Desarrollo de la sexualidad en niños y adolescentes: Una vez comprendido el concepto de sexualidad, se hace necesario revisar sus características en las primeras fases del ciclo vital del ser humano, debido a que en estas etapas vitales, el rol del psicólogo en la escuela juega un papel fundamental en el proceso de educación para la sexualidad. Es importante resaltar que el rol del psicólogo en las instituciones educativas involucra ante todo una práctica institucional, una práctica social en la que debe tener presente el importante papel que juegan las alteraciones del desarrollo individual o las dificultades en los procesos de aprendizaje y socialización en el entorno social y en el marco institucional. Por todo ello, el psicólogo educativo debe acompañar, investigar y comprender actividades que le permitan colaborar y apoyar educativamente a individuos, grupos y comunidades, con los problemas e inquietudes relevantes en su desarrollo como sujetos sociales. Donado, Escorcia & Julio (2015).
Para ello se retoman algunos planteamientos acerca de la sexualidad en la infancia:
Con respecto a la sexualidad de los niños y niñas, Martínez y Ortiz (2009) destacan la importancia de este periodo de desarrollo psicosexual, pues manifiestan que durante esta etapa el infante enfatiza la curiosidad por su propio cuerpo y el entorno. De igual manera López (2005), plantea que los primeros interrogantes, dudas o inquietudes que tienen los infantes son referidos a las diferencias anatómicas, las cuales luego se relacionan con las diferencias entre las personas, debido a que en esta etapa los niños, reconocen las diferencias entre hombres y mujeres.
Por otra parte, es importante resaltar que para la conformación de la sexualidad como dimensión, durante la infancia ejercen gran influencia los diferentes contextos donde se desenvuelve el niño y se apropia de diversos elementos para estructurar su propia concepción de sexualidad, principalmente el hogar y la escuela escenarios en donde el niño pasa la mayor parte del tiempo en sus primeros años de vida y establece sus principales interacciones con personas diferentes a la familia.
Frente a esto Butler (2010) menciona:
En las escuelas transitan símbolos, normas, artefactos, “verdades científicas”, prohibiciones, que transmiten diferentes representaciones sobre género y sexualidad, unas valorizadas y otras desacreditadas. En esos mensajes de género y sexualidad se enseña “lo bueno” y “lo malo” sobre cómo deben ser hombres y mujeres, negando, invisibilizando o intentando corregir otras formas de vivir. Los comportamientos asociados a niños y niñas van ganando naturalidad de tanto ser practicados, contados y reiterados. A través de los currículos pedagógicos, los juegos, los materiales didácticos, la organización de las actividades, la distribución de tareas, los reglamentos, las rutinas, la concepción espacial de las instituciones escolares y de los vínculos que los/as docentes establecen con los y las estudiantes, se van instituyendo comportamientos adaptados a la par que es posible distinguir otros diferentes que en algún momento son también necesarios y productivos para marcar la frontera entre lo permitido y lo sancionado.
Según el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (2008); En la etapa de la infancia el interés de niñas y niños por su sexualidad es algo natural. Sin embargo, este interés no es genital o coital, ni corresponde al mismo interés sexual de las y los adultos. Se basa en la curiosidad por descubrir su cuerpo y encontrar diferencias entre el sexo masculino y femenino. Niñas y niños tratan de conocer su cuerpo, sus sensaciones, sus funciones corporales, de igual forma como desean conocer y aprender del mundo en general. En esta etapa se requiere de orientación y respeto por parte de los agentes socializadores respecto a las expresiones y preguntas que les van surgiendo a niñas y niños.
Por su parte Carballo (2002) manifiesta que:
Desde los primeros años el niño y la niña demandan progresivamente la exploración de la sexualidad humana al expresarla en la convivencia cotidiana. Es en el seno familiar, donde ambos aprenden como un hombre debe relacionarse con una mujer y como una mujer debe relacionarse con un hombre, así mismo es en la familia donde primero se empieza a experimentar la expresión de la sexualidad por medio del papel genérico asignado. El mismo hecho de que los padres se comporten como seres sexuados, respetuosos de sí mismos y entre ellos como totalidades, sin desvalorizaciones sexistas, facilita al niño y a la niña el aprendizaje que contribuirá a orientarlo hacia una expresión inteligente de la sexualidad.
En este orden de ideas, la etapa que da continuidad al desarrollo de la sexualidad es la adolescencia, en donde se da paso a la mayoría de cambios físicos y emocionales que enmarcan esta dimensión del ser humano. De esta forma retomando el planteamiento de Aliño, López & Navarro (2006):
La adolescencia es privativa del ser humano, y ocurren en ella cambios significativos, cuantitativos y cualitativos en el marco de lo biológico, pero lo trascienden, interesando también las esferas psicológica y social.
En esta etapa de la vida el crecimiento y desarrollo son rápidos y de gran alcance, se dan las primeras experiencias psicosexuales, la imagen corporal es fundamental, hay necesidad de independencia, impulsividad, labilidad emocional, ambivalencias y tendencia a la agrupación con pares, ejerciendo las normas y conductas grupales gran influencia en los comportamientos individuales.
Se busca la identidad propia, aparece el pensamiento lógico abstracto y se construyen un sistema de valores y proyectos de vida. La adolescencia es un desafío para los adolescentes y la institución familiar, que debe propiciar un tránsito exitoso. p. 22 (1).
Cuesta, García, Menéndez & Fernández (2012) concuerdan con lo anterior al afirmar que la sexualidad forma parte de todo el ciclo vital, pero en cada momento evolutivo presenta unas características diferenciales. Esto es particularmente notorio en la adolescencia. En su evolución sexual, entran en juego factores como el propio desarrollo puberal, la aceptación de la imagen corporal, el descubrimiento de sus necesidades sexuales, el desarrollo de su personalidad, el aprendizaje de las relaciones sexuales y el establecer un sistema propio de valores sexuales, todo ello mientras están sometidos a la presión como chico o chica y/o a las reacciones de los padres ante su evaluación sexual. Otros autores refieren que la adolescencia es un período único de rápido crecimiento y desarrollo que envuelve las esferas física, emocional, cognitiva y social, a través de lo cual se pasa de la infancia a la adultez. Inicia con los cambios de la pubertad y finaliza cuando surge un adulto joven autónomo, que se puede desempeñar a nivel intelectual, sexual y tener vocaciones aceptables para la sociedad (Hernandez & Perez, 2005, “Temas sobre sexualidad que interesan a un grupo de adolescentes en el área de salud Iguará”, párr.4).
Para Gorguet Pi (2008), “La adolescencia no es únicamente un periodo de turbulencia y agitación, sino que a su vez suele ser una fase de goce y felicidad. La naturaleza paradójica de la adolescencia se patentiza sobre todo en la esfera de la sexualidad”.
Por otra parte, Valencia y Solera (2011) plantean que los principios orientadores de la educación para la sexualidad en adolescentes basados en la plena identificación de sus necesidades de aprendizaje deben estar enmarcados en el reconocimiento de la interacción social como base de la construcción de identidad, el carácter humanístico y participativo que brinda opciones hacia el respeto por las diferencias, las necesidades y potencialidades humanas; así mismo, el encuentro inevitable entre lo afectivo, conductual y cognitivo como estrategia para lograr un aprendizaje significativo de la sexualidad, que son en últimas los dispositivos esenciales para el desarrollo integral de niños, niñas y adolescentes.
Sin embargo, estudios recientes demuestran que los adolescentes deberán enfrentarse a restricciones que tienen su origen en la poca autonomía que la sociedad suele otorgarles en concordancia a temas relacionados con la sexualidad, en los mensajes contradictorios que reciben de diferentes sectores e instituciones sociales, y los vacíos de las políticas destinadas a fortalecer la educación y la información sobre los tópicos concernientes a sus derechos reproductivos y sexuales (Peláez, 2008). De tal manera que se considera de vital importancia que exista reciprocidad entre todos los actores involucrados en impartir la educación relevante para el desarrollo de la sexualidad.
En concordancia con los argumentos expuestos anteriormente, se hace evidente que la infancia y la adolescencia son las primeras etapas del ciclo vital en el ser humano, durante las cuales se establecen las bases para una formación integral; por ende, debe estar incluida la educación para la sexualidad; esta última impartida primero en el hogar por medio del diálogo con los padres y luego en la escuela a través de las diferentes estrategias y programas propuestas por la institución educativa, la interacción con docentes, pares y el psicólogo orientador. Así mismo, según los Ministerios de Salud y de Educación de América Latina y el Caribe (2008) la sexualidad es una dimensión constituyente del ser humano que se expresa durante toda la vida. La educación integral en sexualidad desde la infancia, favorece la adquisición gradual de la información y de los conocimientos necesarios para el desarrollo de las habilidades y de las actitudes apropiadas para vivir una vida plena y saludable, así como para reducir riesgos en materia de salud sexual y reproductiva. En este orden de ideas, la adolescencia es un periodo de vicisitudes importantes, entre los cambios presentados se encuentran grandes transformaciones sexuales. Estos últimos tienen una elevada relevancia en la transición de la adolescencia a la edad adulta, pues se ha encontrado que en esta etapa la mayoría de los adolescentes inician su vida sexual activa y si no cuentan con una educación en sexualidad amplia y precisa, se pueden ver abocados a circunstancias que comprometan su salud física y mental.
Una educación sexual adecuada en esta etapa del desarrollo resulta muy importante, debido a que el poco o inadecuado conocimiento genera conductas sexuales de riesgo que conllevan situaciones como los embarazos no deseados y el contagio de infecciones de transmisión sexual (ITS), lo que a su vez repercute en otras esferas del desarrollo del adolescente.
Por lo expuesto con anterioridad es necesario que el rol del psicólogo se oriente al fortalecimiento de estos aspectos propios del desarrollo de la sexualidad humana en la niñez y adolescencia.
Actores que influyen en el desarrollo de la educación sexual: La educación sexual según Navas (2011), tiene un componente social y constituye un aprendizaje continuo, que se va formando a través de la interacción con diferentes agentes socializadores como la familia, el preescolar, la escuela, la universidad, el ámbito laboral, la comunidad donde se vive, el grupo de amigos, los medios de comunicación, las instituciones, el internet, las expresiones artísticas y culturales, entre otros aspectos.
De igual manera, la sexualidad de cada ser humano se construye y existe en un contexto cultural, influenciada por diversas variables, entre ellas: psicológicas, socio económicas, biológicas, rol de género edad, y etnicidad, que hace necesario un amplio reconocimiento y respeto de la variabilidad de formas, creencias y conductas sexuales relacionadas con la Ella, Dides, Benavente & Morán (2009). En este sentido, en la actualidad desde el punto de vista socio cultural se encuentran gran cantidad de mensajes contradictorios que vienen de los medios de comunicación, donde la sexualidad es tomada como un producto que vende, asociada al éxito y mayores expectativas de triunfo en el mercado; esto agregado a la insuficiencia de programas de educación sexual transversales, eficaces, integrales y veraces, determinan factores definitivos de inicio sexual a edades más tempranas, Montero (2011). Así mismo, frente a la educación sexual Uribe, Valderrama, Sanabria, Orcasita & Vergara (2010) refieren que:
Estudios recientes han señalado la importancia que juegan agentes como los entornos educativos, los medios de comunicación (especialmente a partir de la popularización de las nuevas tecnologías de información y comunicación y la creación de franjas y formatos especialmente dirigidos a los jóvenes), la familia y los pares.
Vargas Barrantes y Araya Alpizar (2012) encontraron que cuando los estudiantes tienen alguna duda o inquietud en aspectos relacionados con la sexualidad en primer lugar lo conversan con sus padres, hermanos, hermanas u otros parientes, como segunda alternativa, los estudiantes encuentran las respuestas a sus preguntas en la calle, con sus amigos u amigas, mientras que como tercera opción, ellos buscan alternativas a sus inquietudes en los programas de televisión.
Sevilla (2008), manifiesta que: “Se evidencia la brecha entre conocimientos y acciones, es decir: un vacío que responde a los elementos sociales y culturales que sustentan los procesos de formación por parte de los diversos agentes”. Además, se identifica entonces la necesidad de ahondar no solo en los conocimientos que se tienen, sino en la forma cómo se generan los procesos de formación en sexualidad por parte de los diferentes actores que influyen en el proceso. Elliott (2010).
En cuanto a los agentes mencionados anteriormente se puede encontrar que de acuerdo a Caricote (2008): La familia es la principal institución en la formación de sus hijos y son responsables de que los hijos e hijas se formen exitosamente como seres afectivos, sociales, productivos, intelectuales y sexuales, socialmente la familia mantiene su rol de núcleo fundamental en la educación de cualquier sujeto porque su influencia es decisiva en el desarrollo psicoafectivo y la conformación de la personalidad de un individuo y por ello no puede olvidarse que la educación sexual constituye un aspecto dentro de la educación integral del ser humano, del cual los padres no se pueden desentender ya que es con ellos con los cuales el ser humano establece lazos estrechos de dependencia y relación; los padres también son los primeros artífices de la conciencia moral de los hijos y aunque la educación sexual es parte importante de las funciones de los padres y las madres, esta no es asumida adecuada y efectivamente puesto que una buena proporción de padres y madres dejan al azar la educación sexual de sus hijos, evitando asumir una posición proactiva e intencional y delegan en la escuela y en los medios de comunicación esta responsabilidad. p. 12 (40).
En contraposición a esta afirmación lo adecuado sería que los padres sean los primeros responsables para impartir la educación para la sexualidad, ofreciendo a sus hijos en un marco de confianza, explicaciones apropiadas a su edad para que adquieran conocimientos y respeto de la propia sexualidad en un camino de personalización, Frinco (2013). Esto en concordancia con el planteamiento de Torriente, Diago, Rizo & Menendez (2010) quienes afirman que los padres son una fuente de afecto, simpatía y comprensión, un lugar para la experimentación y con los que se debe contar para la transmisión de determinados conocimientos.
Sobre los actores que inciden en el desarrollo de la educación sexual, Sánchez, Molina & Torrivilla (2011) manifiestan que: La educación sexual se inicia desde que nacemos a partir de los valores y pautas culturales y de conducta que nos transmiten en nuestra familia y en todos los ámbitos de socialización primaria. Luego esta educación sexual se amplía a la que recibimos en la escuela (educación sexual formal) y a la que incorporamos a través de los medios de comunicación, la web, la publicidad y otros medios. p. 415-444.
En relación a lo anterior, la educación sexual se inserta en el contexto de la formación integral de la persona; sin embargo, se detectan problemas entre los que se destacan que las fuentes de información que se prefieren no corresponden con las más accesibles. A pesar de considerar a la familia como fuente de preferencia, los adolescentes reciben poca información de los padres y los exponentes de atención primaria de salud no son percibidos como fuente de información. (Barbon, 2011).
Por esta razón según De María, Galarraga, Campero & Walker (2009) se considera importante que la eficacia y éxito de las intervenciones educativas dependan de varios factores, que incluyen el ambiente y el respaldo político-legislativo, el contexto sociocultural y familiar donde se desarrollan y en la propia escuela, de los planes de estudio, contenidos, formatos de presentación, tiempo de exposición, frecuencia con que se repite la información y conocimiento del tema por parte de los docentes. Los programas más eficaces utilizan una variedad de métodos, como por ejemplo la educación presencial, la dramatización y los medios audiovisuales.
Con respecto a la educación sexual en Colombia, Muñoz (2012) enfatiza la necesidad de implementar nuevas estrategias que superen las limitaciones de los actuales procesos pedagógicos, dentro de estas incluye el desarrollo afectivo en el ambiente escolar, el trabajo grupal a partir de la confianza y la amistad, así como el desarrollo de programas pedagógicos que incorporen la resolución positiva de conflictos y la generación de espacios reflexivos, entre otros.
Según Vargas (2014) aun cuando la educación sexual se inicia en la familia a partir de la preparación o limitaciones que logren aportar los padres, le corresponde a la educación general básica ampliar, complementar, iniciar o corregir, según sea el caso particular de cada estudiante. Además, la educación sexual debe abarcar entre sus objetivos el desarrollo de capacidades de interacción del sujeto, el fomento de habilidades sociales, así como favorecer la comunicación del afecto y la expresión de emociones y sentimientos.
De acuerdo a lo anterior, retomando el planteamiento de Kusnetzoff (2006) si se da una colaboración entre escuela y familia se ayudará con mayor facilidad al estudiante a: interpretar, conocer y respetar su cuerpo, apreciar y disfrutar del placer en sentido amplio, iniciarse en el arte de dar y recibir amor, establecer las diferencias entre los géneros masculino y femenino e identificarse con el que le corresponde y comprender, dentro de sus alcances, el fenómeno del embarazo y el parto.
En este sentido, es indispensable que cada docente y, de manera particular, cada institución educativa, analice los valores que en su currículo contempla, cómo entiende la escuela el respeto, la familia, la convivencia, la sexualidad, la orientación sexual, cuál es la participación de la familia, de los estudiantes y de los docentes. “…La escuela puede ser un lugar donde se reproducen las desigualdades culturales o un espacio donde tienen lugar encuentros interculturales” (Martínez; 2012. p. 27).
Teniendo en cuenta que la educación para la sexualidad en Colombia encuentra cimientos fuertes en la moral, los valores y el respeto cabe resaltar el protagonismo del psicólogo como educador de la sexualidad, siendo el encargado de crear espacios para tocar conceptos relacionados con este tema y brindar una orientación tanto a estudiantes, como a padres de familia; de igual manera, es el responsable de contribuir con el fomento una convivencia armónica, el respeto por los derechos sexuales y reproductivos. Además, es necesario, mencionar que su gestión frente a la educación sexual se encuentra ligada al proyecto de Educación para la Sexualidad y Construcción de Ciudadanía propuesto por el Ministerio de Educación Nacional, donde se establecen pautas claves a seguir y direccionar su labor. Es así, como el psicólogo junto a los docentes capacitados en la materia, es quien de alguna manera, integra desde su saber los conocimientos necesarios, las estrategias, los espacios y los actores que se encuentran inmersos en el desarrollo de la educación sexual de niños y adolescentes, en el contexto escolar, en cuyo proceso trabaja de la mano con los demás agentes: familia, institución educativa, pares, docentes, entidades gubernamentales, logrando así un trabajo enmarcado en la corresponsabilidad de todos los actores involucrados.
Conclusiones
A partir de la exploración teórica, se logró el objetivo general de la investigación direccionado a describir el papel del psicólogo en la educación para la sexualidad en niños y adolescentes, encontrando que este profesional es un agente facilitador dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje que gira en torno al desarrollo de la sexualidad en la escuela. De tal manera que el aporte que realiza desde el saber psicológico en esta área este apoyado en los principios, modelos, teorías, procedimientos de enseñanza y métodos prácticos de instrucción y evaluación de la disciplina, así como en los lineamientos establecidos por el Ministerio de Educación Nacional en el Proyecto de Educación para la Sexualidad y Construcción de Ciudadanía.
Entre los hallazgos más interesantes de la investigación documental, se puede mencionar las concordancias con respecto a la definición de sexualidad desde la óptica de diferentes autores, entre ellas que es vista como un universo simbólico construido sobre una realidad bilógica: el sexo; según la cual se deben tener en cuenta factores como el placer, la intimidad y necesidad de contacto, no solo el sexo como un evento orgánico dentro del desarrollo de esta dimensión. Es además, considerada como parte de la personalidad de todo ser humano y está presente a lo largo de todo su ciclo vital. De acuerdo a lo anterior, si se tiene en cuenta que durante sus primeras etapas: niñez y adolescencia, el sujeto permanece gran parte de su tiempo en la escuela, es evidente la importancia que este escenario representa, ya que es el lugar en donde se le proporcionan muchas de las herramientas necesarias para llevar a cabo su desarrollo desde una perspectiva integral, incluyendo aquí el componente de la sexualidad humana.
Otro hallazgo importante se relaciona con que existe un acuerdo en las perspectivas de los autores investigados al establecer que la educación sexual promueve el desarrollo integral del ser humano de diferentes formas entre las cuales se encuentran que contribuye al autoconocimiento, la autoestima, el autodominio, la empatía y las relaciones sociales del individuo; dentro de este mismo ejercicio aporta al fomento de las habilidades, las actitudes y valores, necesarios para definir y disfrutar de una sexualidad plena enmarcada en el respeto del otro y de sí mismo. Finalmente, como otro punto de encuentro entre los conceptos trabajados la educación sexual promueve el cumplimiento de los derechos humanos impulsando la equidad y contribuyendo, además a una convivencia armónica.
Llama la atención el trascendente rol que juegan la familia y la escuela como principales actores dentro del desarrollo de la educación sexual de niños y adolescentes, de manera que estos dos sistemas son los lugares en donde más tiempo interactúa el estudiante. Así mismo, resulta importante la existencia de una interrelación dinámica y permanente entre los actores ya mencionados ya que esto facilitará el desarrollo de una educación sexual integral. Según lo anterior, es alarmante que las principales fuentes a las que los niños y adolescentes recurren para despejar sus inquietudes sobre sexualidad sean los amigos, hermanos o hermanas, la televisión y el internet, mientras que no es tan usual que recurran a padres de familia y docentes; en consecuencia, se hace necesario tener en cuenta la corresponsabilidad frente a la formación de los estudiantes con respecto a la educación sexual.
Finalmente, cabe destacar que tras la exploración bibliográfica se encuentra información abundante sobre los conceptos de sexualidad y educación sexual, el desarrollo de la sexualidad en adolescentes, pero los datos más escasos se presentan en torno a el rol del psicólogo frente a la educación sexual, el desarrollo de la sexualidad en niños, el manejo de la sexualidad en la escuela, y el abordaje de la familia frente a la educación sexual.
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