Mario Juárez Rodríguez
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Mario Juárez Rodríguez es Licenciado en Psicología Social por la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa, actualmente cursa la maestría en Estudios Latinoamericanos en la Universidad Nacional Autónoma de México. Contacto: mariojuarez.rdz@gmail.com
Recibido: 13 de Diciembre de 2010
Aprobado: 15 de Ocubre de 2011
Referencia Recomendada: Juárez-Rodríguez, M. (2011). La Colonialidad del saber. Una mirada desde la psicología social. Revista de Psicología GEPU, 2 (2), 113 - 120.
Resumen: La colonialidad del saber ha sido catalogada como una de las contribuciones más importantes que América latina ha brindado a la construcción del conocimiento social y de las ciencias sociales en general. Una veta poco explorada en este sentido han sido los aportes de la psicología social latinoamericana al respecto. El presente trabajo presenta una breve visión del esfuerzo teórico que se ha hecho desde la psicología social por robustecer el debate de la colonialidad del saber en aras de ampliar los paradigmas sociales de la región y del conocimiento global.
Palabras Clave: Colonialidad de Saber, Psicología Social, América Latina.
“Uno no sabe nada de política
Pero sí ha oído decir que tiene su corazoncito”
- Roque Dalton (1)
Introducción
A la muerte de Ignacio Martín-Baró el vacío epistemológico de la realidad centroamericana y latinoamericana se hizo más grande y hondo de lo ya existente, en especial para la psicología social, ciencia a la cual abocó gran parte de su vida. Si los intentos por desligarse de la importación de modelos o lo que es peor de problemas de investigación recién había comenzado, ésta veta se vio interrumpida por la ya mencionada muerte.
Las faltas señaladas dejan entrever dos procesos entre sí relacionados. Primero, que la realidad cuando se la mira de frente y en su justa dimensión, es un conglomerado de hechos sociales, políticos y culturales unas veces agradables y dignos ante los ojos del investigador, otras, las más de las veces, un espectáculo abigarrado de manifestaciones y sensaciones culturales ante las cuales el afán objetivo y hermético del que ya deberíamos comenzar a llamar estudioso de la realidad social y no científico social, no puede abstraerse.
Sumado a esto y colocándonos en las coordenadas latinoamericanas, que son las que se deben trabajar con mayor urgencia, está lo que apunta el periodista uruguayo Raúl Zibechi en prensa al describir que “la realidad política y social en América Latina, [y de modo particular en Sudamérica] es cada vez más compleja, intrincada y por momentos confusa” (2) invitando con ello a pensarla de manera propia y puntual y a no soslayarla más.
Se retoma entonces la necesidad de pensar pero sobre todo atender nuestra realidad circundante con aportes y ojos culturalmente nuestros.
Relacionado a esto está el segundo proceso mencionado, aquel que hace referencia a que el estudio de esta realidad vista desde abajo, como agente participativo, protagónico y receptor de la misma, no desde el laboratorio, no desde los datos, no desde las preconcepciones y teorías, es un tema perentorio para el estudioso social. Hay aquí una propuesta del estudio de la realidad psicosocial cotidiana, sí por sus temas, pero también por la importancia que en sí mismo representan las coordenadas de calle, de barrio, de colonias o parroquias, de suelo, de organizaciones políticas populares, de países, de gobiernos.
El alejamiento de la realidad es parte sustancial de la construcción de las ciencias, sean estas naturales o sociales, ya que fueron concebidas bajo los parámetros objetividad que hoy día deben ser inmediatamente modificados, pues el estado actual de las investigaciones sociales se mantienen en un distanciamiento de la realidad por motivos varios de los cuales mencionaré sólo dos. La primera, una seria incapacidad de (re)nombrar las cosas o ponerles nombres adecuados. La segunda, la falta de intervención social. El no sólo ver-observar-entender-explicar, sino el transformar la realidad psicosociocultural, como se intenta hacer hoy en diversas latitudes del continente. El ser no sólo observador trae implícito una especie de investigación-acción que contempla la participación de las comunidades y agentes a estudiar, en aras de construir un conocimiento compartido, que beneficie a ambas partes involucradas y no sólo dé créditos y títulos al agente universitario académico.
He aquí entonces graves problemas para la epistemología y la investigación social latinoamericana. Nombrar de manera comodina los fenómenos psicosocioculturales y ser incapaz -obstaculizado por una ética científica caduca- de transformarlos.
El Dilema de los Paradigmas en un Mundo Multipolar
Dice el ensayista colombiano Álvaro Marín (2008) que:
Es cuando menos paradójico que se proclame la defensa de la diversidad cultural- yo agregaría científica-metodológica- desde una política universal. Si lo que se pretende es la defensa de la diversidad cultural y biológica no hay razón para que su enunciado sea uniforme (Pp.9).
Lo mismo pasa en el estudio de la realidad psicocultural cuando se pretende estudiarla bajo un solo paradigma científico y en un mundo monopolar. El modelo de investigación y conocimiento de realidad social y natural alcanzó su clímax bajo el paradigma positivista del siglo XX el cual debe ser desde ya revisado y rebasado.
El paradigma positivista intentó ser calca del método de estudio de las ciencias duras, así cometió el error de creer que el científico puede y debe ser neutral ante el objeto-sujeto de investigación ignorando que él mismo es una producción cultural y está inmerso en un conglomerado de suceso psicosociales y políticoculturales.
La segunda falla de este modelo importado, es pretender ver a los sujetos sociales y sus producciones como objetos inanimados o ratas de laboratorio sin derecho alguno. Resultado de esto son las atrocidades de la ciencia en nombre del conocimiento, peor aun los supuestos adelantos técnico-científicos supeditados sólo al mercantilismo cientificista quien marca la brecha de investigación, superponiendo así a la economía a la política, a la ciencia y a la cultura. Y no se está entendiendo a la economía como ciencia social, sino a la economía como sistema de producción.
El tercer desatino es la copia en sí misma. Pretender estudiar producciones humanas de diversos niveles bajo un mismo esquema es borrar toda diferencia entre sujetos y objetos, pero también ignorar diferencias cruciales de este mundo. Así se pasó del estudio de las cosas, al estudio de los seres humanos y después del estudio de los humanos en los centros económicos hegemónicos al estudio de las realidades presentes en los llamados países de la periferia. Desatendiendo nuevamente diferencias cruciales, como la geografía, la cultura y la vida cotidiana de estos actores.
Pero quizá la palabra desatendiendo no es la más adecuada, ésta podría ser cambiada por imposición de esquemas de estudio, por el concepto de colonialidad del saber o el de colonialismo cognitivo-científico.
La Investigación Social, Universal y Regional, pero Cultural
Es verdad sin embargo que existe un conocimiento universal, pero este conocimiento es sobre todo una técnica derivada del cientificismo, nadie podría sostener cabalmente que en los países de la región las leyes de la física no reinan. Que dichas leyes hayan sido aportes del conocimiento científico hegemónico es incuestionable. Es cierto, no hay física boliviana, ni mexicana, ni venezolana, pero sí hay una geografía (entendida como morfología terrestre y geografía humana) brasileña, sí hay una cultura política chilena, sí hay una economía ecuatoriana (ésta última por cierto en búsqueda del buen vivir). El llamado es a reconocer las diferencias culturales, parámetros para el entendimiento de las realidades sociales circundantes de los espacios tiempos que habitamos:
Aceptar que, concordando que ese ente sea universal, su vivencia es peculiar, y por tanto se experimenta de modo diferente según la idiosincrasia de la comunidad donde se encuentra el sujeto y aun según la condición de tal sujeto al interno de la comunidad (Escourido, p. 2009).
¿Por qué entender entonces lo particular como universal? O como decía Marx lo concreto por lo abstracto. En definitiva esto es colonización cognitiva.
El motivo de esta cientificidad unipolar ha sido la globalización en sus dos vértices conocidos: la económica y la cultural. Ya que la globalización como proceso económico-cultural “amenaza [cuando no ha terminado ya con ella] a la rica herencia de recursos y conocimientos de pueblos aborígenes y campesinos, y demás poblaciones que todavía no han sido plenamente colonizadas por occidente” subraya Lander (2002, p.55).
Ignacio Martín-Baró apuntaba hace más de veinte años que importar modelos y problemas a reflexionar son aspectos de consecuencias peligrosas ya que “la aceptación acrítica de las teorías y modelos es precisamente la negación de los fundamentos de la ciencia.” (1986, p. 4).
El momento crítico en la década de los ochenta fue la importación de modelos y problemas de investigación, actualmente es otro, hoy día es la “patologización y criminalización de la disidencia, la anomalía o la resistencia, sea [esta] por parte de individuos, grupos [o] estados” (Lander, opcti. P. 56) o de científicos sociales ya que a éstos últimos se los descalifica argumentando falta de severidad científica.
Primero se intentó negar la autonomía epistemológico-científica, hoy a quien se atreve a buscarla se le tacha de poco riguroso, se le acusa de trabajar temas de poca relevancia para el concierto científico mundial.
Con esto el modelo económico-teórico-político hegemónico se presenta ante los ojos de muchos de nosotros (estudiantes universitarios) no sólo como el único existente, sino el único posible.
La pregunta crucial es qué ha hecho la ciencia social latinoamericana frente a esto ¿Qué estamos haciendo nosotros? Una respuesta a esto, quizá de las más desarrolladas es la propuesta del sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos (2008) denominada ecología de saberes, la cual “consiste en la promoción de diálogos entre el saber científico y humanístico que la universidad produce y los saberes legos, populares, tradicionales, urbanos campesinos, provincianos, de culturas no occidentales que circulan en la sociedad.” (p. 94).
Para contribuir a desarrollar este conocimiento es necesaria una nueva actitud por parte del estudioso de la realidad social, este debe estar dispuesto a abandonar la comodidad y la seguridad de sus libros e instituciones y entrar en contacto con las personas que son productoras-portadoras de dicho conocimiento, esto se logra sólo en la investigación-acción, que es que el investigador junto con los sujetos sistematicen experiencias y busquen respuestas a las dificultades-curiosidades presentes en las comunidades, parafraseando a Walter Mignolo (2001) no sólo producir conocimiento compartido entre estudiante y sujetos estudiados, sino que también dicho conocimiento sea destinado a los sujetos mismos.
Nombrar la realidad con ojos hipotecados… ¡No más!
Una de las singularidades propias de la cultura contemporánea (y de toda cultura), dice Álvaro Marín, es la vivencia del lenguaje ya no sólo como expresión, también como territorio. La carga simbólica de nuestros días es parte del sentido múltiple que nos deja entrever una dinámica expansiva de algunos símbolos que avanzan sobre el territorio de la cultura.
En este sentido territorio es cultura, pues sobre el espacio geográfico se construye y significa. Cada territorialidad dará paso a manifestaciones propias. ¿Por qué intentar verlas sólo con unos ojos? ¿Por qué se supuso y se impuso que filosofar y estudiar la realidad social era tarea sólo de los que tenía palabra válida para ellos (hago referencia a Leopoldo Zea) de los letrados, de los civilizados?
Nuevamente la respuesta está en el colonialismo y la colonialidad, desde los centros hegemónicos se dictan pautas mercantiles que subsumen y reprimen naciones y a los sujetos que las habitan. Liberarnos de esto es emancipación, liberación sea desde la filosofía o desde la psicología social la cual nos reúne hoy aquí.
La liberación es el reconocimiento de que:
Es posible [pensar-] filosofar en la periferia, en naciones subdesarrolladas y dependientes, en culturas dominadas y coloniales… [y que esto sólo se va a lograr] si no se imita el discurso de la filosofía del centro, si se descubre otro discurso. Dicho discurso para ser otro radicalmente, debe tener otro punto de partida [que ya lo tiene en cuanto territorio], debe pensar otros temas, debe llegar a distintas conclusiones y con método diverso. (Dussel, 2009) (3)
Esto porque las ciencias sociales llegaron a América Latina junto con los proyectos modernizadores, hoy conocidos como globalización, de los cuales ya se ha descrito sus consecuencias. Para Mignolo la entrada de las ciencia sociales en la región en la década de los cincuenta “en definitiva son parte del proyecto modernizador, desarrollista y en última instancia civilizador”, de las naciones de la región (p. 176).
A modo de conclusión: No es lo mismo describir y entender que transformar
¿Debe o no deber ser politizada la ciencia? Bajo la óptica positivista esta pregunta parece ingenua y equivalente a fraude, carente de objetividad y cientificismo. ¿Pero quién pone las reglas? Estas son pensadas, aprobadas y dictadas desde los centros hegemónicos del poder económico, que son también los centros de producción del conocimiento; si el control económico es aplastante materialmente, el teórico filosófico es asfixiante psicoculturalmente. Ignora contextos, destruye alternativas.
La psicología social centroamericana y en especial Martín-Baró mostró que la psicología social de la época era política por cuanto, primero se cuestionaba el estatuto científico establecido en el momento, lo polemizaba, lo criticaba. Y segundo atendía, se sentía interpelada por su contexto en extremo político: dictaduras y movimientos de Liberación Nacional.
Hoy nuevamente la realidad latinoamericana nos interpela con sus realidades abigarradas, con sus problemáticas que desde hace quinientos siglos buscan solución.
¿Debe ser la ciencia social politizada? Sí, porque el contexto de quien se dedica a ella lo es. Lo que no se debe es caer en los extremos, en los cuales sí hay caído la ciencia hegemónica, de convertirse más que en producción de conocimiento para la vida, en un sistema de propaganda y justificación del sistema político-económico conocido como neoliberalismo que ciertamente no valora mucho las diversas formas de vida que habitan el planeta.
Referencias
Daltón, R. (2007). Taberna y otros lugares. Colombia: Ocen Sur.
De Sousa Santos, B. (2008). La universidad en el siglo XXI. Caracas: Centro Internacional Miranda.
Escourido, J. M. (2009). Periféricos. Caracas: El perro y la rana.
Marín, Á. (2008). Estrategia continental. Latinoamérica: entre el discurso prestado y la imagen propia. Caracas: El perro y la rana.
Martín-Baró, I. (1986). Hacia una psicología de la liberación. Boletín de Psicología, 22, 219-231.
Mignolo, W. (2001). Descolonización epistémica y ética. La contribución de Xaver Albó u Silvia Rivera Cusicanqui a la reestructuración de las ciencias sociales desde los andes. Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales. Caracas. Septiembre – Diciembre.
Lander, E. (2000). ¿Conocimiento para qué? ¿Conocimiento para quién? Reflexiones sobre la geopolítica de los saberes hegemónicos. Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales. Caracas. Mayo-agosto.
Zibechi, R. (s.f.) Tres escenarios para una transición. En La Jornada. Disponible en: http://www.jornada.unam.mx/2010/10/08/index.php?section=opinion&article=022a1pol
Notas
1. El ser social determina la conciencia social, en Taberna y otros lugares.
2. Tres escenarios para una transición, en La Jornada. Disponible en: http://www.jornada.unam.mx/2010/10/08/index.php?section=opinion&article=022a1pol
3. Enrique Dussel. Filosofía de la liberación, p. 205. Citado por: Escourido, Juan Manuel (2009) Periféricos, Caracas, El perro y la Rana.