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Luis Carlos Rosero García. Psicólogo de la Universidad de Antioquia, Especialista en Educación Sexual, Magister en Etnoliteratura de la Universidad de Nariño. Profesor del Programa de Psicología – Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales – Universidad Mariana (Pasto – Nariño, Colombia). Integrante del grupo de investigación Desarrollo humano y social. Correo electrónico: luiscarosero@yahoo.com
Recibido: 15 de Julio de 2013
Aprobado: 22 de Febrero de 2014
Referencia Recomendada: Rosero-García, L. C. (2014). Recordar a Freud. Revista de Psicología GEPU, 5 (1), 36-51..
Texto presentado en el marco del Seminario internacional de psicoanálisis. Fundamentos de la clínica psicoanalítica, celebrado en San Juan de Pasto, 1 al 3 de noviembre de 2012, organizado por Foro de Psicoanálisis del Campo Lacaniano de Pasto y el Programa de Psicología de la Universidad Mariana (Pasto – Nariño, Colombia).
Resumen: El presente texto es el resultado de un ejercicio de reflexión teórica, con el objeto de dar cuenta de algunos de los aportes de Sigmund Freud a la comprensión del psiquismo. En tal sentido, y tal y como lo había anunciado Lacan en su momento, su escritura e intencionalidad es la de perdurar el nombre, la obra y la contribución que Freud hizo y sigue haciendo desde los tres grandes ejes que constituyen la estructura del Psicoanálisis, esto es, su corpus teórico, su dispositivo clínico y su perspectiva para la investigación. Con estos referentes centrales, la lectura del recorrido hecho por Freud permite afirmar que efectivamente el Psicoanálisis puede considerarse como una herida al narcisismo de la humanidad, de la misma manera que en su momento lo fueron las teorías de Copérnico, Darwin y Einstein. El Psicoanálisis funda una nueva disciplina científica alrededor de un concepto central: lo inconsciente, desde el cual se desprenderán efectos en cuanto a la comprensión de las estructuras clínicas, la sexualidad, la vida cotidiana y su aplicación en la clínica analítica.
Palabras Clave: Comportamiento sexual, Erotismo, Inconsciente, Sueños.
Abstract: This text is the result of a theoretical exercise, in order to account for the contributions of Sigmund Freud to understand the psyche. As such, and as Lacan had announced at the time, his writing and intentionality is the last name of the work and contribution Freud made and continues to make from the three major axes that constitute the structure of Psychoanalysis, that is, its theoretical corpus, your device and clinical research perspective. With these references central reading journey made by Freud to suggest that psychoanalysis can indeed be regarded as a wound to the narcissism of humanity, in the same way that in their time were the theories of Copernicus, Darwin and Einstein. Psychoanalysis founded a new scientific discipline around a central concept: the unconscious, from which will emerge regarding effects on understanding the clinical structures, sexuality, daily life and its clinical application analytics.
Key Words: Dreams, Eroticism, Sexual behavior, Unconscious
A Modo de Introducción
¿De dónde surge el presente texto? En primer lugar, de un reconocimiento al legado del maestro. A valorar la enseñanza que Freud ha dejado en nosotros, todos aquellos que hemos encontrado en el Psicoanálisis una fuente de inspiración al trabajo clínico, investigativo y de reflexión sobre su cuerpo epistémico.
Y justamente esa es su primera enseñanza, que habrá que recordar; esto es, que si bien es cierto el Psicoanálisis nace en el terreno de la clínica, en particular del trabajo que Freud haría con sus pacientes histéricas (Anna O, Catalina, Lucy, Elizabeth, Dora… y todas las que ocuparon un lugar en el diván, presas en una sintomatología que las aquejaba hasta el cansancio), después podría hacer sus enseñanzas hacia el trabajo en la investigación con el Psicoanálisis y también a la teoría psicoanalítica. Hay que volver sobre este interesante asunto, porque es ahí donde reside gran parte de su legado.
En segundo lugar, quiero asumir una posición igualmente categórica, como es la que se exige en estos casos. Lo hago a partir de un texto que viene como anillo al dedo. Se trata del Seminario 27 de Jacques Lacan (1980), que en la Clase 7, El Seminario de Caracas, dice textualmente:
No soy muy inquieto. La prueba es que esperé llegar a los ochenta años para venir a Venezuela. Vine porque me dijeron que era el lugar propicio para convocar a mis alumnos de América Latina. ¿Son ustedes mis alumnos? No lo prejuzgo. Porque a mis alumnos suelo educarlos yo mismo. Los resultados no siempre son maravillosos. Se habrán enterado del problema que tuve con mi escuela de París. Lo resolví como se debe: empezando por la raíz. Quiero decir: arrancando de raíz a mi seudoescuela. Todo lo obtenido desde entonces me confirma que hice bien. Pero esa ya es historia antigua. En París acostumbro hablar ante un auditorio donde muchas caras me son conocidas por haber venido a verme en mi casa, 5 Rue de Lille, donde está mi práctica. Ustedes, al parecer, son lectores míos. Sobre todo que nunca los he visto escucharme. Entonces, desde luego, tengo curiosidad por lo que puede llegarme de ustedes. Por eso les digo: gracias, gracias por haber respondido a mi invitación. Es un mérito de ustedes, porque más de uno se ha atravesado en mi camino hacia Caracas. Las apariencias, en efecto, indican que esta reunión molesta a mucha gente y, en particular, a quienes hacen profesión de representarme sin consultarme. Entonces, cuando me presento, por supuesto, no dan pie con bola. En cambio, tengo que dar las gracias a quienes tuvieron la idea de la reunión y, en especial, a Diana Rabinovich. Le asocio con mucho agrado a Carmen Otero y su marido Miguel, en quienes he confiado para todo lo que entraña un congreso como éste. Gracias a ellos, me siento aquí en mi casa. Vengo aquí antes de lanzar mi Causa Freudiana. Como ven no me desprendo de este adjetivo. Sean ustedes lacanianos, si quieren. Yo soy freudiano (p. 13)
Con ello, entonces, asumo también mi lugar: soy freudiano. No desconozco el aporte y el valor de Jacques Lacan y de todos sus discípulos, pero es necesario ir a estos preciados orígenes, para encontrar allí la fuente de donde nace una experiencia que como la del Psicoanálisis, lo que hace es inaugurar una concepción particular de la subjetividad, del mundo y del psiquismo. Iniciemos justo por este punto.
Metodología
Para el presente artículo se ha acudido al análisis textual, como una disciplina para la construcción de un texto, que exige un trabajo de exigencia en la revisión de la bibliografía y a la argumentación que resulta a partir de tal ejercicio.
En el caso de los textos construidos a partir de la obra de Freud, se recomienda ir directamente a la fuente de tal producción, evitando en grado sumo los textos de tipo enciclopédicos que no han hecho una lectura justa y respetuosa con el pensamiento de su creador. Por tal motivo, los conceptos de inconsciente, pulsión y sexualidad se apoyarán en artículos elaborados en su momento por Sigmund Freud, ampliando en otros documentos fruto de la labor documental de autores con suficiente experiencia clínica y epistemológica, que garantizan sus planteamientos.
El artículo, entonces, se convierte en un pre-texto para quienes pretendan seguirle la pista a las puntuaciones que se han establecido para hacer del mismo un justo homenaje al fundador y creador del Psicoanálisis.
Herida al Narcisismo de la Humanidad: Su Protagonista es el Psicoanálisis.
De entrada hay que reconocer que existen unos acontecimientos previos que también se consideran como heridas al narcisismo de la humanidad. En primer lugar, lo hecho por Copérnico, al cambiar la concepción que se tenía desde Ptolomeo, al darle a la tierra el lugar central en el universo. La propuesta de Copérnico, enmarcada en lo que se conoce como la teoría Heliocéntrica, tiene grandes implicaciones políticas, religiosas, científicas y culturales, entre otras, que solo hasta hace algunos años fuera convalidada por las altas esferas de la iglesia católica.
Luego tendríamos el hecho antropológico fundado por Charles Darwin, con su teoría de la evolución de las especies, que marca un cambio significativo respecto al origen divino de la especie humana. También su concepción recibiría toda suerte de afrentas y resistencias por parte de la iglesia católica y de un sector de la comunidad académica de la época. No menos sería lo que ocurrió con otro personaje de talla mundial, como lo es Carlos Marx, al plantear que los hombres estamos sometidos y determinados por las condiciones materiales, ideológicas y políticas que caracterizan al contexto al cual pertenecemos; con lo cual se interrumpe la concepción según la cual las condiciones materiales de producción, de distribución de los recursos y división de las clases sociales, serían algo que existe per se, simplemente por el hecho de existir como seres humanos.
Un análisis semejante tendríamos que hacer con otros grandes acontecimientos a nivel mundial, que han atravesado la historia de la humanidad. Tal es el caso de las teorías de Nietzsche (con su apuesta por la genealogía) y de Einstein (firme en su postura en términos de la teoría de la relatividad como una explicación de los fenómenos físicos). Y desde ellos, el paso lo damos hacia Freud.
La época de Freud es maravillosa y bastante compleja, ya que finalizando el siglo 19 e inicios del siglo 20 nos encontramos con grandes cambios a nivel de la ciencia, la literatura y las artes, así como los dos acontecimientos más fuertes en términos del conflicto humano, como son la primera y la segunda guerra mundial. En tal terreno, es justamente cuando surge uno de los textos que daría inicio con paso firme a este gran movimiento; se trata de los “Estudios sobre la histeria” (Freud, 1895), en el cual su autor sienta las primeras bases de su concepción sobre la clínica con los pacientes con enfermedades nerviosas, donde el concepto del trauma, la sexualidad, la represión y lo inconsciente, se enhebrarán para tratar de visibilizar un tejido donde la patología cobra un nuevo sentido, lejos de lo demoníaco y el castigo divino.
Con el afán de empezar a circunscribir los alcances de la teoría psicoanalítica, que desde tales épocas estaba en la palestra, podemos decir que hasta Freud se tenía la convicción según la cual había una equivalencia entre psiquismo o mente y la conciencia. Por tanto, lo inconsciente no existía, no estaba en las referencias para la comprensión de los fenómenos propios de la patología y mucho menos de la vida cotidiana. La certeza que se tenía, incluso desde los antiguos griegos, era que el hombre tenía un control a voluntad de todos sus actos. Tampoco la Psicología tenía el camino para el uso del término “inconsciente”, a pesar que era un concepto y proceso que se colaba por todos sus territorios, haciendo ruido incluso en los mismos terrenos de la experimentación.
Cerremos, entonces, este primer asomo a la teoría psicoanalítica, con algunas afirmaciones que se desprenden de la denominada herida al narcisismo de la humanidad, protagonizada por la obra de Freud. Nos queda claro que ahora, para una comprensión y conocimiento del psiquismo, la ruta a tomar nos lleva por los senderos de lo Inconsciente, con todos los desfiladeros que aparezcan en el camino. No nos queda sino considerar ahora lo “irracional” que caracteriza al sujeto, por encima del calificativo de “racional” que rodea su definición. Un sujeto cuyos actos no son conscientes, sino que se hayan “motivados inconscientemente” (Equipo Nutabe Hernández Bantú, 1988, p.14), que no es dueño y señor de sus actos según su propia voluntad. En este proceso de revisar los fundamentos conceptuales del Psicoanálisis formulado por Freud, el relevo lo toma ahora lo Inconsciente.
Lo Inconsciente. Un lugar en la Traumdeutung
Hace largo tiempo tenía el deseo de ir a La interpretación de los sueños (Freud, 1900), y más exactamente al tan mencionado capítulo VII, donde se lee lo siguiente:
Para llegar a un exacto conocimiento del proceso psíquico es condición imprescindible dar a la conciencia un verdadero valor, tan distinto del que ha venido atribuyéndosele con exageración manifiesta. En lo inconsciente tenemos que ver, como afirma Lipps, la base general de la vida psíquica. Lo inconsciente es el círculo más amplio en el que se halla inscrito el de lo consciente. Todo lo consciente tiene un grado preliminar inconsciente, mientras que lo inconsciente puede permanecer en este grado y aspirar, sin embargo, al valor completo de una función psíquica. Lo inconsciente es lo psíquico verdaderamente real: su naturaleza interna no es tan desconocida como la realidad del mundo exterior y nos es dado por el testimonio de nuestra conciencia tan incompletamente como el mundo exterior por el de nuestros órganos sensoriales (p. 715).
Aquí hay varias afirmaciones que al menos, en esta ocasión, hay que tomar con precaución y gran compromiso. Primero que todo, sigue siendo inexpugnable, que lo psíquico sea la base de la vida psíquica, dejando a la conciencia como algo momentáneo y pasajero, y que lo inconsciente sea lo que comanda la vida psíquica real. Segundo, y ahí tenemos ahora algunas apreciaciones que permiten avanzar a partir de la fórmula freudiana, según la cual la naturaleza interna de lo inconsciente nos resulta desconocida; esto ya no es así, porque gracias a la atención que le hemos puesto a la clínica analítica y a las expresiones consideradas como “absurdas” de la vida cotidiana, lo inconsciente se abre paso en forma continua, permanente y se desliza a través de lo que conocemos como las formaciones del inconsciente.
Valga decir, que los chistes, los síntomas, los lapsus, los olvidos y hasta el mismo sueño, son algunas de las vías que lo inconsciente toma para demostrar su cercanía con la superficie del psiquismo. Por tanto, nada más lejano en nuestro conocimiento del inconsciente que seguirlo adjetivando en términos de lo profundo, cuando la evidencia clínica y cotidiana abunda en referencias que así lo contradicen. Lo inconsciente está muy cerca, tanto más cerca que el hecho de deslizarse por la cadena de los significantes. Lo inconsciente es un fenómeno del lenguaje, y eso lo dice ya todo.
Cierro esta breve alusión a lo Inconsciente haciendo eco a las palabras de Manfred Teicher (2006), quien en su artículo “El inconsciente, ¿qué es eso?”, manifiesta que estamos habitados por lo inconsciente, aunque a veces no queramos ni siquiera saber de su existencia; que no tenemos un conocimiento de lo inconsciente, pero que termina por imponérsenos, gracias a su contundencia, su capacidad para su deslizamiento. Por ello, y en razón de su expresión a través de la vida cotidiana y de la enfermedad mental, termina por concretar su rostro. Siguen las preguntas del autor (Teicher, 2006): “¿Qué es El Inconsciente? ¿Por qué el Inconsciente? ¿Por qué no lo conocemos?” Y algunas certezas que no se dejan esperar: el inconsciente tiene eficacia, y es tal que no se puede eliminar, que persistirá permanentemente en sus intentos de tomar control del psiquismo. Y de tal tejido psíquico, lo que tenemos es la emergencia del Conflicto Psíquico, cuyo principal protagonista serán las Pulsiones…
Las Pulsiones: Seres Mitológicos
Por razones de la temática que pretendemos trabajar en este apartado, qué mejor que ir a uno de los textos en los cuales Freud puso sus cartas sobre la mesa para explicitar lo pertinente a la Pulsión. El texto en mención es “Tres ensayos para una teoría sexual” (Freud, 1905), que viene luego de una serie de textos que el autor había desarrollado desde la clínica analítica, en lo que se considera como los precursores del Psicoanálisis propiamente dicho. En los Tres ensayos (Freud, 1905), al entrar en el apartado de las pulsiones parciales y las zonas erógenas, Freud dice:
Bajo el concepto de pulsión no comprendemos primero más que la representación psíquica de una fuente de excitación, continuamente corriente o intrasomática, a diferencia del “estímulo” producido por excitaciones aisladas procedentes del exterior. Pulsión es, pues, uno de los conceptos límites entre lo psíquico y lo físico. La hipótesis más sencilla y próxima sobre la naturaleza de las pulsiones sería la de que no poseen en sí cualidad alguna, debiendo considerarse tan sólo como cantidades de exigencia de trabajo para la vida psíquica. Lo que diferencia a las pulsiones unas de otras y les da sus cualidades específicas es su relación con sus fuentes somáticas y sus fines. La fuente de la pulsión es un proceso excitante en un órgano, y su fin más próximo está en hacer cesar la excitación de dicho órgano (p. 1191).
Ahora me pregunto, y ¿por qué lo de seres mitológicos? Bueno, si por mitología entendemos, en términos generales, a ese conjunto de discursos y narraciones con interés por dar cuenta del origen tanto en el orden de lo sagrado como de lo humano, de lo divino y lo profano, y que al referirse a la cultura, la tradición y las leyendas, pretenden dar explicaciones sobre del universo, el origen del mundo, los fenómenos naturales y todo aquello que sobrepase una explicación simplista; pues precisamente de eso están hechas las pulsiones.
En el corazón de la pulsión lo que existen son cargas energéticas y toda suerte de juegos dinámicos que pretenden dar cuenta de la subjetividad. Se trata de seres maravillosos que aparecen y develan la trama de la subjetividad. La vida y la muerte definiendo la esencia de lo humano… demasiado humano. Pulsiones con una característica que las hace supremamente fuertes e indetenibles, en tanto en su esencia está un Empuje permanente, interminable, que no detiene por nada y ante nada.
Eros y Tanatos que se resisten a los intentos de ser educada o “domada” según las prescripciones de una pedagogía educastradora o de discursos de paz que resultan cortos ante el embate de la pulsión de muerte, tal y como se enseñorea en regiones geográficas donde las desapariciones, las torturas y la violencia en todas sus formas debe batallar con una pedagogía del amor y la resolución pacífica de los conflictos.
Es desde el terreno de la pulsión del cual emerge otro de los conceptos que está ubicado en los recuerdos que de Freud tenemos. Se trata de la perversión o de lo perverso, como él también lo desarrolla en el mencionado texto de los Tres ensayos (1905), aludiendo a cómo tanto el objeto como la meta de la pulsión gozan de una extrema variabilidad.
Nada menos prefijado en la especie humana como el objeto de la pulsión; y a la vez, cómo el juego con las metas resulta de una asombrosa maraña de posibilidades, siendo el placer y el goce aquello que se desemboca como plus de cualquier experiencia, sea erótica o tanática.
Con esto queda definido y establecido que definitivamente no estamos en el terreno del instinto (traducido en Freud por Instinkt), el cual tiene las características que ya conocemos, y establecidas por Daniel Lagache (1955) como: “un comportamiento animal fijado por herencia y característico de la especie” (p. 29). Mientras tanto, es Freud quien igualmente nos ha ilustrado sobre esos elementos que caracterizan a la pulsión (traducido como trieb en alemán), esto es, la fuente, el objeto, la meta y la pulsión, siendo el objeto lo más variable en su esencia. De igual manera, en el Compendio del psicoanálisis, texto de 1938 (publicado en 1940), Freud confirmar su distinción respecto a las pulsiones básicas:
Tras largas dudas y vacilaciones nos hemos decidido a aceptar sólo dos pulsiones básicas: el Eros y la pulsión de destrucción. (La antítesis entre las pulsiones de autoconservación y de conservación de la especie, así como aquella otra entre el amor yoico y el amor objetal, can todavía dentro de los límites del Eros). La primera de dichas pulsiones básicas persigue el fin de establecer y conservar unidades cada vez mayores, es decir, a la unión; la pulsión de destrucción, por el contrario, busca la disolución de las conexiones, destruyendo así las cosas. En lo que a ésta se refiere, podemos aceptar que su fin último es el de reducir lo viviente al estado inorgánico, de modo que también la denominamos pulsión de muerte (p. 3382).
Ahí están, pues, el eros y el Tanatos, la vida y la muerte, como procesos psíquicos constitutivos de la subjetividad y que demarcan el derrotero de nuestra manera de interactuar consigo mismo y con el otro. De este tema de las pulsiones, nos queda el camino expedito para cerrar con uno de los asuntos que para Freud se convertiría en materia de críticas e incluso de alejamiento por parte de sus seguidores y de la comunidad científica de la época. Me refiero a la sexualidad, que junto a su formulación de la muerte, su técnica analítica y sobre todo de lo inconsciente se convertirán en piedras angulares de su edificio teórico.
Hablemos de Sexualidad en Freud
Junto a sus disertaciones sobre la clínica psicoanalítica, que causaran tanta polémica en el gremio médico de la época en que vive Freud, y en el contexto social y geográfico en el que vivía; hay que agregar también las formulaciones del autor sobre la muerte, como un asunto que nos coloca en el terreno de lo estrictamente mortal y a la vez como portadores de una pulsión que merecería ser desterrada de nuestra condición humana. De igual manera, el otro asunto que causa mayor impacto y hasta resistencias es su mayor formulación: lo inconsciente, que como se dijo en líneas anteriores, subvierte la tradición de la psicología y la filosofía, descentrando la comprensión de lo psíquico del terreno de la conciencia y ubicándola en el terreno que mejor le corresponde.
El otro asunto de gran discusión es la sexualidad, sobre todo porque es una afrenta a los pilares morales de la época, por lo cual hoy todavía precisa ser trabajado con suma cautela. La sexualidad vista desde el campo de la pulsión merece una reflexión cuidadosa, de tal suerte que sea posible reconocer su gran riqueza y dimensión desde la arista de su fuente, su fin y su objeto, siendo en éste último donde se han identificado la mayoría de sus posibilidades. Y será cualquier sujeto, niño, joven o adulto, quien nos revele la extrema variabilidad y arbitrariedad que entraña su consideración desde el objeto sexual.
El objeto es lo menos predeterminado, y se halla sometido a los avatares del deseo, que se dirige a cualquier parte de sí mismo o del otro. Bajo esta perspectiva y el agregado que nos ofrece la gama de posibilidades que ofrece el destino de la pulsión sexual, como efectivamente podemos definir que, en definitiva, la sexualidad no está estrictamente al servicio de la reproducción, como sí ocurre en la demás especies animales, sino que bordea todas las fronteras de la consecución de placer, hasta asomarse a los territorios del goce. Sexualidad que presta su concurso para que el sujeto ingrese por los fueros del erotismo, bajo las fuerzas del lenguaje, que es el que finalmente saca al sujeto de la naturaleza y del instinto.
Ahora bien, para efectos de comprender este abanico de posibilidades que ofrece la sexualidad, lo más conveniente es ir directamente a Freud, quien en el capítulo III del Compendio del psicoanálisis (1938 {1940}) nos dice que hay tres hechos que se salen de marco corriente y habitual de la sexualidad, según el cual la vida sexual implica estrictamente un encuentro de tipo genital. Estos tres hechos son: 1. La homosexualidad y el autoerotismo, 2. La perversión, y 3. Sexualidad infantil. De tal suerte de reflexiones, Freud afirmará entonces que:
Es comprensible que el psicoanálisis despertara asombro y antagonismo cuando, fundándose parcialmente en esos tres hechos desatendidos, contradijo todas las concepciones populares sobre la sexualidad y arribó a las siguientes comprobaciones fundamentales:
a) La vida sexual no comienza sólo en la pubertad, sino que se inicia con evidentes manifestaciones poco después del nacimiento.
b) Es necesario establecer una neta distinción entre los conceptos de lo “sexual” y lo “genital”. El primero es un concepto más amplio y comprende muchas actividades que no guardan relación alguna con los órganos genitales.
c) La vida sexual abarca la función de obtener placer en zonas del cuerpo, una función que ulteriormente es puesta al servicio de la procreación, pero a menudo las dos funciones no llegan a coincidir íntegramente (p. 3384).
Valga decir que la enseñanza de Freud nos ha insistido que para comprender y analizar la sexualidad en la vida adulta lo mejor es dirigir nuestra mirada y nuestra escucha a la sexualidad en la infancia y la niñez. Los niños son los que mejor nos evidencian las torsiones de la sexualidad, y de ello hemos elaborado la tan conocida expresión atribuida al niño como un “polimorfo perverso”, que es lo que mejor describe la posibilidad de sentir placer al excitar cualquier zona de la piel, no solo las genitales.
Ahora bien, queda claro que hay que empezar retomando algunos postulados freudianos respecto a la sexualidad en la infancia. Algunos de sus textos son muy directos y precisos al afirmar, por ejemplo, en Teoría sexuales infantiles Freud (1908) afirma: “Desde luego, tengo la convicción de que ningún niño –o por lo menos, ningún niño de inteligencia completa o superior- llega a la pubertad sin que los problemas sexuales hayan ocupado ya su pensamiento en los años anteriores a la misma” (p. 1262). Y en el mismo texto, como para concretar sus planteamientos sobre la realidad sexual en los niños asevera que: “El influjo de la educación y la distinta intensidad de la pulsión sexual han de dar, seguramente, origen a grandes oscilaciones individuales en la conducta sexual infantil, determinando, especialmente, la emergencia más o menos temprana del interés sexual” (p. 1262).
Por lo tanto, si bien es cierto partimos de una afirmación en sentido general, según la cual la sexualidad humana comienza desde el nacimiento (y aún antes, esto es, desde el lugar imaginario que ocupa un hijo en el deseo de los padres) y termina con la muerte, también es cierto que hay que revisar la construcción que cada niño haga de su sexualidad, lo cual se halla asociado en gran medida al camino que sus padres han seguido respecto a su propia vida sexual.
Es bien claro, que estas sentencias son las que una y otra vez hemos encontrado en el ejercicio clínico con niños, jóvenes y adultos, que a su vez permiten reconocer la gran riqueza y amplitud del espectro que cubre la sexualidad humana. Y si continuamos escuchando a Freud (1908), no cabe duda que el mundo de la sexualidad en la infancia merece una notable consideración, por ejemplo cuando se refiere a las teorías sexuales infantiles, las cuales pueden considerarse a la luz del juicio subjetivo de la verdad: Aunque todas yerran de un modo grotesco, cada una de ellas contiene alguna parte de verdad, asemejándose en esto a aquellas teorías que calificamos de “genitales”, edificadas por los adultos como tentativas de resolver los problemas universales que desafían el pensamiento humano (p. 1265).
Esta consideración de las teorías que crean los niños para explicar algunos asuntos que se salen de su comprensión, se hallan cargadas con los componentes de la pulsión sexual, que dicho sea de paso están presentes en los niños. Por su carácter peculiar, merece que reciban una atención aparte bajo una mirada clínica y teórica a la vez.
Teorías Sexuales Infantiles
Inicialmente escuchemos a una niña de tres años y medio:
- ¿Papi, tú tienes pipí?
- Sí; responde él.
- ¿Y mi mamá? ; agrega la niña
- No, ella tiene vagina como tú; le dice el padre.
- ¿Y mi abuelita?
- Ella tiene lo mismo que tú, vagina.
- Entonces - dice la niña -, mi mamá, mi abuelita y yo tenemos vagina, pero cuando yo sea grande voy a ser un señor como tú y voy a tener pipí.
Algo va resultando evidente en las líneas que tenemos entre manos; esto es, que lo que encontramos en la clínica no es un niño inactivo, sino, por el contrario, un ser que hace constantes construcción, con miras a dar respuesta a la sexualidad del Otro. Eso que arma, son las teorías frente a lo que se denomina como una “falta significante” encarnada en la madre. Ahora, bien, en el texto mencionado de Freud (“Las teorías sexuales infantiles”, 1908), el autor afirma que aproximadamente hasta los cinco años de edad, en el niño se verifican “brotes” mucho más evidentes de su vida sexual, los cuales van acompañados de la pulsión de saber e investigar.
Por su parte, la psicoanalista colombiana Margarita Mesa de Uribe (1992) manifiesta, a propósito del tema en mención, que el interés intelectual del niño por los enigmas de la vida, su apetito de saber sexual, se exterioriza tempranamente. La clínica psicoanalítica permite verificar como la curiosidad del niño surge con preguntas sobre las diferencias sexuales, el origen de los niños y la participación del padre en la gestación. Alrededor de estos problemas, el niño construye sus propias teorías:
Teoría de la primacía fálica. La primera teoría que el niño elabora hace referencia a las diferencias entre los sexos y consiste en que dota de pene a todos los seres humanos, buscando ignorar a toda costa la existencia de la vagina en la niña.
Teoría cloacal. Su segunda teoría lo induce a pensar que los niños se conciben a través del acto de comer y que son paridos por el ano. De esta manera es preciso que el bebé sea evacuado como un excremento o vomitado.
Coito parental sádico. En la tercera teoría, el niño presupone que el acto sexual entre sus padres es un hecho violento, elaborando así una concepción sádica del coito. Sus observaciones y evidencias del encuentro sexual de sus padres le confirman y garantizan esa teoría.
En el fragmento de la niña de 3 años, lo que se empieza a transparentar es que, si bien es cierto ella sabe sobre las diferencias sexuales a partir de la información que recibe de sus padres o educadores, se empeña en negar tales diferencias, agregando un proceso que como la castración (en el sentido psicoanalítico del término) se convierte en la solución que le impide discernir lo que allí está implicado.
Para el Final
Nos quedan muchos temas para incluir en el menú de la sexualidad, y uno de ellos es el complejo de Edipo, el cual merece un lugar aparte, tanto es así que amerita ubicarlo en una mesa de lectura en forma independiente. Por ahora, qué mejor que despedir este Recordar a Freud con uno de sus grandes hallazgos, como es la gran relevancia que le concede a la curiosidad sexual en los niños, a su deseo de saber, el cual implica entre otras cosas un conflicto en su enfrentamiento con la falta del Otro, que en última instancia es con la castración.
No en vano, lo anterior genera una tarea fundamental, cual es la de escuchar al niño. De todas maneras, y a pesar de los planteamientos freudianos sobre la sexualidad, si se persiste en no atribuirle y reconocerle al niño su sexualidad es porque como adulto no se ha tomado el trabajo de escucharla, ni de observarla, amén de que reprimió lo sucedido en su propia infancia.
Lo que sí nos debe quedar claro, independientemente del lugar desde donde nos situemos, es que no hay una sexualidad infantil o una sexualidad del adolescente o la sexualidad del adulto. Hablamos es de La Sexualidad... de la Sexualidad Humana (incluso, prefiero en muchas ocasiones hablar de Las Sexualidades), como aquel escenario donde habita el deseo, ese que definitivamente no tiene nada de instintivo.
Finalmente, como desde el Psicoanálisis le hemos dado cabida a todas las expresiones del arte y la cultura, qué mejor que cerrar con un texto tomado de escritor colombiano Jairo Aníbal Niño, denominado “La hermana del Principito” (1995), que en unas de sus líneas nos regala la siguiente joya:
Me senté sobre una piedra y con el corazón alborozado, me puse a llorar. Lo hice abiertamente como si cantara. Los niños me han enseñado la verdad de las lágrimas y la verdad de la risa. Me duelen las personas mayores que cuando son visitados por el llanto o por las carcajadas, de repente se detienen, renuncian a sus emociones y piden perdón por su dicha o por su pena (p. 34).
REFERENCIAS
Equipo Nutabe Hernández Bantu (1988). Las heridas narcisistas de la humanidad (II). Revista Oassys, 5, 14-26
Freud, S. (1981). Compendio del psicoanálisis (1938). Madrid: Biblioteca Nueva.
Freud, S. (1981). Estudios sobre la histeria (1895). Madrid: Biblioteca Nueva.
Freud, S. (1981). La interpretación de los sueños (1900). Madrid: Biblioteca Nueva.
Freud, S. (1981). Teorías sexuales infantiles (1908). Madrid: Biblioteca Nueva.
Freud, S. (1981). Tres ensayos para una teoría sexual (1905). Madrid: Biblioteca Nueva.
Lacan, J. (s.f.). Seminario 27. Disolución. Clase 7. El Seminario de Caracas (12 de julio de 1980)
Lagache, D. (1955). El psicoanálisis. Buenos Aires: Paidos.
Teicher, M. (2006). El inconsciente, ¿qué es eso? [Versión electrónica]. Recuperado el 4 de junio de 2012. En: http://grupos.emagister.com
Parra, L. A., Palacio, L. F., Gallo, H., López, R., Bernal, H., Ramírez, M., et al (1992). La sexualidad infantil. Medellín (Colombia): Fundación Freudiana de Medellín