REVISTA DE PSICOLOGIA -GEPU-
ISSN 2145-6569
IBSN 2145-6569-0-7

   
 
  Juventud e Identidad. Un Acercamiento a las Tribus Urbanas

JUVENTUD E IDENTIDAD. UN ACERCAMIENTO A LAS TRIBUS URBANAS

Luis Carlos Rosero García, Víctor Hugo Rosero Arcos y Luis Ferney Mora Acosta 
 
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Luis Carlos Rosero García es Psicólogo de la Universidad de Antioquia, Especialista en Educación Sexual de la Universidad Mariana – Universidad Antonio Nariño, Magister en Etnoliteratura de la Universidad de Nariño. Correo electrónico: luiscarosero@yahoo.com

Víctor Hugo Rosero Arcos es Psicólogo de la Universidad Mariana, Especialista en Pedagogía, Licenciado en Filosofía y Teología de la Universidad Mariana, Candidato a Magister en Educación de la Universidad de Nariño. Correo electrónico: victorhugo987@yahoo.es

Luis Ferney Mora Acosta es Licenciado en Filosofía y letras de la Universidad de Nariño, Especialista en Educación e Investigación de la Universidad de Nariño, Magister en Estudios Latinoamericanos y Filosofía de la Universidad Nacional Autónoma de México, Doctorando en Filosofía de la Universidad Católica de Argentina. Correo electrónico: moraferney@hotmail.com
    

   

Recibido: 30 de Septiembre de 2010
Aceptado con Recomendaciones: 04 de Marzo de 2011
Aprobado: 12 de Junio de 2011

Referencia Recomendada: Rosero-García, L. C., Rosero-Arcos, V. H., & Mora-Acosta, L. F. (2011). Juventud e identidad. Un acercamiento a las tribus urbanas. Revista de Psicología GEPU, 2 (2), 51 - 79.      
 

Resumen: Para el artículo se ha tomado como base la investigación titulada “Diálogos de la juventud en el lazo social: construcción de la identidad. Un encuentro con las tribus urbanas” (Universidad Mariana, 2010), que parte de la necesidad de comprender como los escenarios urbanos, prácticas discursivas e imaginarios sociales posibilitan la construcción de la identidad en los jóvenes universitarios, sujeto de estudio. La metodología de investigación tomó como referente el paradigma cualitativo que tiene como objetivo indagar, interpretar y comprender las realidades sociales, mentalidades y subjetividades de los sujetos de estudio. A partir de esta lectura analítica e interpretativa se generó una aproximación a la comprensión y abstracción de sentido y significado de la construcción de identidad del grupo de estudiantes participantes en esta investigación. El método que se utilizó fue la Etnografía, bajo un enfoque histórico hermenéutico, perspectiva desde la cual se buscó adentrarse al análisis reflexivo de su quehacer diario en los diferentes espacios donde se movilizan los jóvenes muestra de la investigación. La recolección de datos se trabajó a través de la técnica del grupo focal, historias de vida y entrevistas semiestructuradas, aplicadas a un grupo de estudiantes de la comunidad educativa de la Universidad de Nariño, IUCESMAG y Universidad Mariana, en el municipio de San Juan de Pasto. 

Palabras Claves: Juventud, Identidad, Tribus, Discursos, Simbolismos, Psicología.


Abstract: This article is the product of research on "Dialogues of youth in the social bond: the construction of identity. An encounter with the urban tribes "(Universidad Mariana, 2010), part of the need to understand how urban settings, social imaginary and discursive practices enable the construction of identity in young students, the subject of study. To that end, the research methodology draws on the qualitative paradigm which aims to investigate, interpret and understand the social, attitudes and subjectivities of the study subjects. From this analytical and interpretive reading generates an approach to understanding and abstraction of meaning and significance of the construction of group identity of students participating in this research. On the other hand, the method used is the ethnography, under a historical hermeneutic perspective from which seeks to penetrate the reflective analysis of their daily work in the different spaces where young people are mobilizing research sample. The data collection work was done through focus group technique, life stories and interviews, applied to a group of students from the educational community of the University of Nariño, IUCESMAG and Mariana University in San Juan de Pasto (Colombia).  

Keywords: Youth, Identity, Tribes, Speeches, Symbolism, Psychology. 


Introducción

 
El presente artículo es el resultado de la investigación titulada “Diálogos de la juventud en el lazo social: construcción de la identidad. Un encuentro con las tribus urbanas” (Universidad Mariana, 2010) (1)
el cual parte de la necesidad de comprender las principales categorías de análisis seleccionadas, como son: los escenarios urbanos, prácticas discursivas e imaginarios sociales, a partir de las cuales se construye la identidad en un grupo de jóvenes universitarios, con el propósito fundamental de contribuir y fortalecer la conceptualización de los términos juventud, tribus urbanas y lazo social desde una lectura analítica, reflexiva e interpretativa.

 
La formulación del problema se estableció a partir de una pregunta central; consistente en ¿Cómo se construye la identidad en un grupo de jóvenes pertenecientes a la comunidad educativa de la Universidad de Nariño, IUCESMAG y Universidad Mariana, a través de los diálogos con el tejido social?  Para tal efecto, se formularon los siguientes interrogantes: ¿Cuáles son los escenarios urbanos en los cuales se movilizan los jóvenes con los diferentes actores del lazo social?, ¿Cómo son las prácticas discursivas que emergen en la construcción de los procesos de identificación en los jóvenes? y ¿Cómo son los imaginarios sociales que construyen los jóvenes en el encuentro con el otro?


En este orden de ideas, se formuló un objetivo general, establecido en términos de comprender la construcción de la identidad en la juventud a través de los diálogos con el tejido social en la comunidad educativa de la Universidad de Nariño, Centro de Educación Superior María Goretti y Universidad Mariana. A su vez, unos objetivos específicos que pretenden, en primer lugar, identificar los escenarios urbanos en los cuales se movilizan los jóvenes como actores del lazo social; en segundo lugar, describir las prácticas discursivas que emergen en la construcción de los procesos de identificación en los jóvenes; y, en tercer lugar, interpretar los imaginarios sociales que elaboran los jóvenes en el encuentro con el otro.


Por lo tanto, la investigación tuvo como propósito interpretar cómo los escenarios urbanos se constituyen en epicentros propios en los cuales los sujetos elaboran y reconstruyen significados, lenguajes y discursos dentro de unas redes semánticas y discursivas que emergen en el quehacer cotidiano de los jóvenes de hoy, en el contexto universitario de un mundo globalizado. Otra de las categorías estudiadas hace relación a los imaginarios sociales, entendidos como los puntos de referencia producto de una colectividad en la que los sujetos experimentan sus vivencias de acuerdo a parámetros marcados por su contexto. 


Desde esta perspectiva, en el ejercicio investigativo se consideró un concepto relevante como lo es el de tribus urbanas, entendidas como subculturas que emergen dentro de unos imaginarios sociales producto de una época, que en el contexto académico se inscriben para algunos en el marco de una modernidad inacabada o para otros en la posmodernidad. Las tribus urbanas, se ubican dentro de unas territorialidades y desterritorialidades que a la postre estructuran sus identidades y subjetividades, puesto que ellas manifiestan posturas antagónicas frente a los modelos y paradigmas que caracterizan a las sociedades modernas, al igual que a su modo de pensar y actuar, que corresponden a directrices propias de un sistema cerrado y totalizante en el cual se desvanecen las individualidades y aspectos como la intimidad, la toma de conciencia y el espíritu de un ser libre existencialmente.  

 

Para abordar el tema de las tribus urbanas existen algunas investigaciones de gran solidez y argumentación conceptual, como la de Tropea, Pérez y Costa (2002), quienes retoman el texto “El tiempo de las tribus”, en el cual se acuña el término tribalismo y lo denomina como un fenómeno cultural, antes que político, económico o social. Es una auténtica revolución espiritual; es una revolución de los sentimientos que pone énfasis en la alegría de la vida primitiva, de la vida nativa. Es una revolución que exacerba lo fundamental, lo estructural, lo primordial del arcaísmo. Cabe admitir que todo ello se aleja mucho de los valores universalistas o racionalistas que caracterizan a los detentores de los poderes actuales (Maffesoli, 2002)


Por sus características, el tribalismo es una revolución, que se levanta contra la antigua lógica que regía el mundo de las ideas y que justificaba ciertas prácticas de dominio entre los hombres, la lógica del principio de la identidad, la cual se opone a la lógica que rige en el tribalismo, regida por el “Principio de Eros”.


A partir de las investigaciones de Tropea et al. (2002), las tribus urbanas son “agrupaciones de jóvenes y adolescentes, que se visten de modo parecido y llamativo, siguen hábitos comunes y se hacen visibles, sobre todo en las grandes ciudades” (p.11). Las tribus urbanas están conformadas mayoritariamente de jóvenes y adolescentes, ésa es una de las características centrales de dicho fenómeno. El papel de la juventud, su concepto mismo, ha cambiado con el tiempo. Explica Carles Feixa:


 
La adolescencia fue descubierta a finales del siglo XIX, y se democratizó en la primera mitad del XX, la segunda mitad del siglo ha presenciado la irrupción de la juventud, no como sujeto pasivo, sino como protagonista en la escena pública (Feixa, 2008). 
 
 


Metodología

 


 

La presente investigación se enmarcó dentro de una paradigmática cualitativa, en la cual existen múltiples realidades construidas por los actores en el contexto donde interactúan. En esta clase de paradigma se puede observar una relación más cercana e inseparable entre el sujeto y objeto, quienes interactúan en todo el proceso investigativo, cuyo propósito fundamental es comprender la realidad para transformarla, donde el investigador asume una posición de compromiso con el mejoramiento de la realidad estudiada.

 


 

El enfoque utilizado para la investigación fue de tipo Histórico Hermenéutico, puesto que explica, interpreta y comprende formas de saber, sentir y actuar de comportamientos que son observables, además de permitir una comprensión de los diferentes fenómenos culturales y la forma de las relaciones interpersonales como un camino para descubrir las actitudes que se presentan en los jóvenes (Agreda Montenegro, 2004).

 


 

El tipo de investigación utilizado es la Etnografía, mediante la cual se pretende comprender y reconocer las realidades de los jóvenes. La etnografía tiene la condición de un campo de conocimiento particular, que formula no sólo sus reglas sino también los conceptos que son claves para su comprensión. Aquí los investigadores dan cuenta de los acontecimientos sociales a través del análisis y el despliegue de explicaciones e interpretaciones (Agreda Montenegro, 2004). La ventaja que tiene es la flexibilidad y apertura que le otorga su orientación naturalística y fenomenológica. Por ello, su estudio de campo se caracteriza por sus descubrimientos fortuitos (Pérez,  1999).

 


 

Con relación a las técnicas de recolección de la información, para el estudio se acudió a la metodología de la historia de vida, la cual ofrece un marco interpretativo a través del cual el sentido de la experiencia humana se revela en los relatos personales en un modo que da prioridad a las explicaciones individuales de las acciones. La serie de entrevistas que dan lugar a una historia de vida, tiene por objeto los modos y maneras con los que un individuo particular constituye y da sentido a su vida en un momento dado; además puede apoyarse en otras fuentes de información documental (Torres, 1998).

 

Es un método en el que se solicita a uno o varios sujetos que narren sus experiencias, sobre diferentes aspectos específicos, el cual contiene una descripción de los acontecimientos importantes de la vida de una persona, presentado en las propias palabras del protagonista. 

 


 

De todos los métodos de investigación tal vez este es el que mejor permite a un investigador a ver como sus individuos crean y reflejan el mundo social en el que los rodea. La metodología de las historias de vida ofrece un marco interpretativo a través del cual el sentido de la experiencia humana se revela en relatos personales en un modo que le da prioridad a las explicaciones individuales de las acciones más que los métodos que filtran y ordenan las respuestas en categorías conceptuales predeterminadas (Torres, 1998).

 


 

De igual manera, a los jóvenes se les aplicó la entrevista semiestructurada. Con esta técnica se obtuvo información de los estudiantes dentro de una dialogicidad en el tejido social. Para este tipo de entrevistas se manejó un formato guía, que posteriormente  sirve para realizar un análisis e interpretación de los resultados obtenidos con este instrumento.

 


 

La entrevista semiestructurada posee herramientas para su elaboración como  cuestionarios que permite encontrar datos pertinentes para la investigación. Es la más adaptada a los propósitos de la investigación ya que oscila entre aquello que es dirigido por el entrevistador y está estructurado y aquello que va surgiendo de acuerdo al propio encuentro.

 


 

Con respecto al grupo focal, ésta es una técnica que equivale a una situación discursiva en la que se desarrolla una conversación grupal, encauzada por unos temas previamente determinados, aunque flexibles, permitiendo la espontaneidad de la conversación. En ella se busca que cada uno de los actores, estudiantes e investigadores expongan sus opiniones respecto al objeto de estudio, revelando sus marcos de referencia y a su vez permitiendo la co-construcción de nuevos significados con relación a las prácticas discursivas de los adolescentes participantes en la investigación. Lo que cada actor exprese se asumirá como un punto de discusión en el cual reflejará su devenir como sujeto, pues cada interlocutor es considerado como parte del proceso.

 


 

El grupo focal es también considerado como un método de indagación rápida, desarrollado para obtener información ágil, que posibilite dar respuesta a las urgentes necesidades sociales que se investigan y, al mismo tiempo, responden de manera rigurosa a las exigencias del método científico. Es un medio para recolectar en poco tiempo y a profundidad, un volumen significativo de información cualitativa, a partir de una discusión con un grupo dirigido por el equipo de investigación, respecto a las situaciones, pensamientos, ideas, posturas, emociones, e interacciones del sujeto donde emergen las construcciones sobre su identidad.

 


 

Finalmente, en la investigación sobre “Diálogos de la juventud en el lazo social: construcción de la identidad. Un encuentro con las tribus urbanas” se trabajó con base en una muestra de tipo intencional, conformada por treinta (30) estudiantes de los primeros semestres de la comunidad educativa de cada uno de los programas de Psicología de la IUCESMAG y Universidad Mariana, y de Economía de la Universidad de Nariño.

 


 

Los criterios de selección de la muestra fueron, población en el grupo etario de la juventud, así como estudiantes ubicados en el primer semestre, con las implicaciones de la transición desde la educación básica secundaria a la formación universitaria; se consideró la naturaleza pública y privada de las instituciones donde se encontraban ubicados los estudiantes, lo cual permite un ejercicio de reflexión en el aparte de la triangulación. El proceso de triangulación se llevó a cabo, en primera instancia, a través del vaciado de información en matrices estructuradas con base en el objetivo específico, la categoría de análisis, la fuente de información, la técnica de procesamiento, las preguntas del instrumento y la formulación de proposiciones singulares. En segunda instancia, se elaboran matrices de triangulación o contrastación de información, en las cuales se tiene en cuenta la categoría deductiva, proposiciones singulares de cada una de las técnicas y la formulación de proposiciones agrupadas. Y en tercera instancia, se procede a la construcción de una matriz final, que resulta de un ejercicio de análisis a partir de la categoría deductiva, proposiciones agrupadas por categoría, de lo cual resulta la respectiva categoría inductiva. 

 


Resultados

 


Los escenarios urbanos se constituyen en una categoría de gran trascendencia para el proceso comprensivo de los jóvenes, por cuanto se convierten en el territorio que progresa desde lo físico y real, hasta alcanzar la dimensión del nicho simbólico donde ocurren anudamientos que aportan al proceso de construcción de la identidad. Escenarios urbanos que permiten, asimismo, generar reflexiones importantes tanto en lo que ocurre al interior de los procesos intrapsíquicos, regulados por lo inconsciente, como en lo que ocurre con el sujeto en su inscripción al lazo social, donde también lo inconsciente y la voz de la cultura van a tomar para sí la organización de los procesos subjetivos que interesan a esta investigación.

 

En esa medida, si en algún momento se piensa que el principio de la realidad estaba gobernando en el psiquismo de los jóvenes, dado el progresivo desplazamiento y destronamiento que sufrió el principio del placer; aún se observa que el placer es un motor que anima sus vidas. Al referirse a la Universidad, espacio donde habitan una gran cantidad de tiempo y donde ocurren asuntos que bordean su afectividad, la socialización y la construcción de procesos identificatorios, afirman que “es un lugar muy agradable gracias a la cantidad de espacios verdes, aquí tenemos las facilidades para ampliar nuestro conocimiento y nuestro círculo de amigos” (Sujeto 2, Historia Vida).

 


 

El estadio, la Universidad tomada en su sentido de descanso, diversión y re-creación, tanto como espacios de la calle y la ciudad “urbana”, se convierten en los pivotes desde los cuales se arman sus historias. De igual manera, son espacios donde tiene cabida la palabra, el espacio tiene sentido y valor en tanto es la morada de la palabra, de la conversación y el diálogo que abre las fronteras del ser. Espacio y palabra se toman de la mano para formar una dialéctica que va configurando poco a poco la identidad de un joven, que encuentra en el discurso el vehículo para sus pensamientos, sus inconformidades y proyecciones en el presente y hacia el futuro.

 


 

La vida del joven transcurre entre las historias que se tejen en la casa y su lugar de estudio (o de trabajo, si lo tienen). La calle, parafraseando a Winnicott (1996), se constituye como un espacio transicional cuya realidad no se puede definir totalmente como un fenómeno subjetivo o como un fenómeno propiamente objetivo. La calle, entonces, sería un fenómeno transicional, que no pertenece de forma absoluta a la realidad exterior y tampoco se enclava en la perspectiva interior del aparato psíquico. La calle representa un campo intermedio en el cual se desarrollan las experiencias y circunstancias vitales y triviales del sujeto.

 


 

Por ello, se puede retomar el concepto de fenómenos transicionales, entendido como aquello que se utiliza para designar la zona intermedia de experiencia entre el pulgar y el osito, entre el erotismo oral y la verdadera relación de objeto, entre la creatividad primaria y la proyección de lo que se ha introyectado, entre el desconocimiento primario de una deuda (con el mundo exterior) y el reconocimiento de ésta (Winnicott, 1996).

 


 

Justamente eso es lo que propicia la calle: una zona que se mueve entre una zona de placer y distensión como lo es la Universidad, el bar, el centro comercial, la cafetería y una realidad constituida por los códigos de la casa. 

 


 

En esa medida, en la calle van a aparecer y ser convocados los personajes que se compadecen y se conjuran con sus deseos, sus intereses y angustias, el joven relata en la historia de vida que un lugar donde permanece y recrea su experiencia personal es… “en la calle en una tienda llamada ‘Chepe’ donde permanezco con mis amigos charlando y disfrutando de la calle” (Sujeto 7, Historia de vida). La calle, el bar, el parque y otros sitios diferentes a la Universidad le han ofrecido al joven la oportunidad de conquistar importantes y significativas experiencias de vida. En estos sitios ha ocurrido el encuentro con el licor, el cigarrillo y el romance, como situaciones y contextos que permiten la ampliación de la construcción de su identidad. 

 


 

Si bien la Universidad les ofrece una oportunidad para su formación profesional, los otros escenarios son una fuente inagotable de experiencias que quedarán depositadas en su memoria afectiva y emocional. La tensión de la vida familiar y académica encuentra un elíxir o un oasis, así sea transitorio, porque ellos han entendido que luego tendrán que volver a sus compromisos académicos, que resultan también ineludibles.

 


 

Se tiene la impresión y la falsa creencia de que los jóvenes permanecen la mayor parte de su tiempo en los bares, los sitios de rumba y consumo de licor, pero tal parece que eso no es del todo así. Se encuentra a jóvenes para quienes los espacios de descanso, de ocio sano, de deporte y esparcimiento son de su preferencia. Estos espacios, que bien pueden ser los que se consideran como alternos y complementarios a su vida académica – universitaria y los espacios que ocurren en su hogar, les brindan la oportunidad para tramitar sus angustias. No en vano, afirman que esos sitios son aquellos “en donde nos reunimos para salir del estrés haciendo que las penas fluyan son sitios de diversión plena” (Sujeto 8, Historia de vida).

 

 

Los espacios urbanos, entonces, son espacios físicos y simbólicos que han tomado una caracterización especial, en tanto allí se tramitan aquellas emociones que han tomado el sentido de la angustia. Los impases académicos, amorosos, económicos, familiares y de la vida cotidiana, encuentran en la calle, el bar y la cancha deportiva, los lugares afortunados para realizar allí un ejercicio de “desalojo” del displacer que viene aparejado con la angustia. Según Brainsky (1986) se trata de la angustia, como proceso derivado del psiquismo, que el Psicoanálisis ha tomado como el tronco del cual surge no solamente cada una de las falsas soluciones patológicas, sino también es la fuente de la movilidad psíquico – dinámica. Las clasificaciones psicoanalíticas de las entidades patológicas se hacen primordialmente en los procedimientos defensivos que utiliza cada persona, de acuerdo con los mecanismos defensivos de que dispone y con su peculiar manera de ser (p.66).

 


 

La angustia es una señal de alarma que envía el psiquismo humano, y ante lo cual la huida resulta insuficiente, es más, no tiene beneficios psíquicos de gran alcance y perdurabilidad. Por tanto, es menester afrontarla y darle un cauce que permita niveles de tranquilidad y estabilidad anímica. Jugar, charlar, gritar, leer y otras actividades semejantes, no tienen un sentido socialmente rechazado en su comunidad; y por ello gozan de una real aprobación, manteniéndose como parte del repertorio al cual acuden cuando comparten con sus amigos o cuando la angustia los invade en momentos de soledad y tensión personal. 

 


 

Se observa aquí algunos de los principios que regulan el aparato psíquico. En primer lugar, que el sujeto tiende, acudiendo a sus propios medios, a mantener su propio nivel de tensión psíquico en el nivel más bajo. Se trata según Lagache (1955) del principio de constancia, que se había anunciado desde Freud, en el sentido de realizar procesos constantes de descarga de la excitación que supera los niveles tolerables por cada sujeto, acompañados por el despliegue de mecanismos de protección contra los excesos de excitación. Principio que en los jóvenes está al servicio de la búsqueda del placer.

 


 

Por ello, con justicia puede afirmarse que al principio de constancia se le suma otro de los principios fundamentales que gobiernan la vida psíquica, como lo es el principio del placer – displacer (Lagache, 1955). Jóvenes que no se dejan avasallar fácil por las penas y tensiones del mundo exterior, y que ante las preocupaciones que proceden de su interior, proceden por el camino más expedito, esto es, evitando directamente el displacer, y solo acercándose al placer por las vías que les resulte conseguir con mayor seguridad. Este principio muchas veces acude a acciones mediante las cuales niega o bloquea las impresiones desagradables, incluso acudiendo a la ensoñación y el sueño.

 


 

En los jóvenes que participaron en la investigación, el principio de constancia y el principio del placer se encargan de afrontar una realidad que se define como provocadora de frustración, pero que gracias a ellos alcanza una connotación diferente, y por ello lo expresan en forma muy original al decir “ese parque lleno de alegría donde pasamos la infancia en el resbaladero donde parecían resbalarse las penas y preocupaciones, cómo olvidar el viejo parque lleno de dulces recuerdos” (Sujeto 16, Historia de vida). Principios que, de otro lado, tienen también un beneficio secundario, esto es, que le permiten al joven alcanzar experiencias creativas, artísticas, culturales y sociales, como ganancias que van a conectarse con los ideales sociales que los rodean en su contexto de vida.

 

Acerca de la Elección de los Escenarios Urbanos

 


Según las Naciones Unidas (1985), la juventud es una etapa que transcurre entre los 15 y los 24 años de edad (edad en que inicia la etapa de la adultez). Lo anterior supone que el joven ha superado (expresión que no tiene la connotación de una absoluta terminación o de logro final y definitivo, sino como parte de un proceso de construcción psicosocial de la subjetividad) los procesos emocionales, de separación e individuación propios de la infancia, la niñez y la adolescencia (Aberastury y Knobel, 1973). Un joven, desde esta perspectiva psicodinámica, tendrá que haber atravesado por varias etapas como la búsqueda de sí mismo y de la identidad, tendencia grupal, necesidad de intelectualizar y fantasear, crisis religiosas, desubicación temporal, revolución sexual desde el autoerotismo hasta el heteroerotismo, actitud social reivindicatoria, contradicciones sucesivas en todas las manifestaciones de la conducta, separación progresiva de los padres y constantes fluctuaciones del humor y del estado de ánimo, fases de gran trascendencia en su construcción de sujeto. Quien trabaje con un joven, supone que tiene en su acervo psíquico los avances fruto del procesamiento de estas fases. Por tanto, han quedado atrás (sin que ello signifique que se anulen nuevas resignificaciones y futuras elaboraciones) tanto la imagen del niño como los duelos propios de la adolescencia, tanto respecto al cuerpo infantil, a los padres de la infancia y su sexualidad. Joven que supone una proximidad con la estructura del adulto. No obstante, es interesante reconocer en las palabras de los jóvenes que aún resuena con fuerza ciertos rasgos que caracterizaron a la infancia y la adolescencia.

 

En sus palabras se encuentra un dejo de nostalgia y real compromiso con procesos que aún persisten en su psiquismo. Jóvenes que persisten en su permanencia en el parque, en tanto como lo afirma uno de los estudiantes “el pequeño parque es donde los sueños y fantasías de aventura y batallas cobraban vida junto con la imaginación de cada niño presente, era el lugar donde uno quisiera y sabía que esa realidad está limitada, ese pequeño, cálido y acogedor parque fue testigo de miles de aventuras de la infancia” (Sujeto 16, Historia de Vida). Nuevamente, el parque al igual que lo afirmado respecto a la calle, tiene un sentido de espacio transicional, en virtud del cual se le da persistencia en las coordenadas del tiempo y el espacio a espacios que garantizaron o propiciaron la felicidad, o al menos que permiten el encuentro con la tranquilidad.

 


 

Si ser joven es dejar de ser niño y aproximarse a la vida adulta, este corte pasa por procesos de transición, con el fin de asumir el costo emocional de tal cambio. Y en tal proceso, el joven aún conserva aquellos rasgos, características y estructuras que en las primeras etapas de la vida le ofrecieron placer y que en su momento lo alejaron de experimentar displacer. Fantasía, ilusión y sueño serán entonces mecanismos o estrategias psíquicas que el joven aún utilizará en momentos de su vida cuando las adversidades tienden a desencadenar la frustración y la angustia ya comentada.

 


 

Importancia de los Sitios… Una Construcción Simbólica

 


Los sitios que frecuentan los jóvenes tienen un valor cargado de un fuerte sentido personal y colectivo. Dice un joven que el sitio que frecuenta es de gran importancia, porque “es el recinto donde aprendemos muchas cosas, donde conocemos gente, culturas, costumbres, amigos etc.” (Sujeto 12, Historia de vida). En un joven la cultura es un asunto que le resulta difícil su ingreso, o lo hace únicamente por la vía de expresiones como la música o el teatro de su preferencia. Los sitios de su mayor acceso tienen importancia por las facilidades que le ofrece para encontrarse en forma frontal con la cultura, costumbres y los procesos de socialización secundaria. Nuevamente la ciudad y sus escenarios urbanos asumen la significación de matriz donde ocurren y concurren los designios de la cultura; todo ello regulado por los deseos del joven.

Es en la ciudad y sus escenarios donde ocurren los procesos de civilización que había denotado Sigmund Freud (trad. 1981) en su texto de El malestar en la cultura (1929 (1930)), al afirmar que el progreso cultural debe ir de la mano con un pago que debe hacer todo ser humano, en términos de afrontar el sentimiento del culpa asociado a la expresión de sus deseos provenientes de las pulsiones. Esta tesis va a ser ampliada desde una perspectiva psicosocial y política por Marcuse (1972), quien retoma la posición freudiana, según la cual “la civilización está basada en la subyugación permanente de los instintos humanos”. El autor en mención reitera que “la renuncia y el retardo de las satisfacciones son los prerrequisitos del progreso” (Marcuse, 1972, p. 17). La cultura, entonces, supone el sacrificio de los fines que originalmente persigue la libido, dirigiéndolos hacia fines socialmente aceptados.

 

Justamente con estos conceptos se puede revisar la trascendencia de los escenarios para los jóvenes. Son el nicho donde se procuran espacios alternativos que garanticen la consecución de experiencias placenteras, que no sean objeto de la sanción y anulación por parte de las estructuras sociales caracterizadas por su rigidez y represión. Los escenarios donde se mueven con libertad y tranquilidad los jóvenes les permiten construir, fortalecer y mantener las relaciones interpersonales que ellos han legitimado. 

 


 

Se trata de la socialización secundaria como ganancia primaria, tal y como ellos lo priorizan en sus conversaciones “estos sitios son importantes para nosotros ya que nos permiten relacionarnos con los demás y conocernos” (Sujeto 16, Historia de vida). El estrés, considerado como invención de la (post)modernidad, recibe su antídoto por parte de los territorios consagrados para la vida social, y con ello se reduce los efectos que puede causar en la salud emocional – psicosocial de los jóvenes. Frente al estrés y la consecuente neurosis, asociada a las tensiones de la ciudad, el estudio, la familia, la economía personal y el trabajo, un buen descanso y la alegría que produce la cotidianidad de la calle vencen una batalla que en muchas ocasiones se ha dejado en manos de los medicamentos, la psicoterapia o la hospitalización. 

 


A diferencia de lo que ocurre en las llamadas “megaciudades” según expresión acuñada por Armando Silva (2004), (al referirse a ciudades como México D.F., Rio de Janeiro, Buenos Aires, Caracas y Bogotá, en Latinoamérica), en las pequeñas ciudades se le da vida a los avatares que ocurren en la esquina. Se trata de puntos donde se concentran procesos de socialización, de construcción de la subjetividad y la intersubjetividad a la luz de la mirada, la aprobación / negación, inclusión / exclusión, y el reconocimiento, que parte del otro. En una versión imaginaria, según la expresión lacaniana (2), la existencia del otro en tanto semejante, colocado en posición de reciprocidad especular, se ubica como garante inmediato para la construcción de la singularidad. Registro de lo imaginario que desde las esquinas de la ciudad revela los efectos del encuentro con el otro, en virtud del cual se arman relaciones de amistad, compañerismo, aventura, solidaridad y camaradería, pero que igual pueden ser el escenario para que la agresividad e incluso la violencia cubran con su siniestro manto el encuentro de dos o más jóvenes. Es posible pensar, entonces, como lo hacen los jóvenes, que la esquina cobra el sentido de un alma donde se da paso a las experiencias del presente en su más amplio sentido de lo temporal, esto es, en el aquí y el ahora, recogiendo a su interior el valor del recuerdo.

La esquina y todo aquello que resuena en sus predios tienen un valor adicional, en tanto ofrecen una válvula de escape a la rutina diaria. Uno de los asuntos que fractura la experiencia placentera en la vida de un joven tiene que ver con la rutina, y ante ello resulta necesario encontrar atajos que propicien sensaciones de placer y bienestar. Ante la crudeza del principio de la realidad (connotado como un círculo de letras y números, parodiando al contexto educativo, principalmente), que el adulto y las instituciones sociales le pretenden imponer a un joven, éste responde con el invento de la esquina… lugar donde se anudan experiencias, vivencias, simbolismos, máscaras, planes e historias. Mientras tanto, para acceder unos minutos o unas horas a los predios de la esquina, están dispuestos a hacer todo lo que sea necesario.

 

Hacia una Construcción de las Prácticas Discursivas 

 


 

En esta aproximación reflexiva en torno al concepto de prácticas discursivas como parte integrante de la investigación sobre “Diálogos de la juventud en el lazo social: construcción de la identidad. Un encuentro con las tribus urbanas” (Universidad Mariana, 2010), es de trascendental importancia propiciar un encuentro, en primera instancia, con el referente teórico acerca de esta categoría y demás subcategorías.

 


 

Por lo tanto, en este  encuentro disertivo, con relación a la metacategoría prácticas discursivas se puede señalar que el discurso es una práctica, y como para cualquier otra práctica social, se pueden definir sus condiciones de producción. En ese sentido, todo discurso tiene un contexto de producción. Ese contexto es la formación discursiva. Foucault (1969, (1978)) la concibe como un conjunto de relaciones que articulan un discurso, cuya propiedad definitoria es la de actuar como regulaciones del orden del discurso mediante la organización de estrategias, facultando para la puesta en circulación de determinados enunciados en detrimento de otros, para definir o caracterizar un determinado objeto.

 

  

 

En este orden de ideas y transitando por los terrenos o territorios de los referentes teóricos, los discursos son, desde el punto de vista de Michel Foucault, prácticas sociales por lo que a partir del mismo autor, se habla más de prácticas discursivas, entendidas como reglas, constituidas en un proceso histórico que van definiendo en una época concreta y en grupos o comunidades específicos y concretos, las condiciones que hacen posible una enunciación. Aunque Foucault no niegue que los discursos estén conformados por signos, rechaza que los discursos tan sólo se sirvan de los signos para mostrar o revelar cosas. Los discursos hacen algo más que utilizar signos, lo que los vuelve irreductibles a la lengua y la palabra (Foucault, 1969). 

 


 

En ese sentido, y en aras de llevar a cabo la tarea de abstracción de sentido, es decir, el análisis consiste en tratar los discursos como prácticas que forman sistemáticamente los objetos de que hablan (Foucault, 1978) y abandonar la consideración de los discursos como conjuntos de signos o elementos significantes que son la representación de una realidad.

 


 

Por lo tanto, las prácticas discursivas se constituyen como el escenario propio para la construcción de diferentes redes semánticas a partir de patrones culturales propios enmarcados en unas representaciones sociales dentro de una dialogicidad establecida entre las tribus urbanas  y el tejido social, en el cual los actores sociales juegan un papel importante en la elaboración de construcciones mentales tales como las creencias, los tabúes y los significados.

 


 

En nuestra reflexión se asume la tesis de que lo que hacen y dicen los sujetos sociales, e incluso las instituciones y agentes políticos en situaciones o contextos sociales determinados, no puede ser entendido por fuera de las prácticas sociales discursivas, las órdenes de discurso y las representaciones sociales que permiten dotar de significado a dichas situaciones y, por ende, a los sujetos y agentes implicados en su producción. 

 


 

Ahora bien, la categoría de práctica discursiva permite comprender que el discurso de los sujetos está atravesado no sólo por su estructura argumentativa (lo que se dice y cómo se dice), sino fundamentalmente por la existencia de condiciones materiales y contextuales en las que el sujeto produce y reproduce discursos. Estas condiciones son, según Bourdieu (1985, 2003) y Scollon (2003) aquellas que el espacio social, el campo discursivo, el habitus y los intercambios lingüísticos producen. La categoría a su vez hace relación a las estrategias sociales y semióticas utilizadas por diversos agentes para generar y reproducir significados en un espacio social. Estas prácticas con el tiempo, terminan también constituyendo y transformando el mismo espacio donde tienen lugar (Fairclough, 2003). Además, desde la práctica social discursiva, se hace evidente que el poder no importa tanto por su posesión como por sus efectos, como argumentaba Foucault. Las prácticas discursivas construidas de un modo específico por los actores sociales, terminan por constituir, según Fairclough (2003), un orden social o político global, nacional o local. 

 


 

Por lo anteriormente planteado, se dice que las prácticas discursivas elaboradas por los integrantes de las llamadas tribus urbanas en un tejido social se generan y se construyen en los espacios en los cuales ellos se movilizan cotidianamente, y a la vez se recrean con las posibilidades simbólicas de sus encuentros y expresiones. 

 


 

Por lo tanto si se hace uso de la pregunta orientadora ¿Cómo son las prácticas discursivas que emergen en la construcción de los procesos de identificación en los jóvenes? Se pudo capturar importante información como: en los estudiantes se encuentran algunos símbolos como el tridente que identifica a la Psicología, la estrella de Israel, el ying yang y sus calificaciones. Es decir, que en esos encuentros y desencuentros en esas territorialidades diseñadas por los grupos que hacen parte de las subculturas, construyen y deconstruyen toda una serie de redes semántico-simbólicas producto de símbolos y calificativos que estructuran sus prácticas sociales discursivas.

 


 

Igualmente, se observó que las respuestas de las fuentes convocadas como es el caso de los estudiantes que hacen parte de  estos grupos llamados por unos tribus urbanas y, por otros, agrupaciones alternativas, que esos discursos se construyen o se elaboran a partir de símbolos que los caracterizan e identifican, como por ejemplo: la expresión TAU (significa transformación, amor y unidad), el símbolo de Psicología, la estrella de Israel, el ying yang, las calificaciones. 

 


 

En otra parte de la muestra seleccionada para realización de esta investigación, de igual manera, se puede constatar que estos discursos o también llamadas prácticas sociales discursivas se estructuran  desde  los apodos, saludos en clave con las manos, silbidos, escritos que contienen sus sentimientos, así como el vestirse de negro, pintarse la uñas de negro y el cuerno como símbolo característico.

 


 

Dentro de este proceso de abstracción de sentido una parte de los jóvenes manifiestan su cercanía con símbolos asociados a sus antepasados, como son el sol, la madre tierra, el cabildo, la tradición y el dialecto, entre otros, que quedan como huellas que se perpetúan en el tiempo y el espacio. Por lo tanto, esos elementos nutridos de toda una simbología hacen que los protagonistas de esta dialogicidad entre el tejido social y estos jóvenes integrantes de las tribus urbanas hagan posible la construcción y reconstrucción de todo un Interaccionismo social presente en esos contextos o también llamados escenarios en los cuales se moviliza toda una serie de componentes cifrados propios de una textura discursiva. 

 


 

Por consiguiente, en este intento de desciframiento se determina que el lugar del sujeto en el discurso, en nuestro caso, los estudiantes de tres contextos universitarios, en el que es realizado está dado por un haz de relaciones puestas en juego en tal formación discursiva. Para esta reflexión, se retoman los planteamientos de Haraway (1995), según la cual, las modalidades de enunciación se renuevan en ese juego de relaciones. Este hacer actuar de manera constante ese haz de relaciones supone la repetición, los modos en que los elementos se relacionan unos con otros y las posiciones de sujeto supuestas en tales relaciones deben ser constantemente repetidas, constantemente revisadas y re-hechas, tal repetición es lo que en Butler inaugura la posibilidad de modificación de los regímenes implementados en determinada formación discursiva. Es porque el orden no se produce de una vez y para siempre, sino que se produce en actos, prácticas enunciativas en las que se hace actuar las posiciones de sujeto y sus relaciones entre sí y con los objetos.

 


 

En este orden de ideas, la categoría de práctica discursiva permite comprender que el discurso de los sujetos está atravesado no sólo por su estructura argumentativa (lo que se dice y cómo se dice), sino principalmente por la presencia de condiciones materiales y contextuales en las que el sujeto produce y reproduce discursos, es decir, principalmente en los contextos universitarios. 

 


 

Por lo tanto, estas circunstancias en las cuales se movilizan los sujetos de estudio son, según Bourdieu (1985, 2003) y Scollon (2003) aquellas que el espacio social, el territorio discursivo, el habitus y los intercambios lingüísticos producen. La categoría a su vez hace relación a las estrategias sociales y semióticas utilizadas por diversos agentes sociales para producir y reproducir significados en un contexto social. Estas prácticas con el tiempo, terminan también constituyendo y transformando el mismo espacio donde tienen lugar (Fairclough, 2003). 

 


Las prácticas discursivas construidas de un modo específico por los agentes sociales, estudiantes de primer semestre de contextos universitarios terminan por constituir, según Fairclough (2003), un orden social o político global, nacional o local. Por ejemplo, los sujetos construyen discursos con base en una jerga propia de los grupos que han conformado. Algunas de las expresiones comunes son: “No jodas, marica, estúpido, idiota, cansón, chanfle, caramba, masima, viejito, parce, entonces qué, bacano compa, cuate, pez, ñero, lanza o apodos”, que define una particular forma de comprender y atender la elaboración de toda una serie de redes semánticas, o un entramado social. Para Fairclough no obstante, “el aspecto semiótico de un orden social (es decir el articulado a la creación de significado) es lo que propiamente se podría llamar un orden del discurso” (Fairclough, 2003,  p.183).

 

Las redes semánticas entre los sujetos objeto de estudio no se dan en un vacío social, sino en esferas dialógicas, ya que esas relaciones están estructuradas y determinadas por las formas de organización y de distribuciones de los lugares sociales en las diferentes contextos y circunstancias sociales de producción de discursos. Estas esferas dialógicas pueden ser cotidianas (familiares, íntimas, comunitarias, etc.) o propias de los sistemas ideológicos constituidos (ciencia, arte, religión, política, etc.).

 


 

Por lo tanto, con relación a lo expuesto en renglones anteriores, se puede observar, que esas redes semánticas se construyen en enunciados como los siguientes: 

 


 

Grupo cristiano: lo identifican el nombre de Jesús, el estilo de vida, el modo de vestir, la forma como nos tratamos, la música, el carácter, etc. Lo elegí porque me gusta y porque considero que al final tendré la recompensa. Como: porque desde pequeña me encaminaron en él, y cuando tuve la oportunidad de elegir considere que me gustaba y era lo mejor.

 

 
Grupo de la universidad: lo identifican la tranquilidad, la responsabilidad, la puntualidad, el interés por la clase, el respeto, la colaboración dentro del grupo, la amistad sincera, etc. Lo elegí porque son unas chicas muy juiciosas y responsables, además no son rumberas ni me tratan mal. Como, por pura casualidad y coincidencia.

 


 

En términos generales, las prácticas discursivas como producción y reproducción de los actores sociales están altamente estructuradas. Es posible generalizar a partir de situaciones individuales, y definir patrones, estructuras secuenciales, rutinas, estrategias recurrentes y marcos, tipos de actividades, y géneros comunicativos, así como unidades y reglas dentro de las categorías más tradicionales. Pero se trata de las estructuras dentro de las prácticas discursivas, no de las estructuras apartadas del discurso, previas al mismo o por encima del mismo. 

 


 

Una Aproximación a los Imaginarios Sociales

 


 

Los imaginarios sociales están mediatizados por las construcciones simbólicas dentro de los espacios que ocupan los jóvenes en nuestra sociedad moderna, al igual, es de entender que los espacios estructuran  prácticas sociales específicas, las cuales ayudan a la construcción de la identidad,  mediadas por las diferentes relaciones sociales que en ellas se establecen.


 

Dice Silva en una entrevista realizada por María Mujica (2005) que “los imaginarios no son sólo elaboraciones mentales, son también objetos donde aquellas se encarnan o desde donde ellas provienen”. Esta consideración permite ir mucho más allá de la delimitación material y concreta de una ciudad, si no reconocer a su interior una estructura simbólica donde se conjugan percepciones y significados otorgados por los sujetos a sus acciones. En ese sentido, los imaginarios permiten capturar y dimensionar las expresiones afectivas que circulan cuando se encuentran dos o más personas, fruto de lo cual el concepto de imaginarios toma el sentido de imaginarios urbanos.

 


 

A partir  de la teoría podemos comprender que dentro de las tribus urbanas se generan una serie de imaginarios, los cuales se construyen desde  de la puesta en marcha; de significados que le otorgan a los diferentes sitios que frecuentan mayormente y, que de una u otra manera, comienzan a delimitar su territorio, sus  lenguajes y sus significados. 

 


 

Los estudiantes manifiestan que pertenecer a una tribu urbana es sinónimo de violencia, desintegración social mientras que otros sostienen que participar en una tribu urbana es sentir el apoyo de amigos, sentirse comprendido, respaldado, protegido, aprender nuevas cosas. La percepción que los estudiantes otorgan el pertenecer a una tribu es como cerrarse a un solo referente, a una sola visión y a un solo contexto. Esto permite comprender como los sujetos en los diferentes escenarios urbanos configuran sentidos de vida, producto de los encuentros con el otro que se generan en la posición frente a las creencias que ellos tienen con relación a las tribus urbanas,  dándoles un carácter de nuevas culturas, de nuevas formas de visualizar el mundo y en lo que en él acontece.


 

Es importante analizar y  comprender que dentro de estos imaginarios que se generan dentro de las tribus urbanas permiten entrever que los jóvenes utilizan prendas de vestir, maquillaje y llevan la moda de forma semejante entre sí, identificándose como un grupo con características propias los cuales les facilitan la comunicación con otras tribus del sector o de la cuadra. En lo anterior se puede configurar construcciones que hacen los jóvenes frente a la forma de identificarse de las tribus urbanas que se plasman en su vestimenta, en  su forma de dialogar, los cuales los identifica de una u otra manera con cierto posicionamiento frente a la vida misma y a la sociedad a las cuales pertenecen.

 

  

 

En Armando Silva (2004) los imaginarios sociales son los que permiten a los ciudadanos ponerse de acuerdo en sus modos de ser y de estar de una colectividad, y estudiarlos, es buscar comprender esas estrategias grupales para construirse en común. Los sujetos participantes en esta investigación afirman que las tribus urbanas son grupos que se forman por un fanatismo, y que se estratifican por sus niveles económico, político, social  y cultural.

 


 

La muestra que participó en la investigación afirma que las tribus urbanas son muy comunes en la actualidad y reciben apoyo por parte de sus seguidores, quienes van en aumento progresivamente. Lo que supone en este sentido encontrar en ellos ciertos espacios a partir de los cuales logran identificarse  y posicionarse en la sociedad misma.  

 


 

Los jóvenes entrevistados reconocen que algunos de sus integrantes se expresan de forma violenta ante lo que ellos consideran como desintegración social, asumiendo una posición en la cual transgreden los límites planteados por la sociedad Los estudiantes afirman que pertenecer a una tribu urbana implica asumir su postura frente a la delimitación de territorios. Los estudiantes manifiestan que en la tribu se tiene la posibilidad de sentirse bien con los demás, tener una libre expresión y pasar momentos de satisfacción.

 


 

Con relación a la postura de los jóvenes en el párrafo anterior, es conveniente retomar los planteamientos de Juan-Luis Pintos, quien presenta elaboraciones importantes acerca de los imaginarios sociales, y los ubica: 

 


 

En la taxonomía de aquellos mecanismos que es preciso identificar en un orden social, por medio de los cuales la gente decide que algo obedece al orden de lo ‘natural’, asentado en los códigos que definen lo aceptado por el conglomerado (Pintos, 1995). 

 


 

Se trata de mecanismos que orientan las creencias de los individuos, El grupo de universitarios coincide en afirmar que la sociedad considera que quien pertenece a una tribu urbana es gente mala, delincuente, vicioso, son objeto del rechazo, no encaja en el medio, están enfermos, sufrieron en la niñez. Los estudiantes consideran que quienes pertenecen a las tribus urbanas procuran vivir en forma aislada, aparte del resto del mundo, y para ello asumen elementos que los identifican (como vestuario y música), demostrando su tendencia ideológica. 

 


 

Los jóvenes universitarios consideran que las tribus urbanas permiten justificar algunos comportamientos, como los delincuenciales o para influir negativamente en los otros. Los integrantes de las tribus urbanas defienden  con sus convicciones su postura ante el mundo. Para los estudiantes que participaron en la investigación, las tribus urbanas implican un cambio en la forma de vivir, establecer diferencias respecto a los demás y vivir experiencias significativas.

 


Los estudiantes han realizado un ejercicio de construcción e identificación de las tribus urbanas. Los nombres y designaciones de las tribus, con los símbolos que las identifiquen, son representaciones que se convierten en imaginarios que caracterizan a las tribus, de acuerdo al símbolo que han elegido. Por ejemplo, los estudiantes expresan que conocen sobre algunas tribus urbanas, tales como: emos, punkeros, metaleros, regetoneros, skins, entre otras; asimismo, que hay símbolos como el ying y el yang, asociados a lo bueno y lo malo, a lo masculino y femenino, tanto como el amor y el odio, siendo formas de dar a conocer la realidad del ser humano. Los jóvenes, a este respecto, manifiestan que en estos símbolos se hayan identificados: “Me describe muy bien, porque a pesar de que soy así alegre y todo cuando soy malgeniada mejor dicho me voy a los extremos” (Sujeto N, Entrevista semiestructurada).

 

Los estudiantes consideran que la tribu urbana les permite a los jóvenes que las integra una forma de presentarse ante la sociedad, mediante su música, su forma de vestir y de comportarse, expresando su descontento hacia los contextos en los cuales viven. Con relación a lo anterior, Baeza sostiene que los imaginarios son aquellos esquemas construidos socialmente que nos permiten percibir, explicar  e intervenir en lo que cada sistema social considera como real.

 


 

Los estudiantes plasman en su historia de vida que las personas que integran las tribus urbanas pretenden ser diferentes a las demás personas, con ello buscan llamar la atención y ser admirados. Los sujetos participantes en esta investigación afirman que las tribus urbanas son grupos que se forman por un fanatismo, y que se estratifican por sus niveles económico, político, social y cultural. Los estudiantes de la investigación afirman que quienes pertenecen a las tribus urbanas les ha faltado formación personal desde la adolescencia, y a ello se suman las circunstancias adversas de tipo social y económica en sus hogares.

 


 

Discusión

 


 

La investigación gravita alrededor de la siguiente pregunta: ¿Cómo se construye la identidad en un grupo de jóvenes? Ante tal interrogante, se encontró que la discusión sobre la identidad gira sobre las categorías de escenarios urbanos, prácticas discursivas e imaginarios sociales. Este entramado categorial se halla trasversalizado por el lenguaje, y a la vez obedece a los códigos que emergen en la matriz de la cultura.

 


 

En esa medida, actualmente ser joven es un es un constructo o un imaginario creado por la sociedad. Es la sociedad quien ofrece los significados de ser joven. La juventud se halla expuesta a procesos culturales y sociales, mediatizados por las costumbres, las tradiciones, creencias, juicios y estereotipos.

 


 

El joven es el protagonista, aun más, es el sujeto que hace parte de la construcción de las prácticas discursivas, las redes semánticas y del Interaccionismo simbólico, dentro de un tejido social. Está marcado por las instituciones sociales, donde se hallan implícitas las normas, los valores y por supuesto el concepto de juventud. Este concepto se ha resignificado en la época actual; es tal la dinámica de este proceso histórico, que hasta la norma jurídica ha implementado cambios en la concepción de ser joven, implementando variaciones en la legalidad sobre la juventud, tal y como lo muestran los códigos normativos sobre la infancia y la adolescencia, que legitiman comportamientos que en épocas anteriores no eran validados, pero que actualmente sí lo son. Legalidad que le concede nuevas características y posibilidades, en un mundo globalizado donde se pierden las individualidades. 

 


 

La juventud de hoy en día ha perdido importantes logros en cuanto a sus identidades; y en esa medida, aparecen términos como ciudadano del mundo, o el concepto de aldea global y tribus urbanas. De esta manera, se visibilizan los símbolos y los significados, que son los que le conceden la dimensión a la identidad en el joven de hoy.

 


 

El joven, como producto de esta época moderna, presenta unas características bien definidas: en primer lugar, está marcado por la inmediatez, por el momento, por el tiempo de lo efímero, lo pasajero y transitorio. Todo lo anterior, aunado al auge de la tecnología, que a la vez genera unas crisis existenciales muy profundas. En segundo lugar, se han perdido los metarrelatos, que  posibilitaban el encuentro de las singularidades y de una identidad colectiva. Todo ello se ha perdido, se ha invisibilizado por efecto de la homogenización de la sociedad moderna y postmoderna, que hace posible el fin de las utopías, con lo cual se llega al punto de expedir unas actas de defunción a la historia, las ideologías, la democracia. 

 


 

Los metarrelatos del joven del hoy son las redes sociales emergentes, que llevan a construir sociedades colectivas, carentes de identidad propia; no obstante, para algunos jóvenes integrantes de la tribus urbanas, la identidad se resignifica; nuevos símbolos, nuevos significados, nuevos lenguajes y con ello, nuevas prácticas discursivas. Jóvenes cuya comunicación está visibilizada en las herramientas de las nuevas tecnologías (imágenes congeladas en las pantallas del computador), la cual le muestra todas las redes de imaginarios sociales, de significados, símbolos y significantes, relatos y representaciones de las instituciones sociales. El monitor de la CPU ya no invisibiliza, sino que visibiliza al otro, a la alteridad. Escenario que se localizan en las coordenadas de una pantalla, que moviliza angustias, desencantos, amores y frustraciones. Todo ello implica una movilización de conceptos fundantes de la existencia, como son el tiempo y el espacio, con el correlato de una pérdida de las proximidades físicas, corporales y afectivas.

 

Desde esta perspectiva, las nuevas tecnologías propician que haya otro tipo de  encuentros con el otro; representa una invitación a romper con la mismicidad. Es una condición de la sociedad actual, enmarcada en un ego-centrismo; una urgencia necesaria que supera la intención de pensar en el otro. Para ello se requiere de un Estado que permita mover las ideologías, las políticas, las instituciones sociales y las economías. En medio de esa enajenación en las redes virtuales, el joven universitario busca otras alternativas de comunicación, y por ello reivindican el escenario de la calle y del bar, tanto como el campus universitario.

 


 

En palabras de Heidegger, el hombre es un ser inconcluso, un hombre en proyecto y en un continuo de-venir, sumergido en la trampa de las nuevas tecnologías, que ofrecen la ilusión de taponar las angustias existenciales. En esa época ya se advertía que la tecnología y la industrialización lo va a llevar a la desesperanza, a una profunda sensación de desamparo, fruto de una sociedad consumista, patrocinadora del libre mercado. Tecnología y capitalismo que conducen a una deshumanización, como parte de una lógica productiva, de un racionalismo instrumentalizado.

 


 

Como una alternativa de vida, el joven encuentra un refugio en las tribus urbanas. Se evade de metarrelatos que no le dan significancia a sus proyectos personales. Por ello, son grupos con características violentas, marcados por lenguajes agresivos, a la vez que grupos donde se arman alianzas que les permiten construir su(s) identidad(es). Tribus y grupos que ofrecen un espacio alternativo a las disfunciones de la familia moderna.

 


 

A Modo de Conclusiones

 


 

El presente capítulo representa una nueva oportunidad para generar un diálogo diferente respecto a los jóvenes y a la juventud como concepto y categoría planteada por la comunidad académica, y a la vez como un significante que produce efectos en el imaginario social. Hablar de Juventud no puede quedarse en una reflexión de tipo estadística, demográfica y poblacional, sino que representa la posibilidad de ingresar en el campo de lo simbólico y la construcción que se hace desde el tejido social. 

 

La juventud como sujeto social no es un cuerpo uniforme, por lo que es importante reconocer que se trata de una población suficientemente compuesta, tanto en el plano social como en el generacional, lo que sin duda produce la existencia de mundos culturales, diversos y diferenciados. No es conveniente hablar de la juventud, sino de las juventudes, y en ella de cada joven, con su historia particular, con sus hábitos, sus preferencias, costumbres, sus imaginarios y la forma de habitar en los espacios urbanos.

 


 

La consideración de los jóvenes como un sistema, en el sentido que la expresión tiene al interior de la teoría de los sistemas, implica considerar a los jóvenes como una construcción colectiva en la que participan múltiples singularidades, articuladas entre sí para generar soportes culturales y afectivos. Estos soportes constituyen lo que los jóvenes han armado en términos de Nichos Afectivos. El nicho afectivo es un espacio que surge en el joven como una respuesta para llenar de sentido y de afecto sus escenarios esenciales de interacción. Ante la inmensidad de la desesperanza y la crisis profunda de las subjetividades, y de la generación de soledad que ofrece la sociedad de la modernidad, el nicho afectivo recoge las voces, los recuerdos y las experiencias personales y del grupo. 

 

Los jóvenes tratan de conservar y proteger en su esencia los nichos afectivos que han construido; no obstante queda claro que éstos se han visto invadidos por la continua evolución tecnológica, evidenciando la creación de nuevos espacios los cuales se han configurado rápidamente como escenarios de encuentros. El internet, el chat, los mesenger, y todos los sistemas de comunicación ofrecidos por las tecnologías de la información y la comunicación, ha ingresado en forma abrupta en los predios del nicho afectivo, generando también una suerte de molestia, y con ello de resistencia, aunque sin desconocer que muchos han terminado atrapados por tales señuelos: servomecanismos que pretenden cerrar la válvula abierta por el empuje del deseo.

 


 

De todas maneras, y continuando con la comprensión que se ha realizado acerca de los escenarios urbanos, hay que reconocer que estos están revestidos de tejido humano, y de igual manera, reafirmar que los componentes de las relaciones interpersonales están determinados por la cultura del grupo. Es así como se considera que los lugares que los jóvenes frecuentan están impregnados por imágenes que le dan sentido a sus actos y anhelos, siendo así como se constituye un espacio comunicativo que requiere de un movimiento constante.

 


 

Los lugares donde ocurren vinculan los encuentros interpersonales de los jóvenes se caracterizan por evidenciar y trasmitir una red social dinámica que se enriquece con afecto, imágenes y sensaciones, a partir de la cual se generan lazos de dependencia y vinculación, que para ellos resultan prioritarios y urgentes. Es así como los  encuentros y la identidad social que allí construyen los jóvenes, son importantes al momento de reconocer que todo ser humano cuenta con un lugar donde recibe una carga afectiva y de seguridad en sus experiencias continúas. El escenario es justamente el territorio donde se arman historias que fortalecen la identidad (tanto para la propia subjetividad, como para el entramado social).

 


 

Es tal la complejidad de los lugares y con él de los escenarios que a su interior se reconocen, y a la luz de los movimientos que se verifican en la sociedad del siglo XXI, que aparecen nuevas posibilidades de encuentros y a la vez se materializan en un proceso que emergió en la investigación: la Economía Lingüística, desarrollada como característica de las nuevas culturas emergentes. El lenguaje se abrevia, las palabras surgen a cuenta-gotas, los jóvenes entran a un terreno en el cual se restringe el número de palabras y expresiones usadas, en una suerte de actuación lingüística cuidadosa, precavida, incluso temerosa.

 


 

Y es a propósito de estos cambios humanos y socioculturales, que son registrados en el orden del lenguaje, como los jóvenes hacen suyo el espacio virtual. Allí hay un movimiento bastante interesante, porque los jóvenes cambian su forma de interactuar con el mundo físico: participan de la construcción de vida y círculos sociales donde buscan e intercambian información, se comunican y confían en amigos y pares, conocen e interactúan con extraños, hacen nuevos amigos, aprenden y desarrollan sistemas de valores, juegan y se entretienen, y a la vez, como una ganancia adicional, ocurre el desarrollo de diferentes tipos de identidades.

 


 

Para efectos de contextualizar este fenómeno, que finalmente apunta a la construcción de la identidad en los jóvenes, la investigación permite comprender que en esta época de la vida los jóvenes están atravesando un período formativo de desarrollo personal, donde las actitudes y conductas manifestadas dentro del espacio virtual pueden ser muy distintas de las del mundo físico. Lo anterior se refiere a que diferentes aspectos de la vida del joven que se abordan en el marco de la red virtual tienen implicaciones para las interacciones que se experimentan en línea y que luego se extienden al mundo físico; esto es, que lo virtual tiene su prolongación en el mundo de la cotidianidad, y a la vez lo resignifica.

 


 

Es tal la magnitud y proyección de las interacciones que ocurren en el ciberespacio, que, aunadas al precario estado de su capacidad crítica y reflexiva, pueden provocar una comprensión distorsionada de la realidad. En tal sentido, se observa una relación recíproca entre la sociedad electrónica y los universos virtuales, a tal punto que día a día pretenden suplir las demandas que producen los vacíos afectivos en los(as) jóvenes, evidenciando también una cierta precariedad de los denominados Nichos Afectivos, que habían sido resultado de su propia creación simbólica.

 

Por lo demás, en el intento por reafirmar sus personalidades y distinguirse del resto de las generaciones, los jóvenes que usan los mensajes de texto y que utilizan los códigos lingüísticos virtuales, han creado su propia jerga con sus representativos mensajes, y en tal sentido han eliminando las vocales y abrevian las palabras hasta lo que más permitan sus límites, tanto para ganar tiempo como para poder decir más cosas en un solo envío. Es así como se argumenta que los lugares virtuales se han legitimado como parte indudable del encuentro y esparcimiento de esta generación, por lo tanto es acertado reconocer que los jóvenes recurren a una vía fácil para comunicar aquello que no es capaz de hacerse en una situación presencial.

 

La anterior afirmación va de la mano con una reflexión que permite repensar la concepción del ser humano, de espacios y de ciudad. Fruto de su atravesamiento por la cultura y el tejido social, los seres humanos han construido la tendencia a vivir con y para el otro, y cada generación pasada de jóvenes da fe de ello, es así como se considera  que la generación actual de jóvenes también busca la participación de determinados lugares físicos (una esquina, un local de ocio, una zona de la ciudad), donde logran redescubrir territorios urbanos olvidados o marginales, para dotar de nuevos significados a determinadas zonas.

 


 

En esta perspectiva, que reconoce una diferente forma de construir la esencia de lo humano, la emergencia de los jóvenes se ve evidenciada a través de sus ideologías,  dando lugar a la apropiación de los diferentes espacios, generando una diversidad de historias, anécdotas y experiencias que configuran el entramado de toda su generación, su vida y la respectiva apropiación del lugar dotado de un sinnúmero de significados. 

 


 

Los jóvenes se ven influenciados por las normas, comportamientos, derechos y obligaciones, ritos de paso, valores, atribuciones, que finalmente son apropiadas por él, las cuales son evidenciadas en la moda, el lenguaje, la música, y en la integración de estilos propios que definen la identidad juvenil a partir de una serie de estructuras, distinguiendo a los jóvenes y sus espacios territoriales de otras generaciones.

 


 

Los jóvenes cuentan con la participación activa en la red social de “amigos”, en las cuales se desarrollan, se trasmiten y se refuerzan las normas implícitas de actuación, definiendo a su interior con quiénes deben interactuar y dónde deben interactuar, lugares escogidos por su música, la calidad del ambiente y el grado de concurrencia en este mismo lugar. 

 


 

Los jóvenes se articulan en torno a espacios vividos por estos grupos, que se hacen significativos a merced de ciertos momentos y tiempos en los cuales disfrutan e instituyen el vínculo social con el otro y el espacio escogido. Los conflictos que se pueden generar entre los distintos grupos son más de carácter episódico que habituales y son causados por las diferencias de estilo y espacios de pertenencia.

 


 

Se afirma que lo que buscan los jóvenes es la creación y recreación de estilos personalizados, los cuales son la expresión simbólica de cada agrupación; a partir de la agrupación de varios elementos materiales e inmateriales, los jóvenes expresan su identidad como grupo. La escogencia o el gusto tanto de territorios como de elementos representativos de los colectivos pueden variar de un grupo a otro y principalmente de una persona a otra.

 


 

En la generación actual de los jóvenes, la territorialidad no es sólo una manera mediante la cual los muchachos viven su ideología como un comportamiento grupal, sino también la manera en que esta ideología se enraíza en la situación de la comunidad, de esta manera no sería preciso afirmar que la territorialidad no solo se trata de trazar o marcar un espacio determinado mediante líneas imaginarias, sino también de la coordinación de los gustos grupales en un lugar y depende únicamente de la colectividad y de la función a realizar.

 


 

Dado el proceso de construcción de identidad de los jóvenes, cada territorio tiene su funcionalidad, lo que permite fortalecer, aclarar y coordinar la dinámica del grupo. Dependiendo de su ideología, se puede decir con certeza que no en todos los territorios signifique lo mismo ser punk, o que los  punk tengan las mismas preferencias por los territorios ya que la ideología y la expresión pueden variar según los integrantes y su finalidad.

 


 

Con la reflexión realizada acerca de los territorios, se tiene el camino para avanzar hasta el mundo de los significados. Los jóvenes y sus escenarios urbanos tienen la capacidad para aglutinar diferentes significados, por lo tanto, les permite a los jóvenes ser reconocidos, considerados capaces de generar diferentes atribuciones por los habitantes de una sociedad, impregnándoles nuevos símbolos grupales.

 


 

El espacio simbolizado por los jóvenes parte de una estructura urbana socialmente reconocida e interpretada, permitiendo así a otras generaciones identificar grupos en su entorno y a los jóvenes sentirse identificados mediante la filiación con ese espacio y la significación del mismo. Así, determinados espacios pueden tener la propiedad de facilitar procesos de identificación social urbana con otros grupos y pueden llegar a ser símbolos de identidad para el grupo asociado a un determinado entorno urbano.

 


 

Efectivamente, la característica social del significado espacial se adquiere a través de un proceso agregado de significaciones individuales de cada uno de los jóvenes; además,  que concierne a la propia naturaleza del espacio y a las relaciones que se establecen en él. La carga de significados que le impregnan los jóvenes a un espacio se fundamenta y tiene relación directa con el poder ideológico y emocional del grupo, del mismo modo se establece en el significado simbólico y de sentido que es otorgado por la sociedad.

 


 

Ahora bien, como un intento aproximativo se puede deducir que las prácticas discursivas se conciben como territorialidad o desterritorialidad propicias para la elaboración de diferentes redes semánticas a partir de estructuras y patrones culturales propios, enmarcados en unas representaciones sociales dentro de una dialogicidad dialéctica establecida entre las tribus urbanas  y el tejido social, en la cual los actores sociales juegan un papel importante en la reproducción de construcciones mentales tales como creencias, tabúes y significados.

 


 

Otra deducción importante, siguiendo este orden de ideas, se refiere a que las prácticas sociales discursivas elaboradas por los integrantes de las llamadas tribus urbanas en un tejido social se generan, se construyen y se reconstruyen en espacios en los cuales ellos se movilizan cotidianamente, y a la vez se recrean con las posibilidades simbólicas de sus encuentros, desencuentros y expresiones. 

 

Por otra parte, desde esta perspectiva y, producto del proceso de abstracción de sentido, una parte de la muestra manifiesta su cercanía con símbolos asociados a sus antepasados, como el sol, la pacha mama, el cabildo, la tradición y el dialecto, entre otros, que quedan como legados que se perpetúan en el tiempo y el espacio. Por lo tanto, esos elementos nutridos de toda una simbología hacen que los protagonistas de esta dialogicidad entre el tejido social y estos jóvenes integrantes de las llamadas tribus urbanas hagan posible la construcción y reconstrucción de todo un Interaccionismo social. 

 


 

Por consiguiente, en esta textura sobre generalizaciones importantes se determina que el lugar del sujeto en el discurso, está dado por un haz de relaciones puestas en juego en tal formación discursiva. 

 


 

Por otra parte, con relación a los imaginarios sociales, la juventud se comprende a partir de unas características propias que la identifican en el contexto donde se desenvuelve, y según las prácticas discursivas que las delimitan, formando así unos imaginarios frente a su actuar en la sociedad. 

 

En los jóvenes sujetos de la investigación y quienes hacen parte de tribus urbanas, emergen unos imaginarios de violencia, degradación social, distanciamiento respecto a normas y valores, y la defensa de conductas inadecuadas o antisociales; que son percibidas como parte integral de una cultura. En palabras de Baesa, los imaginarios son matrices de significados de categorías existenciales, que le dan significancia a la percepción frente a estas culturas. De igual manera, en términos de Castoriadis, son representaciones sociales que surgen al interior de una institución social como el contexto universitario en el cual han surgido.

 


 

Las tribus urbanas, finalmente, son instituciones sociales en las cuales existen normas, valores, códigos y lenguajes de interacción, que se legitiman al interior del colectivo.

 


 

Referencias

 


 

Aberastury, A. & Knobel, M. (1973). La adolescencia normal. Buenos Aires: Paidos, Tercera edición.

 


 

Brainsky, S. (1986). Manual de psicología y psicopatología dinámicas. Fundamentos de Psicoanálisis. Bogotá (Colombia): Carlos Valencia Editores.

 


 

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Winnicott, D. (1996). Realidad y juego. Barcelona: Gedisa.


Notas 


 
1. La investigación sobre “Diálogos de la juventud en el lazo social: construcción de la identidad. Un encuentro con las tribus urbanas”, se inició en Octubre de 2008 y terminó en Septiembre de 2010, con la financiación de la Universidad Mariana (Pasto – Colombia).
 
2. 
Ver para ello la concepción de los tres registros que operan en el psiquismo, según la teoría de Jacques Lacan (1974): Imaginario, Simbólico y Real.
 

 


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