REVISTA DE PSICOLOGIA -GEPU-
ISSN 2145-6569
IBSN 2145-6569-0-7

   
 
  La Desorganización Psíquica en el Desarrollo Infantil

La Desorganización Psíquica en el Desarrollo Infantil

Pablo Fossa Arcila   
 Universidad del Desarrollo / Chile
 

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Pablo Fossa Arcila. Psicólogo, Magíster en Psicología Clínica. Docente de la Facultad de Psicología de la Universidad del Desarrollo en Santiago de Chile. Correo electrónico: pfossaa@udd.cl 


Recibido: 18 de Mayo de 2011
Aprobado: 23 de Marzo de 2012


Referencia Recomendada: 
Fossa, P. (2013). La desorganización psíquica en el desarrollo infantil. Revista de Psicología GEPU, 4 (1), 150-159. 
  

Resumen: En el presente artículo se revisarán tres fenómenos del desarrollo temprano que evidencian importantes secuelas en el funcionamiento psicológico posterior. Me refiero al fenómeno de la segunda piel, la identificación adhesiva al objeto, y la posición autista-contigua; todas situadas en un estadio previo a las fases del desarrollo evolutivo descritas por Melanie Klein. Estas alteraciones del desarrollo, producidas por una situación de desvalimiento al comienzo de la vida, o por los masivos procesos de escisión como mecanismo defensivo a la estimulación ambiental, genera una angustias de desorganización psíquica y una falta de sentido de coherencia del self, lo que produce un modo de funcionamiento “pegoteado” respecto al objeto, sea este una pareja, un ideal, un objeto físico, etc. Este modo de funcionamiento adhesivo frente al objeto para mantener la cohesión del self e impedir el derrumbe de la organización psíquica es característico de la organización limítrofe de personalidad.


Palabras Claves
Segunda Piel, Identificación Adhesiva, Posición Autista-Contigua; Organización Limítrofe de Personalidad.

Abstract: In this article we reviewed three phenomena of early development that demonstrate important consequences for later psychological functioning. I refer to the phenomenon of the second skin, adhesive identification to the object, and the autistic-contiguous position, all located at an earlier stage of evolutionary development phases described by Melanie Klein. These developmental abnormalities, produced by a weakening situation at the beginning of life, or the massive splitting processes as a defensive mechanism to environmental stimulation, generates psychic disorganization distress and a missing sense of self-concistency, which mode produces a "stuck together" on the object, either a couple, an ideal, a physical object, etc. This bonding mode towards the object to maintain self-cohesion and prevent the collapse of the psychic organization is characteristic of borderline personality organization.


Key Words: Second Skin, Adhesive Identification, Autistic-Contiguous Position, Borderline Personality Organization.  

  


Las investigaciones en psicología evolutiva y los grandes teóricos del desarrollo concuerdan en que las experiencias tempranas son fundamentales en la constitución de la mente, pues esta se construye en relación con un otro, quien puede fortalecerla a través de un lazo satisfactorio o, por el contrario, destruirla (Freud, 1996; Fonagy, 2004; Vigotsky, 1978; Bowlby, 1988; Stern, 1991; Winnicott, 1963).


Las alteraciones tempranas del desarrollo han sido relacionadas con la aparición de múltiples patologías psiquiátricas y conflictos psicológicos que afectan la calidad de vida de los sujetos que los padecen. Un ejemplo de esto es la organización limítrofe de personalidad, la cual ha sido explicada desde las perturbaciones que pueden ocurrir en la díada madre hijo durante los primeros años de vida (Kernberg, 1897, 1979, 1989, 2008; Linehan, 2001, 2003;  Malher, 1975).


Es relevante pensar en los fenómenos tempranos del desarrollo y sus consecuencias en la constitución del aparato psíquico. Por temprano me refiero a experiencias ocurridas en los primeros días y semanas de vida. En el presente trabajo mostraré un modo de funcionamiento particular que tiene su fundamento en alteraciones tempranas del desarrollo y que se encuentra relacionado con el modo de funcionamiento de la organización limítrofe de personalidad (Fossa, 2010). Estos fenómenos ocurrirían al comienzo de la vida, en estadios previos a los descritos clásicamente por los pioneros de la teoría psicoanalítica (Ogden, 1988), y que sin embargo presenta alteraciones importante en el funcionamiento futuro, no alcanzando totalmente el estado psicótico, pero presentando angustias que producen un tipo de vinculación característico del espectro borderline.


El Fenómeno de la Segunda Piel 


En los estadios iniciales del desarrollo, la piel del bebé y los objetos primarios tienen la función de unir las diferentes partes de la personalidad que aún no están diferenciadas de las partes del cuerpo. En su forma más primitiva, las partes de la personalidad se vivencian como si estuvieran carentes de una fuerza capaz de unirlas, por lo cual, resulta necesario asegurar su cohesión mediante el funcionamiento de la piel, que obra como un límite. Pero esta función interna (la de contener las partes del self) depende inicialmente de la introyección de un objeto externo, el cual debe ser vivenciado a su vez como capaz de cumplir esa función. Más adelante, la identificación con esta función del objeto reemplaza al estado de no integración y da origen a la fantasía del espacio interno y del espacio externo (Bick, 1968).


En el estado infantil no integrado existe una necesidad de encontrar un objeto, sea éste una luz, una voz, un olor, o algún otro objeto sensual, que sea capaz de mantener la atención y, por lo tanto, susceptible de ser vivenciado, por lo menos temporalmente, como algo que une las diversas partes de la personalidad. El objeto óptimo es el pecho materno dentro de la boca, junto con la madre que sostiene al bebé, le habla y de la cual emana un olor familiar. El objeto que cumple el rol de continente se vivencia concretamente como una piel. El desarrollo deficiente de esta función primitiva resulta de la inadecuación del objeto real o bien de los ataques fantaseados contra él, todo lo cual entorpece la introyección. Estos trastornos de la función pueden determinar la formación de una segunda piel, mediante la cual la dependencia con respecto al objeto es reemplazada por una seudo-independencia, y por el uso inadecuado de ciertas funciones mentales, o quizás, de talentos innatos, utilizados ahora con el fin de crear un sustituto de esa función de contención que debía cumplir la piel (Bick, 1968).


En todos los pacientes con trastornos en la formación de una primera piel, la reconstrucción analítica revela serios conflictos ocurridos durante el periodo de la lactancia, aunque los padres no siempre se hayan dado cuenta (Bick, 1968). 


Según Bick (1968), el fenómeno de la segunda piel que reemplaza a la integración de tipo primera piel, se manifiesta como una especie parcial o total de caparazón muscular o una muscularidad verbal correspondiente. Sólo un análisis que persevera hasta lograr una elaboración cabal de la dependencia primaria con respecto al objeto materno puede fortalecer esta fragilidad subyacente. 


El trabajo de Esther Bick (1968), describe estados de angustia catastrófica en ciertos bebés cuyas madres son incapaces de contenerlos. Cuando estos bebés se angustian, sus madres se angustian también y, entonces, el bebé se angustia aún más, provocándose una escalada de angustia hasta que el bebé entra en un estado de estremecimiento y un tipo de estado desintegrado y desorganizado que no es berrido ni rabieta, sino simplemente algo que se puede describir como desorganizado. Bick (1968), se dio cuenta que esto también pasaba en pacientes adultos, quienes estaban expuestos a estados de desorganización temporaria. No era que estuvieran ansiosos, simplemente se sentían confundidos, paralizados, perplejos y no podían hacer nada; lo único que podían hacer era sentarse o acostarse hasta que se les pasara.


Bick (1968) observó que estas personas presentaban experiencias de no ser sostenido, por lo que descubrió que todas estas personas tenían alteraciones relacionadas con la piel o su experiencia de la piel, no en el sentido dermatológico, sino que se machucaba muy fácil y que no parecía tener ningún tipo de fuerza. Eran sujetos que no estaban sostenidos por una buena piel, pero que tenían otras formas de mantenerse unidos.


Desde el punto de vista de Bick (1968), algunas personas se mantienen unidas intelectualmente con su pensamiento inteligente y su habla; otras en cambio, parecen sostenerse muscularmente a través del levantamiento de pesas o el atletismo. Estas son formas de superar los estados de desintegración a los que llamó formaciones de una segunda piel o formaciones sustitutas de la piel.


Estas personas presentan un tipo de dificultad con la introyección y no usan mucho la identificación proyectiva. Sus valores son externos, no se basan en principios internos ni en la observación de sí mismos; es como si se miraran todo el tiempo en el espejo de los ojos de los demás, copiando a otros, imitando, siempre conscientes de la moda, preocupados por las formas sociales y el estatus (Bick, 1968).


Después de haber estudiado a estos sujetos varios años, Bick (1968) comienza a darse cuenta que estos pacientes funcionaban como si realmente no hubiera espacio, como si hubiera solamente superficies, dos dimensiones. Las cosas no eran sólidas, sólo existían superficies contra las cuales podían apoyarse o que podían sentir, oler, tocar y que podían proporcionarles una sensación. Se podían apoyar en el analista, se apoyaban en el armario, etc. 


El fenómeno de la segunda piel determina una fragilidad general en las integraciones de los distintos aspectos de la personalidad, propio del funcionamiento limítrofe de la personalidad. Objetos, una pareja, ideologías, etc., pueden funcionar como segunda piel en un sujeto que necesita un sustituto de esta función materna. Las angustias de desintegración y sentimiento de derrumbe que pueden llegar a sentir al vivenciarse sin límites corporales los lleva a establecer un tipo de vínculo característico de la organización limítrofe de personalidad (Fossa, 2010).


Identificación Adhesiva


El concepto de Identificación Adhesiva, es un concepto que Donald Meltzer (1974) y Esther Bick (1968) comenzaron a trabajar separadamente, pero manteniendo frecuentes conversaciones sobre el tema, a comienzos de la década del 60, después de la muerte de Melanie Klein. En estas conversaciones Esther Bick comentaba a Meltzer que en sus estudios con niños pequeños observaba un fenómeno que no sabía describir diciendo constantemente “Oh, no se como hablar acerca de ellos, simplemente son así (y adosaba las palmas de sus manos)”. Meltzer, por su parte, en sus estudios con niños autistas comenzó a observar que eran similares a algo “pegado”. Sin duda, ambos se dieron cuenta de que estaban frente a un fenómeno nuevo e interesante.


Bick (1968) y Meltzer (1975), describen la "identificación adhesiva" como un modo de funcionamiento de estadios tempranos del desarrollo infantil, la cual consiste en una identificación impregnada por la falta de diferenciación del "self".


El concepto de identificación ocupa un lugar muy importante en la historia del psicoanálisis, especialmente en los escritos de Freud. Este fenómeno se menciona en Estudios sobre histeria, el hombre de los lobos, el hombre de las ratas, y especialmente en el trabajo sobre Leonardo, donde se comienza a hablar de los procesos de identificaron de una manera significativa que está relacionada con los comienzos de un concepto de narcisismo, lo que lleva a denominarse identificaron narcisista (Freud, 1996).


En 1946, Melanie Klein, presentó un trabajo titulado Notas sobre algunos mecanismos esquizoides en el que mostró los procesos de escisión e identificación proyectiva. Con la expresión “identificación proyectiva”, describía una fantasía omnipotente mediante la cual, en combinación con los procesos de escisión, una parte de sí mismo puede escindirse y proyectarse dentro de un objeto y, por este medio, tomar posesión de su cuerpo, su mentalidad y su identidad. Lo esencial de la identificación proyectiva es que constituye la descripción de un proceso mediante el cual se produce la identificación narcisista, o sea un proceso de la fantasía omnipotente de escisión y proyección de una parte del sí mismo en un objeto, ya se trate de un objeto externo o un objeto interno. Este proceso deriva en fenómenos de identificación con el objeto de un tipo inmediato y de alguna manera alucinatorio, esto es el aspecto de identificación de la identificación proyectiva.


Posteriormente a los descubrimientos de Klein, Meltzer (1975) y Bick (1968), se dieron cuenta que tenían problemas con cierto tipo de pacientes, en donde veían que ocurría algo más que, indudablemente, estaba conectado con los procesos de identificación, pero además estaba ciertamente conectado con el narcisismo, pero parecía tener una fenomenología totalmente distinta de lo que habían reunido bajo la rúbrica de identificación proyectiva.


Meltzer (1975) comenzó a ver un vínculo especial, muy parecido a lo que veía con los niños autistas y con lo que Esther Bick observaba con sus pacientes. Empezó a pensar que estaba ante un nuevo tipo de identificación narcisista, y que ya no podían seguir pensando en la identificación proyectiva como sinónimo de identificación narcisista, sino que debían pensar en la identificación como un término más amplio. De esta manera llega entonces a considerar la identificación narcisista como el término más amplio, con la identificación proyectiva incluida en ella, y decidió llamar a esta nueva forma de identificación narcisista: Identificación Adhesiva.

Los trabajos de Bick (1968) y Meltzer (1975) llevaron a desarrollar la hipótesis de que, antes de la disociación propia de la posición esquizo-paranoide descrita por Klein en 1946 o simultáneamente con ella, era necesaria la identificación con un objeto continente que mantuviera unidas las distintas experiencias del self. La identificación con esa función de contención permitiría los posteriores procesos de integración. Para  Bick (1968) ésta sería la función primaria de la piel y de los objetos primitivos en la etapa en que no hay aún diferenciación entre los aspectos primitivos de la personalidad y las partes del cuerpo. Para Meltzer (1975) la identificación adhesiva haría frente a las ansiedades catastróficas, más primitivas que las persecutorias y depresivas descritas por Klein.


Posición Autista-Contigua


El trabajo clínico y teórico de Esther Bick (1968) y Donald Meltzer (1974), desarrollado en el contexto clínico con niños, ha servido para definir una dimensión hasta entonces insuficientemente comprendida de toda la experiencia humana (más primitiva que la dimensión esquizo-paranoide), la que se denomina posición autista-contigua.

Ogden (1988), utiliza el concepto de posición, porque concibe esta organización psicológica como un modo evolutivo y continuo de generar experiencia, en contraposición a una fase del desarrollo. Ogden considera que tiene una importancia organizativa equivalente a las de las posiciones esquizo-paranoide y depresiva, y que contribuye de manera igualmente poderosa a la dialéctica que constituye a la experiencia humana. Este modo de organizar la experiencia se caracteriza por tipos específicos de defensa, formas de relación con los objetos, angustia característica y grados de subjetividad.

La posición autista-contigua tiene un periodo de primacía anterior al de las dos organizaciones psicológicas descritas por Klein, pero sin embargo, coexiste dialécticamente con éstas desde el inicio de la vida psicológica. Esta organización primitiva representa uno de los polos de una relación dialéctica y, por lo tanto, nunca existe de manera pura en mayor medida que el concepto de mente consciente puede existir independientemente del concepto de mente inconsciente: cada una crea, niega y preserva a la otra. La delimitación de la posición autista-contigua de ninguna manera disminuye la importancia de las dimensiones esquizo-paranoide y depresiva (Ogden, 1988).


Ogden (1988), utiliza la palabra autista ya que las formas patológicas de autismo involucran versiones hipertrofiadas de los tipos de defensa, forma de atribución de significado de la experiencia y modo de relación con el objeto que caracteriza la organización autista-contigua normal. La palabra contigua es particularmente adecuada para denominar con mayor precisión esta organización, pues, la experiencia de superficies que se tocan entre sí constituye uno de los medios principales a través de los cuales realizan las conexiones y se logra la organización en este modo de funcionamiento psicológico. Así, la palabra contigua brinda la antítesis necesaria para las connotaciones de aislamiento y desconexión que lleva consigo la palabra autista.


La posición autista-contigua es un funcionamiento pre-simbólico de generar experiencia, dominado por lo sensorial, que delimita buena parte de la experiencia humana y provee el inicio de una sensación del lugar donde se produce la experiencia propia (Ogden, 1988).


En un modo autista-contiguo, las experiencias sensoriales, particularmente en la superficie de la piel, constituyen el mecanismo principal para la creación de un significado psicológico y el inicio rudimentario de la experiencia del sí mismo. La contigüidad sensorial de la superficie de la piel y el ritmo son básicos para el grupo más fundamental de relaciones objetales infantiles. La naturaleza de la relación de uno con sus objetos está determinada en gran medida por la naturaleza de la subjetividad que constituye el contexto para estas relaciones objetales. En la posición autista-contigua, la relación con los objetos es una relación en la cual surge la organización de una rudimentaria sensación de “ser yo” a partir de las relaciones de contigüidad sensorial (tocar, por ejemplo), que con el transcurso del tiempo genera la sensación de una superficie sensorial determinada sobre la cual se produce la experiencia propia. Ejemplos de demarcación a partir de una relación de contigüidad son la superficie cutánea del infante, la actividad de succión,  el ritmo del dialogo, el presionar las encías contra el pezón o el dedo de la madre (Ogden, 1988).


Por otra parte, Ogden (1988) concibe la posición autista-contigua como una dimensión importante de todas las defensas obsesivo-compulsivas y cree que estas defensas siempre implican la construcción de una delimitación sensorial estrictamente ordenada de la experiencia, que no es de ninguna manera un ordenamiento simplemente conceptual, simbólico, diseñado para rechazar, controlar y expresar deseos y temores erótico-anales inconscientes en conflicto. Esta forma de defensa sirve normalmente para cubrir vacíos experimentados sensorialmente por el individuo en el sí mismo y a través de los cuales el paciente teme y siente que se pueden escapar no sólo sus ideas sino también contenidos corporales concretos. Los síntomas y las defensas de tipo obsesivo-compulsivo tienen sus orígenes en los esfuerzos más tempranos del infante por ordenar y crear una sensación de delimitación de su experiencia sensorial.


De acuerdo a Ogden (1988), la angustia en esta posición consiste en un terror inexpresable a la disolución de los límites. La angustia autista-contigua involucra la experiencia de la desintegración inminente de la superficie sensorial, lo que da como resultado la sensación de tener fugas, de estarse disolviendo, desapareciendo o cayendo en un espacio sin límites ni forma. Las manifestaciones mas comunes de la angustia autista-contigua incluyen sentimientos aterradores de que uno se está pudriendo; la sensación de que los esfínteres y otros mecanismos que uno tiene para retener el contenido corporal están fallando y que la saliva, las lagrimas, la orina, las heces, la sangre, etc., se están escapando; el temor de que uno se está cayendo, como por ejemplo, la angustia asociada a caerse mientras uno duerme, por el temor a caer en un espacio infinito, sin forma. Esta angustia es similar a la descrita por el fenómeno de segunda piel (Bick, 1968), cuyo mecanismo para sostenerse a través del vínculo con un objeto es la identificación adhesiva (Meltzer, 1975).


Las defensas generadas en la posición autista-contigua están dirigidas al reestablecimiento de la continuidad de la superficie sensorial, sobre la cual descansa la integridad temprana del sí mismo. Muchos de estos pacientes necesitan generar un “piso sensorial” (por ejemplo, tocarse el cabello, frotar los pies, los labios, las mejillas, etc.) para no perder la organización del self (Ogden, 1988).


Una defensa del modo autista-contiguo es la imitación, utilizada como método para lograr un grado de cohesión del sí mismo. Esta imitación debe ser diferenciada del concepto que utiliza Winnicott sobre la organización de personalidad en base a un falso self. No existe nada falso en la imitación autista-contigua, pues no busca contrastar, disfrazar o proteger algo más verdadero o genuino en el interior: no existe interior ni exterior. En una posición autista-contigua, uno es su propia superficie y, por lo tanto, el acto de imitación constituye un esfuerzo por obtener o reparar una superficie cohesiva sobre la cual se puede desarrollar un lugar para el sí mismo. La imitación no sirve sólo como una forma de percepción y defensa y como una manera de aferrarse al otro, también sirve como una forma importante de relación objetal en un modo autista-contiguo (Ogden, 1988).  


Ogden (1988) propone que existiría una relación dialéctica entre las tres formas de funcionamiento psicológico (autista-contiguo, esquizo-paranoide, depresivo). Así mismo, existe una forma de compenetración de los modos autista-contiguo y depresivo a través del cual el confinamiento sensorial de la posición autista-contigua y la historicidad, subjetividad y capacidad de formación de símbolos de la posición depresiva contribuyen de manera conjunta a la creación de un todo que es más que la suma de sus partes. En ausencia de esta interacción mutuamente generativa, se producen formas específicas de psicopatología. Al desconectarse el modo depresivo del modo autista-contiguo, se producen estados psicopatológicos en los que el individuo se aliena de la experiencia sensorial o queda entrampado en ella. En el primer caso, el individuo intenta utilizar de manera defensiva ideas, palabras y otros tipos adecuados de formación de símbolos como sustitutos de una firmeza sensorial interna en una experiencia dominada por sensaciones. 


La manera dialéctica de generar experiencia en los modos autista-contiguo y depresivo también puede sufrir un colapso en dirección al modo autista-contiguo, provocando un sentimiento de entrampamiento en un mundo de sensaciones que carece casi completamente de intermediación y definición simbólicas. En conclusión, la propia experiencia del sí mismo está poderosamente enraizada en la interacción dialéctica entre lo sensorial y lo simbólico (Ogden, 1988).  


Reflexión Final


Como se logró revisar a lo largo de este trabajo, Esther Bick utiliza la expresión segunda piel para describir la manera en que el individuo intenta crear un sustituto para su deteriorada sensación de cohesión de la superficie de la piel. Frecuentemente el individuo intenta utilizar la experiencia sensorial de adherirse a la superficie del objeto con el fin de resucitar la integridad de su propia superficie. Por otro lado, Donald Meltzer ha introducido el término identificación adhesiva para referirse a la adherencia defensiva al objeto con el fin de aliviar la angustia de desintegración. La identificación adhesiva es una forma de identificación más primitiva que la identificación introyectiva o proyectiva, en la medida en que estas dos últimas formas de identificación involucran una sensación de espacio interno dentro del cual uno puede proyectar un aspecto de sí mismo o dentro del cual uno puede guardar un aspecto del objeto. Finalmente, Thomas Ogden aporta un nuevo modo de funcionamiento psicológico denominado autista-contiguo, el cual implica un estadio previo al esquizo-paranoide y depresivo, en donde el sujeto intenta defenderse contra la angustia de desintegración colocando partes de la superficie del objeto sobre la propia superficie deteriorada, para así impedir el derrumbe y la desintegración del self.


Los tres fenómenos descritos en el presente artículo hacen referencia a un modo de lidiar contra los procesos de no integración de los distintos aspectos del self. Los procesos de no integración se pueden dar, tanto por la experiencia pasiva de desvalimiento total, como por la desintegración que producen los procesos de disociación (escisión) que actúan como defensa activa al servicio del desarrollo.


Esta no integración y las respectivas angustias de desintegración, dejan graves secuelas para el funcionamiento futuro, expresándose en el tipo de vínculo desplegado en la vida adulta. Este modo de funcionamiento característico lo vemos desplegarse en la organización limítrofe de personalidad, en donde la segunda piel impide la descompensación psicótica, y a través de la identificación adhesiva el sujeto se mantiene aferrado a un objeto que le da sentido y coherencia al self. Dentro del funcionamiento limítrofe estos fenómenos se aprecian en la cualidad de los vínculos íntimos, y las deficientes funciones yoicas respecto a tolerar la angustia y la frustración, cuando se sienten disponibilidad absoluta del objeto que sustituye la función de la primera piel (Fossa, 2010).


En el trabajo psicoterapéutico con pacientes graves, el terapeuta funciona como segunda piel, intentando que el consultante internalice la figura y función terapéutica para que esa representación en el mundo interno le otorgue la sensación de unidad y coherencia al sí mismo. La pareja, el deporte, ideologías, etc., pueden ser ejemplos de una piel que sostiene e impide el derrumbe de la organización psíquica.


Resulta relevante comprender estas alteraciones tempranas del desarrollo en la medida que son fenómenos que tienden a repetirse en el transcurso de la vida.  Sujetos que presentaron este tipo de carencias o alteraciones en los primeros días – semanas luego de nacer tienden a aferrarse a un objeto para sostenerse, ya que carecen de un objeto interno introyectado que calme las angustias y de sentido y coherencia al self, por lo cual buscan aferrarse defensivamente a un objeto en el mundo externo que supla esa función.  


La revisión de estos fenómenos enfatiza aún más la relevancia de los vínculos tempranos en el desarrollo psicológico, ya que pueden ser alteraciones que, en muchas ocasiones, no logran ser percibidas por los progenitores, sino hasta avanzada la infancia, adolescencia e incluso, la vida adulta. Debido a esto, resulta necesario la generación de planes de prevención, desarrollo de la relación del hijo con el cuidador principal y estimulación temprana; incluso la preparación y tratamiento psicológico de madres durante el periodo de embarazo, para ayudara así a enfrentar la difícil tarea de la construcción del aparato psíquico del hijo por nacer.


Referencias 

 

Bick, E. (1968). La experiencia de la piel en las relaciones de objeto tempranas. Buenos Aires: Paidós.

 

Bowlby, J. (1988). A Secure Base: Parent-Child Attachment and Healthy Human Development. London: Routledge.

 

Fossa, P. (2010). Organización limítrofe de personalidad. Revista de Psicología GEPU, 1 (1), 32 – 52.

 

Fonagy, P. (2004). Teoría del apego y psicoanálisis. Barcelona: Spaxs.

 

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Kernberg, O. (1979). Desórdenes fronterizos y narcisismo patológico. Buenos Aires, Argentina: Paidos.

 

Kernberg, O. (1987). Trastornos graves de personalidad. Buenos Aires, Argentina: Paidos.

 

Kernberg, O. (1989). Psicoterapia Psicodinámica del Paciente Limítrofe.  Buenos Aires, Argentina: Paidos.

 

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Malher, M. (1975). El nacimiento psicológico del infante humano: Simbiosis e individuación. Buenos Aires, Argentina: Paidos.

 

Meltzer, D. (1974). Identificación Adhesiva. Sinceridad y otras obras escogidas. Paidos. Buenos Aires, Argentina.

 

Linehan, M. (2003). Manual para el tratamiento de los trastornos borderline. Paidos. Barcelona, España.

 

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Ogden, T. (1988). Sobre una posición autista-contigua. Paidos. Buenos Aires, Argentina.

 

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Vygotsky, L. S. (1978). Pensamiento y Lenguaje. Madrid: Paidos

 

Winnicott, D. (1963). Los procesos de maduración y el ambiente facilitador: Estudios para una teoría del desarrollo emocional. Buenos Aires: Paidós.

 


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