ACADEMIA AFECTO-REFLEXIVA ACTIVA TRANSFORMADORA
Silvia Sierra Angulo
Fundación Re Ensamble / Colombia
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Silvia Sierra-Angulo. Psicóloga de la Fundación Universitaria Konrad Lorenz. Interés en el ámbito socio-cultural colombiano y latinoamericano respecto a identidad, arte, dinámicas sociales y culturales, construcción de realidad e individuo y asuntos étnicos. Este interés se une a la investigación como herramienta de conocimiento y acercamiento hacia las situaciones objeto. Instrucción en investigación cualitativa, asuntos educativos y creación literaria. Trabaja en la Fundación Re Ensamble. Correo electrónico: silvia.sierraa@gmail.com / Página web: http://co.linkedin.com/pub/silvia-sierra/35/47b/92
Recibido: 06 de Junio de 2011
Aprobado: 24 de Octubre de 2011
Referencia Recomendada: Sierra-Angulo, S. (2012). Academia afecto-reflexiva activa transformadora. Revista de Psicología GEPU, 3 (2), 206 - 233.
Resumen: Partiendo de la experiencia de la autora, en este artículo se hace una revisión con base en la psicología, la sociología y la filosofía para plantear nuevas perspectivas que den una estructura más experiencial al medio académico. Para ello, se hace referencia a la relación estudiante-profesor y la imagen del ser humano como un ser activo, afectivo, reflexivo, autónomo, transformador, ligando estos temas al contexto latinoamericano y la discusión acerca de la modernidad, los cambios actuales generados por la globalización, la transformación reflexiva y el ejemplo de la vida cotidiana como espejo de una academia con un rol de constructora de sociedades .
Palabras Claves: Academia, Modernidad, Latinoamérica, Ser Activo.
Resumo: Baseada na experiência do autor, este artigo é uma revisão com base na psicologia, sociologia e filosofia para trazer novas perspectivas, que dar uma estrutura mais experimental para a academia. Para fazer isso, se refere à relaçao profesor-estudante ea imagen do ser humano como um ser ativo, afectivo, reflexivo, autônomo, transformador, ligando essas questões para o contexto latino-americano e a discussão sobre a modernidade, as mudanças atuais gerados pelo globalizaçao ea transformação relfexiva e exemplo da vida cotidiana, como um espelho de uma academia com um papel do construçao das sociedades.
Palavras-Chave: Academia, Modernidade, América Latina, Ser Ativo.
El interés que existe alrededor de la academia (de pregrado universitario), con su rol educador y productor de conocimiento, por parte de las ciencias humanas y sociales las ha impulsado a investigar sobre ella, así como los procesos que vinculan al docente y al educando y al rol de generar individuos con una posición crítica frente a la sociedad. La academia no tan solo se encarga de educar para crear técnicas y teorías conocidas, en la mayoría de veces, por la comunidad científica. Ante estas circunstancias, en este artículo se buscará brindar perspectivas con base en el marco teórico de la psicología, la sociología y la filosofía, con especificidad en los campos social y educativo de cada una de estas áreas del saber.
Este texto comenzará con la indagación asociada a la configuración histórica de la academia desde lo moderno y lo que algunos autores denominan como posmoderno, manera de dar explicación y comprensión a todos los cambios y las ideas que existen alrededor de la academia en conjunto con la realidad social; asimismo, se enfocará estos puntos en la situación de Latinoamérica, para proseguir con las visiones existentes acerca del ser humano como alguien pasivo o activo (entre otros puntos de vista) y se culminará con perspectivas asociadas con la propuesta que la autora, desde su experiencia, planteara en este escrito.
Lo Académico, lo Social y lo Moderno Versus lo Posmoderno, Sin Olvido de lo Latinoamericano
La academia, organismo fundador del mantenimiento y/o el cambio de estructuras teóricas y prácticas relacionadas con el ejercicio profesional de cualquier disciplina, ha estado marcada por un estilo educativo, la tradicional, que ha suscitado diversas opiniones acerca de la manera en cómo imparte los conocimientos hacia los estudiantes. Entre las opiniones se encuentra que los educandos cumplen las exigencias y los intereses de la academia, convirtiéndose en actrices y actores sumisos que tan sólo reciben respuestas, saberes, hechos producidos por la figura de los docentes; esto en consecuencia no impulsa el desarrollo de un pensamiento libre y un espíritu inquisitivo por parte de los estudiantes (Magun, 2009). Según Max-Neef (2005), la universidad se ha configurado desde las perspectivas reduccionista, mecanicista y objetivista, al igual que por los principios de control y predicción de los fenómenos, perspectivas y principios planteados por René Descartes, Galileo Galilei, Isaac Newton y Francis Bacon como lo único razonable. Bacon fue quien desarrolló el método científico para las ciencias naturales, a posterioridad empleado por las ciencias sociales.
Otro asunto relacionado es la heteronimía, es decir, la inclinación a asumir normas impuestas por una figura de autoridad que, en este caso, corresponde al profesor. Desde un punto de vista moral, la situación con la heteronomía es que se da una relación de dependencia que encamina al individuo (estudiante) a no ajustarse por sus propios intereses, sino por las de otros, construyendo de ese modo su identidad individual, compartida y uniforme (Rousseau, citado por Salvat, 2007). En otras palabras: “sin considerar para nada el concepto que, de dichas normas, tiene el estudiante” (Trujillo, 2008, p. 113).
Con heteronomía, no se puede hablar que el estudiante se construya con cada experiencia, cambiante, ante las situaciones del presente, ni que se evidencie, según Lacan (citado por Chaumon, 2004), como un sujeto (del latín subjectum, “arrojado sobre”) activo, caracterizado “por lo que está a la orden del combate, de la herida, de la escansión” (Chaumon, 2004, p. 14), que es capaz de enfrentar los retos, los desafíos y salir con enseñanzas que lo lleven a nuevos espacios.
Con la llegada de la modernidad y más con la entrada a la mitad del siglo XX, se dio un soporte amplio al individuo, lo que da pie al desenvolvimiento de la autonomía en las personas. No obstante, esa autonomía no es lo suficientemente robusta puesto que en las sociedades se maneja, con frecuencia, una perspectiva de que el pensamiento surge directamente de la actividad de la persona, de su afrontamiento de la realidad con sus novedades, y, de acuerdo con Paveau (2006), el ser humano no es una especie de Robinson Crusoe que está separado de toda capa social, de toda existencia de los otros y como si estuviera antes de los grupos humanos. Hay autonomía en la actualidad, pero hasta el punto del individualismo, en un mundo globalizado, homogeneizado, separado de la discusión a cualquier circunstancia y la puesta en marcha de proyectos comunes que construyan con continuidad (no es una generalización, es lo que se ha venido gestando últimamente).
Gracias a la globalización en el presente, el flujo de información entre país y país es considerable. Esto permite conocer lo que acontece en cierto lugar, cierta disciplina, cierta cultura, entre otros ámbitos de desarrollo humano, de la mano de la actualización constante. Tales saberes también llegan a las universidades, generando lo que denomina Delamotte (citado por Paveau, 2006) cultura documental, es decir, un crecimiento de conocimientos de los individuos (como los docentes y los estudiantes). Aumento de saberes que generan confusión y dificultad al discriminar aquellos a tomar y dejar; saberes que en general están sin orden. La solución, como lo expresa Paveau (2006), es co-construirlos. La cuestión es que esa co-construcción es generada por una agrupación con autoridad, lo cual desarrolla incertidumbre de si esos saberes guardan la naturaleza que las caracteriza.
Aumento de saberes que se producen gracias al descubrimiento y creación de tecnología de menor tamaño, que en su fin reemplazan a las grandes maquinas de finales del siglo XVIII hasta las primeras décadas del siglo XX, que tomaban un tiempo considerable para la ejecución de las labores a las que estaban destinadas y no como acontece con la tecnología actual, caracterizada por el uso de pocas herramientas, sistemas de redes que permiten la transmisión de información con ordenes especificas para que una maquina (sin intervención humana) ejecute por sí misma un trabajo o para que una persona, desde su casa, oficina u otro sitio, reciba indicaciones puntuales acerca de la realización o no de alguna acción. Dicha tecnología se trata de la computadora u ordenador, que ha facilitado los procesos industriales y agilizado el envío de información a nivel local, nacional e internacional.
Todo esto se debe a la lucha que existió en tiempos de la Guerra Fría, en gran parte del siglo XX, entre los Estados Unidos y la ex Unión Soviética en la pugna por saber lo que hacia el otro, incentivo para la sorprendente vida de los espías y el apoyo de la ciencia para el descubrimiento de herramientas que permitieran la obtención de dicha información.
Grupos de filósofos y científicos sociales (como Lyotard), ante ese cambio, empezaron a hablar del cambio de era, de la moderna a la posmoderna, pero hay otros que son reacios a esa idea. Por ejemplo, Bauman (2002) habla del paso de la modernidad pesada a la liviana, del mecanicismo a la creatividad, del panóptico desde donde se controlaban los pasos de todo mundo a la privatización de la vida individual.
La sociedad moderna existe por su incesante acción “individualizadora”, así como la acción de los individuos consiste en reformar y renegociar diariamente la red de lazos mutuos que llamamos “sociedad”. Ninguno de los dos socios dura mucho tiempo (Bauman, 2002, p.36).
Las anteriores aseveraciones de Bauman reflejan una cotidianeidad que afrontan muchas personas en el mundo quienes salen a sus trabajos y/o lugares de estudio, absortos en un metro, bus, hasta llegar a su destino, en donde se saludarán con las personas más cercanas para enseguida sentarse en su puesto y quedar a merced de trabajos, ordenes de superiores/profesores, correrías por ir a una reunión u otro salón de clases o para comer algo como almuerzo (o incluso de desayuno), entregas de informes y poco tiempo para.
Existe otro tiempo que se invierte para hacer compras de aquello que es anunciado con frecuencia por la publicidad o expuesto en vitrinas, como forma de apaciguar carencias a nivel afectivo. Esto se complementa con estas palabras:
Se ha dicho que el spiritus movens de la actividad del consumidor ya no es un conjunto de necesidades definidas, sino el deseo –una entidad mucho más volátil y efímera, evasiva y caprichosa, y esencialmente mucho más vaga que las “necesidades”, un motivo autogenerado y autoimpulsado que no requiere justificación ni causa- (Bauman, 2002, p. 80).
Dicho deseo del que habla Bauman se refuerza por la acción de los mass media o medios masivos de comunicación, los cuales promueven imágenes de lo que es bien aceptado a nivel social para la constitución del ser individual y eso permita su inclusión en las colectividades erigidas en la sociedad. A esto, Martin-Barbero (2000), autor con análisis de la situación latinoamericana, manifiesta que, luego de pasar por una primera modernidad, liderada por la radio y el cine, dominada por los gobiernos como muestras de identidad nacional, ahora los latinoamericanos se adentran en la segunda modernidad, caracterizada por la presencia de la globalización económica, cultural, con mayor presencia de aquellas instituciones internacionales que vienen con las costumbres y actitudes de las potencias mundiales sobre el resto de naciones, quienes los adoptan (homogeneización). En ello, el televisor juega un papel de importancia para la asimilación y toma de lo aceptado globalmente. Un objeto en el que todas las generaciones de personas, del niño al anciano, invierten un tiempo considerable para pasar sus momentos de ocio y de entretenimiento, sentados, frente al cúmulo de imágenes y discursos que moldean actitudes y formas de ver la realidad; un objeto donde se mezcla lo local con lo venido de otras latitudes, gracias a la globalización.
Una Latinoamérica que se mueve con la diversidad de culturas que conviven en las naciones que la constituyen, en su geografía vasta, en su historia entre el dolor y la alegría colorida. Martín-Barbero (2000), en su exposición de lo moderno, plantea dos consecuencias existentes a nivel global, presentes también en América Latina: primera, la heterogeneidad de perspectivas, gracias a las múltiples redes que median a nivel social, político, económico, así como de diferentes temporalidades (como cuando se establece comunicación con alguien de otro país, por vía internet); segunda, la no recuperación de representaciones que existían a mediados del siglo XX en relación a la oposición de lo tradicional con lo moderno, bajo términos de superación de cualquier atraso o de volver a las bases históricas. Ejemplo de lo expuesto se encuentra cuando llega el fin de semana y familiares se reúnen para ir a un restaurante o a una casa de alguno de ellos con el fin de consumir algún plato típico de la región en la que viven o de la que son origen (como paisas que habiten en Bogotá y se encuentren para consumir un mondongo o una bandeja paisa), luego de pasar por una semana hablando en términos usados a nivel global y en teleconferencias con personas de otras zonas del mundo. O de un estudiante de antropología quien, durante la semana se la pasó hablando y leyendo acerca de la cultura indígena quimbaya y, que ante la llegada del fin de semana, se comunica por chat con un amigo estudiante de finanzas de Inglaterra que efectúa su tesis sobre los modelos financieros de las empresas de tecnología en Estados Unidos y el Reino Unido.
Pocos en la actualidad, en la misma América Latina, es ajeno al movimiento de información y de redes que fluctúan con cierta periodicidad, desde una persona que no cuenta con computador en su casa o que si tiene, pero no dispone de una red de Internet y que le toca ir a lugares, gratuitos o de prestación de servicio de Internet, para acceder a esas famosas páginas sociales para saber acerca de sus amigos, conocidos por relación física o virtual. Esto, desde el punto de vista de un autor que se ha centrado en lo moderno latinoamericano, Néstor García Canclini, se resume en la siguiente frase: “hemos tenido un modernismo exuberante con una modernización deficiente” (García, 1990, p. 65), es decir, el legado de la herencia europea gracias a la colonización de más de 300 años y el seguimiento de patrones que se generan a todo nivel en Europa (de pensamiento, moda, arquitectura, etc.), con la mezcla de diferentes culturas (como la afrodescendiente y la indígena) y de fuerzas entre lo conservador y lo liberador, que convierte a Latinoamérica en una tierra de heterogeneidad, en donde
[e]sa modernidad se realiza al efectuar fuertes desplazamientos sobre los compartimentos y exclusiones que durante más de un siglo instituyeron aquéllos, generando hibridaciones entre lo autóctono y lo extranjero, lo popular y lo culto, lo tradicional y lo moderno (Martín-Barbero, 2000, p. 90).
Cuando alguien decide ir a una feria artesanal, es notorio encontrar la creatividad expresada en diversas formas, objetos, así como la presencia de personas con sus artesanías y muestras artísticas propias de su comunidad, su etnia, con la fusión de la curiosidad del comprador y de su encantamiento con lo hasta aún “desconocido” (y eso que es elaborado en su propia nación) al estar consumiendo lo que el resto del mundo usa. Sin embargo, el mundo de las artesanías y artes nacionales de cualquier país latinoamericano (incluso de cualquier otro rincón del planeta), han ingresado en el fluir del mercado de productos y servicios, en términos de oferta y demanda; por eso es común ver en Colombia a universitarios con manillas indígenas, mochilas artesanales, a ejecutivos con sombreros “vueltiao” en la parte trasera de sus automóviles o con ringtones de grupos tropicales del momento. Nadie escapa de los efectos que se anuncian por parte de unas minorías que manejan el mercado económico en nombre de lo tradicional en consonancia con lo moderno.
El trabajo del artista y el del artesano se aproximan cuando cada uno experimenta que el orden simbólico especifico que se nutria es redefinido por la lógica del mercado. Cada vez pueden sustraerse menos a la información y la iconografía modernas, al desencantamiento de sus mundos autocentrados y al reencantamiento que propicia la espectacularización de los medios (García, 1990, p. 18).
A lo anterior se añadiría que los albañiles, los matemáticos, los licenciados, los psicólogos, los estudiantes de colegio/universidad, las amas de casa, entre otros tipos de oficios, profesiones y artes, se encuentran inmersos en el entramado que produce el movimiento del mercado, con la transformación de ideas, modas, tendencias, estilos de vida. En ello, la influencia de los medios masivos para la adquisición de nuevas concepciones de la realidad es evidente. No es lo mismo ver una noticia de una tragedia humanitaria en una región apartada del país o del mundo que saber los últimos chismes del jet set estadounidense o europeo, este último caso como reflejo del cambio de los vínculos entre lo público y lo íntimo, los cuales han perdido sus delineaciones, si en esto se cuenta con la existencia de la publicidad y la política. Esto último es un ejemplo que usa Martín-Barbero (2000) para manifestar, en especial con el rol de la publicidad, cómo se han involucrado en las vivencias íntimas, en los deseos, en la propia corporalidad; inclusive se puede convertir en un asunto de agenda política, que puede centrarse en cierto ideal y rechazar otros eventos regionales y/o nacionales, mas en Latinoamérica que ha estado sujeta a la llegada de construcciones extranjeras, tomadas como las únicas verdades, sin tener conocimiento de su constitución.
Lechner (citado por Martín-Barbero, 2000) declara que la historia de América Latina se ha caracterizado por invasiones constantes de terreno, lo cual ha traído como consecuencia un sentimiento de inseguridad por parte de sus habitantes, a pesar de la existencia de límites físicos, inseguridad convertida en miedo a todo lo que es diferente, al otro. Miedo que se transfiere de generación en generación. Esto puede dar explicación a una pasividad estilo macondiana de conservar las cosas como están, de replicar modelos externos que han funcionado allá en donde se han dado, de elegir a un prototipo de gobernante que se encargue de mantener el mismo orden (no obstante de problemas como la corrupción que afecta el progreso del continente latinoamericano).
No es de menos recalcar los movimientos en contra de la pasividad que se han generado con el fin de evidenciar a la cantidad de gente que habita esta porción de tierra americana cómo se configura la modernidad acá: diversa, indígena, negra, blanca, mestiza, su fusión…
Modernidad que atrae lo tradicional, sin que absorba propiamente a representantes de etnias y del campesinado, sumidos en pobreza y a una adaptación que no se logra (discusión para otro discurso), sino a su combinación con lo contemporáneo, como lo es la música rock con incorporación de instrumentos indígenas, ejemplo de la Latinoamérica hibrida (García, 1990).
Mucha gente que viene de territorios, en su mayoría, del norte del planeta, manifiestan la alegría constante, la cordialidad, la frescura y el alma fiestera, el vivir el momento de los habitantes de América Latina unido por el clima cálido de algunas de sus regiones y que generan experiencias de exaltación. Esta eventualidad fortalece la tradición como “un mecanismo de selección, y aún de invención, proyectado hacia el pasado para legitimar el presente” (Blache; citada por García, 1990, p. 204).
La actualidad se constituye en la sintonía de la diferencia, la aceptación, el contagio de risas que hacen desdibujar la tragedia de muchas de las poblaciones que sobreviven ante las dificultades de adquirir habilidades que permitan la adaptación a una época de constantes cambios, en donde la afectividad se evidencia como un aspecto de la realidad moderna. La afectividad, según Trujillo (2008), es un proceso que identifica a las personas, que define sus rasgos y que las impulsa a realizar cualquier acción en entornos sociales.
La afectividad como proceso de identidad de las personas, que no se separan del marco cultural en el cual viven los individuos. La identidad se entiende comúnmente como la manera en que alguien se manifiesta, en una configuración particular de ideas, conductas, que lo definen como original y/o inmerso en una colectividad particular. Subjetividad. Un concepto que incluye Giménez (1997) en su comprensión de lo que es la identidad: la parte subjetiva de la cultura con su carácter de distinción, bajo la forma de predicado, según lo expresa Habermas (citado por Giménez, 1997).
Los seres humanos, involucrados en procesos culturales, dan significado a su contexto y a sus actos con el fin de emprender diversas labores que les confieren roles dependientes de las situaciones y sus habilidades particulares. Aquellos significados se entrelazan con las significaciones de otras personas de referencia; sentidos que también se relacionan con la identidad, la cual se mantiene y se expresa gracias a la interacción y la comunicación con otros (Habermas; citado por Giménez, 1997), a lo que se añade el propio reconocimiento, así como el de las redes sociales, de tal o cual identidad de sus miembros (Giménez, 1997).
Lyotard (1992), quien manifiesta que el mundo en la actualidad se encuentra en la posmodernidad (perspectiva distinta a lo planteado por Bauman, la modernidad fluida), a su vez expresa una visión del sujeto y cómo el saber se hace válido: gracias a la practicidad del sujeto y no a la simple actualización de conocimientos, el simple repaso y la poca vivencia. Con esto planteado, se va dando un acercamiento a la perspectiva a manifestar más adelante: el ser humano es un ser activo, contrario a la presencia de contextos que lo constituyen como alguien pasivo (como por ejemplo, escuelas y universidades).
En Latinoamérica, cada habitante se identifica dentro de un grupo específico o comunidad. “Soy afro”, “hago parte del grupo juvenil del barrio”, “me considero caribeño a pesar de haber nacido en el interior”, entre multitud de frases ejemplifican la claridad de la gente de cómo se identifica frente la mirada de los otros o bajo la influencia de otros factores externos para la significación de sí mismo. Esto lleva a la estipulación de diversos roles y la pertenencia social (Giménez, 1997) hacia los espacios compartidos con otros que tienen o los mismos o distintos roles (por decir, “yo soy estudiante universitario (a) y a la vez trabajador (a) de equis empresa, como contador (a) y comparto oficina con el asistente del manager de finanzas”).
(…) [e]sta pluralidad de pertenencias, lejos de eclipsar la identidad personal, es precisamente la que la define y constituye (….) Es decir, cuanto más amplios son los círculos sociales de los que se es miembro, tanto más se refuerza y se refina la identidad personal (Giménez, 1997, p. 5).
Unidad de personalidad entrelazada con las bases colectivas del grupo (o comunidad) al que se haga parte, bajo ciertas normas, aceptación de ciertas actitudes, imaginarios, creaciones o estabilidades, afrontamiento de los cambios temporales y/o espaciales…En fin, alimento cultural que robustece la pertenencia social “mediante la apropiación e interiorización al menos parcial del complejo simbólico-cultural” (Giménez, 1997, p. 6; resaltado del autor). En todo esto, la afectividad se hace presente en cualquier ámbito de la realidad, como el académico, gracias a que es el núcleo constituyente del ser humano. En la academia se encuentran creencias que relacionan la afectividad con la presencia de trastornos de comportamiento y emocionales o tan sólo como medio de generar empatía cuando existe un grupo de educandos muy diverso (Izquierdo, 2000). Al comprender de ese modo a la afectividad, se produce que los estudiantes no tengan intereses en apropiarse de las enseñanzas brindadas ni motivos para seguir cultivándose con ahínco y sentimientos positivos. Como consecuencia, pueden presentarse focos de desprecio a la academia (Mager, citado por Izquierdo, 2000), al igual de una actitud pasiva para recibir los conocimientos que sirvan al individuo para salir al mundo laboral y trabajar (con la recompensa monetaria), sin la adquisición de una sensibilidad reflexiva acerca de lo que acontece en el medio universitario, a pesar de los cinco o seis años de estudio.
La afectividad comúnmente se asocia con las relaciones mantenidas entre una mujer y un hombre, o por una pareja de hombres gay o lesbianas, quienes comparten espacios y tiempos mantenidos al amor y el gusto mutuo. Pero va más allá, debido a que la afectividad se encuentra en toda relación que el ser humano establece con semejantes (hasta incluso con animales domesticados, como el perro y el gato), como cohesionadora de estos vínculos, que involucra mutuamente aprendizajes continuos, experiencias diversas y solución de diferentes conflictos.
Nietzsche (citado por González, 2007) manifiesta que la naturaleza instintiva de los individuos humanos se dirige hacia el placer, dándole a este aspecto un carácter universal, sin tener en cuenta otros ámbitos que constituyen a la humanidad como compleja, con su historicidad.
Con los elementos dados sobre la comprensión de los tiempos contemporáneos y aquellos puntos que permiten dar una mirada a la situación de la persona en estos tiempos, a continuación se profundizará al respecto.
Seres Humanos: Individuos de Interacción, Construcción y Psicología
Los seres humanos están constantemente estimulados por los eventos externos, así como por sus manifestaciones internas, impulsándolos a actuar, a sentir, a pensar, a generar sus propias construcciones de su realidad. Seres reflexivos, sensibles, afectivos. En otras palabras, seres activos. Dicha concepción rompe con la tradición antropológica, epistemológica, ontológica surgida desde Descartes (siglo XVII) hasta mediados del siglo pasado, cuyos fundamentos daban preponderancia a la producción de conocimientos objetivos (lo conocido como objetivismo), los cuales desconocen la práctica, la experiencia en el mundo por parte de los individuos, quienes se caracterizan por tener un saber “preteórico” de la realidad que puede ser reconstruido gracias a que son agentes de actos y hablantes (Habermas, 1988), involucrados en su perspectiva del mundo. Igualmente, “la idea de universo puramente objetivo está privada no solamente de sujeto sino también de ambiente, de más allá” (Morin, 2007, p. 67).
La visión moderna se gesto gracias a René Descartes, con el reduccionismo y el mecanicismo de la realidad; a Isaac Newton y Galileo Galilei, con el planteamiento de que el observador y los eventos observados son entidades aisladas (Max-Neef, 2005).
Asimismo, Bourdieu (citado por Costey, 2004) establece que el objetivismo instaura regularidades sociales y políticas al implantar una distancia entre lo práctico y el saber especializado, regularidades con independencia de la voluntad personal, de prejuicios (sobre el mundo) o de otros procesos que provengan de la persona; si a esto se añade lo que manifestó Max Weber (citado por De Villamor, 1983) respecto a que toda ciencia social debe tratar con sucesos mas no con valores, ni establecer de entre dos fenómenos cuál es el mejor. Al hacer referencia esto, se busca que los sujetos, en este caso docentes y estudiantes, se vean como seres con ideas desarrolladas a partir de sus vivencias en la historia de sus existencias, las cuales son llevadas a cualquier lugar, como la academia.
Asimismo, los seres humanos viven en el continuo fluir de decisiones ante ciertas situaciones, lo cual desemboca que se dejen pasar otras. Dichas decisiones llevan a las personas hacia rutas específicas y los alejan de otros senderos no considerados. En otras palabras, están frente a la elección de alternativas que tienen cierto impacto en sus vidas, dados en sitios fijos, en instantes puntuales, ante la presentación de alguien más y que marcan sus existencias para siempre (Max-Neef, 2005).
Ejemplos de personajes históricos reflejan estas situaciones: Simón Bolívar, quien gracias a las enseñanzas de su profesor Simón Rodríguez, desarrolló acciones para la liberación de los países del norte de Suramérica en el siglo XIX, que estaba dominada al régimen colonial implantado por España desde el siglo XVI; Frida Kahlo, pintora mexicana que de no haber sido por un accidente de un tranvía (en el que se encontraba como pasajera) con un tren, no se hubiera decidido a llevar a cabo su arte, gracias a que había adquirido el conocimiento pictórico por las enseñanzas de su padre. Ortega y Gasset certifica lo hasta ahora expuesto: “Yo soy yo y mi circunstancia” (Ortega y Gasset; citado por Max-Neef, 2005, p. 7). También para las sociedades y comunidades se da el existir ante la continua decisión (Max-Neef, 2005), que repercute a toda la población que las constituyen.
“No estudiar más esta carrera, dejar la universidad y buscar otra carrera en la cual me sienta más feliz o terminar los semestres para graduarme y aplicar a esos cargos que mi familia desea” es un ejemplo de lo que experimentan algunos y algunas jóvenes universitarios (as) frente al hecho de evaluar las circunstancias y tomar decisiones que se involucren quienes tienen expectativas de vida para los primeros, los cuales pueden interferir con las verdaderas habilidades y deseos de las y los jóvenes.
La humanidad está rodeada por una realidad llena de sentidos y significados que dan dinámica a su existencia presente, la cual permite que cada día sea diferente al siguiente, así se diga que se pasa por rutinas continuas, pero la experiencia de vida cambia con el nuevo amanecer. Una mujer o un hombre no son los mismos a ayer, puesto que hoy pudieron levantarse con irritabilidad o con una euforia desbordante, influyendo en su trayecto hacia el trabajo o a la universidad (posiblemente se molesto con alguien que sin culpa la o lo empujo en el bus y le alzo la voz), en el desempeño de sus labores de oficina o de estudio (por ejemplo, un 4.5 en un parcial) o en el encuentro con su novio (a) (puede ser el caso de haberle dado un beso en la mejilla y no en los labios).
Vygotsky (citado por González, 2007) manifiesta que de la conjunción particular entre procesos simbólicos y emociones surgen los sentidos subjetivos constituidos de vivencias definidas a nivel cultural, vivencias que se dieron en instantes de subjetivación; se caracteriza por su no universalidad, debido a las variedad de dinámicas humanas y “[A] su vez, el sentido subjetivo que actúa como momento anterior al desarrollo de la acción, puede mudar en el curso de la acción, pues las acciones humanas son inseparables de la producción de los sentidos en la vida social” (González, 2007, p. 20).
Cada ser humano es dueño de su propia personalidad u organización de su subjetividad, dinámica (González, 2007). Introvertido, buscador de experiencias, neurótico, estable… categorías que quedan cortas para definir a alguien, puesto que, a pesar de esta clase de generalizaciones que permiten comprender ciertas características, no son definitorias para comprender los motivos que hicieron actuar a un estudiante puntual en sus tareas y asistencia, a salirse de la clase y dirigirse a un bar a beber una cerveza.
Husserl (2008) asevera que la vida de cada ser humano tiene significado si se enfoca hacia un panorama comunitario, teniendo en cuenta que es un ser social, que nace en un ambiente familiar, llegando después a interactuar con entornos más complejos como el del país donde se desarrolla. Este mismo autor confirma sus formulaciones al plantear que el termino vida no tiene una denotación fisiológica; más bien, se entiende como actividad teleológica, con finalidad, “creadora de cultura” (Husserl, 2008, p. 12) en un ser con intenciones, con experiencias, con voluntad. Todas estas afirmaciones hacen parte de la escuela filosófica denominada Fenomenología, fundada por Husserl.
El ser humano, al desarrollarse en una sociedad, se ve involucrado con una cultura específica que configura su existencia, su identidad personal, sus ideas, actitudes, acciones. A estos últimos, Bruner (2006) manifiesta que tanto la cultura como la búsqueda de significado por parte del sujeto, son las causas de la acción, que para el mismo autor, tiene un carácter intencional (diferenciándola de la palabra conducta).
Con las acciones y las experiencias que la persona va generando/experimentando, comienza a construir su personalidad, su forma de ver la realidad y su interacción con ella y sus conocimientos en el presente, con sus significados particulares. Tales asunciones las confirma Barbier (2010), quien expresa que los sujetos no paran en la formación de sus construcciones con sentido, en sus praxis de vida. Asimismo, Bruner (citado por Barbier, 2010) declara que tales construcciones se dan cuando a las cosas se les concede significado, ante los acontecimientos o disposiciones (construcciones que pueden ser generalizadas mediante la comunicación, pasando ya a la cultura, para definirlas).
Las construcciones, al ser creadas por el pensamiento del individuo, y siendo el pensamiento un proceso psicológico activo, pueden reestructurarse, sirviendo las representaciones viejas para la elaboración de nuevas (Moles; citado por Barbier, 2010).
Existe en psicología social una perspectiva teórica que ha desarrollado explicaciones acerca de las construcciones que surgen de la interacción sujeto-sociedad (u objeto). Esa perspectiva es el Construccionismo Social, instituida por Kenneth Gergen, la cual se emplea en investigar e ilustrar las maneras en las que los individuos explican, describen o hacen alusión de su entorno y de sí mismos (Gergen, 1985). El construccionismo social rompe con la concepción de los filósofos construccionistas al rechazar la estructura lingüística pasiva que los sucesos son construidos socialmente. Más bien, plantea que los individuos construyen, a nivel social, los sucesos (Mallon, 2008). Con esta frase se reafirma que los humanos son seres activos.
Según Nightingale & Cromby (1999), el mundo y las personas con los cuales el individuo adquiere experiencias son los productos sociales fundamentales para los construccionistas sociales, debido a que configuran la sociedad. En ella, se gesta continuamente procesos de reproducción, de transformación de convenciones, normas, prácticas, significados que constituyen a las personas y las interacciones entre ellos. Adicionalmente en esas interaccione, así como en la experiencia consigo mismos, se adquieren conocimientos sobre los otros y la realidad en la que los individuos viven, conocimientos que van unidos a la acción social, como lo expresa Burr (citado por Nightingale & Cromby, 1999).
En este punto hay que aclarar que no se quiere llegar a apoyar un subjetivismo, porque tanto el objeto (lo social) como el individuo existen en interacción continua, la cual permite definir y comprender todos los fenómenos y procesos que acontecen externa e internamente del sujeto.
Entre esos procesos y fenómenos se encuentra la autonomía. Autonomía, definida por Salvat (2007), es la habilidad para hacer frente a los comentarios sociales y a las pasiones desarrolladas exteriormente que buscan contravenir nuestra voluntad y propios intereses, pero sin ser independiente de la sociedad. Esto significa que el sujeto es capaz de autodeterminarse sin ir en contra del bien común, sino más bien en desarrollar su personalidad, sus ideas acerca de la vida y con ello aportar nuevos puntos de vista sobre el mundo.
Etimológicamente, autonomía lleva a los términos “yo” y “ley”, según Moreno (2004). Así como Salvat, este autor define a la autonomía como una facultad que tienen los individuos de emitir sus actos acorde a sus reglas o normas. Dichos actos conservan la identidad de los sujetos, identidad conformada de conductas con funcionalidad en un entorno específico.
Científicos de tradición biologista como Varela y Fleischaker (citados por Moreno, 2004) defienden a la autonomía como condición fundamental y adecuado para la constitución de los seres vivos, quienes son instruidos por información de componentes externos para su propia organización.
Siendo el ser humano un ser social y psicológico, así como biológico, o biopsicosocial, Nightingale & Cromby (1999) expresan que el cuerpo humano es un poseedor de procesos de maduración, de deseos, de placeres, de necesidades, de miedos, de características materiales, etc., que dota de las precondiciones para los procesos psicológicos como el lenguaje, pensamiento, afectividad y subjetividad, cuerpo en la que la cultura y el medio ambiente confluyen. En otras palabras, la suma de estos procesos constituye la complejidad del ser humano, donde lo biológico ayuda a emerger lo psicológico gracias a la interacción con lo social (Trujillo, 2008).
Biología, psicología, sociología, antropología, en interacción continua que permite comprender al ser humano y los fenómenos que le dan sentido a su diario vivir. No se excluye a los que se denominan como “brutos”, tan solo porque tienen otro tipo de inteligencia que los faculta para la ejecución de otro tipo de tareas o el discernimiento de otra clase de elementos que compongan un todo. Esto en el caso de una vivencia dada dentro de un aula de clase en la academia cuando alguien no tiene un desempeño que le faculte cumplir con los objetivos en una materia especifica. Y muchos de los que asisten a una universidad enfrentan esta situación, así sea una vez en su desarrollo profesional.
Todo esto demuestra la existencia de procesos psicológicos a nivel universal, como el pensamiento y la afectividad, debido a su gran influencia en las personas (y los cuales permiten el desarrollo del lenguaje, que hace parte de las relaciones sociales) para la construcción de su realidad, de su sociedad, de su cultura. El pensamiento, que desde la infancia funciona para ser conscientes del sí mismo y de lo externo, está bajo cambio gracias al empleo de tecnologías avanzadas que involucran procesos cognitivos, como el incremento del lenguaje, el manejo de cosas manipulables, la representación de imágenes por medio de la imaginación o la realización de operaciones lógicas o matemáticas (o representación simbólica, según Bruner; citado por Williams, s.f.) u otras que involucren análisis, que es lo que se espera en adultos, en los estudiantes. En los profesores.
Para Bruner (citado por Williams, s.f.), la enseñanza del tópico que sea se puede hacer a casi cualquier edad si se garantiza que se dé de un modo significativo y con base en el nivel del desarrollo del individuo. Asimismo, los docentes, con el fin de garantizar el aprendizaje, deben hacer una revisión de la información y/o elementos usados, todo para reforzar los conocimientos y ampliarlos (Schunk; citado por Williams, s.f.). Esto significa que las personas tienen la capacidad de generar cambios en sus existencias, llegar a nuevos ámbitos que impliquen un crecimiento cognitivo considerable. Y en esos cambios se involucra, de igual forma, la afectividad como aquel proceso vinculado con lo sintiente. Es el proceso psicológico relacionado comúnmente con las “fibras profundas” de las personas, que les hace evocar momentos pasados como si los estuvieran viviendo en la actualidad, que les permite desenvolverse de modo esperado en un instante particular o desequilibrarlas en alguna circunstancia ante la inminente presencia de un sentimiento (que se extiende por un lapso amplio) o de una emoción (que dura poco tiempo).
La afectividad, con su presencia, adiciona más complejidad a la de por sí diversa humanidad y, aunque en la literatura se la divide en emociones, sentimientos y estados de ánimo (asociados con la personalidad), no hay que asociarla con cada uno de ellos sino más bien comprender que en conjunto permiten explicar este proceso en su todo, sin reducciones, como plexo de unidad, responsable de enamoramientos, disgustos, poesías y experiencias sin fin.
De esperanza y zozobra suspira mientras tanto
el que no ve…
repartámoslo bien: a mí me queda el llanto,
a ti la fe (Desbordes, s.f., p. 56).
Mahoney & Almeida (citadas por Rodrigues, Alchieri & de Lima, 2010) conceptualizan la afectividad como la disposición y la aptitud de recibir el influjo de los eventos externos e internos para la producción de sensaciones positivas o negativas.
El pensamiento y la afectividad constituyen estados subjetivos, imaginarios, que dan características particulares para dar paso a la comprensión de los individuos humanos.
Al tener los elementos sobre el ser humano como ser activo, que construye, es autónomo, con influjo y experiencia social, con reacciones biológicas, con procesos a nivel psicológico, se evidencia que tanto el estudiante como el docente, como seres humanos, están conformados por sus propias historias de vida, sus construcciones sobre su presente, sus conocimientos que han venido adquiriendo con la experiencia interna y externa a su cuerpo y que van cambiando. Claramente, cada uno ha experimentado diversas vivencias que los ponen en ciertas condiciones para dirigirse a realizar tal o cual acción y es evidente que la figura del profesor le da una autoridad de ser el que imparta, en el encuentro con el educando, nuevos saberes que desarrollaran nuevos profesionales. Ante esto, a continuación se hará referencia al mundo académico, un mundo que sea más enriquecedor y verdadero formador de personas con visión transformadora.
Academia de Comprensión, de Afectividad, de Reflexión Transformadora
“Hemos logrado ser seres exitosos, pero incompletos. Es muy probable que sea
precisamente esa incompletitud la responsable de las desazones y ansiedades que
alteran nuestra existencia cotidiana en el mundo de hoy. Quizás ha llegado el
momento de hacer una pausa y reflexionar. Tenemos ahora la oportunidad de
analizar con acabada honestidad, el mapa de nuestra navegación, con todos sus
logros y azares, con todas sus glorias y tragedias. Completado lo cual, podría
resultar apropiado desenterrar el mapa alternativo de la ruta que optamos por no
navegar, y buscar allí orientaciones pertinentes capaces de rescatarnos de nuestra
confusión existencial.”
- Max-Neef, Del saber al comprender: navegaciones y regresos.
Los sinsabores que son vividos por las personas en estos tiempos de revolución digital y tecnológica prenden las alarmas a considerar aquello que represente liviandad existencial, es decir, liberarse de cargas generadas por el estrés y angustias por no perder lo hasta ahora obtenido. En muchas ocasiones, eso logrado se debe a las necesidades del contexto (a nivel mundial) con el fin de tener conocimientos aplicados en una labor puntual, seguridad, bienestar y estabilidad a largo plazo; sin embargo, todos los alcances se deben o a una adaptación sin resistencia a la actualidad o a un ocultamiento de aquella subjetividad con otro tipo de perspectivas que busca salir a la realidad, pero es cavada por el propio individuo con el fin de permanecer en el status quo. Para ello, el desarrollo cognoscitivo y afectivo del ser humano requiere del despliegue de habilidades que lo doten de una mayor comprensión de su realidad, para adaptarse a las continuas dinámicas sociales, políticas, económicas y culturales, así como para aportar ideas, acciones que lo involucren en la sociedad. Estas palabras se resumen en lo que plantea Russell: “El progreso, por el contrario, exige el campo de acción más amplio posible para la iniciativa personal que sea compatible con el orden social” (1995, p. 106).
Ante tales circunstancias, el contexto académico cumple un rol importante para la formación de personas que hagan frente a su individualidad así como a su involucramiento en colectividades. Y dicho contexto se estructura en la Universidad, que proviene del término universitas, concepto que se relacionó con la conformación de una asociación de letrados erigida bajo un saber especifico; tal agrupación era gobernada por sus miembros. Fue tal su evolución que llego a formalizarse bajo un idioma común (el latín) y la aprobación de títulos (Ortega, 2005). Actualmente, las universidades están desarrollando programas para el dominio de un segundo idioma, mayormente el inglés y el desarrollo alterno de algún deporte o arte (otros aspectos que liberan al ser humano y le dan identidad). Asimismo, la universidad representa una institución con una disposición abierta hacia todo conocimiento de nunca acabar, como lo es el ser humano quien se caracteriza por su creatividad, su actitud amplia, incondicionada (Ortega, 2005) por todo lo que le rodea y por su propio ser.
Los y las jóvenes que salen del colegio y quedan ante la presencia del mundo externo, se sumergen en un mar de decisiones que le darán sentido a su nueva condición existencial. Para los pocos que pueden asistir a una universidad en Latinoamérica, se enfrentan a su vez ante las voces de otras personas anunciando el logro de un poco más de independencia parental y la consolidación de nuevas relaciones de amistad, un posible noviazgo, sin obviar la adquisición de saberes y habilidades para obtener un mejor “estatus”.
Morin (1999) expresa que el problema que existe en la adquisición del conocimiento es la racionalización del mismo, es decir, no admitir discusiones o argumentos al respecto, lo que forma una actitud cerrada a otras posibilidades. Para este autor (gran influencia con su teoría de la complejidad) la solución es la racionalidad, caracterizada por tener una naturaleza abierta a otras alternativas al marchar entre la comprobación y el uso de la lógica, el ser crítica y autocritica y el caminar hacia el progreso. Con la racionalidad se salta al mundo de los paradigmas, que seleccionan y determinan los conceptos de explicación de un fenómeno de estudio, así como las operaciones lógicas, para una o varias disciplinas. Pero ante el cambio constante que el conocimiento sufre, no se puede mantener ideas estáticas sobre la realidad. Ante esto, Morin (1999) hace un llamado a la educación para que pueda resolver cuestiones considerables sobre la posibilidad del ser humano para saber, sin caer en reduccionismos que ocasionan que la comprensión del mundo sea por el entendimiento de las partes o de una dimensión de un fenómeno total o del ser humano (visión simple diferente a la compleja o multidimensional).
Además, Morin (1997), para que se logren cambios, manifiesta que hay que educar a los docentes. Esto involucra que ellos, utilizando la educación, se autoeduquen a sí mismos, con apoyo de otros semejantes. Las especializaciones, las maestrías y los doctorados son ejemplos de las maneras como los docentes pueden conquistar saberes que desarrollen más su profesión, mejorando con ello su posición laboral y llegar a espacios nuevos para impartir enseñanzas a los que harán de sus estudiantes. La cuestión es que muy pocos educadores se concentran en generar dinámicas que los conviertan en agentes de producción de posturas críticas de la realidad, con actitud observadora y sugerente para el avance del pensamiento, la ciencia y las artes, como lo hace el profesor estadounidense Henry Giroux.
La retroalimentación que le brinden los estudiantes también permite a los docentes pulir aspectos necesarios con el objetivo de lograr grandes resultados sobre la formación de una postura crítica de los educandos de cualquier disciplina, debido a que la academia, según Morin (1997), es un espacio en donde se da la transferencia de saberes, de valores, de aspectos culturales y su consecuente transformación.
Sin duda la labor del docente no se puede menospreciar. Es tan valiosa que se puede rescatar una gran relación de compañerismo con su estudiantado, viendo al ser humano que se esconde bajo el rol de enseñante con sus ideas de la vida.
La tradición oral puede ser el ejemplo de cómo la academia puede generar acción y comprensión por parte de los estudiantes. La tradición oral, entendida como la narración escenificada y de la memoria colectiva de un mito cuya fuerza se encuentra en el relator o la relatora y su acto unido a la necesidad de seguirlo contando (Vich y Zabala; citados por Mendoza, s.f.), evidencia la importancia de pervivir hechos que identifican a una comunidad, que se adapta a los cambios de la sociedad y que posee significados. La narración tiene una considerable relación con la afectividad, la imaginación y el disfrute por situaciones existenciales. Esto se ve representado en el orgullo que tienen los paisas, los costeños del Caribe, del Pacifico, los tolimenses, entre otros, por su región y como todos en conjunto definen Colombia y Latinoamérica, en su comprensión de la realidad. Morin manifiesta que “comprender significa intelectualmente aprehender en conjunto, com-prehendere, asir en conjunto (el texto y su contexto, las partes y el todo, lo múltiple y lo individual)” (Morin, 1999, p. 99).
Max-Neef (1986; 2005) va más allá al concebir el proceso de la comprensión: para este autor, el comprender ilumina a los sujetos acerca de la esencia de lo estudiado; en consecuencia, se produce más sabiduría y no aumento propio de conocimientos, que pueden que se olviden por efecto del tiempo y la adquisición de nuevos saberes. Asimismo, este autor hace referencia a que la humanidad se encuentra en un periodo que conoce mucho pero que poco comprende, que solo pretende estar en los espacios que le pertenecen, que no siente. Este es uno de los pasos para hacer transformaciones y un reto de la academia para lograr que el estudiantado y la docencia adquieran experiencias con la realidad para alcanzar mayor compresión de los fenómenos y que, en lo posible, se puedan interrelacionar disciplinas que compartan objetos de estudio.
“Que el comprender es el resultado de la integración, mientras que el saber ha sido el resultado de la separación. Que el comprender es holístico, mientras que el saber es fragmentado” (Max-Neef, 2005, p. 9).
Por ejemplo, un lector neófito en poesía romántica puede verse en dificultades para entender cada uno de los versos si su temperamento difiere de alguien con sensibilidad a alguna forma de arte, por lo que se dedica a labores más prácticas (no facilistas) como las vinculadas a alguna ingeniería o disciplina que necesite de aptitudes lógico-matemáticas. Esto puede que varíe si llega a enamorarse, pero se le dificultara dar sentido a las razones por las cuales el poeta o la poetisa se vieron incentivados a escribir las estrofas de sus poesías.
La afectividad, según González (citado por Trujillo, 2008), le da sentido a las vivencias, a las acciones, a las relaciones sociales y a los procesos de la persona, lo cual abarca el entorno académico, en donde el educando forma vínculos, compromisos, tareas y experiencias con sus docentes e iguales.
“Educar el afecto es enseñar a vivir con libertad y a estar dispuestos a morir con heroísmo, en la seguridad de que la vida tiene el sentido que el sujeto quiera darle” (Trujillo, 2008, p. 200).
Sentidos que impulsan la acción, los deseos de avanzar, de penetrar en lo desconocido, de interactuar con el otro sin prejuicio aislante.
Los seres humanos, complejos, unidades biopsicosociales, autónomos pero en permanente interacción, logran el desarrollo de aquella función psicológica superior: la voluntad, que comunica directamente con la libertad (Remolina; citado por Trujillo, 2008), interrelacionada con una educación que incentive el libre pensar, la búsqueda de una identidad. Pero, para ello, la cultura debería dejar que se den estas manifestaciones, porque ella configura aquellas cualidades (Remolina; citado por Trujillo, 2008) que desea mantener para guardar una organización especifica, durable.
No obstante, la actualidad incentiva el desarrollo de la individualidad. Para evitar la focalización en sí mismo y el olvido de la naturaleza social del ser humano, el impulso para que cada sujeto sea capaz de desarrollar su biografía, en donde exponga sus vivencias a lo largo de su historia de vida y de sus encuentros con otros individuos, es una tarea con el fin de que se vea como un agente de proyectos que aporten a su comunidad para lograr su bienestar, la sana convivencia de sus miembros y el fomento de la “subjetividad libre” (Trujillo, 2008). Labor en que la academia evidencie a los estudiantes el gran papel que tiene cualquier persona en la construcción de sentidos, de valores, de actitudes que lleven a la evolución cultural y no tan solo entrar a la universidad para recibir los conocimientos y las técnicas que sean usadas al ingresar al mercado. No se duda de la importancia que tiene los asuntos económicos, pero detrás de todo esto están unas personas con ideas, afectividad, autonomía y voluntad.
“Es el ámbito de las relaciones alumno-profesor en el que puede afrontarse de forma constructiva la contradicción entre la exigencia de adaptación sumisa y la posibilidad del ejercicio de la autonomía en la convivencia ciudadana” (Trujillo, 2008, p. 33).
Al ser conscientes de su autonomía, los estudiantes son capaces de construir su proyecto de vida, aquel mapa que los lleve a ir por su camino, arriesgándose ante lo desconocido, yendo de la mano de su afectividad como punto de orientación (Trujillo, 2008) que los lleve al desarrollo de su identidad en la profesión elegida o a elegir otra disciplina en la que se puedan formar y tener futuro. Igualmente, es necesario que en la vida académica, bajo diálogos, se aprenda a manejar el tiempo de acuerdo con los ritmos que tiene cada educando para dar avance a su proyecto y las tareas que estén alrededor de éste; en esto se involucran asimismo la habilidad de reconocer los propios sentimientos, emociones y temperamento y cómo éstos se implican en el proyecto (Trujillo, 2008). Gadamer dice: “al hablar, no nos transmitimos mutuamente estados de cosas bien determinados, sino que, a través del diálogo con el otro, trasponemos nuestro propio saber y aspiraciones a un horizonte más amplio y más rico” (Gadamer; citado por Ortega, 2005, p. 167).
Existen notables diferencias entre la conversación de un estudiante con un docente por fuera del salón de clase que dentro del mismo: es más cercana, interesada en las inquietudes propias del educando y en los pensamientos con más profundidad del profesor o de la profesora, aportando vivencias para ambos, como lo hacía Sócrates con el fin de sacar ese núcleo vital para vivir cada instante como un momento irrepetible. La magia del ahora.
Con cada experiencia adquirida, sea en el entorno académico u otro en el que se desenvuelva el estudiante, se generan reflexiones al respecto. Ortega (2005) define reflexividad a la facultad de utilizar el conocimiento con el fin de que la persona se analice, comprenda, interprete, describa y valore ante los variados espacios de acción. Además, en conjunto con la educación y la experiencia, se facilita la transformación y la reconstrucción del yo, de los otros, de las prácticas.
La academia, con el uso de la reflexividad, adquiere una aptitud crítica que impide cualquier distanciamiento de la sociedad y que tenga un papel activo ante las demandas constantes que esta última le imprime (Ortega, 2005).
Gergen (citado por Bruner, 2006) entiende la reflexividad como la habilidad de repasar vivencias del pasado y, con ello, modificar los tiempos actuales o de cambiar lo pretérito con el presente. Esto se debe a que el pasado y el presente, por medio de la reflexividad, no son estáticos. En otras palabras, el ser humano se construye continuamente y lo que ha vivido, lo que experimenta, modifica sus ideas de su realidad interna y externa, su afectividad, sus experiencias en el ahora y lo acontecido.
En momentos de reflexión, los jóvenes pueden hallar elementos que les facilitan explicar su manera de actuar presente o pasado, cómo influyen en su actualidad, qué hacer para efectuar alguna gestión de mejor forma o notar algo que estaba en el instante y no capturo la atención con sumo interés. Dichos pensamientos pueden verse matizados, por así decirlo, por el estado de ánimo de la o del joven: visualizar esas ideas bajo un estado depresivo difieren de aquellas generadas bajo la presencia de euforia. Asimismo, en un mundo donde la virtualidad avanza a paso veloz, el uso de diversas tecnologías con acceso a diversa información, videos o música de cantantes presentes (y de épocas anteriores), entre otras eventualidades, han hecho a un lado esos momentos de soledad y otros lapsos para la reunión con semejantes con el fin de establecer diálogos relacionados con asuntos de derechos, ideas novedosas sobre una temática o disciplina particular, o tertulias sobre ellos mismos, sobre su realidad (aunque estos encuentros no está del todo perdidos, ejemplificado en el movimiento universitario en el 2011 que hizo frente al Proyecto de Ley 30 o reforma a la educación superior pasada en la presidencia de Juan Manuel Santos).
Habermas (1988) hace alusión a la palabra autorreflexión como lo que esclarece las vivencias que acontecen en el individuo, en el rol de hablante cuando emplea la competencia comunicativa. Este planteamiento de Habermas es aplicable tanto para el docente como para el estudiante, en instantes en el que se generan discusiones frente a una temática que suscite indagación, comenzada sea por el ejercicio de la mayéutica por parte del profesor o por la propia inquietud del educando o el cuestionamiento de este último al docente, quien se pone en la tarea de investigar o de responder gracias a sus saberes y vivencias.
Las interacciones intersubjetivas producen acciones por parte de los individuos involucrados. Esas acciones, de acuerdo con la teoría de la acción en la que se inscribe Habermas, conciertan, junto con los motivos para su expresión, con aquellos valores y expectativas comportamentales aceptados institucionalmente (Habermas, 1988) y retomados por la academia que no puede estar separada de la sociedad y sus estamentos, ni la sociedad aparte de los aportes de la educación universitaria para los cambios que se ajusten con el avance de la práctica y teoría sobre los fenómenos sociales, económicos, políticos, naturales, entre otros, en representación de los individuos reflexivos, conscientes de su afectividad e impulsadores de actos, lo cual confirma los planteamientos de Husserl sobre la experiencia continua de los sujetos con intenciones. Las intenciones no deben ser confundidas con las expectativas hacia algo, según Habermas (1988), puesto que sus sentidos difieren: las intenciones se evidencian en actos, no reflexiones, que reflejen apreciaciones, aspiraciones, expectativas, dudas, etc.
Los espacios de formación académica, según Barbier (2010), son culturas que funcionan bajo acciones que dan importancia a la palabra, el pensamiento y la acción, que se desempeñan con las formas de razonar los actos de los individuos al ejecutar actividades que se ordenan en su construcción personal o formación, y labores para su movilización o producción.
Existe una corriente teórica, desde la psicología social y comunitaria, denominada Construcción y Transformación Crítica que parte de la concepción de la sociedad como construcción colectiva, sujeta a cambios y calificativos por las mismas personas que la desarrollaron; tan solo una proporción de ellas son conscientes que la sociedad necesita modificaciones, mientras que la población restante se resigna al hecho de que la realidad es así y punto (Montero, 2003). Pero teniendo a la academia, de acuerdo a las afirmaciones de este artículo, como aquel espacio en donde se instruye y tiene a personas para que sean constructores autónomos de mundos, reflexivos, con voluntad, con expectativas, con afectividad y seres de acciones, hará de la sociedad una receptora de las voces que buscan transformaciones para que la convivencia ciudadana incentive la seguridad, el respeto y el trabajo comprometido con el avance de la sociedad que, igualmente, tiene un rol de hacer cumplir normas, generar patrones comportamentales, rasgos culturales, identidad social.
La transformación social que se forja de los futuros profesionales, así como de los graduados, con las construcciones colectivas que se ajustan con las dinámicas y las necesidades del periodo actual, permiten el ejercicio de prácticas que reconozcan, respeten, identifiquen y valoricen los variados puntos de vista y de vivir que existen en la sociedad (Rioufol, 2004). Son transformaciones que se dan en la cotidianidad, con la conciencia de la individualidad, del cuerpo, la afectividad, el pensamiento, la experiencia consigo mismo, la vivencia con los demás por medio de las conversaciones, para desarrollar la comprensión de la realidad y que hace que los seres humanos actúen y reflexionen para seguir activos.
Cada persona, así tenga otras iguales que son colegas en un determinado trabajo, profesión o espacio, es una caminante que hace caminos, uno tras otro, diferentes entre sí, impactando con su presencia, existencia, actuación. La transformación no debe ser entendida como un revolcón gigantesco, como el hito asociado con el personaje bíblico Moisés cuando dividió las aguas del Mar Rojo en dos. No es el fomento de individuos o colectivos que se alcen en contra de la ley para desbaratarla con agresiones. Lo que se busca es producir unidades e individualidades que promuevan la diferencia con el fin de que se permita otras perspectivas, abiertas, reformas a ideas estáticas (no es lo mismo el ayer con el mañana) para ajustarlas a los cambios sociales, políticos y culturales.
Las universidades, sin duda, son caldo de cultivo para tales manifestaciones que lleven a la sociedad personas sintientes, pensantes y actuantes a los diversos espacios en los que se vean involucrados (hogar, sitios de trabajo, lugares de ocio, etc.) para generar bienestar y prosperidad a la humanidad. Es cierto que la academia y la sociedad han mantenido una constante relación que no se ha podido separar, así se generen grandes coyunturas que puedan ser una gran amenaza para dicho vinculo. Con la entrada al modernismo fluido (desde Bauman), producto de los movimientos filosóficos, psicológicos y sociales que se produjeron durante el siglo pasado y con más fuerza, los desarrollados a partir de la década de los sesenta en todo el mundo, la visión de la academia como sitio formador de profesionales que mantuvieran las tendencias de la sociedad, se vio igualmente tocada por estos activismos.
A partir de la literatura expuesta y de la experiencia propia de la autora, se busca evidenciar el conformismo que se da en la mayoría de egresados de las universidades, quienes, gracias a la globalización, reproducen figuras que van a alimentar un mercado laboral interesado en el crecimiento de la economía bajo términos de trabajo en equipo y orientación al logro. Pero en todo esto, ¿dónde quedan las iniciativas, la actitud reflexiva, la innovación, la persona de sentimientos e ideas? Para ello, se expone el hecho que el ser humano es un individuo, inseparable, que es multidimensional, sensible a sus mundos interno y externo que se reflejan en las experiencias, el estar en el momento, sentirse propio de las circunstancias que lo lleva a comprender y que es capaz de prestar atención a diversos puntos de vista, así no las acepte.
Todas esas cualidades la experimentan tanto profesor como estudiante (y no alumno, puesto que no es un individuo “sin luz”), quienes y a pesar de la “virtualización” creciente de la educación, aún mantienen esa relación vertical. Se busca un vínculo en donde el docente incentive la inquietud intelectual y la afectividad de su educando, en la cual haya una retroalimentación de parte y parte. Una relación que se asemeje a la mantenida entre el monje budista con su discípulo, persona que apenas se nutre de experiencias y recibe la orientación de su maestro, quien ha vivido infinidad de sucesos y que le da autoridad comprensiva, sin falsedades, sincera (término de Trujillo, 2008). Una proximidad en donde quepa el sentido de humor que active los centros afectivos de ambos al hacer referencia a conocimientos y vivencias practicas, sea en el ejercicio y/o inicio de la disciplina o de la cotidianidad, como lo refleja la tradición oral, como representación de actividad y consideración de mundos posibles para adentrarse más en el ahora y la historia.
Giroux (2011), de acuerdo con los actuales movimientos sociales críticos (cuyo inicio fue el 2011) hacia la educación superior en relación a su administración y forma de educar, en Colombia, Chile, Estados Unidos, entre otras naciones, alza su voz al manifestar que la academia puede ser un espacio público en donde se entrecrucen diálogos, se creen apariencias diversas del futuro, se rompan fronteras con el fin de visibilizar políticas que permitan la construcción de una mejor calidad y bien común para la sociedad.
Academia para transformar, permitiendo la no permanencia de la soledad improductiva, el recelo de no dar a conocer novedades que puedan asociarse a cambios paradigmáticos, por miedos o porque no se dan las oportunidades en el ambiente académico. Desde que el sujeto sale del colegio y decide enfrentarse al contexto de la universidad, debe de garantizársele una formación integral, donde además del conocimiento y la técnica, se convierta en un agente de nuevas construcciones que impacten colectivamente y un receptor de las transformaciones tanto en la disciplina que escogió estudiar como a nivel social, que se gestan en la actualidad, puesto que muchos de los conocimientos que se imparten en la academia ya no se manejan en el presente.
El presente. Latinoamérica: sub-continente bordeado por otros (del primer mundo) como aquel territorio que constituye el grupo de terrenos del tercer mundo, quienes tienen como antecedentes haber sido colonias europeas (como lo fue África). Una Latinoamérica que es vista, desde las mismas épocas de la colonización española y portuguesa, como un conjunto de sociedades que están en formación; en otras palabras, en la infancia (Robertson; citado por Castro-Gómez, 2005) o en la adolescencia, puesto que ya que son más de 200 años de historia construyéndose, desarrollando patrones de convivencia y acción individual que la van complejizando, de acuerdo con los planteamientos de Edgar Morin acerca de que la realidad humana se compone de dimensiones que permiten su comprensión, como la biológica, la social, la individual, la cultural, la ecológica, entre otras, vistas en comportamientos y/o estudiados en forma de representaciones, símbolos u otros constructos de fenómenos que las caracterizan. Con esto, Morin quiere lograr demostrar que los seres humanos no son autómatas:
Es cierto que nosotros no actuamos como puros autómatas, buscamos medios no triviales desde el momento que constatamos que no podemos llegar a nuestras metas. Lo importante, es lo que sucede en momentos de crisis, en momentos de decisión, en los que no podemos predecir (Morin, 2007, p. 116).
Palabras bien demostradas en los movimientos estudiantiles en Chile y en Colombia: alzamientos de voces contra la burocracia, contra las políticas que acallan a los personajes que hacen universidad, profesor y estudiante. En una relación de cordialidad, compartir, transformación.
¿Conclusiones?
En pleno romanticismo impulsado en la década de los sesenta del pasado siglo por el surgimiento del rock, el rechazo al ataque bélico a otros países, la conciencia sobre la sexualidad, el respeto hacia la diferencia, la no discriminación, también se gestó la revolución estudiantil por una educación con más sentido social. 1968, en Francia, fue ese año hito en que se rompieron los tabúes con los movimientos de los propios estudiantes, quienes empezaron a exigir que pensasen en ellos como juventud y en la mancomunidad de derechos que está implícita en las naciones, sea que acepten tal o cual ideología (ante lo que acontecía en Vietnam por esa época).
Francia, uno de los países europeos que ha producido mentalidades críticas de la realidad, en donde se produjeron discusiones acerca de los personajes que se perpetuaban en el poder y mantenían su régimen con su descendencia, discusiones que se dieron para buscar el fin de esos gobiernos tiránicos y se empezara a reproducir un modelo de gobierno cuyo mando se encuentra en la voz del pueblo (democracia), también ha estado interesada por la educación como gestor de personalidades que construyan, comprendan y reflexionen constantemente, como lo es Morin. Evidentemente, y no es por hacer una referencia exclusiva a este país, lo que pasó en 1968 generó que en otras latitudes del mundo los universitarios igualmente se dinamizaran en búsqueda de mejores organizaciones en la enseñanza y más posibilidades de que los estudiantes sean actores y actrices de cambio desde su juventud. Entre esas latitudes se encuentra América Latina, pluriétnica.
Con la propuesta planteada en este articulo de construir una academia afecto-reflexiva activa transformadora, concentrada en América Latina y sin dejar a un lado otros hemisferios del mundo, ante el recorrido desarrollado desde lo moderno, lo afectivo, lo individual, lo colectivo, lo educativo, se busca lograr que la relación docente-estudiante sea dinámica en el crecimiento personal de cada uno, un reto para el profesor con el objetivo de construir un individuo que desde su disciplina marque la diferencia, un acicate para el estudiante llevado hacia la participación activa en la constitución de la universidad; a los dos como voces que propongan y no estén pasivos a lo que las políticas construidas por el gobierno local y/o nacional declaren.
Es muy bien conocido escuchar, evidenciar que Latinoamérica presenta necesidades considerables a nivel económico, político, social, y que tales situaciones la limitan en la ejecución de programas que robustezcan su cultura, de por sí rica y entretenida a comparación de algunas geografías. Se puede alcanzar el cambio de las condiciones y que mejor manera que empezar con la educación, dígase escolar, media, superior.
Alegría es sentir que uno puede entrar a un establecimiento universitario, reír de las experiencias alcanzadas al conocer una temática particular (entendida asimismo en la práctica), reflexionar sobre su real o no real importancia para desarrollarla en la sociedad y hacerle transformaciones con argumentos del porqué, del cómo y del para qué. Se insiste: se necesitan actores y actrices para que interpreten escenas que sean guardadas en la retina e impulsen a la reestructuración académica.
Hacer lo que apasiona, realizar lo que mueva las “fibras” internas, educar a nuevas generaciones que comprendan la importancia de las diversas disciplinas o ciencias que pueden trabajar en conjunto, como lo hacen todas las dimensiones del ser humano para existir. Reflexionar para actuar. Utilizar un lenguaje ameno, común, como se ha buscado ejemplificar con este escrito que, a pesar de valerse de disciplinas como la psicología, la sociología, la filosofía, es expresión de conciencia y sentimiento por la actualidad.
Ahora se exponen unos ejemplos que surgen de la propia reflexión realizada por la autora con este ejercicio:
1. Va caminando un anciano por la aldea. Se fijó que sentados en unas rocas del río se encontraban un grupo de jóvenes, entre mujeres y hombres, hablando de cuál de los dos géneros logra capturar un mayor desarrollo del espíritu. Al ver que se acercaba el sacerdote, se pararon de las rocas y empezaron a jugar a mojarse con el agua del afluente natural, haciéndole creer que estaban en asuntos de la juventud. Pero, el sabio los paró y les dijo con una voz calmada, su rostro en estado grave: “La naturaleza ha hablado. Han sido invocados por las fuerzas superiores para que se unan más a su comunidad. La emoción me invade, porque sé que mi espíritu los ha invadido y sus corazones no olvidan su historia”.
2. Una aficionada al canto, que sintió como palpitaba en su corazón la energía de su ascendencia color ébano, no aguantó las ganas de coger el micrófono y cantar frente a una de las grandes representantes de la música afro que se encontraba en aquel bar. Olvidó por completo que en ese sitio se encontraban personajes renombrados del negocio musical y declamó como si se hallase en su pueblo natal. Una vez terminó, la gran figura se aproximó a la chica y acercando su boca al micrófono declaró: “Muchos luchan por ser quienes no son y pocos se arriesgan a arrojar su alma por mejorar la vida de otros. Bienvenida, muchacha, al mundo del que te sabré bien guiar”.
La academia afecto-reflexiva activa transformadora no es lejana a la vida diaria. Parte de los individuos como constructores y seres de afecto, de los grupos como una suma de experiencias y comprensiones de la realidad, de las disciplinas como transformadoras actrices de la realidad a constituir en las políticas, en los diversos pensum y en los individuos que conforman a las universidades, entre ellos los núcleos centrales: docente y estudiante.
Referencias
Barbier, J. M. (2010). Cultures d’action et modes partagés d’organisation des constructions de sens. Revue d’anthropologie de connaissances, 4 (1), pp. 163-194. Recuperado de http://www.cairn.info/revue-anthropologie-des-connaissances-2010-1-page-163.htm
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