve situar la lupa de la indagación; en el universo de vínculos de la persona, bajo una óptica ya no individual, tampoco esencialista, pero sí más bien dinámica y de permanente negociación. Dicho sea, el entendimiento de las emociones, representaciones y comportamientos, al germinar en canales abiertos de comunicación, no son susceptibles de ser comprendidos bajo un modelo abstracto de funcionamiento interno caja negrista, como si fuesen la expresión de caracteres privativos del interior psíquico.
 
Aquella relación causal de adentro para afuera, atribuida al temperamento, o disposición individual, o a la personalidad, como causa de arreglos sociales. Es refutada en la medida en que tal dicotomía asume válida, ipso facto una separación adentro – afuera; de aspectos, o cualidades internas como objetos anclados e invariables, circundados por los confines del cuerpo., cuando, de hecho, son reflejos, inexorablemente ligados en correspondencia, analogía, o en contraposición, con imagos pares de constitución idéntica en otros. 
 
La interacción, concentra representaciones con tinte valorativo, mantenidos por modelos de intercambio recíproco, lo cual puede resultar en errores de ajuste, y discrepancias de definición. El objeto de investigación, al dejar de lado, una visión fundamentalista del ser, aboga por la elucidación de los múltiples modos en que, a través de la comunicación, toma posesión en la conciencia, la apropiación de una determinada forma de ser como “mía” o propia. 
 
Apropiación, en apariencia estática, que, al cristalizarse, deviene por fuerza de repetidos escenarios y pautas aprendidas de comunicación, como insolubles, o como algo ya dado y prestablecido per se, e inmanente. El poder performativo del acto comunicativo radica en su capacidad, de expresar como condición de estado, una trama de hilos de significantes ligados a otros. Ya Whitehead, (1956), señalaba una relación de transición y concrescencia, en su concepción de Proceso.
 
En determinado tiempo, el yo puede manifestar sentimientos, ideas, y comportamientos ligados, los cuales se entrelazan en conjuntos coherentes de armonización, en sintonía con otros afectos y representaciones. Por momentos, pueden revestirse de denominaciones valorizantes, bueno malo, ideal o reprochable, denominaciones que son nuevamente puntos de encuentros significantes entrelazados en juegos de poder y dominio. Con cada diferenciación o categorización, se señaliza un punto de referencia en el cual se apalanca la movilización guía de conductas futuras, la interpretación de adecuación de la actuación presente, y la reconstrucción de una historia colectiva.  
 
El conocimiento de los sucesos no es dado por fuerzas de sedimentación que concretizan determinadas características de un objeto, más sí por los períodos de combinaciones entre de distintos roles interpretados. De este modo, la dimensión intersubjetiva de la comunicación deja ver, un conglomerado de sentencias y normas, implicadas en el establecimiento de pautas de intercambio y reciprocidad de información. Supuestas concurrencias fortuitas, sincronizadas en tiempo, vistas como casuales, tienen en su trasfondo, un entramado de significados atados, por conexiones con direccionalidad de sentido, supuestos latentes, cogniciones implícitas, continuos.
 
El contacto actualiza en una franja de indeleble reciprocidad comunicativa, no únicamente, actos verbales, sino también cualidades, emociones y la volición, en un sinfín de correspondencias. De esta manera, es posible aseverar, la omnipresencia de múltiples efectos entre las partes, aunadas a una totalidad, que hace familiar, mismos efectos de sentido.  
 
(Ceruti 1995), Hay distintos horizontes de comunicación como distintos horizontes de consciencia. En cada intercambio lingüístico, habría tantos arreglos y acuerdos como posibles dimensiones de entendimiento, oscilantes de un horizonte a otro. Se instituye así, una constante exigencia de reconfirmaciones de definición del yo, los otros, o de qué es el mundo. En este concurso evaluativo, inevitablemente habrá zonas borrosas de contenido, que se revelan disonantes con lo que cada sujeto, implícitamente espera de otros. se anuda a ello, la insustancialidad de una definición real del yo.
 
La sugestión de ser de una determinada forma es una disposición instintiva atravesada por la transformación y progreso de procesos de permuta. Watzlawick, (1992); no existe individualidad establecida, aprisionada, más bien hay sí, un ejercicio comunicativo permanente. De ahí que sea factible declarar el resquebrajamiento ineludible de cualquier frontera a partir de la cual se conceptualice la noción de una propia o ajena persona. 
 
El arquetipo de lazos que instauramos, de cualidad preponderante con terceros, da muestra del tinte del autoconcepto, con el cual cada uno se evalúa a sí mismo. En breve, los conceptos bajo los cuales definimos a otros, a su vez, nos atrapan. La acción, en gran medida inconsciente de encajonar a las personas en definiciones, de una u otra índole, sutilmente, se convierte en el piso y paredes; que dan emergencia al propio autoconcepto. De este modo, no solo somos el sujeto de la percepción, sino, a un mismo tiempo, su objeto.
 
Esto puede evidenciarse en la codependencia, vista como aquel lazo fuertemente emocional, repetitivo, general, que adopta la forma de una pauta en la creación y recreación de un rol interpersonal reiterado con otras personas, que por más que se evite, representan roles análogos o correspondientes, vínculos expresados como pares de ficticios opuestos; dominancia - sumisión, agresividad – pasividad, en los cuales se corrobora, es decir, revalida; el autoconcepto formado. 
 
Comunicación es resonancia de significaciones entrelazadas de manera coherente, enmarcadas en finalidades, designios, o principios de conducta y de roles de actuación prefijados a la conciencia como algo siempre existente, y de carácter verdadero. Conteniendo una vasta red de significados, una personalidad es recreada. Requiriendo para su aval la ratificación de su existencia por la voz, actuación, actitudes, y pensamiento de otras. 
 
Dado que es inevitable la comunicación, los actos están constantemente siendo descifrados, en su intención, en su veracidad, en su adecuación, para saber qué tipo de yo se refleja como espejo en la concepción que de sí misma elabora una persona, pero nunca sola, porque toda autoimagen, en el más estricto sentido, es una imagen prestada.  
 
(Watzlawick, 1980, 1991; 1992; 1995b; 1995b; Gergen, 2007; Wainstein, 1999; Watzlawick & Ceberio 2006; Watzlawick & Nardone, 2000) La comunicación es efecto de una marea de procesos inacabables en constante empuje irreversible de edificación de nociones compartidas sobre; el yo, y «terceros», en la comunicación se hace uso de categorías cimentadas de conceptos, identificables y previsibles, como medio de ganancia de repetidas formas de relacionamiento. Ello, confirma la validez de representaciones elaboradas sobre el yo y los otros.
 
La comunicación es inevitable, en todo tiempo se elaboran mensajes coligados al pensamiento, inflexiones de señales y eventos de transmisión, fragmentando el agarre completo de lo real. No hay nunca ausencia de contacto, no hay yo aislado de los otros.
 
Las certidumbres más afincadas, las cogniciones auto referidas, las maneras de auto relacionarnos con el propio yo al nombrarnos, significan mensajes de ida y vuelta, comunican una visión del mundo. La mente, ratifica definiciones de contenido en relación con los demás, a través de un sin número de expresiones de señales no conscientes (Ekman & Davidson,1994).
 
El contenido transducido de la percepción, aquel bagaje de signos elaborados, inconscientes. Son materia prima para lo que se ha denominado personalidad. Con nuestra conducta afectamos el modo como nos afectan otros. Hay siempre procesos circulares de mediación de ida y vuelta. (Safran & Segal, 1994). Se recrean diferentes pautas de interacción, y conjuntos de reciprocidades. Dicho, en otros términos, se recrea en cada momento arquetipos de relación. 
 
En la relación del yo con otros, procesos cognitivos superiores, como la percepción no consciente de acontecimientos, la retentiva implícita de sucesos y representaciones inscritas en registros inconscientes, es seducida, fascinada por estímulos coherentes a la autoimagen. 
 
Los distintos medios de trasmisión de mensajes, la manipulación de símbolos incluye la instrumentalización del cuerpo, el lenguaje, mímicas, señas del rostro, apariencia, (Davis 1978, 1982). Signos connotan una constelación de emociones e intenciones, y puntos de vista que alguien alberga sobre sí-mismo.
 
Una considerable parte de contenidos albergados en procesos cognitivos de atención, percepción y memoria, son inaccesibles a la acción consciente, son una zona oscura, desconocida; constituyendo lo que podría denominarse, estructura latente (Luhmann, 1995). La personalidad adopta características, según la influencia reciproca del contacto, e interacción con los otros, se reviste de afectos y signos, que hacen un constante ruido de fondo, saliente en actos fallidos, sueños, dicho sea esto, en un sentido freudiano-, y patrones involuntarios de comportamiento, surgidos de una dimensión latente. 
 
Yo en dependencia

El análisis del contexto hace inteligible el móvil de las actuaciones como construcción de intercambio recíproco y participativo, que a modo de trama entrelaza el hilo de la propia historia con otras historias en modelos globales de categorías de pensamiento (Lyotard, 1989). Estados emocionales y percepciones compartidas, soportan la organización del autoconcepto, cuyo potencial realizativo de posibilidades, colapsa en modelos o prototipos de relaciones vitales (Vittorio F. & Giovanni, 2006). En una dimensión de supranivel, omniabarcante de patrones, sentencias y reglas de mutuo compromiso, validadas en comportamientos elogiados o altamente valorizados. 
 
Yo totipotente

El campo performativo de elaboración y comprensión de fenómenos (Habermas 1985) es continuamente actualizado con nuevos conceptos, y categorías, con base en los cuales, se circunscribe la propia biografía y la totalidad de los sucesos. No existiendo un exterior imparcial y sólido como podría parecer a simple vista. El relato presente e historicidad del yo en relación con los otros, es tejido de formas y posibilidades infinitas, nacidas y sumergidas en el lenguaje. Cada significado contribuye, no a la creación de un mundo, sino de muchos mundos simultáneos, coexistentes entre sí, incluso aun siendo opuestos y contradictorios, y es de este modo como se valida la carecía de un principio de realidad absoluto, en todo tiempo, y en todo espacio. (von Glasersfeld, 1995; Segal, 1994; Fruggeri, 1996; Maturana Romesín, 1997). Hablemos pues, de tiempos y espacios distintos, no necesariamente observables, estratificados en bloques significantes cuya ordenación soporta cada hecho que constituye el mundo. 
 
Habiendo una ausencia de marco universal de observación y descripción, se ha de asumir que cada interpretación, señalamiento, juicio, y cualquier cosa que podamos afirmar como “verdad” no es más que un concurso interactivo en proceso, de elaboración de sentidos compartidos, con pretensiones de alcance metafísico. Una vez refutados, puestos en paréntesis, pierden su objetividad. (Rorty, 1989; 1991; 1998).
 
El yo, en tanto que, configuración de sistema abierto, surge como proceso de metamorfosis de complejas formas y funciones de relacionamientos, evolucionando conforme comportamientos, actitudes, y perspectivas colectivas, hacen figura, como patrones emergentes, de edificación de significados que, en últimas, son la traducción significante de pautas de comunicación dispersadas en el medio, flotantes y condensadas en lo que, por convención, terminamos llamando; una persona tal, en específico. 
 
En cada momento de una interacción, estamos recibiendo retroalimentación respecto de quién y qué somos. Somos avocados, por un poderoso influjo de relaciones, a definirnos y nombrarnos de cierta manera (Kohler, Koffka, & Sander, 1969). Fuerza fenoménica que, embriagando todo vínculo, otorgando cualidades al sujeto, interconecta diadas yo-otros-yo, en mutua dependencia. De ahí que una distinción pura de la propia identidad representa la ficción de separatividad del yo. Este se entrelaza, en formas atemporales con otros yoes, a través de redes de significantes, en un campo multidimensional de redes, condensadas por momentos, en lo que a la conciencia emerge; como yo. 
 
En emergencia el yo condensa una determinada forma y un nombre. Una vez definido, sin embargo, ostenta un fondo perdurable, sin atribuciones de carácter, o conceptos, por fuera del tiempo, fondo que subyace y antecede toda forma de comunicación., sobreviviendo esquivo a la implantación de caracteres, sin personalidad, en un estado de no-ego, de infinito potencial, a un sin número de formas de desarrollo yoico posibles. 
 
Dicho sea, la continuidad del intercambio recíproco de toda relación es como en un campo (Yontef, 2005; Katz, 1961). En el cual, el yo adopta formas, y es conceptualizado, según un orden perceptivo, de trama de significados que se realzan. Escapando del campo de lo observable, persiste sin estación localizada en ninguna expresión.
El origen del yo es por así decirlo; un indecible, pero manifestado siempre en una relación.   Condensada una personalidad, le llamamos yo, con cualidades más o menos estables, que son campos de dominios de juicio, valoración, y relacionamientos de lucha de poder. 
 
Bajo la lupa del análisis contextual, es factible observar, sincronicidad de conductas, pensamientos, imágenes, apreciaciones, en tal número en el diario vivir, que es difícil afirmar, que la correlación de unas cogniciones y emociones propias, con otras cogniciones y emociones de otros, sean solo una razón de coincidencias. 
 
Ese predecir intuitivo de la acción de otros, la percepción en espejo, de nuestras propias emociones y representaciones mentales, manifiestan de fondo, un campo meta representacional, unitario, y globalmente abarcante, de conexión ego-otros. Anterior a la personalidad, anterior a la consolidación de un autoconcepto. 
 
Si anteriormente buscábamos el móvil de las acciones en la descripción rigurosa de rasgos de la personalidad, en búsqueda de un núcleo fijo, inamovible como centro. Hoy, se hace patente que dicho centro, no es más que configuraciones, la personificación de arquetipos, líneas de acciones significantes, ordenadas en códigos de lectura, sujeto a transformación en la interacción social. Por cierto tiempo, hacen figura ciertas cogniciones y afectos, una vez disueltas en estados latentes, entonces, otras cogniciones y otros afectos, toman su lugar. Algunas representaciones entrarán en disputa con otras, más o menos definidas. Por la fuerza de su esplendor, dicho sea, el grado de credibilidad que le otorgamos, unas se actualizan, otras pierden vigencia, decaen, y finalmente se disuelven. 
 
Constelaciones de definiciones del yo, condensan, mutan y adquieren nuevas formas y valores para finalmente regresar al reservorio inconsciente de sueños colectivos. (Jung, 1979). A la espera de un resurgimiento, en la persona de alguien. De ahí que la tarea de descifrar quién es quién, qué es, cuál es su lugar, porqué está aquí, y también el interrogante por la finalidad de la propia vida, resulta ser una tarea inconclusa. Es la novela del observador, aquella biografía que construye sobre su vida (Locke, 1974). 
 
Conclusiones
 
Perdidos los marcos de referencia universales de significados, lo que concebimos como yo, son momentos de condensación, transitorios, sobre una base de verdad indeterminada, totipotencial, ajena a cualquier condición estacionaria, adherida, o fijada en lo real. Algunos atributos parecerá que pesan, o que son demasiado densos, a estos les llamamos rasgos de personalidad. 
 
Sin embargo, al ir hilando, la cadena significante que lo define estos atributos, al hacer uso de la memoria, hacemos uso de la experiencia pasada. Lo cual requiere sin duda, un ejercicio narrativo, en este, un significante le sigue a otro. 
 
En un punto intermedio entre los dos, se hará necesario dar por sentado ciertos axiomas, y reglas de conjunción, verbi gratia; A es igual a A., Entre la primera y la segunda, la relación se asume, es de igualdad.  Si nos preguntamos, ¿qué es la igualdad?, seguramente, responderemos, es una equivalencia, y en este mismo sentido, el concepto de equivalencia remitirá a otro. Ahora bien, si definimos la equivalencia como la igualdad entre dos cosas, caemos en una tautología, se requerirá entonces, hacer uso de conceptos auxiliares, de, por ejemplo; identidad, etc. Proceso que no tendría fin. 
 
Como toda experiencia es definible en términos. Palabras como rasgos y personalidad, delimitan en realidad formas de racionamientos, pautas de interacción, que nos parece, se repiten mucho a veces. Y procesos superiores como la atención, la memoria, lo ratifican, y dicen “esto que sucede, no es casual”. Patrones de vínculo traducidos en significados concatenados adoptan entonces, formas yo-otro existenciales. 

Referencias

Ceruti, M. (1995). El mito de la omnisciencia y el ojo del observador. En P. Watzlawick, & P. Krieg, El ojo del observador (págs. 32-59). Barcelona: Gedisa.

Davis, F. (1978). La comunicación no verbal. Barcelona: Alianza Editorial.

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