REVISTA DE PSICOLOGIA -GEPU-
ISSN 2145-6569
IBSN 2145-6569-0-7

   
 
  LA INFLUENCIA DEL ANARQUISMO EN LAS LUCHAS OBRERAS DE COLOMBIA DURANTE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX

LA INFLUENCIA DEL ANARQUISMO EN LAS LUCHAS OBRERAS DE COLOMBIA DURANTE LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX
THE INFLUENCE OF ANARCHISM IN WORKER’S CLASS ACTIVISM DURING THE FIRST HALF OF THE XX CENTURY

 
María Paula Becerra Cruz
 
Universidad del Valle / Colombia

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Referencia recomendada:  Becerra-Cruz, M. P. (2022), La influencia del anarquismo en las luchas obreras de Colombia durante la primera mitad del siglo XX. Revista de Psicología GEPU, 13 (1), 133 – 142.


Resumen: En la primera mitad del siglo XX en Colombia, el movimiento obrero y las luchas sindicales estuvieron marcados por una diversidad de corrientes ideológicas y luchas políticas. El anarquismo tuvo una influencia significativa, promoviendo la acción directa, la resistencia obrera y la emancipación. Partidos políticos como comunistas, socialistas y liberales y radicales, también desempeñaron roles importantes. El anarcosindicalismo ganó fuerza, liderando huelgas y protestas, mientras que el movimiento anarquista promovía la crítica a la Iglesia, la educación libertaria y la literatura anarquista, personificada en figuras como Francisco Ferrer. La Revolución antiporfirista en México y la Revolución cubana inspiraron ideologías marxistas y en Colombia se gestaron movimientos indigenistas y nacionalistas de izquierda. El cambio estructural y la transformación social fueron objetivos clave. El país experimentó guerrillas rurales y acciones de protesta, buscando la igualdad, justicia y resistencia contra el imperialismo. En resumen, el movimiento obrero colombiano de este período se caracterizó por una amalgama de enfoques ideológicos y estratégicos que convergieron en la lucha por mejoras laborales, sociales y políticas, delineando un panorama de radicalización política y movimientos sociales en búsqueda de la emancipación.


Palabras clave: Anarquismo, luchas obreras, anarcosindicalismo, influencia, siglo XX, Resistencia.


Abstract: The first half of the XX century in Colombia, working-class activism has been characterized by a diversity of ideological perspectives and political movements. Anarchism had a meaningful influence promoting direct action, working class resistance and emancipation. Political parties such as communists, socialists, liberals and radicals, also played important roles. Anarcho-syndicalism gained strength, leading strikes and protests, while the anarchist movement promoted critics towards the church, libertarian education and anarchist literature, embodied in personalities such as Francisco Ferrer. The antiporphic revolution in Mexico and the cuban revolution inspired marxist ideologies and particularly in Colombia were gestated indigenous and nationalists movements of the political left. The structural change and the social transformation were key objectives. The country experienced rural guerrillas and protest actions, looking for equality, justice and resistance against imperialism. In summary, Colombian working-class movements of this period was characterized by the amalgamation of ideological and strategic approaches that converged in the struggles for laboral, social and political improvements, outlining a panorama of political radicalization and social movements in search of emancipation. 
 

Keywords: Anarchism, working-class struggles, anarcho-syndicalism, influence, XX sigle, resistance.


Recibido: 14 de Mayo de 2022 / Aprobado: 30 de Junio de 2022

 

María Paula Becerra Cruz. Estudiante de sexto semestre de Licenciatura en Historia de la Universidad del Valle. Docente en la Institución Educativa Puerta del Sol. Practicante de la Estrategia de Acompañamiento ASES. Correo electrónico: maria.paula.becerra@correounivalle.edu.co

 
 

En Colombia, y en diferentes países de Latinoamérica (con excepción de México), cuando se trata de historiar el origen y organización del movimiento obrero y de sus luchas, normalmente solo se tienen en cuenta los partidos (comunistas, socialistas, liberales). Liberales y marxistas “se disputan entre sí el protagonismo en este período de la historia colombiana y se proclaman como los promotores del desarrollo de la clase obrera”. En consecuencia, “el partido comunista y el liberal, se han ido encargando de borrar poco a poco la participación de los sectores que no hicieron parte de sus proyectos”. Pero en Colombia, como en los demás países de América Latina puede decirse que los verdaderos iniciadores de las luchas y de la organización obreras han sido los anarquistas.
 
En este sentido, esta investigación tiene como objetivo principal, identificar y reconocer la importancia del movimiento anarquista en las luchas obreras durante la primera mitad del siglo XX en Colombia. Para ello, es importante resaltar los antecedentes que le dieron cabida a esta tendencia en el país, identificar los personajes influyentes en su desarrollo y crear una línea temporal de sucesos que evidencien la influencia anarquista en Colombia.
 
Durante los inicios del siglo XIX existieron varias y diferentes expresiones del utópico socialismo que tenían relación con “las luchas artesanales contra los efectos disolventes del librecambismo”. Entre 1847 y 1854 algunos grupos de intelectuales ya hablaban sobre las obras de Fourier, Saint-Simon e incluso del anarquista P.J. Proudhon.  Esta situación, similar a la de Venezuela ya que Fermín Toro muestra influencias de los socialistas utópicos, y Baralt cita con frecuencia los escritos de Proudhon, a quien conoció personalmente en París, Inclusive Simón Rodríguez, maestro de Bolívar, acogió con entusiasmo ciertas ideas de Fourier, y por eso, con gran razón, dice de él Manuel Díaz Rodríguez, que aquel fue incomprendido por sus contemporáneos “porque se adelantó en la América de su tiempo al europeo socialista de hoy”. Las referencias a este pensador han funcionado como consideración para afirmar la existencia de una influencia de las ideas anarquistas en varios espacios intelectuales de la época. Sin embargo, la realidad es que en la mayoría de los casos que se habla sobre la influencia de Proudhon en la sociedad colombiana, siempre se menciona al lado de otros autores clasificados generalmente como “socialistas utópicos". De modo que, las menciones de este personaje se hacen aludiendo a las repercusiones políticas y sociales de la revolución del 48 y, de este modo, el revolucionario francés no es leído como un simple pensador del anarquismo, sino como representante de la irrupción de la cuestión social en Colombia.
 
Esto, en parte, se promueve gracias a las publicaciones hechas por el periódico “El Neogranadino” encabezado por Manuel Murillo Toro, quien fue, ante todo, un republicano influenciado por el socialismo, junto otros radicales, que decidió tomar decisiones pragmáticas que combinaban las aspiraciones políticas prestando una gran atención a las condiciones materiales de la República. De esta manera, estimó que nadie podía poseer más tierra que la necesaria y que los impuestos debían ser progresivos dependiendo del nivel de la renta. Por eso sostuvo que “las reformas económicas eran la parte sustantiva de la tarea democrática”
 
En su papel de presidente de la república, logra ejercer dos mandatos en los cuales promueve una serie de reformas por medio de las políticas intervencionistas en los cuales proyectaba una nación con equilibrio económico combinado con las libertades que defendía el liberalismo.
 
Independiente de las diferencias ideológicas entre Samper, Rojas, y Camacho, el proyecto de Manuel deja ver que el socialismo se estaba ajustando a los ideales liberales s fundados en el derecho del ser humano a la propiedad. Lo anterior confirma que “la recepción de Proudhon en el seno de la ideología radical fue, por decir lo menos, equívoca. En términos políticos, la crítica proudhoniana al individualismo liberal no fue tenida en cuenta, como tampoco lo fue, en términos económicos, el ataque a la propiedad privada”. La verdad es    que los radicales nunca aceptaron las fuertes críticas de Proudhon a la autoridad, al gobierno y al Estado. De hecho, la mayoría de ellos ejercieron diferentes tipos de función pública en su carrera política. Además, el Estado democrático para los liberales radicales era el garante de las libertades individuales y, por ende, el sujeto que debía velar por el cumplimiento y el respeto de los derechos inalienables del individuo. Así pues, la anarquía proudhoniana no tenía cabida dentro del ideario liberal. Por estas razones, aunque los radicales leyeron a Proudhon, es algo problemático buscar los orígenes del anarquismo en Colombia en el liberalismo neogranadino del siglo XIX.
 
 A partir de allí se desatan grandes polémicas por percibir la relevancia que tuvieron estos artículos en las sociedades democráticas de la época y la organización de las mismas, comienzan a distinguirse ciertos elementos del pensamiento de Proudhon – aunque mezclada con las corrientes liberales – Miguel Urrutia inicia varias referencias en los debates a las palabras de Proudhon “La propiedad es un robo”.
 
Luego del golpe de José Mará Melo y contando con el apoyo de varios sectores populares, resaltando a los artesanos, se hizo público un plan de gobierno inspirado por las democracias, logra dejar ver que el pensamiento de este anarquista mencionado fue un aporte significativo para las mismas y se logra evidenciar en el rechazo de la representatividad política, “es decir, respecto a la autonomía popular para gobernarse a sí mismos; en el desconocimiento a las leyes y constitucionalidad existentes; en la lucha antimonopolista, y en el énfasis en las virtudes liberadoras del trabajo y de la educación”.
 
En la mitad del siglo, un conjunto de pensadores neogranadinos (abogados, periodistas y políticos) configuraron una corriente económica, política y cultural que recibió el nombre de “radicalismo liberal”. En 1863 en Rionegro, lo que se conocía en ese momento como Constitución, se convirtió en la carta magna que entabló este nuevo ideal de política en Colombia. Aunque inmiscuida por la división entre facciones, venía creciendo desde que Ezequiel Rojas presentó la conocida proclama de 1848, luego convertida en el programa del Partido liberal. En su anuncio, defendía la existencia de un gobierno separado de la iglesia y capaz de garantizar los derechos individuales. “Así, los liberales buscaban, en concordancia con sus intereses burgueses, transformar por completo el Estado colonial, centralizador y desigualitario”. Estos ideales se radicaron en el ideal del liberalismo radical que estaba registrado en la carta de Rionegro. En este sentido, por medio de esta constitución y de sus defensores, se establecieron tres puntos fundamentales para el cambio en la estructura sociopolítica del momento: “1. romper con la tradición centralista impuesta por la Corona española abogando por la organización de la república bajo un sistema político federalista; 2. adoptaron las banderas económicas del liberalismo clásico y promovieron la inversión privada y las exportaciones e importaciones bajo el modelo del laissez faire; 3. realizaron profundas reformas en el campo cultural, sobre todo impulsando la educación laica”.
 
Pese a la gran acogida de las ideas anarquistas, existe poca claridad en las ideas y un grado alto de eclecticismo, lo que causó que la inmigración europea disminuyera con respeto a Brasil, Argentina y Uruguay. Y así, se explica la postergación en la promulgación de las ideas anarquistas a los trabajadores rurales y urbanos, pero, también influyó en la gran influencia eclesiástica retrógrada en la transformación de los principios sociales y en la estructura económica. 
 
Entrando a la primera década del siglo XX en Colombia y teniendo en cuenta que para este periodo de tiempo no existía ningún tipo de sindicato ni organización (que para estos tiempos ya había llegado al máximo desarrollo en México, Uruguay, Brasil y Argentina). Los ideales libertarios siguieron encontrando motivos de unión entre simpatizantes, pensadores, literarios y desde finales del siglo XIX.
 
El movimiento obrero, en varias ocasiones tuvo el control en sus manos. Un gran ejemplo de esto es el suceso ocurrido los das 15 y 16 de enero de 1893 en Bogotá cuando se da un levantamiento popular a causa de la indignación de los artesanos por la publicación de un artículo en un periódico católico, “en el cual se denigraba a las asociaciones de artesanos, pero en realidad se trataba de una protesta indignada contra el aumento de los productos de primera necesidad contra las políticas librecambistas del gobierno y contra la inflación originada en la emisión sin control de moneda por parte del Estado”.
 
La interpretación de los liberales con respecto a la Revolución francesa del 48 en el ámbito intelectual de la Nueva Granada, logró generar importantes cambios de carácter social, especialmente en el sector artesanal que se veía “amenazado de muerte por la competencia del comercio de importación y por los visibles signos de la tendencia de la economía mundial hacia la producción fabril, es decir, hacia la organización capitalista de la economía” Los liberales  entendieron el peso que conllevaba esta amenaza y buscaron formar una coalición con los artesanos para reorganizarse política y socialmente en el país. Así pues, se crea una alianza contra los conservadores. Aunque no tenía una única causa ni tampoco un único objetivo, ellos eran conscientes de que no había grandes desacuerdos políticos entre las clases dominantes, ya que, “aunque existían diferencias ideológicas, tanto el partido liberal como el conservador coincidan en la consolidación de la república. Sin embargo, sabían que los cambios económicos estaban generando una crisis social de la cual ellos podían finalmente beneficiarse. Fue así como la burguesía liberal aprovechó las utopías socialistas francesas del 48 para crear un ambiente ideológico compartido con los artesanos”.
 
En las palabras de José María Samper, se evidencia que el liberalismo sólo buscaba una sociedad con los artesanos para crear una fuerza potencial política y social de masas que funcionara en pro de sus intereses. Pero, además, es evidente cómo se entremezclaba el uso del discurso de la emancipación con una valoración negativa del artesanado.
 
Siguiendo este orden de ideas, es posible concluir que el liberalismo utilizó las ideas socialistas, (incluso las proudhonianas), para alentar el movimiento artesano en la lucha contra el gobierno conservador. Es evidente que no fue el anarquismo lo que movió a las “Sociedades Democráticas”, sino una visión simplista de Proudhon que se redujo a algunos lemas que sirvieron como banderas de lucha. Incluso, la famosa frase “la propiedad es un robo” fue finalmente eliminada de todo contenido en las “Sociedades Democráticas”, ya que los liberales terminaron por apoyar una serie de reformas económicas, fundamentadas en el laissez faire, que traicionaban las medidas proteccionistas por las cuales luchaban los artesanos y fue así que los liberales lograron su cometido de toma del poder y traicionaron la causa de los sectores populares.
 
A partir de esto, los comentarios, alusiones al movimiento, se empezaron a conocer como “anarcosindicalismo”. Ignacio Torres Giraldo, quien fue miembro del Partido Socialista Revolucionario (PSR) y después conocido historiador del movimiento obrero, utiliza en su libro Los inconformes el nombre de “anarcoliberales” para referirse a los anarcosindicalistas colombianos de principios del siglo XX. Aunque, lógicamente Torres Giraldo usaba esta palabra para dirigirse a los anarcosindicalistas en un tono despectivo, para varios socialistas y comunistas de la época, era real la existencia de la relación entre anarquismo y liberalismo. Sin embargo. No es claro si el anarcosindicalismo comparte los ideales del liberalismo, puesto que, en ninguna carta, periódico conocido del movimiento, se evidencia algo así, además, hay muchos documentos donde demuestran todo lo contrario. 
 
Sin embargo, un suceso explicaría lo que Ignacio quiso referir con el termino en mención. “Remite a los líderes anarcosindicalistas bogotanos Carlos F. León y Luis A. Rozo, quienes dirigieron el periódico La Voz Popular. Este periódico, que a partir de 1924 se convirtió en el órgano de difusión del Grupo Anarcosindicalista Antorcha Libertaria, era publicado en 1923 con el subtítulo de “Semanario-Liberal Obrero”. En las ediciones que se conocen de este periódico, se observa una curiosa amalgama entre demandas liberales y principios anarquistas. Sin embargo, esta amalgama no se presenta como una confusión ideológica o una mezcla de principios, sino como una reunión de opiniones distintas en una misma publicación”. Se logra ver en la edición 30 que se publica el 14 de enero de 1923. 
 
Queda claro que el anarquismo como organización de las masas, surge en Colombia a partir de 1924 con la consolidación del anarcosindicalismo. Además de la contradicción propia de las “Sociedades Democráticas” que las llevó al fracaso. Esta, se presentaba entre las políticas del laissez faire que defendía el liberalismo y el proteccionismo que promulgaba la organización de los artesanos. Aunque ellos no defendían un sistema socialista, es verdad que rechazaban el modelo económico liberal porque éste iba en contra de sus intereses como sector productivo. 
 
Esta contradicción de intereses se agudizó en las primeras décadas del siglo XX con el lento surgimiento de la clase obrera. Sin embargo, ahora se desglosa otra contradicción importante. Los obreros ya no buscaban solo medidas proteccionistas, sino que iniciaban una lucha antiimperialista guiados por un socialismo con una estructura poco clara. Los liberales ya no eran gobierno, y aunque reconocían con algunas ideas socialistas, su defensa a radical de la propiedad privada y del mercado capitalista los distanciaba de los trabajadores más organizados y también radicalizados. En este contexto el discurso el anarcosindicalismo era claro: “había que preparar a las masas para la lucha de clases”.
 
La matriz ideológica de este movimiento se construía, en primer lugar, contra el capitalismo. Por eso afirmaban en sus artículos la “necesidad de que el proletariado sacuda el yugo capitalista que lo hace abyecto, miserable y lo mantiene de rodillas […]”. De este modo, queda claro que la lucha era por una revolución social.

 
“El discurso anarquista, consecuentemente anticapitalista, era profundamente contrario al del liberalismo, que sólo quería conseguir superficiales reformas económicas. Aunque en este periodo se cita poco a Proudhon, su lema de “la propiedad es un robo” se observa en el fondo de los llamados a la transformación radical del régimen burgués basado en la explotación capitalista. Las referencias a Bakunin, Kropotkin, Malatesta, Ramus, Ferrer, Anselmo Lorenzo y Ricardo Flores Magón, muestran una clara definición ideológica anticapitalista de los planteamientos del anarcosindicalismo colombiano”. 

 
Lo que llevó al movimiento anarquista a separarse definitivamente del liberalismo y su creencia de que las libertades individuales podían garantizarse a través de las leyes. Aunque los anarquistas también defienden la libertad, la conciben de una manera totalmente diferente y solo la concebían en la medida en que los trabajadores fueran liberados del yugo de la explotación del capitalismo y por eso rechazaban que esta fuera sostenida por las leyes que solamente defendían los intereses de las clases dominantes de Colombia. No solo hubo distancia por la concepción de libertad, sino que además rechazaban el uso de la política electoral. Casi toda la prensa anarquista de 1924 a 1927 toca este tema con la intención de que los trabajadores se alejaran por completo de esta participación y optaran por medidas que fueran más alternativas como el federalismo y la acción directa. Como lo manifiesta uno de los periódicos Pensamiento y Voluntad que se sostiene en lo siguiente: “hay necesidad de que el proletariado empiece a adoptar una franca y decidida actitud anti política, porque la política no es más que el arte de mentir y engañar al pueblo. Hay necesidad de que los obreros colombianos empiecen a organizarse en «sociedades de resistencia» sindicatos de oficio o por industria en cada localidad; con estos sindicatos organizar Federaciones Locales en lugares en donde haya un conjunto de compañeros conscientes que quieran encargarse de los deberes de relaciones colectivas con el resto de los obreros del país”.
 
Esta postura se identificaba como un accionar que apoya la creencia de que quien puede opinar sobre una obra es quien la ejecuta. En este sentido, se reconoce que este era el método para criticar radicalmente la burguesía, e incluso la falsa imagen de representatividad que promulga la democracia, por eso su constante crítica hacia los partidos políticos.
 
Además, se apoyaba en los “boicots” de las elecciones por la abstención de votar. Por lo tanto, sería totalmente errado decir que el anarcosindicalismo apoyó de cualquier manera al Partido Liberal, que justamente impulsó su ideario a través de la participación en dichas instituciones. Si bien, como se ha venido señalando, en la práctica hubo una alianza entre los obreros y el liberalismo, pero a partir de 1924, los anarquistas fueron claros en separarse de la lucha electoral y en distanciarse de las propuestas partidarias del liberalismo colombiano. 
 
Otra crítica y lucha constante del anarquismo fue la crítica religiosa y el rechazo a la Iglesia católica que impulsó el anarcosindicalismo a ir más allá de la defensa de los derechos individuales y de la necesaria separación entre Iglesia y Estado. Por una parte, el anarcosindicalismo además de promover el anticlericalismo, también lo hacía con el ateísmo. Y por la otra, criticaba a la religión en cuanto aparato ideológico de las clases dominantes: “Es necesario saber que el clero, agente nefando del capitalismo, es el encargado de obscurecer los cerebros de la clase proletaria, él toma a su cargo la educación del campesino llenándole la cabeza de monstruoso errores, enseñándole la ciega obediencia al tirano que explota y lo roba, le pinta los tormentos del infierno para colmar su cándido cerebro de terror y misticismo le dice que confesándose, comulgando y pagando los diezmos y primicias se escapará de la ira de un dios que se complace en ver arder y sufrir horribles tormentos por toda la eternidad, en un lugar destinado a aquellos que pretendan siquiera contradecir sus mandatos”.
 
La distancia entre anarquismo y liberalismo en la época dorada del anarcosindicalismo colombiano muestra que, aunque los dos luchaban contra la imposición de un régimen tradicionalista, autoritario y cerrado impulsado por los conservadores, pero sus puntos de encuentro, ideológicos y programáticos, fueron escasos o casi nulos. El anarquismo siempre estuvo de lado de los sectores populares y luchó por la transformación mucho más radical de un sistema que los liberales no se atrevían a cambiar de manera total. Desde la errónea interpretación de las ideas de Proudhon en el siglo XIX hasta las luchas obreras del siglo XX, los liberales se guiaron por sus intereses de clase y por su aspiración de poder político gubernamental. Las ideas y prácticas anarquistas, por su parte, se mantuvieron del lado del pueblo y a través del socialismo libertario, el apolitismo y el anticlericalismo ateo siempre buscaron otra Colombia; aquella que, según ellos, no le pertenecía ni a los liberales ni a los conservadores.
 
La literatura y el periodismo fueron parte indispensable en el auge anarquista en Colombia, coincidencialmente, un colombiano llamado Juan Francisco Moncaleano, fue periodista y maestro y en el año de 1910 fundó un periódico llamado “Ravachol”. Los escritores de este órgano de prensa se identificaban de alguna manera con el legado de Ravachol y del ejemplar anarquista que ellos estaban heredando en ese momento. Grandes críticas hacia este periódico, y sin duda una de las más intensas era la de no dejar al país en manos de las fuerzas de la iglesia católica, jerarcas, la institucionalidad, la represión política y social y la educación autoritaria y obsoleta.
 
Pero, aun así, Moncaleano y los anarquistas del momento, sentían un profundo respeto por la figura de Jesús y lo que representaba en materia de pedagogía libertaria y social, a tal punto de publicar artículos con el nombre de “Socialismo Cristiano” en que se dice que “El cristianismo ha grabado, pues, profundamente en nuestros corazones y en nuestros espíritus, los sentimientos y las ideas que dan nacimiento al socialismo. Es imposible leer atentamente del Antiguo Testamento y del Evangelio, y echar al mismo tiempo una mirada sobre las condiciones actuales, sin verse obligado a condenar éstas en nombre del ideal evangélico. En todo cristiano que comprende las enseñanzas de su Maestro y las toma en serio, ha y un fondo de socialismo; y todo socialista, cualquiera que pueda ser su odio contra la religión, lleva en sí un cristiano inconsciente”.
 
Tras el asesinato del pedagogo catalán Francisco Ferrer, se inicia una campaña de protesta e indignación por Latinoamérica a la cual Moncaleano se suma, expresando gran dolor y propone seguir con su ideal educativo aún hasta el castigo: “Y si esta lucha en pro de mi desgraciada patria me ha de llevar mañana al sacrificio del destierro o el patíbulo, es decir, a ese Gólgota en el cual fue inmolado el inmortal Ferrer, partiré o subiré tranquilo, como ese sublime mártir”.
 
Lamentablemente, Juan Francisco es condenado al exilio y viaja a Estados Unidos, radicado en Los Ángeles, en 1911, publica otro periódico anarquista que fue conocido como “Pluma Roja”, después viaja a Cuba y México, donde vive la plena revolución antiporfirista. Allí, vinculado con los anarcosindicalistas, en 1912 funda una sociedad anarquista llamada “Luz” y más adelante, editaría un periódico con el mismo nombre y fundó una escuela racionalista siguiendo los principios de Ferrer.
 
Distintas figuras literarias en Colombia tuvieron tinte anarquista, se distinguen varias como Vargas Vila y se resalta en sus obras una gran documentación sobre la dominación y las victimas de América Latina, sin embargo, llovieron críticas alrededor de su lenguaje, tildándolo de “cercano a Nietzsche, más que a la literatura libertaria”. Cualquiera que fuera el caso, la característica de una literatura desesperanzada y erótica, es principalmente el ideal ácrata y socialista de la época, aunque resulte difícil de percibir para unos pocos críticos conservadores. 
 
“Durante la década de 1920 hubo en Colombia figuras notables de militantes anarquistas, que consagraron su vida a la organización y la lucha de los trabajadores de la ciudad y del campo, tales como Raúl Eduardo Mahecha Caicedo y Juan de Dios Romero.
 
Pero el fracaso de la huelga bananera y el empuje de la propaganda bolchevique, generosamente subvencionada por la Unión Soviética, hicieron que el proyecto anarquista entrara en franco declive en la década de 1930.
 
Las guerrillas rurales, fenómeno en Colombia desde hace medio siglo, se originaron en una rebelión liberal contra el gobierno conservador, pero luego adquirieron ideología y mentalidad marxista, sobre todo a partir del triunfo de la revolución cubana. Entre los diversos grupos alzados en armas, los hubo de fiel obediencia moscovita, pero también guevaristas, maoístas y trotskistas. No faltaron movimientos indigenistas y nacionalistas de izquierda”.
 
A manera de conclusión, es pertinente reconocer el movimiento anarquista como un ideal político y social que repercutió en Colombia interna y externamente, gestando varios y grandes pensadores y movimientos anarquistas que soñaban con construir un país en verdadera libertad, rechazando todo tipo de represión ya fuera por creencias religiosas, alineamientos políticos o intereses económicos, con grandes impactos en los espacios electorales, morales y laborales de las políticas tradicionalistas colombianas del siglo XX.  Me parece pertinente resaltar el inicio de lo que parecía una alianza entre el movimiento anarquista y el liberalismo colombiano y como este logró trabajar en conjunto al principio, siendo estos dos, ideales totalmente diferentes que terminan por separarse al no compartir metodologías políticas e intereses sociales. 
 
Por otro lado, es evidente que Colombia ha sido influenciado por múltiples movimientos que han intentado construir un país alejado de los consumistas capitalistas que desconocen las necesidades obreras y que lamentablemente, fueron poco exitosas en este periodo de tiempo analizado. 
 
La primera mitad del siglo XX en Colombia sugiere grandes cambios en las participaciones sociales, ideales políticos y grandes fuerzas de poder que han impedido una transformación social de fondo. 


Referencias

Juan Francisco Moncaleano. Memorial. En: Ravachol. 7 de octubre de 1910. Citado por Gamboa Martínez y Clavijo Ramírez


Periódico Ravachol. En. Socialismo Cristiano. Agosto 22, 1910.


Paredes Goicochea, Diego. Los orígenes del anarquismo en Colombia y su relación con el liberalismo


Gamboa Martínez, Juan Carlos y Clavijo Ramírez, Amadeo. Participación del anarquismo y del anarcosindicalismo en las organizaciones y luchas obreras en Colombia durante la década de los veinte. Versión resumida de una tesis de Licenciatura en Ciencias Sociales. Universidad Pedagógica Nacional. Bogotá, 1988


Valencia, Enrique. El movimiento obrero colombiano. En: Pablo González Casanova. Historia del movimiento obrero en América Latina. México. 1984, Pp. 3-13


La Federación, Pensamiento y Voluntad, año 1, n. 2, jueves 26 de agosto de 1926.


«Para qué sirven las religiones», Pensamiento y Voluntad, año 1, n. 2, jueves 26 de agosto de 1926.







 
 

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