REVISTA DE PSICOLOGIA -GEPU-
ISSN 2145-6569
IBSN 2145-6569-0-7

   
 
  Hacia los procesos de institucionalización: la palabra en la esquizofrenia paranoide en la cultura caucana
Hacia los procesos de institucionalización: la palabra en la esquizofrenia paranoide en la cultura caucana
  
 
 
  
 
 

María de los Ángeles Calvo Echeverri & Bibiana Edivey Castro Franco 


 

Fundación Universitaria de Popayán / Colombia   


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María de los Ángeles Calvo Echeverri. Psicóloga, magister en Psicología con orientación temática en Psicología Clínica- Universidad del Valle.  Investigadora del grupo de investigación Cognoser del programa de Psicología- Fundación Universitaria de Popayán (Cauca, Colombia). Ha investigado  en temáticas  orientadas a la neuropsiquiatría, cognición social psicología cultural, clínica psicoanalítica, género, violencia sexual, prácticas sexuales, síntomas sexuales contemporáneos,  primera infancia y desarrollo psíquico en contextos. Correo electrónico: mariange308@hotmail.com; maria.calvo@docente.fup.edu.co

 

Bibiana Edivey Castro Franco. Psicóloga, especialista en Psicología Social Aplicada a la Efectividad Organizacional de la Universidad del Valle, magister en Salud Publica de la Universidad de Antioquia, con experiencia en intervención clínica  en niños (as) y familia. Consultora en el área de investigación del ICBF, coordinadora de la Unidad de Investigación en Psicología (Unipsi) y del grupo de investigación Cognoser del programa de Psicología de la Fundación Universitaria de Popayán, docente de la Universidad del Cauca.   

 
Recibido: 4 de Julio de 2017
Aprobado: 30 de Junio de 2018

Referencia Recomendada: Calvo, M., & Castro, B. (2018). Hacia los procesos de institucionalización: La palabra en la esquizofrenia paranoide en la cultura caucana. Revista de Psicología GEPU, 9 (1), 120-135.

Resumen: El presente artículo de reflexión, tiene como objetivo reflejar desde una mirada comprensiva de la enfermedad mental los procesos de institucionalización, desde un Modelo Médico-Psiquiátrico que impera en la cultura “caucana” y como es visto el lugar de la palabra del paciente esquizofrénico en estos procesos. Para ello, se hará uso del análisis textual y la argumentación que resulta de tal ejercicio, ubicando el desarrollo histórico para el tratamiento de las enfermedades mentales como principal eje teórico y la fuerte influencia que establece la cultura “caucana” en la institucionalización sobre la palabra del paciente esquizofrénico. Como resultado, la institucionalización ha evolucionado en apariencia a favor del trato de los pacientes con enfermedad mental; no se desconoce que aún se relega el reconocimiento del sujeto donde la palabra es acallada por un sistema de salud que limita el reconocimiento de sí mismos ante lo que sufren y dicen sobre su sufrimiento, tal como ocurre en los centros de salud mental del Departamento del Cauca, cuando el personal institucional, ignora aquellas vivencias  subjetivas reflejadas en un síntoma patológico, limitándose a formular recetarios médicos para conservar el “estado de consciencia mental”, separando a los pacientes de toda  interacción comunicativa con el otro.  

Palabras clave: Esquizofrenia paranoide, cultura, institucionalización, palabra, vivencia.

Abstract:
This reflexive article, has as a purpose to reflect through a comprehensive look towards mental illness, the institutionalization processes, from a Medical-Psychiatric Model that prevails in the Cauca Province’s culture, and the way the word of the schizophrenic patient is looked at in these processes. To do so, textual analysis and the argumentation resulting from such exercise will be used, placing the historical development for the treatment of mental illness as the main theoretical axis and the strong influence established by the Cauca Province’s culture on the institutionalization of schizophrenic patients’ word. As a result, the institutionalization has apparently evolved in favor of the treatment of patients with mental illness; it is not unknown that the recognition of the subject is still relegated and their word is silenced by a health system that limits the recognition of themselves, to what they suffer and to what they say about their suffering, as it occurs in mental health care centers of Cauca Province when the institutional staff ignores those subjective experiences reflected in a pathological symptom, limiting themselves to formulate medical orders in an attempt to preserve the "state of mental consciousness”, simultaneously separating patients from all communicative interaction with others. 

Keywords: Paranoid schizophrenia, culture, institutionalization, word, experience. 

Introducción
 

A lo largo de la historia de la psicopatología el concepto mismo de la enfermedad mental ha evolucionado en función del momento histórico y de las circunstancias culturales de cada sociedad, razón por la cual, cada época cultural posee un código fundamental de saberes, percepciones, cambios, valores, técnicas y jerarquización de las prácticas que fijan previamente para cada hombre los órdenes empíricos con los que tendrá algo que ver y dentro de lo que se reconocerá.
 
Esta historicidad, ha evolucionado en apariencia a favor del trato de los pacientes con enfermedad mental, si bien, no debe desconocerse que aún se relega el reconocimiento del sujeto a otras aristas, donde la palabra dentro de los procesos de institucionalización es acallada por un sistema de salud que cada vez más, cubre la identidad del sí mismo en estos sujetos ante lo que sufren y dicen sobre su sufrimiento; tal como ocurre en los centros de salud mental del Departamento del Cauca, cuando el personal médico y administrativo, ignora aquellos modos de organización psicótica que el sujeto refiere en su discurso pues, este sujeto lejos de ser libre y amo de su propio destino, se haya ligado a un sistema sociocultural, que pretende alcanzar ideales de salud mental, que implican el aniquilamiento de todo aquello que genera malestar psíquico, a su vez, lo convierte en un verdugo de sí mismo acallando toda relación comunicativa con ese otro que dice saber sobre su sufrimiento, pero se limita a corregir sintomáticamente su comportamiento moldeándolo para una cultura que lo reconozca como normal y lo acepte dentro de sus estándares.
  
Por tal razón, entender la singularidad del sujeto esquizofrénico, permite trazar un distanciamiento con el Modelo Médico de la Psiquiatría Actual, porque la práctica médica se ve reducida por su incapacidad de abordar la singularidad. Al respecto el Psicólogo Psicoanalista Anthony Sampson (1994), expresa: 

(…) la práctica médica aporta a una praxis ya constituida, perfeccionamientos técnicos, cuya validez será demostrada por el hecho de que la clínica médica puede perfectamente prescindir de ellos, los psicólogos, para lograr los mismos resultados” (p.12). 

En consecuencia, el presente escrito comprensivo, simboliza el favorecimiento de la clínica psicológica desde la subjetividad, donde la palabra del sujeto ligada a un sistema sociocultural imperante, es la apuesta de interés.
 
Una comprensión histórica sobre los comportamientos anormales en la psicopatología: hacia una cultura del diagnóstico para el tratamiento de las enfermedades mentales.

Desde la historia, los comportamientos “anormales” como el modo en que debían ser tratados, se han entendido de distintas formas desde la antigüedad hasta nuestros días. Así, podemos señalar en las primeras concepciones de las antiguas sociedades, la notable influencia de los factores religiosos durante la Edad Media que impulsaron una visión de la locura como castigo divino ante el pecado; la progresiva tendencia hacia la asunción de posiciones de carácter más orgánico a partir del Siglo XVIII y XIX, que consideraban la enfermedad mental desde un carácter marcadamente religioso, relacionando al enfermo mental como una víctima de la acción del Diablo, esto como consecuencia de la influencia de la iglesia sobre la mayor parte de los ámbitos de la vida cotidiana. 

Sin embargo, tiempo después, el enfermo mental pasa a considerarse el culpable de su afección, entendiéndola ahora como un castigo divino producto de una vida de pecado. Al mismo tiempo, dos grandes grupos de practicantes de la clínica de esta época (los médicos y clérigos), desarrollan una medicina más práctica junto al lecho del enfermo y paralelo a ello, el surgimiento de grandes cambios económicos, políticos, culturales y científicos que ponen fin a la Edad Media.

De manera que, en la época del Renacimiento   el interés radicaba en el ámbito del hombre, la razón y la ciencia, por lo que el estudio de la psicopatología abandonó paulatinamente el Modelo Demonológico para adoptar una perspectiva organicista, centrándose en el redescubrimiento del cuerpo humano desde el punto de vista de la descripción anatómica y fisiológica, dando como resultado el protagonismo de grandes anatomistas como Leonardo Da Vinci (1452 – 1519); Miguel de Servet (1511 – 1553); Bartolomé Eustachio (1500 – 1574); Andrea Vesalio (1514 – 1564); Gabrielle Fallopio (1523 – 1562), entre otros. 

A partir de estas contribuciones organicistas que dieron paso al redescubrimiento del cuerpo, más adelante aparece un gran representante de la psiquiatría moderna, Philippe Pinel (1745 – 1826), quien durante el siglo XVIII, brindó aportes al concepto de enfermedad mental, aportes que en plena Revolución Francesa, iban a dar una noción más clara para los enfermos “no alineados” de París.

Las nociones de Pinel, entendían la enfermedad mental como el resultado de alteraciones de tipo anatomopatológico, logrando poner en marcha una serie de medidas como suprimir las cadenas que sujetaban a los internos, así como las purgas y tratamientos inútiles que reducían a los enfermos, en especial, las mujeres quienes padecían de síntomas histéricos. De este modo, Pinel propugnaba un trato humanizante a los alienados a través del tratamiento moral.

Estas nociones fueron desarrolladas por algunos de sus discípulos, entre ellos Jean Ètienne Dominique Esquirol 2 (1772 – 1840), quien a partir de la Terapia Moral de Pinel, publicó en 1805 su tesis: “Des passions considérées comme causes, symptômes et moyens curatifs de l’alienation mentale” (<<Las pasiones consideradas como causas, síntomas y medios de curar casos de locura>>); donde los principios pinelianos, sostenían que el origen de las enfermedades mentales residía en las pasiones del alma. Es así, como  a partir de estas consideraciones, Pinel promulgó una descripción detallada de las condiciones de vida de los alienados en la Francia del Siglo XVIII, logrando constituir reformas a la legislación para los enfermos de locura (Ley Francesa, 1838). 

No obstante, el incipiente auge biologicista de la época condujo al declive de este tipo de prácticas clínicas; razón por la cual, Michel Foucault (1926 – 1984), criticó el tratamiento moral de Pinel, para abrir ciertas puertas a una política institucional de carácter represivo y controlador del tratamiento moral del Siglo XVIII, dejando caer la responsabilidad de la curación exclusivamente en el enfermo.

Precisamente por las irregularidades de estas prácticas biologicistas surge la nueva clínica, que en consecuencia, implica la aparición de nuevas enfermedades, la práctica de autopsias, la transformación de la historia clínica como un medio de sistematización de la información, la enseñanza de la clínica médica junto al lecho del enfermo y la invención de instrumentos de observación como el “estetoscopio”.

De esta manera, se da apertura al tardío desarrollo de la medicabilidad en la industria farmacéutica para el tratamiento de las psicopatologías, cuyo propósito para la enfermedad mental consiste en curar el síntoma orgánico. Esta visión de “cura sintomática”, es vista desde una construcción social que integra elementos propios de cada cultura, una cultura que crea fronteras y que fundamenta las acciones de las personas, estas vistas como vigiladas y castigadas.

“No es posible comprender la acción humana aislada del reconocimiento cultural”. 

La anterior expresión, es una marca primordial sobre la posición que Canguilhem (1966), determina respecto las nociones culturales como marcador de la experiencia humana, ante esto Colmenares, Cyrulnik, Tassin, Cano, et al (2002), refieren: 

(…) la cultura es una fuerza de la que somos poco conscientes pero que influye en la conducta, en la estructura social y nos ayuda a determinar quiénes somos, qué pensamos de nosotros mismos y cómo actuamos frente a los demás, dentro y fuera de los grupos a los cuales pertenecemos”.

En esta vía, la diferenciación entre una cultura y otra, marca la pauta para determinar quién es el (otro) toda vez que crea fronteras, que protege la colectividad, tornando coherente el espacio social en aras de lo que debe ser considerado aceptado socialmente, lo que es correcto, lo que comparte un mismo fin, un propósito colectivo. Es así como, lo que no se encuentre dentro de estos parámetros culturales establecidos va a ser considerado como “anormal” porque es extraño, diferente, incorrecto y no va hacer aceptado socialmente. 
 
Un ejemplo de lo postulado anteriormente, es la condición del paciente diagnosticado con Esquizofrenia Paranoide dentro de la cultura  “caucana”, debido a que esta norma cultural conocida como moralista, marca el comportamiento de todos los individuos que la habitan por un Modelo Médico-Organicista, en especial el Modelo Médico de la Psiquiatría Actual, donde su propósito es corregir el síntoma patológico; es decir, que a partir de la incursión del sujeto a los Neurolépticos, lo que se pretende es adaptarlo a las normas sociales y culturales que lo han rechazado por su comportamiento. Es así, como las perturbaciones psicóticas en especial la Esquizofrenia Paranoide, es la que mayor sufrimiento ocasiona en la vida psíquica del sujeto y está inseparablemente vinculada al tema de los Derechos Humanos, por el estigma, la discriminación, las violaciones a sus derechos y a las familias afectadas por esta perturbación.

Teniendo en cuenta las consideraciones anteriores, es preciso delimitar la importancia de las influencias culturales particulares de la psicopatología, sobre las distintas organizaciones estructurales psicológicas que para un contexto determinado pueden ser inadecuadas, lo que estima las diferencias que existen entre las culturas (Canguilhem,1966).

Es por esto que, las representaciones culturales guiadas por un código de valores (tradiciones, religión, legislación, política, ética y las artes), en la cultura “caucana”, van a impregnar al sujeto en su conciencia más honda, al ser acallada la palabra del sujeto que sufre y al limitarse a entender, lo que en realidad está aflorando la vida psíquica de cada uno. Por ejemplo, el Modelo Médico de la Psiquiatría en la cultura “caucana”, emplea modos de tratamiento clínico que distancian las expresiones que de sus organizaciones delirantes, angustias y fragilidades, ofrecen los sujetos diagnosticados con esta enfermedad mental, toda vez que el Modelo Médico-Psiquiátrico ofrece elementos de intervención médica con los Neurolépticos. 

Es así como, este modelo va asociado a la medicación de la cura sintomática para el tratamiento de las perturbaciones psicóticas, frente a lo que Margree (2003), refiere sobre los neurolépticos en la industria farmacéutica, al comercializarse con el propósito de “curar la enfermedad mental desde un Modelo Bioquímico”. Estas afirmaciones sobre la cultura de los Neurolépticos la vive la cultura “caucana”, que no se encuentra nada lejos sobre la situación social de Salud Pública colombiana respecto al tratamiento de estas enfermedades, porque se ha demostrado que existe una disminución del síntoma psicótico, pero se incrementan cada vez las tasas de pacientes con síntomas psicóticos ante la necesidad del consumo.

Es así como el fenómeno del (consumismo), se debe a que las compañías farmacéuticas han empezado a determinar ¿Qué es lo que puede considerarse como enfermedad mental? Desde posturas críticas, se cuestionan el empleo exagerado de los Neurolépticos y sus posibles implicancias, así como los intereses comerciales que establecen la categorización de las enfermedades mentales, su nosología, la prescripción médica y las prácticas interventivas, encaminadas al servicio del mercado (Margree, 2003). 

Lo anteriormente planteado, permite concebir (la mente) como un fenómeno cultural, por lo que será más consecuente considerar aquellas perturbaciones psicóticas como enfermedades culturales , en vez de enfermedades mentales como las llamadas por el Modelo Médico de la Psiquiatría Actual.

La institucionalización: una incursión a la palabra o una incursión al control. 

Considerando los procesos de institucionalización en esta reflexión sobre el lugar de la palabra en la Esquizofrenia Paranoide en la cultura “caucana”, es preciso comprender posturas teóricas que reflexionen sobre estos procesos. Para el Filósofo y Psicólogo Británico Harré Rom (1986), el término “institución” recoge dos sentidos: uno sociológico y otro psicológico. Sobre lo sociológico Harré R. (1986), refiere:
 
 (…) en la institución existen un conjunto de reglas y convenciones socialmente aceptadas en un momento determinado”. 

Ahora desde la visión psicológica Harré R. (1986), refiere la palabra institución como: 

(…) designar cierto tipo de establecimientos especializados en el proceso o la modificación de las personas. Son instituciones separadas de las normas sociales y son fuertemente reglamentadas. Una característica fundamental, es la relación directa con disciplinas como (pedagogía, psiquiatría, las ciencias humanas., en general, los hospitales psiquiátricos, geriátricos, prisiones, o escuelas), son fácilmente identificables como pertenecientes a esta categoría” (p.86). 

También, Harré y Lamb (1986), realizan una definición sobre la palabra institucionalización desde una visión sociológica y psicológica.  Sobre lo sociológico, se refieren al proceso donde las reglas y convenciones se convierten en pautas tipificadas y estables, el papel normativo, así como su continuidad en el tiempo. Confieren que todas las instituciones poseen una imagen de entidades que existen por sobre y más allá de los individuos. 

Desde un punto de vista psicológico definen la institucionalización como: “el proceso con que las personas usuarias se vuelven dependientes de las formas de vida que imperan, y muestran una clara incapacidad para vivir fuera de ellas” (p.86). 

Las reflexiones de Rom, permiten comprender la institucionalización cómo una vida social de procesos normativos, sociales, y hasta culturales., que en su gran mayoría son estabilizados. De hecho, gran parte de las sociedades pueden entenderse como una configuración de instituciones.

A pesar de esto, existen discursos críticos a través de la historia sobre los procesos de institucionalización que configuran un pensamiento social y se entrelazan con las reflexiones de Rom sobre la institución y los procesos de institucionalización. Por esto, se postula el  análisis que realiza Michel Foucault (1976), en: Vigilar y castigar, sobre un tipo determinado de “institución”, para caracterizar el todo social, asimismo, el análisis que realiza Goffman (1961), en : Internados: ensayos sobre la situación social de los enfermos mentales, sobre el análisis de las prácticas institucionales, sin pretender extender estas formas organizacionales a la sociedad; y los postulados de Berger y Luckman (1968), quienes hacen una fuerte crítica a la Medicina como universo simbólico dentro de las sociedades y  analizan la institucionalización en su escrito: La construcción social de la realidad, al describir los efectos que tienen las instituciones sobre la actividad individual y la influencia que ejercen en el orden de las interacciones. 

Por su parte, Michel Foucault (1976) en: Vigilar y castigar, analiza determinadas instituciones para caracterizar la vida de los sujetos que según él, oscila entre las instituciones y los establecimientos; en esa medida, la generalización de las prácticas de internamiento subyace a los procesos de disciplina, normatividad y control. Foucault, hace alusión sobre las conductas individuales al encontrase anudadas por un lazo esencial a la objetividad de las instituciones, que configuran un horizonte cultural confiriéndole a los comportamientos sus normatividades,  de tal modo que el estudio de las instituciones puede determinar las estructuras básicas de una  (sociedad disciplinaria), esto es para Foucault “el medio donde el poder fascina, aterroriza e inmoviliza aquello que no es socialmente aceptado”, el poder es entonces, fundador y garantía del orden.

Una demostración del poder como garantía del orden, son las prácticas ejecutadas en el sistema penal, donde Foucault postula que es la forma en que el poder se muestra de manera abierta y sin enmascaramiento al mantener a una persona en prisión, privarle de alimento, de calor, impedirle salir, hacer el amor (…) ahí se presenta la manifestación de poder más delirante que uno pueda imaginar, es lo que progresivamente se ha ido tornando en el salvajismo de las penalizaciones. El castigo tenderá pues, a convertirse en la parte más oculta del proceso penal lo cual, lleva una distinción administrativa donde hay una justicia moderna y en aquellos jueces que no buscan castigar sino, corregir, reformar, y curar (Foucault, 1976).

En esa vía,  Foucault plantea la tesis de que los castigos y la prisión corresponden a una tecnología política del poder sobre el cuerpo, por lo que no se deberá decir que el alma es una ilusión, ya que está producida en torno del cuerpo sólido por el funcionamiento de un poder que se ejerce sobre aquellos a quienes se castiga, se vigila, se educa, y se corrige de una manera más general; sobre los locos, los niños, los colegiales, los presidiarios, y sobre quienes se sujeta un aparato de producción a lo largo de toda su existencia (Foucault,1976).

Lo postulado anteriormente permite la incursión exacta del cuerpo en la enfermedad, por su parte el cuerpo del enfermo, no es sin duda, más que un dato histórico y temporal; el espacio de configuración de la enfermedad y el espacio de localización del mal en el cuerpo que no han sido aplicado en la experiencia médica, sino durante un periodo de tiempo, que precisamente coincide con la tortura judicial del Siglo XVIII y el desarrollo de la Medicina del Siglo XIX .

Todo esto va a marcar la soberanía de la mirada castigadora, en la medida que el espacio de la configuración de la enfermedad fue más libre en su localización que lo postulado en el Modelo de Medicina Clásica, es decir,  que esta forma histórica del pensamiento clínico ha precedido en poco al Método Anatomoclínico y lo ha hecho estructuralmente posible.

Lo anterior, refleja que el alma castigada de aquel individuo susceptible de ser penalizado en una institución carcelaria o una institución de salud mental, es convocada para ser juzgada dentro de una determinada mecánica de poder sobre una  mirada castigadora: de un poder que se vale de reglas y obligaciones, de un poder donde la desobediencia es un acto de hostilidad,  un poder que no tiene que demostrar porqué aplica sus leyes, un poder que a falta de una vigilancia ininterrumpida cobra vigor al hacer que se manifieste ritualmente su realidad del poder sobre el otro (Foucault, 1976).

En sus formas más elementales el (sobrepoder), que es llamado como “poder sobre el otro”, es circunscrito por Foucault, desde la formación de estrategias para el ejercicio del poder castigar a partir de los objetivos: primero, hacer el castigo; segundo, hacer la represión; entonces, lo que no está socialmente aceptado, es una función regular la sociedad. Es decir, no se busca castigar menos, sino castigar mejor, buscando introducir el poder de castigar en el cuerpo social, de modo que, éste sea profundamente universal (Foucault, 1976). 

Anudado a ésta estrategia, aparecen los instrumentos considerados por (Foucault , 1976), como esquemas de coacción aplicados y repetidos (ejercicios, horarios, empleos de tiempo, movimientos obligatorios, actividades regulares, meditación solitaria, trabajo en común, silencio, aplicación, respeto y buenas costumbres); con ello, se trata de reconstituir al sujeto obediente al individuo sometido en hábitos,  reglas y órdenes., se trata de ejercer una autoridad  en torno al otro, de aquí la consideración que el individuo hace parte del mantenimiento de la mirada disciplinaria (Foucault, 1976).

Por lo anterior, adquiere sentido la premisa de que la cultura ejerce un régimen del poder disciplinario sobre los individuos, en tanto ésta compara, diferencia, jerarquiza, homogeniza, excluye… conclusión, normaliza.

Los dispositivos disciplinarios han secretado una serie de procedimientos que conservan en su memoria, sobre las representaciones del arte del castigo, por su parte Foucault, hace alusión a las (instituciones armamentistas), que han reservado especial atención al cuerpo dócil de los soldados, como lo denota el siguiente fragmento: 
 
(…) los signos para reconocer a los más idóneos en este oficio son los ojos vivos y despiertos, la cabeza erguida, el estómago levantado, los hombros anchos, los brazos largos, los dedos fuertes, el vientre hundido, los muslos gruesos, las piernas flacas y los pies secos; porque el hombre de tales proporciones no podrá dejar de ser ágil y fuerte”.  

De acuerdo al enunciado anterior, Foucault expone que en la Edad Clásica, ha existido todo un descubrimiento del cuerpo como objeto y blanco de poder. De esta manera, podrían encontrarse fácilmente signos de esta gran atención dedicada al cuerpo, al cuerpo que se manipula, al que se da forma, al que se educa, que obedece, que responde, que se vuelve hábil y donde las fuerzas se multiplican (Foucault,1976).

Para estos esquemas de docilidad, el cuerpo es estructurado entonces por la nueva anatomía política  que según Foucault, no se debe entender como un repentino descubrimiento, sino como una multiplicidad de procesos que se repiten y se apoyan unos sobre otros, pero se distinguen según su dominio de aplicación. Estos procesos se encuentran actuando en los colegios, las universidades, los espacios hospitalarios, los asilos y en unas décadas, han restructurado la organización militar (Foucault, 1976).

Tomados uno a uno, la mayoría de estos procesos tienen una larga historia, a su vez, han cobrado gran fuerza alcanzando un aumento del poder: primero, el hospital; después la escuela, que han sido considerada a través de la historia como mecanismos de objetivación. Es a partir como desde este vínculo propio de los sistemas tecnológicos, se han formado elementos disciplinarios como la Medicina Clínica, la Psiquiatría, la Psicología, la Psicopedagogía, y la Racionalización del Trabajo (Foucault, 1976).

Es así como Foucault, sostiene que las sociedades disciplinarias o sociedades de institución, son el resultado de un proceso histórico caracterizado por la generalización de prácticas de entrenamiento a gran escala corporal, que no eran sino acciones puntuales en los ejercicios protestantes, las escuelas jesuitas, los hospitales marítimos. En virtud de este proceso, la disciplina deja de ser una mera constricción anecdótica y se convierte en una norma ocupando una superficie cada vez más extensa (Foucault, 1976).

 Ahora bien, se reflexiona sobre los postulados de Goffman (1961), en cuanto a la institución y los procesos de institucionalización, donde focaliza su esfuerzo analítico exclusivamente a las prácticas que se dan en el interior de las instituciones de salud mental, en su trabajo: Internados. En este documento, analiza la organización de la experiencia cotidiana y la interacción cara a cara que viven los usuarios de diversos tipos de instituciones donde sólo aspira a describir los efectos que tienen las instituciones sobre la actividad individual y la influencia que ejercen en el orden de la interacción, al punto de controlar el tiempo de los sujetos originando una profanación de sí mismo, al privar al sujeto de las posibilidades y de los objetos que definen o recogen su identidad que estará sometida por otros .

Por su parte, las apreciaciones de Berger y Luckmann (1968), en: La construcción social de la realidad  ,  refieren que institucionalización va encaminada a que la humanidad se determina a partir de diversas formaciones socioculturales, aludiendo a que el hombre se construye a sí mismo; por tal razón , los hombres producen juntos un ambiente y un orden social acorde con la totalidad de representaciones sociales y psicológicas de su cultura, conduciéndoles a la habituación de ciertos patrones de comportamientos validados socialmente. Este preciso hábito o práctica repetitiva, antecede a los procesos de institucionalización que no buscan sino el mantenimiento del control social (pp.65-71). 

Para Berger y Luckmann (1968), un mundo institucionalizado es experimentado como una realidad objetiva, en la medida en que las instituciones ejercen sobre el individuo un poder de coacción. En otras palabras, la relación entre el hombre (productor) y el mundo social (suproducto), interactúan legitimando el orden institucional que se socializa a las nuevas generaciones para quienes este mundo se internaliza como verdad objetivamente válida.

 Es así, como el presente apartado de reflexión teórica  recoge las nociones de  (poder, castigo, institución, normatividad, etc.), que postulan Foucault (1976); Goffman (1961); Berger y Luckmann (1968),  con el fin de comprender lo que desde hace cuatro décadas es una problemática social y crítica de las instituciones y de los procesos de institucionalización, donde la institución de salud mental es la puesta de interés porque acalla  la reflexión del vivido del sujeto que a través de su palabra puede liberar.

Estas consideraciones, dejan ver a una institución como vehículo de relación con los otros, siempre y cuando sea merecido el contacto de un sujeto con otro sobre el cumplimiento de una norma. Se deja ver un establecimiento social donde todos los aspectos de la vida del sujeto se desarrollan en un mismo lugar, todas las actividades diarias se llevan a término en compañía de otros (actividades programadas, obligatorias), que se integran con un solo fin: alcanzar los objetivos de la institución, alcanzar el ideal de salud mental, un ideal programado por otros.

Hacia una reflexión final

A lo largo del presente recorrido reflexivo, se postula como la institución parte del tiempo y del interés de sus miembros para proporcionarles en cierto modo un mundo que en síntesis resulta absorbente. Esta tendencia totalizadora está simbolizada por los obstáculos que se oponen a la interacción social con el exterior, lo que termina despojando al sujeto de su capacidad de reconocerse a sí mismo, como al tipo de relaciones que instaura con los otros y con los objetos. 

Es por esto que, resulta interesante explorar las experiencias de aquellos sujetos con enfermedad mental durante el proceso de institucionalización, en especial aquellos sujetos con un diagnóstico de esquizofrenia paranoide, considerada como la alteración mental más arcaica que ha sido de gran  interés para los estudios de orden psicológico, psicoanalítico, lingüístico, antropológico, histórico y sociológico, que pretenden brindar un abordaje de la fragmentación del sujeto a partir de su narración.

En virtud de ello, las apreciaciones que Leonor Arfuch (2002), ofrece sobre la narración y el análisis discursivo a partir de sus estudios delineados por la lingüística, la semiótica, la filosofía, el psicoanálisis y la crítica literaria, permiten comprender al sujeto como dimensión simbólica; desde esta perspectiva describe el espacio teórico de la narrativa, dando paso a la relevancia de los sujetos y sus interacciones .

Así, Arfuch sostiene que el lenguaje en su dimensión formal exalta su riqueza discursiva, lo que resulta configurativo de la subjetividad, ya que imprime un giro particular a la reflexión humana vista desde una dimensión simbólica que se adhiere al campo cultural. Por ejemplo, en el proceso de la institucionalización, el lenguaje en una noción de discurso deslinda la identidad del sujeto frente a lo que Arfuch refiere: 
 
(…) no hay identidad por fuera de la representación, pues narrar es hablar de una vida en donde cada sujeto, usando los recursos del lenguaje, de su cultura y de su historia, se representa, es representado o puede representarse siempre”. 

De acuerdo a esta noción, Arfuch postula que a la hora de considerar los discursos de los sujetos, deben tomarse los (ecos fenomenológicos de la subjetividad en el lenguaje), de tal modo que postula la enunciación, como el momento en el cual la multiplicidad constitutiva del sujeto se articula fugazmente en una unidad imaginaria, abordada desde el discurso como vínculo social en un plano intersubjetivo. Por lo que en el plano de la institucionalización, no solo se fragmenta al sujeto y su identidad, sino también, la intersubjetividad en la relación con los demás. 
En efecto, lo que propone Arfuch concibe las significaciones de la concepción de sujeto dentro de lo que denomina (el espacio biográfico), que se configura en numerosas narrativas a partir del registro de la propia experiencia. Es así como, estas reflexiones brindan mayores elementos de discusión a la hora de emprender la compresión cultural sobre los procesos de institucionalización, particularmente con la enfermedad mental que como es mencionado, promulga diversas indignidades que no dan lugar a la configuración del espacio biográfico del sujeto y por tanto impiden el reconocimiento de sus propios estados. 

Ahora bien, la fractura del sujeto y sus narraciones en el plano de las instituciones de salud mental vistas desde el Modelo Médico de la Psiquiatría Actual, dan cabida al contundente ordenamiento de la intervención del médico, que resulta violento en últimas, más cuando no se somete estrictamente a la disposición ideal de la nosología, como lo expone con claridad Michel Foucault (1966): 

(…) el conocimiento de la enfermedad es la brújula del médico; el éxito de la curación depende de un exacto conocimiento de la enfermedad, la mirada del médico no se dirige inicialmente a ese cuerpo en concreto, a ese conjunto visible, a esta plenitud positiva que está frente a él, el enfermo; sino a intervalos de naturaleza, a lagunas y a distancias donde aparecen como un negativo los signos que diferencian una enfermedad de otra, la verdadera de la falsa, la legítima de la bastarda, la maligna de la benigna, reja que oculta al enfermo real y retiene toda indiscreción terapéutica” .  

Consecuentemente, el remedio administrado demasiado pronto, contradice y enreda la esencia de la enfermedad porque le impide acceder a su verdadera naturaleza, a la naturaleza del discurso, y al hacerla irregular solo desde una visión médica la hace intratable. 

Es así como, en los procesos de institucionalización, donde el individuo responde a una norma, ya sea médica sobre un código de síntomas característicos de una conducta patológica (sistemas de clasificación), asimismo, responde a una cultura,  una sociedad y a un Dios, al  punto de que el sujeto cargado de nociones psicológicas y responsable de sí mismo, está ligado a seguir estas normas, a su vez, está ligado a no constituirse como sujeto de derecho, de reflexionar sobre sí mismo, sobre lo que le rodea, sobre todo lo que la cultura representa en sí. Es decir, que en el proceso de institucionalización, el  sujeto pierde toda la expresión de su palabra, se le impide responder más allá de la estructura del síntoma, convirtiéndolo en un sujeto canalla que no  responde a sus actos y deja que el otro  (sociedad, cultura, e institución), decidan sobre sí para mantenerlo en un estado de disyunción pues, se despersonaliza por completo al sujeto, es un sujeto que no reconoce sus significaciones, sus experiencias, y posiciones ante la vida por lo tanto, desconoce cada vez más su organización psicológica cargadas de fragilidades y angustias.

El sufrimiento psíquico que se presenta hoy bajo la forma de Enfermedad Mental, en el que se hiere al cuerpo y el alma (psique), mezclado con tristeza , apatía y una gran búsqueda de la identidad, hace que el hombre diagnosticado con enfermedad mental ya no crea en la validez de ninguna terapia pues, la intervención que ha recibido desde el Modelo Médico de la Psiquiatría desde la antigüedad,  lo ha llevado a que sea tratado como un anónimo, como un (clon) al que se le prescriben medicamentos frente a cualquier síntoma, logrando que la intervención médica se sustituya por una concepción psicológica que permite comprender lo que detrás de la psicosis existe. 

REFERENCIAS

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